Terapia: Primera parte
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Crusnik.
En la ciudad vivo con mi madre de 45 años, mi hermana menor, Giannina, de 17 y en la casa de al lado mi tía Silvana (52 años). Desde hace un tiempo ando loco por mi madre, ella es hermosa, tez clara, ojos marrones grandes, inteligente, sensual: de cabello largo, curvas pronunciadas, muy parecida a Alyson Hannigan. Luego de morir mi padre se afeó a propósito para no conocer más hombres y subió un poco de peso, lo que acrecentó sus curvas, aunque a mí igual me gusta su apariencia: cortó su cabello sumamente pequeño (resaltando más las curvas de sus senos), se colocó gafas gruesas (parecidas a las de Mia Khalifa) y unos brakets. Quería verse como un monstruito –decía- para no conocer más hombres. Sin embargo, se hizo una total MILF muy parecida a Suzie Plakson con cabello como bailarina de los años 1920 de Estados Unidos.
En cambio Giannina tiene el cabello negro, un poco ondulado, y muy largo hasta la altura de su cintura. Mide 1.64 de altura (cuatro cms más pequeña que mi madre), tez trigueña, ojos marrones un poco achinados, muy delgada, sus senos son más chicos que los de mi mamá, de caderas contorneadas y grandes para su tamaño, es tímida, su expresión lo demuestra y su voz aguda y de tono muy bajo y para rematar su apariencia de niña, no le gusta maquillarse.
Desde hace unos años la tensión sexual se ha elevado entre mi mamá y yo, lo cual ocasionó muchas peleas. Es por esto que mi mamá optó por ir a una psicóloga, Silvana, una mujer de más de 50 años, cabello negro ensortijado, largo, muy alta y un tanto gorda sin llegar a ser obesa. Como es verano le gusta usar vestidos floreados de una sola pieza que deja ver su piel blanca y apreciar el nacimiento de sus tetas separadas. Además, tiene una voz muy aguda con algunas expresiones en diminutivo como si fuera una niña.
El consultorio estaba aislado del resto de espacios y Silvana tiene la costumbre de pasearse de vez en cuando por el consultorio. Mi mamá tuvo dos sesiones con la psicóloga, yo quería saber qué contaba. Algunas sesiones me tocaban a mí y cada cuatro sesiones de mi madre nos tocaba a ambos. Ya habían pasado casi un mes de sesiones, me tocaba en la noche luego de mi trabajo y por motivos de una celebración había tomado un poco de alcohol. Silvana llevaba un vestido floreado de una sola pieza holgado con strapless que se movía al vaivén de los ventiladores de la oficina.
La verdad es que no es muy atractiva pero su vestido dejaba ver mucho de su carne e incluso pude darme cuenta que en ese momento no usaba sostén al perfilar un pezón.
El alcohol hizo lo suyo y me provocó que me envalentonara y empecé a succionar un pezón, usando una lengua bífida, mientras con la otra mano le acariciaba la raja por encima de su ropa interior. Su sorpresa fue grande, su calzón se empezó a mojarse. Levanté su falda a la altura de su cintura y le bajé la parte la parte de arriba dejando al aire sus tetas, su estómago prominente, su raja peluda.
– ¡Para! Eres mi paciente… ah, ah, ah… Soooooyyyy viiiiiirrrgen.
Eso me animó más. Una mujer de más de 50 años aún virgen. Le abrí las piernas, quité sus bragas y empecé a lamer su panocha haciendo movimientos de mi lengua de arriba-abajo y en círculos, mientras sobaba sus tetas en forma circular.
– ¡Relájate! Lo haré despacio. Estarás tan mojada que no te dolerá.
Sus jadeos eran fuertes, se la metí de a pocos.
– ¿Te duele, Silvana?
– Me partes en dos, pero me encanta ¡Me encanta! ¡No Pares!
Se la clavé entera. Sonidos de gemidos y el plat, plat, plat de sonidos mojados sumados a un olor a mar y sudor llenaron la habitación.
– ¡Ahhh! Sí, así cariño. ¡Hazme sentir una puta con esa vergota… Ohhh! ¡Más rápido! ¡Haaaa!
– ¿Quieres ser mi puta?
– Síííííí… Ahhh!! Seré lo que tú quieras. ¡Qué rico!
– ¿Serás mi esclava sexual?
– ¡Haré lo que quieras! ¡¡Ohh!! ¡Más rápido! ¡Clávala con toda tu fuerza y rápido… ¡Me encanta! ¡aahh!
No iba a aguantar mucho. Su coño estaba muy apretado y tan caliente.
– ¡Qué rico! ¡Tengo tu verga hasta adentro!
– ¡Aggghh! ¡Me voy a correr!
– ¡Sí, papi! ¡Vacíamela toda! ¡Quiero toda tu espesa y caliente leche dentro de mi coño!
La saqué y ambos quedamos al lado del otro mirando al techo.
– Eso fue lo más rico que he sentido –dijo Silvana
– Espero que aún quede tiempo porque voy por la segunda vuelta.
Volvimos a coger y esta vez me corrí afuera haciendo que pruebe el sabor de mi esperma.
Me dejó su ropa interior cubierta con algo de sangre y semen y dijo: ¡Quédate con esta, para que te acuerdes que cada vez que quieras mi vagina está disponible para ti.
Descansamos un rato y cada quien se fue a lavar al baño y vestirse.
– Ahora me vas a responder algunas preguntas sobre mi madre.
– ¡No! Eso es privacidad paciente-doctor.
– Harás lo que te digo, esclava.
– Sí, amo… Dijo Silvana bajando los ojos y con cara de lujuria.
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