Teso
Relato de vidas real.
Era gerente de una agencia de publicidad heredada de mi padre; su secretaria estaba a tiempo de jubilación y la pensioné. Necesitaba un administrador y mi amigo Juancho me candidatizó a su novia, Anamaría, administradora de negocios de EAFIT.
Muy ejecutiva puso al día los libros, organizó las cuentas y me dijo que había terminado pero que se iría solo cuando me dejara una buena secretaria que continuara su trabajo.
Genial. Llamé a la Reminton, expliqué el perfil buscado y me prometieron enviarme al menos 3 candidatos.
La última, Patricia Bedoya, egresada de la Remington, estudiaba contaduría en la U. de Medellín y por angustias económicas de su familia había suspendido. Pasó la prueba en tiempo récord con el 100%; obviamente la contraté de una.
Anammaría me visitó a ver cómo me iba y encontrando que ya tenía secretaria-administradora, se molestó, dijo que era su responsabilidad. Le contesté que es mi empresa y agradecí sus buenos servicios.
Septiembre, época de licitaciones para contratos de navidad o por el siguiente año. Éramos un ratoncito que se enfrentaría a una manada de dinosaurios hambrientos y requerimos muchas horas extras y la participación de algunos proveedores clave.
En una de esa jornadas nocturnas, Patricia y yo organizábamos la oficina que había quedado bastante despelotada luego del ajetreo del día y nos tropezamos recogiendo la misma carpeta del suelo; nos miramos a los ojos mientras nos erguimos y nos besamos con deseo, pasión, lujuria.
Estábamos justo contra la gran biblioteca, la recosté a ella, me saqué el pene, la corrí los pantis y ahí, de pié se lo metí hasta que dijo
– Voy a terminar
– Yo también
– Cuidado! No me vayas a preñar – lo saqué y terminé haciéndome la paja y echando el semen en la otra mano
– Es mi primera vez
– Déjate de vainas que no hubieras aguantado el dolor
– Con un hombre
– Cómo así?
– Si… No soy santa – me dijo arreglándose la ropa – fui novicia; mi superiora me fue mi amante y me enseñó muchas cosas
– Como qué, si quieres contarme
– Bueno, como masturbarse con objetos litúrgicos. Recuerdo el mango de la paleta de las comuniones…
– Y así te desvirgaste
– No, lo hizo ella, sor Carmela. Todavía nos vemos y le doy ropas para los niños del hospicio y zapatos para ella. Las monjas son muy pobres y sor era más, loe daba zapatos y ropa interior,,, tu sabes, muy recatada, calzones hasta loas rodillas y cosas de esas
– Cuando se ven tiene sexo
– Noooo, es como verme con una tía
– Vaya que puedes contar cosas
– Y tú, cuéntame algo que no le hayas contado a nadie
– Creo que empezaré porque soy travestita
– Espera. Esos no son los hombres que parecen mujeres?
– No querida…
– Oh, ahora soy “querida”
– Después de hoy, lo eres porque soy incap0az de pichar simplemente porque me enamoré de tí
– Gracias al cielo, porque yo lo estoy de tí desde cuando me contrataste, pero decías que eres travestista; explícame
– La diferencia entre travesti y travestista es que los primeros son hombres que invierten mucho en ropas y cirugías para parecer lo más posible a mujeres. Los otros somos hombres que disfrutamos vistiendo de mujer y tratando de emularlas sin alterar la anatomía
– Suficiente. Cuándo te voy a ver de mujer? ella tiene nombre?
– Diana, Diana Caballero es mi nombre de mujer; y la verás cuando pasemos un finde en mi apartamento
– Ya tengo ganas, dónde es?
– Es el tercer piso del edificio del teatro Opera, a 5 cuadras de aquí
– Puedo verlo antes?
– Sí. Mañana, ahora debo llevarte a tu casa.
Al llegar en el barrio obrero de Laureles nos dimos los últimos besos de la noche, pero mi visión periférica vio a un joven que tocaba a la puerta de su casa con unas flores en la mano
– Son para tí? – pregunté señalando al tipo. Nos vio y se fue de prisa
– Es Eduardo, me arrasta el ala pero a mí me gustas tu – ultimo besito y chao.
Pasamos muchos fines de semana en mi apartamento. La presenté a mi mamá y le gustó mucho. Semanas después me mudé a un apartamento con garaje en el sótano en el barrio Brasil, primer piso, una habitación con amplio baño, enorme sala y dos cuartos más que dediqué a mi compu con voluminosa impresora y a los secretos de Diana, allí se la presenté.
Un día me dijo después de ayudarme a vestir y maquillar
– Estás muy linda; vamos a cenar a un restaurante
– Teso, estás loca (cariñosamente la llama Teso por abreviatura de tesoro)
– Para nada, estaré orgullosa de salir contigo, Diana Caballero
– Pareceremos una mamá con su hija
– Tanto mejor – Quedaba en la circular tercera por la Bolivariana
– Buenas noches, la especialidad hoy es trucha al ajillo y pechuga de pollo a las finas hierbas – dijo el mesero. Pedimos los dos con vino gato negro blanco.
Qué te digo, fue otra noche de desenfreno sexual.
Cinco años de amores y desamores con tremendos encontrones de celos, de opiniones encontradas y de mucha pasión que duraban desde unos días hasta unos meses, pero siempre volviendo a empezar.
3 años más tarde, estaba de novia del magnate de los cocos de la Central Mayorista. Me localizó y me invitó a una noche “de desquite”
Alquiló una cabaña en un motel de Sabaneta, a todo full, con sauna y servicio al cuarto. Me llevó en su flamante Renault 21 del año. No tengo palabras para narrar todo lo que allí, pasó, desde perforar la cama de agua hasta casi incendiar la alcoba.
Entonces jamás volvimos a vernos ni a saber uno del otro
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