Tocalas, bebito mío.
—A mami le gusta que la lamas de ese modo, bebé ….
Casi me voy de espaldas cuando le dije a mi hijo que quería darle un regalo especial para su cumpleaños número dieciocho. Ni siquiera pestañeó una vez y apunto directo a mí.
—Esas, mami … Quiero que me las des para mi cumpleaños …
Me quedé sin habla, un poco aturdida, no sabía si estaba bromeando o estaba mirando otra cosa más allá de mi pechos, me volteé para ver, pero no había nada, estábamos frente a frente el uno al otro, era inequivocable que apuntaba con su índice directamente a mis senos.
—¡Oh, Dios!, querido … No bromees …
Le dije mirándolo como si hubiera perdido el seso o tal vez, porque tenía todavía la idea de que yo pudiera estar mal interpretando sus deseos. Pero su mirada estaba fija en mis morrocotudas tetas.
—Mami … Eres tan hermosa que quisiera al menos una vez poder tocarlas …
Moví mi cabeza estupefacta, había escuchado bien. Él se refería a mis pechos. Creo sinceramente que lo sensato hubiera sido lanzarme a reír y tomarlo como si fuera una broma y alejarme, pero me quedé inmovilizada por su deseo. Continué la conversación para ver si él cambiaba de parecer.
—¡Oh, cariño! … Las cosas que se te ocurren … ¿Por qué te interesan los pechos de una anciana cuando tienes tantas jovencitas a tu alrededor con senos frescos y duros? … Eso …
Me interrumpió levantando su mano y dijo.
—Está bien, lamento haber dicho algo así … Olvídalo y cómprame una camisa o un par de calcetines o cualquier otra cosa que te venga en mente …
Ustedes creerían que fui lo suficientemente inteligente de aprovechar la oportunidad y escapar de esta bochornosa situación, ¿no? Pues se equivocan, me intrigó y me llenó de curiosidad su especial requerimiento y, ahí fue donde me metí en problemas.
—Cariño, ¿Por qué sientes curiosidad por mis senos? … Todas las mujeres tenemos senos … Lo iras descubriendo a medida que vayas creciendo …
—Mami, es verdad que soy joven todavía, pero ya me he acostado con varias chicas y se muy bien como están constituidas … Pero yo pienso en ti … Tu eres diferente a cualquier chica … Eres la única que me atrae de verdad …
—Oh Mauro, cariño … Eso es tan dulce, pero … eso no está bien … Tal vez sea que desde que tu padre tuvo ese accidente y quedamos solos tu y yo, has estado demasiado apegado a mi … Quizás sea mi culpa y te he sobreprotegido … Debería haberte dejado más libre … Y … Y …
—Mami … No tienes ninguna culpa … Solo que eres demasiado bella y especial … No hay nadie como tu …
Mis mejillas ardían y seguramente me ruboricé. Sé que dentro de un par de años cumpliré los cuarenta, pero también sé como los hombres se giran a mirarme, soy atractiva, lo sé. Pero nunca he querido meterme con nadie, me dediqué totalmente a Mauro. También me había dado cuenta de que él me miraba, pero siempre pensé que lo hacía afectuosamente como su madre, aún cuando más de una vez lo sorprendí mirándome las piernas y debido a su adolescencia exuberante, me percaté que había un bulto que aumentaba de tamaño bajo sus jeans. Pero eso le sucede a todos los chicos, son las hormonas de su pubertad; cosas naturales, cosas pasajeras. Había una justificada inocencia en sus miradas. No quise concluir nada y lo dejé parado allí.
Pasaron algunos días y el día de su cumpleaños se acercaba cada vez más y yo me estaba volviendo loca pensando a su pedido. Finalmente me dije: “¡Qué diablos!, es una cosa sencilla, no me va a costar nada y lo haré feliz”. Así el día de su cumpleaños me vestí con mis usuales leggins, me puse una remera ajustada sin sujetador, entonces lo llamé y lo hice sentar a mi lado sobre el sofá y le dije.
—Feliz cumpleaños, querido …
Lo abracé y le hice sentir mis pechos, él se separó y miró mis manos vacías como buscando su obsequio, entonces me levanté mi remera y mis pesadas tetas cayeron libres, le dije.
—Está bien, Mauro … Esto es lo que quieres, ¿no? … Tienes cinco minutos y ni uno más … Ahora puedes tocarme …
Otra vez mis pómulos se encendieron y se tiñeron de rojo. La piel blanca de mis senos venía resaltada del rosado de mis oscuros pezones. Mis pechos parecían más grandes de lo habitual, quizás hinchados por mi periodo de ovulación, por lo mismo estaban muy tiernos y sensibles. Mauro me miró con ojos entusiastas. Instintivamente cerré mis ojos para no cohibirlo y darle la dicha y libertad de cumplir su deseo, disfrutando a pleno de su regalo. Mi cuerpo se electrizó cuando en vez de sus manos, sus labios se cerraron alrededor de mi pezones, su lengua dibujó círculos alrededor de mi areola y luego succionó mi gomoso pitorro. Me sorprendí cuando esas chupadas comenzaron a hacer vibrar mi coño y la humedad ahí abajo aumentó. Su mano acarició mi teta suavemente sin dejar de chupar mi duro pezón. ¡Oh, Dios! Pensé, estoy dejando que mi hijo me acaricie y me haga mojar tanto que mi coño empezará a gotear.
Pareció que me envolvió una nube y comencé a flotar mientras él pasaba de un pecho al otro, estaba perdida en el espacio y en el tiempo. Me sentí viva y plena de sensaciones agradables, mis caderas se había alzado para estar en contacto con el muslo de mi hijo y en ese momento escuché su voz.
—Gracias, mamá … Es el mejor regalo que he recibido en toda mi vida … Te amo por esto …
Me senté allí atónita y miré el reloj, había trascurrido casi media hora, rápidamente me bajé la remera y conseguí tartamudear.
—D-de nada, hijo … Felicidades …
Pasé una noche terrible, estuve inquieta y a la mañana siguiente todavía no podía comprender toda la situación que se había venido a crear. No sabía que pensar ni como entenderlo. Entré a la cocina y Mauro ya estaba allí; había preparado café y se aprestaba a irse al colegio. Se acercó a mí, puso sus labios muy cerca de los míos, me inmovilicé debido a su cercanía, él me susurró.
—Buenos días, mamá …
Su boca rozó la mía y pude sentir su cálido aliento en mi nariz. Puso su mano sobre mi pecho y su pulgar presionó mi pezón. Estaba realmente bloqueada, otra vez en una especie de nube de otra dimensión e imposibilitada de detenerlo.
Su mano estaba quemando mi pecho y me sentí aliviada cuando me soltó, me quedé allí como una boba y escuché su voz como a la distancia.
—Nos vemos más tarde, mamá …
Luego desapareció fuera de mi visión. Me quedé con la respiración agitada y con el mundo dando giros a mí alrededor. Me sobrepuse en algún modo. Sabía que debía detener esto, tenía que encontrar una solución antes de que él regresara a casa.
Después de que esa nube se disipó, traté de ver claramente y pensar en modo razonable. Había una vorágine de pensamientos girando como un tornado en mi cabeza, aún sentía la cálida presión de su mano sobre mí pecho y mi vulva palpitaba húmeda como nunca. Logré calmarme y me convencí a mí misma que esto debía terminar hoy mismo, cuando él regrese del colegio le diré firmemente que no le está permitido volver a tocarme. Lo esperé ansiosa, la mañana se hizo muy larga, pero apenas sentí que habría la puerta, no esperé ni un segundo y le dije.
—Escucha Mauro … Sé que tengo la culpa … Pero no podemos cont. …
No alcancé a terminar mi palabra. Sentí sus fuertes brazos alrededor de mi cintura, como si quisiera levantarme del suelo, me beso directamente en los labios y dijo casi perentoriamente.
—No … Porque te amo y sé que tú también me amas …
Volvió a besarme y yo mordí sus labios, él metió su lengua en mi boca y yo la chupe sedienta de su saliva. Logre balbucear algo totalmente ininteligible e incoherente. Probaba un inmenso placer sintiendo sus brazos envolventes alrededor de mi torso y mis senos aplastados contra su pecho, también sentí deseos. Su mano veloz se deslizó debajo de mi sujetador y muy pronto uno de mi pezones se ponía rígido deslizándose entre sus largos dedos. Esa misma mano con vertiginosa velocidad bajo sobre mi monte de venus y la sentí presionando mi vulva ardiente, me retiré con mis ojos brillosos y mis mejillas que me quemaban, gritando.
—¡No! … ¡No! … ¡No! …
Mauro se separó de mí y antes de volver a besarme cariñosamente, me dijo.
—Está bien, mamá … Como tú quieras … —Mis labios tiritaban cuando él se fue a su dormitorio
Esto no se detuvo allí, siguió por semanas. Yo me rehusaba y él insistía. Sí yo decía “No deberíamos”, significaba “Sí, tesoro, hazme eso”; y cuando yo decía un “¡No!”, esa era la línea que él no debía cruzar; y no lo hizo. El problema que sus ojos verde mar me hacían derretir, la fuerza de sus brazos me hacía temblar, la suavidad de su boca hacía que mi vulva se hinchara y se mojara rápidamente y esa línea del “¡No!”, rotundo se iba desvaneciendo. Como cuando le dejé meter sus manos entre mis bragas y las deslizó apretando mis nalgas y me dijo: “Jamás he sentido un culo tan suave en vida mía”; eso me gustó, ¡oh, Dios! Sí que me gustó.
Casi todo sucedía como casualmente en la cocina durante las mañanas, eso me dejaba teniendo fantasías durante todo el día y por las noches me masturbaba a solas en mi cama. Pienso que él hacía lo mismo. Yo lo sabía y él lo sabía, pero hacíamos de cuenta de que nadie sabía nada. Cada vez iba teniendo más y más delirios; entonces me preguntaba, ¿cómo será esto?, ¿cómo se sentirá aquello?, ¿qué tal si hiciéramos esto otro?
La primera vez que mi mano se atrevió a rozar su grueso bulto, nos besábamos en el sofá. La única luz encendida provenía del televisor que estaba transmitiendo no sé qué cosa. Efectué solo un ligero roce a su pronunciado abultamiento y él sin perdida de tiempo metió su manos entre mis piernas; esta vez no proteste. Mi respiración se hizo más pesada y afanosa, su mano se enfiló en mis bragas hasta llegar a la calidez de mi peluda vulva. Recogió el rocío entre mis hinchados labios y subió a acariciar mi clítoris en forma suave y lenta. Nadie nunca me había hecho algo así y casi brinqué, exhalé un gemido y no pude evitar de darle un apretón a su polla. Fue una reacción inconsciente y no una intención de masturbarlo. Pero él lo sintió, porque comenzó a gemir y se corrió.
—¡Ooohhh! … ¡Umpf! … ¡Aaahhh! … ¡Mamá! … ¡Mamá! … ¡Umpf! …
Lo sentí estremecerse mientras se corría. Rápidamente le bajé la cremallera a sus pantalones y metí mi mano para atrapar los últimos chorros de su corrida. Tenía mi mano toda embadurnada del semen de mí hijo y era la primera vez que tocaba su gruesa polla. Me vinieron unas incontenibles ganas de correrme también yo.
Mauro todavía tenía su mano en mi coño, me acerqué a su cuello y le susurré al oído.
—¡Tócame ahí arribita! … ¡Frótame, cariño! …
Él me besaba y me decía cosas muy lindas, yo comencé a calentarme mucho más. Me excité tanto que clavé mis uñas en su brazo y empujé mi pelvis contra sus dedos. Entonces él me penetró con sus dedos medio y anular se me escapó un gutural gemido de mi boca. Habían pasado cerca de cuatro años que nadie me tocaba allí, excepto yo misma. Comencé a correrme casi al instante, hice un ruido parecido al de un animal herido. Mi ceño se frunció y casi me ahogué en mí irregular respiración. Sentí el alivio de un orgasmo total y avasallador, pero al mismo tiempo la pesantez de mi culpa. Mientras todavía me contorsionaba gozando con los dedos de Mauro, mi cabeza me decía que no estaba haciendo lo correcto.
Por tres o cuatro días no lo dejé acercarse a mí, ni tampoco que me besara. Le dije que lo amaba y que él no tenía ninguna culpa, pero que necesitaba tiempo para asimilar todo lo que estaba pasando entre él y yo. Me dijo que él también me amaba y que me entendía, pero agregó al final “Nunca voy a dejar de amarte, desearte y necesitarte”. Me sentí feliz, pero eso no fue de ninguna ayuda para mí.
Por las noches fantaseaba con él. Mi mano cubría mi vulva caliente y cerrando mis ojos lo veía en sueños, lo escuchaba haciéndome el amor:
“Él me besa y sus manos amasan mis pechos … Me quita el sostén y se dedica solo a acariciar, besar y lamer mis senos … Mi pezones están duros como granito … Lo veo como si fuera mi bebé que alguna vez succionó mi leche y jugó con sus manitas regordetas apretándolos … Ahora mis pechos se engolosinan con sus manos, me siento caliente y dispuesta. Entonces escucho su voz —Está bien, mamá … Todo va a estar bien —Estoy vestida solo con mi tanga blanca y mis medias del mismo color … También llevo un velo blanco … Él quiere que sea su novia … No me quiere como una esclava ni como una puta, él me quiere con un velo blanco inmaculado … Me quiere pura … Y quiere poseerme por toda la noche … Su dedo se mantiene sobre mí clítoris y mí cerebro comienza a abandonarme, caigo en la lujuria y lascivia absolutas sintiendo sus caricias … Rodea mi botoncito con traicioneros círculos que me hacen estremecer … Quiero gritar que lo amo … Sus besos me derriten y me mojan aún más … Me entrego a su obsequioso amor y aprieto la dureza que tengo en mi mano … Lo acaricio … Está increíblemente duro … Increíblemente largo y grueso … Lo tomo y lo guío … Se acomoda entre mis piernas y lo siento que empuja dentro de mí … Quisiera volver a tener mi himen y regalárselo a su polla protuberantemente y dura … Sentirlo rompiendo mis carnes y poseyéndome como mi único y primer hombre … ¡Oh! Cuanta dicha y felicidad … ¡Oh! Cuanto placer y amor … Siento como se mueve dentro de mi cavidad empapada … Me está llevando con él al cielo, volamos hacia el paraíso en alas del amor … Y me corro junto a él”
Entonces mí Alucinación termina y me quedo a solas con mis remordimientos y mis culpas. No puedo seguir así. Necesito hablar de esto con alguien o me volveré loca.
Mi hermana mayor, Alicia, ha sido mucha veces mi confidente y mi mejor consejera, confío en ella y sé que es muy sabia. Tal vez ella pueda inspirarme o sugerir la acción a tomar más idónea. Sé que ella no me juzgará ni culpará, necesito que ella me escuche.
El fin de semana me fui a la casa de Alicia. Conversamos muchas cosas porque hacía rato que no nos veíamos, hasta que en un momento oportuno le dije.
—Y bueno … Quisiera contarte algo de mi problema actual … Se trata de Mauro …
—¿Qué le pasó a tu bebé, está enfermo? …
—No, nada de eso .. Es qué … ¡ehm! … Yo y él hemos estado teniendo sexo …
—¿Qué? … ¿Cómo? …
—Lo sé, Alicia … Lo sé … Sabes lo guapo que es y lo sola y deprimida que he estado todo este tiempo … No sé cómo, pero sucedió … Ahora no sé que hacer … Lo amo, Alicia … Él es todo lo que siempre quise en un hombre … Él es todo … Es como la persona que soñábamos encontrar cuando éramos jóvenes, ¿recuerdas? … Con solo tocarme me hace sentir unos locos deseos por él …
Se me cayeron las lágrimas, justo lo que pensaba no hacer, lo estaba haciendo frente a mi hermana, estallé en un llanto amargo y culposo, mi hermana se acercó y me tomó la mano.
—Cariño … Cariño … No llores … Creo que deberías estar feliz … Has logrado encontrar a alguien que te ama y que tu también amas … No tienes porque llorar … Sé que puede ser complicado, pero es algo hermoso y puro …
—Pero él es mi hijo, Alicia … Y … Y yo ya no puedo detenerme … Lo quiero todo el tiempo … ¿No sé cómo es que puedo sentir tantos deseos de él? … Lo quiero siempre conmigo y en mi ser … Lo necesito …
—Mira … Daría cualquier cosa por volver a sentirme, así como te estás sintiendo tú … Eres adulta y él también ya casi lo es … ¿Cuántos acaba de cumplir? …
—Este año termina la secundaria y ya tiene dieciocho …
—Bueno … Entonces, ¿Cuál es el problema? … No todo el mundo va a entender esta situación, pero ¿qué te importa? … Nadie necesita saberlo … Solos tú y él, sí es que ambos lo quieren … ¡Oye! El mundo entero va buscando por ahí el amor … Tú ya lo encontraste … Lo tienes en casa …
Esas fueron sus sabias y alentadoras palabras y era justo lo que yo necesitaba escuchar, un estimulo y comprensión de alguien fuera de mi casa. Eso me hizo sentir mejor. Ahora esperaba a Mauro para decirle todo.
Esa tarde cuando llegó mi hijo, no esperé a que él iniciara todo, fui yo quien hice el primer movimiento. Lo besé y le dije cuanto lo amaba. Vi en su carita todavía de niño su felicidad y eso también me hizo feliz a mí, sobre todo cuando me dijo.
—Mamá … Te amo más que a nada en el mundo … Primero porque eres mi mamá y no hay un amor más grande que ese … Lo segundo es que te he deseado desde que me hice lo suficientemente grande como para ver la linda mujer que eres … Eres todo lo que quiero … No existe otra mujer en el mundo más que tú …
Sus besos fueron apasionados y me trajeron regocijo y tranquilidad, ya no sentía arrepentimientos ni culpas. Pensaba solo a él y a mí, esperaba con ansias que sucediera lo que siempre había querido. Hábilmente me quitó la blusa, mis pezones ya estaban excitados. Me sentí más relajada y el cosquilleo en mi bajo vientre se manifestó tempranamente. Cuando su mano se metió entre mis bragas, mi coño ya estaba mojado y su dedo se deslizó en el surco de mi hendedura, esto me hizo empujar mi ingle contra su mano. Me acerqué a su oído y le dije.
—Vamos a mí cama, querido …
Cuando llegamos a mí habitación, el abultamiento en sus shorts era evidente. Esa era la dureza que yo tanto ansiaba que llenara mi estrecha femineidad. Lo desnudé sintiéndome como la madre que soy y desviste a su bebito. Disfruté tocando su tersa piel y acaricié sus fornidos músculos. Volví a sentirme mujer cuando aferré la polla que me hacía alucinar y delirar. Estaba ligeramente de espalda, él ahuecaba sus manos acariciando mis senos y yo mantenía firme en mi mano su larga polla restregándola contra mi cadera. Cuando me besó el cuello susurró a mi oído.
—¡Oh!, mamá … Qué linda que eres, mami …
Esas eran hermosas palabras, pero también me recordaban quien era yo, su madre. Tuve de regreso algunas dudas. Mi piel se erizó al sentir su bulboso glande entre mis nalgas, bastó solo que me inclinara levemente hacia adelante para que su rígida carne dura como palo, se deslizara dentro de mi candente humedad. Ya nada podía detenernos.
—¡Oh, Mauro! … Ssiii … Estás donde te necesito … Llena mi panocha, bebé …
Él colmó mi coño con lentos movimientos, a cada empuje, un par de centímetros más entraban en mí, pronto me dejé llevar por las sensaciones rítmicas de sus embistes que me transportaban al reino del goce y del placer. Estaba extasiada sintiendo su cabezota hinchada empujando mis delicadas paredes vaginales, inflando mi coño por dentro. Creo que chillé mientras él se deslizaba dentro de mí, mi espalda se arqueó y empujé mis glúteos contra su polla.
—¡Fóllame, hijo! … ¡Folla a tu madre! … ¡Qué rico que me haces sentir! … ¡Uhhhh! … ¡Ahhhh! …
Estaba desesperada sintiendo sus manos que trataban de calmar mi piel enloquecida. Sentí una especie de orgasmo infinito. También me sentí un poco puta cachonda, pero nada me importaba. Estaba follando con mi hijo y me gustaba como jamás pensé que me iba a gustar. Se me ocurrió preguntarle.
—¿Te avergüenzas de mí? …
—Siento solo amor por ti, mamá … Estoy orgulloso de que seas mí madre … Eres con quien quiero estar siempre … Por el resto de mi vida …
—¿Cómo puedes estar orgulloso si yo hago todas estas cosas que ninguna madre hace? …
—Justo por eso es por lo que estoy orgulloso de ti … También es por eso por lo que más te amo …
Miré sus ojos y estaban llenos de amor y vi la sinceridad en ellos. Desde ese momento yo quería amarlo del mismo modo que él quería amarme a mí. Quería complacerlo del mismo modo en que él ansiaba complacerme a mí. Me despegué de su abrazo y me arrodillé frente a él, tome su larga y nervuda polla todavía dura como granito y por primera vez la puse entre mis labios, me sentí muy cachonda cuando probé mis propios jugos que bañaban su enorme cabezota, inmediatamente me enamoré del modo en que llenaba mi boca y supe que quería sentir su semen saciando mi sed de él. Ya no veía en él solo a mi hijo, veía al hombre dueño de una magnifica polla a quien debía satisfacer y hacer feliz, porque de ello dependía mi propia felicidad.
Chupe, magreé y froté su linda polla engrosada y que momentos antes había estado colmando mi coño. Me excité teniéndolo en mi boca. Mi lengua trazaba la forma redondeada y bulbosa del casco esponjoso y suave del glande; también lamí las gruesas venas azulinas que lo hacía palpitar y ponerse duro, ahora estaba duro para mí. Lo tomé con una mano y lo sobajeé verticalmente mientras con la otra mano comencé a acariciar mi panocha, ya que mi cuerpo me estaba pidiendo a gritos que me masturbara con su polla en mi boca. Mauro se inclinó un poco para jugar con mis pesados senos y me hizo sentir muchas sensaciones y la actividad de mi mano y de mi boca aumentaron. Podía sentir las pulsaciones de su pene mientras lo chupaba y masturbaba. Me detuve un instante para agarrar sus glúteos y empujar su polla hasta el fondo de mi garganta, quería demostrarle cuanto lo amaba y cuanto quería lo que estábamos haciendo.
Sentí cuando dejó mis pezones y me aferró por la nuca, empujando su polla toda dentro de mí, segundos después lo escuché.
—¡Oh, mamá! … ¡Oh, mamá! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhhh! …
Apreté sus nalgas y engullí su pene hasta casi chocar con sus bolas, entonces sentí la tibieza invadiendo mí tráquea con fuertes chorros, controlé cada posible arcada y tragué todo lo que mi hijo me estaba regalando. Los gemidos y gruñidos de placer me alegraron y animaron a seguir chupando y lamiendo, succionando especialmente su hinchado glande que lo hacía tener escalofríos cachondos cada vez que lo lamía y bombeaba su polla.
Me levanté frotando mi coño desesperadamente, mi hijo tomó una de mis tetas con sus dos manos y se la llevó a la boca, la sostuvo con fuerza y se dedicó a chupar mi duro pezón. No pude evitar de recordar cuando con sus manitas pequeñitas amasaba mi teta para alimentarse con mi leche, el era mí bebito y todavía lo es. Es así como lo quiero siempre, aferrando mi pecho y satisfaciendo sus deseos de hombre con su madre. Le pedí que acariciara mi coño por mí y obedeció inmediatamente, sin dejar de chupar mis senos, su mano bajó a mí rajita y me penetró con dos de sus dedos, mientras la palma de su mano aplastaba con sapiente fuerza mi erguido clítoris, entonces me dijo.
—¡Qué hermoso coño que tienes, mamá! …
Su palabras me parecieron muy hermosas y le dije.
—Mi coño es solo para ti, bebe … Tócame … Estoy casi por correrme con tus caricias … Hazlo más rápido, cariño … Haz que me corra, amor …
Apenas terminé de decir eso, mi cuerpo comenzó a temblar y grité.
—¡Argh! … ¡Uhhhh! … ¡Si, hijo! … ¡Me corro! … ¡Me corro, bebé! …
Tomé su mano y empujé sus dedos más dentro de mí, moviendo desesperadamente mis caderas mientras mis piernas tiritaban.
—¡Haz que me corra, cariño! … ¡Hazme venir, amorcito! … ¡Ahhh! … ¡Uhhhh! … ¡Aaahhh! …
Convulsioné con sus dedos profundamente en mí y mis músculos vaginales succionándolos y tratando de deslizarlos aún más adentro. Pero él me tenía reservada otra sorpresa, se arrodilló frente a mí, levantó mi pierna izquierda y la puso sobre su hombro, luego su boca se pegó a chupar toda mi vulva, bebiendo mis fluidos que escurrían abundantemente, mojé su rostro con chorros de mi coño y mí sorpresa fue aún mayor cuando comencé a correrme una segunda vez, me pareció un orgasmo sin final y mi clítoris estaba inflamado y sensible, traté desesperadamente de alejar mi panocha de su boca glotona que continuaba a beber de mi esencia femenina mientras las convulsiones de mi cuerpo continuaban en forma incontrolable.
—¡Argh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ahhh! … ¡Aaahhh! …
Continuaba a gritar saltando sobre mi pierna derecha y tratando de escapar de sus succionadores labios. Finalmente logré zafarme de su agarre y traté de recomponerme recuperando mi respiración, él seguía lamiendo mi vientre y mis muslos mojados mientras decía.
—No te voy a soltar … Jamás te dejaré ir … Eres toda mía, mamá … Eres toda mía …
—¡Sí, bebé! … Yo tampoco te dejare ir … Eres mi bebé y siempre lo serás, bebito mío …
No sé en qué momento caímos a la cama y nos quedamos dormidos, pero a la mañana siguiente me desperté feliz como nunca me había sentido. No lo dejé ir al colegio y yo me tomé el día. Nos quedamos jugando en mi cama y no salimos de casa.
—A partir de hoy no voy a volver a rechazarte … Todo lo que quiero es amarte … Todas las veces que tú quieras seré tuya …
Le dije porque sabía que él me amaba y yo quería entregarle todo el amor que podía darle, ya no solo como madre, sino también como mujer. Lo quería a mi lado todas las noches de mi vida y que me hiciera vibrar estrechada en sus brazos. Sentir esos deseos que solo él me hacía sentir y vibrar todas las veces que él me hiciera estremecer. Su mano ligera tocaba suavemente los labios de mi coño y antes de que me pudiera dar cuenta, él estaba sobre mí empujando su entera polla entre mis apretados labios mayores.
—Aquí es donde quiero estar, mamá … En ti, junto a ti, contigo toda la vida … Te amo …
Después de apagar nuestros deseos carnales, conversamos sobre nuestro futuro. Por de pronto trasladarnos a un lugar donde nadie nos conociera. Él terminaría sus estudios e iría a la universidad, soñamos juntos abrazados y besándonos, fantaseando sobre lo que nos esperaba.
Días después comencé yo a buscarlo porque lo necesitaba. Dormíamos en mi cama, abrí mi camisón y le dejé besar mi pecho desnudo. Mi pezón respondió de inmediato poniéndose duro, sus manos tomaron mis caderas y luego se deslizaron a mis glúteos, apretó mis nalgas amasándolas y abriéndolas; haciendo que mi culo se estimulara y se extendiera. Me puse muy cachonda y en mi cabeza comenzaron a girar una serie de fantasías; lo quería, quería todo lo que él quisiera hacerme. Bajé sus boxers y vi su polla ya dura alzándose desafiante. Él estaba afirmado sobre sus codos, le dije.
—Recuéstate, cariño … Deja que mami se ocupe de ti …
Agarré su polla entre mis dedos y me lo llevé a la boca. Lo besé y chupé sintiendo sus pulsaciones en mi mano. Aprisioné su cabezota hinchada y suave entre mis labios y la rodeé con mi lengua sin dejar de chupar. Sentí la sapidez prematura del semen de mi hijo y me emocioné. Comencé a chuparlo con mayor vigor buscando las delicias que podían emanar de su polla caliente.
Esto de chupar la polla de mi hijo era una adicción, ilícita y excitante. En mis noches solitarias de fantasías masturbatorias, había inventado tantas imágenes y escenas, pero nunca sentí nada parecido a tener realmente la verga de Mauro en mi boca. Sin embargo, llegaba a temblar por la emoción de estar allí amando a mi hijo de ese modo, chupando su hermosa pija. Los Ardorosos e intensos sonidos que provenían de nuestras cachonda actividad, me indicaban que no había manera alguna de que me detuviera antes de que él alcanzara el ápice de su placer. Entonces le dije,
—Me encanta chupar tu polla, bebé … Tu piel tan suavecita y tu asta tan dura … Me fascina ver tu cara cuando te hago gozar con mi boca … Quisiera darte la mejor mamada de tu vida …
Comencé a lamer sus bolas y de ahí fui subiendo hasta la gruesa cabezota hinchada de su glande que ya comenzaba a gotear con perladas chispitas líquidas que prontamente succioné. Engullí por completo su corona y lamí todo en rededor, esto le hizo gemir y tiritar con escalofríos de placer, usé mi lengua para recorrer toda su aterciopelada piel hasta volver al saquito de sus bolas, como en un periplo, comencé a repetir toda la acción nuevamente.
—¿Te gusta lo que te hace mami, querido? … Es esto lo que quieres, ¿no? …
No me respondió nada, pero por sus movimientos y gemidos la respuesta era más que evidente, parecía que también le gustaba que le hablara mientras lo chupaba.
Ahuequé mi mano izquierda y sostuve el rugoso saquito de sus bolas y volví arriba para tragarme su polla por completo y así comenzar un frenético movimiento en vertical, chupando y lamiendo, besándolo y masturbándolo con mi mano derecha. Sus gemidos aumentaron con la intensidad de mis movimientos, lo sentí ponerse tenso y levantó su ingle ligeramente. Me preparé para recibir el torrente desbordado de su semen mientras su polla palpitaba como enloquecida y los violentos embistes que me daba mi hijo. Ya sabía lo que me había sucedido la vez anterior, pero nada me hizo presagiar la copiosa cantidad de chorros que comenzaron a llenar mi boca; escuché sus gemidos.
—¡Uuurrrggghhh! … ¡Mami! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Ooohhh, mamá! … ¡Que rico, mami! … ¡Aaahhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Umpf! …
Recibí con verdadero agrado el delicioso alimento que me daba mi hijo mientras mi coño se contraía y hormigueaba tan intensamente que podía sentirlo hasta en mis tetas y en la dureza de mis pezones. Me tragué mucho de su lechita, pero sabía que sus bolas extra llenas podían mandar fuera mucho más; quité mi boca para evitar ahogarme y seguí bombeando su polla con mi mano. Su semen se derramó por todas partes sobre mí; en mi rostro, en mis cabellos, en mis pechos, escurriendo como un arroyo desbordado hacia abajo por mi vientre. Mientras él gemía lanzando los últimos borbotones, le dije.
—¡Sí, amor! … ¡Ssiii, sí … dámelo todo! … ¡Baña a mami con tu lechosa delicia! …
Cuando terminó lanzó un largo suspiro, entonces besé con adoración su polla y comencé a espalmar su cremosa leche sobre mi piel. Esa era la muestra de amor más intensa que jamás haya experimentado, ese era el amor de mi bebé.
Después de esta clara demostración de su potencia, ahora mi único pensamiento era tenerlo y hacerlo mío por completo; quería su polla dentro de mí con su lechita mojándome por dentro, eso se repetía dentro de mi cabeza en modo incesante.
Su polla todavía estaba durísima. Volví a masajearla un poco y chupé algunas gotitas rebeldes que continuaban a salir de su orificio al ápice de su glande. Entonces tomé su polla con mi mano derecha y la guié entre mis piernas, posicionándola sobre la rajita cerrada de mi panocha. La enorme verga empujó mis labios prepotentemente hacia los lados y se hizo espacio entre ellos. Sentí la cabezota obstruir mi cuevita del placer y luego supe que me estaba penetrando forzadamente, empujando mis paredes vaginales y estirándolas a límites insospechados; la sola fricción intensa y caliente me produjo un mini orgasmo que hicieron tiritar a mis tetas, cerré mi ojos y me dejé caer sobre su pecho aplastando mis pezones contras sus pectorales y escondiendo mi rostro en su cuello para impedirle de ver mi cara deformada por la lujuria y lascivia de estar gozando con la linda polla de él, mi propio hijo.
Mauro extendió sus manos y apretó mis nalgas al tiempo que me daba punteadas hacia arriba con su ingle, empalándome más y más en su polla dura y gruesa, mordí su cuello y enterré mis uñas en sus hombros gritando y chillando como una marrana. El apretó y pellizcó mis glúteos dándome besos en el cuello y buscando mis sensibles lóbulos para morderlos, enseguida el me aferró por los hombros y me tiró violentamente sobre su polla hasta que sus bolas se estrellaron contra mi trasero.
Mientras me levantaba y me dejaba caer sobre su polla tiesa, me sentí plena y llenita de su carne caliente colmando todo los espacios de mi panocha. Las sensaciones que me hacía sentir él, jamás ningún hombre me las había hecho sentir. Dejé de pensar a él como a mi hijo y me concentré en disfrutar del ardoroso y avezado amante que me estaba poseyendo en cuerpo y alma. Cabalgué su polla hasta que no pude resistir más y me dejé ir perdida en el placer de un poderoso orgasmo. Me estremecí con cada movimiento suyo; a momento creí perder la razón, sobre todo cuando me escuché decir.
—Eso tan lindo y tan grande es para mí, bebé … Para tu madre, siempre para tu madre y solo para tu madre …
Llegué casi gritando en su oído, mientras Mauro estiraba mis glúteos y me llenaba con otra carga abundante de su semen caliente, cosa que acrecentaba la intensidad de mi orgasmo.
—¡Ahhhhhh! … Aaaahhhh! … ¡Uhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Sí, bebito, ssiii! …
No recuerdo haber tenido un orgasmo tan atronador e intenso alguna vez, mientras yacía envuelta en los fuertes brazos de mi hijo los demonios de la duda me hicieron sentir agobiada. “Acabas de follar a tu hijo” , “Lo chupaste y lo follaste”, “Su semen está por todo tu cuerpo”, “El semen de tu hijo está dentro de ti”. Esto me provocó un estremecimiento, el semen de mi hijo estaba dentro de mí y no habíamos tomado ninguna precaución para protegernos. No es que nunca haya pensado en ello, pero mientras me sentía tan feliz de estar finalmente haciéndolo con él, mi cerebro estaba obnubilado y esos pensamientos los dejé pasar por alto. No se puede llorar sobre la leche derramada y este decir era el apropiado en este momento, su lechita se había derramado dentro de mí y ahora había que afrontar las consecuencias, si es que llegaban a haber.
Dejé pasar unos días y al cerciorarme de que estaba atrasada con mi periodo, mi corazón comenzó a latir con mucha fuerza, me sentí emocionada y preocupada al mismo tiempo, rara vez sufro atrasos y esta vez había sospechas fundadas del porqué. Un poco angustiada compre en la farmacia unos test de embarazo y apenas llegué a casa me los hice. Mientras esperaba ansiosa y nerviosa los resultados, me dije a mi misma que si este el precio a pagar por estar a diario con mi hijo, no me importaba y bien podía tener un bebé suyo, dejé de preocuparme del todo cuando el resultado del test fue negativo. Respiré más aliviada y consciente que de ahora en adelante teníamos que tomar algunas precauciones. Al mismo tiempo me di cuenta de que estaba dispuesta a aceptar cualquier cosa para mantener el amor que él me daba, por supuesto también su hermosa polla que me hacía vibrar casi a diario.
Mauro finalmente fue aceptado en una universidad del norte del país. No podía estar separada de él, así que le propuse que nos transfiriéramos allí donde comenzaríamos una nueva vida juntos. Lo acepto inmediatamente feliz por mi propuesta, esa noche su hambre por mi coño se había triplicado y perdí la cuenta de cuantas veces su polla me lleno de la lechita suya, solo que mí conchita quedó adolorida por un par de días.
Fue todo muy emocionante en mi vida, un nuevo hogar, un nuevo trabajo, una nueva ciudad y un amor flamante y fresco. Me sentí como si estuviera en luna de miel con Mauro. Él estaba muy atento a todas mis necesidades, me compraba pequeños regalos. Recorríamos la ciudad tomados de la mano y lo mejor de todo es que durante la noche me follaba hasta casi dejarme sin razón. Muy pronto nos acostumbramos a nuestras rutinas que se convirtieron en rituales. Hay algunas que se quejan por falta de espontaneidad, pero yo estaba feliz por la rutina que mi hijo me imponía cada noche. Quien tiene un hijo amante se solaza en él y yo lo amo con toda mi alma.
Siempre comenzaba arrodillada a su lado jugando con su polla, me encantaba esa sensación de poder al hacer que esta se pusiera dura como el acero. Sentir su suave textura en mi mano, su fuerza poderosa latiendo con cada movimiento. Luego me lo llevaba a la boca y sentía como inflaba mis mejillas, sus gotitas de semen pronto comenzaban a aparecer, entonces le decía.
—Si te gusta tu sexo en la boca de mami … También te debe gustar el de mami en tu boca …
El sabe cuanto me excita cuando lame mi coño por todas partes, haciendo que mi labios mayores se hinchen y mis labios menores se empapen con su saliva y mis jugos. Después él se dedica a separar mis delgados pliegues que cubren mi clítoris y procede a lamerlo haciéndome tiritar de placer.
—A mami le gusta que la lamas de ese modo, bebé …
Su lengua entra y sale de mi conchita, luego regresa sobre mi erguido botoncito, separa bien mi labios y se encarga de chuparlo como si fuera un diminuto pene. Sus labios lo aprisionan succionándolo, sus dedos lo frotan y mis caderas se vuelven locas, llevándome al delirio. Atrapo sus cabellos y lo tiro contra mi hendedura empapada.
—¡Sí, bebé! … ¡Sí, bebé! … ¡Así, ssiii! … ¡Ssiii, cariño! …
Le repetí una y otra vez. Él sabía que yo estaba por venir pronto, entonces intensificó la presión y la velocidad de su lengua sobre mi botoncito. En instantes una oleada de arrolladoras sensaciones me hizo convulsionar, mi cuerpo no me obedecía y temblaba en modo incontrolable.
—¡Ouuhh! … ¡Ahhhhh! … ¡Aaaahhh! … ¡Oh, Mauro! … ¡No te detengas! … ¡Uuuuhhh! … ¡Aaahhh! … ¡Sigue, bebé … Sigue! … ¡Ahhhhh! … ¡Aaahhh! …
Mi cabeza parecía que iba a estallar, cierro mis ojos y me dejo caer hacia atrás temblando y gimiendo.
—¡No pares! … ¡No pares! … ¡No dejes de amarme! … ¡Ahhhhh! … Hmmmmm! …
Y mi hijo me respondió subiéndose encima de mí.
—¡Nunca, mamá! … ¡Nunca te dejaré, te amo! … ¡Te amo, mamá! …
Nos besamos hasta saciar nuestra sed del uno del otro y luego un manto niebla nos hizo perdernos en un sueño reparador
Al inicio, después de habernos mudado, me sentí algo confundida porque tuve algunas visiones muy raras que me hicieron preocupar. Me fui a la universidad para encontrarlo e invitarlo a cenar conmigo. Lo divisé a la distancia, había un sinnúmero de hermosas chicas con cuerpos juveniles y esculturales. Miré y en un ángulo lo vi besando a una flacuchenta rubia. Se me apretó el corazón en el pecho. Hasta que escuché detrás de mí un.
—¡Hola! …
Era mi Mauro. El que estaba besando a la rubia era un chico que se asemejaba a mi hijo, supongo que mi ansiedad me hizo desvariar y confundirme. Cuando nos fuimos él notó mi turbación e intranquilidad y me preguntó.
—¿Qué te sucede, mami? … ¿Te sientes bien? …
Lo miré fijamente y con adoración le dije.
—Bueno … Acabo de ver mi competencia … Todas esas hermosas chicas con bellos cuerpos, tan jóvenes …
Mauro me miró tiernamente y me estrecho a él diciéndome.
—Tú no tienes competencia, mamá … Eres única … Ninguna de esas chicas podría darme ni siquiera una pizca de todos lo que tu me das … Solo quiero tu amor … No necesito otra cosa que eso … Quiero solo tu amor, mamá …
—¡Oh, cariño! … Quiera Dios que eso sea siempre verdad … Yo no pienso a nada más que a ti … Cuanto te necesito … Te quiero a mi lado … Te quiero sentir dentro de mí … Quiero ser tuya y de nadie más …
Mauro me abrazó estrechamente y cuando llegamos a la casa me llevó directo a la cama y me hizo el amor, una vez más mi bebito estaba dentro de mí.
Me da un poco de vergüenza admitir que lo que más adoro de él es su potencia y el inmenso grosor de su pene, siempre me hace sentir estrecha y su polla me colma por completo, cuando inunda mi panocha con su leche me hace sentir segura, protegida y satisfecha. Esa noche comprendí que era adicta a su polla, me folló dos veces casi seguidas la una de la otra, luego se volteó como para dormir, pero yo necesitaba más de él. Metí mi manito entre sus nalgas hasta alcanzar el suave saquito de sus bolas, comencé a ahuecarlas en mi mano, rozando superficialmente su engurruñado ano, mientras con cuatro de mis dedos acariciaba tiernamente sus bolas, mi dedo pulgar se trabó en su orificio pequeñísimo y lo empujé dentro. Escuché su gemido y sus glúteos se apretaron, poco a poco lo fui moviendo adentro y afuera, entonces sentí como su verga comenzaba a ponerse dura de nuevo. Saqué mi dedo de su culo y le susurré al oído.
—Mami quiere más, bebé … Mamá necesita la gran polla de su hijo dentro de su coño … Mamá necesita ser follada por su bebito …
Me emocioné cuando se volteó con su daga en ristre golpeando mi cadera y me empujara sobre el lecho y sin previó aviso me diera una violenta estocada enfilándome su entera polla de un solo golpe hasta el fondo de mi conchita. Sus duros golpes atacando mi coño caliente con inusitada fuerza, me hicieron morderlo y mis uñas lo hicieron sangrar. Grité con cada estocada profunda que él me daba, lo amarré con mis piernas y me corrí en forma desesperada, entonces él me llenó con su dulce esperma saciando mi necesidad y ahogando mis chillidos con un beso. Caímos de costado y nos adormentamos agotados en brazos el uno del otro.
Cuando me casé con mi extinto marido, lo que más disfruté fue que desde un principio él me acostumbró al sexo anal. Me volvía loca con su polla agujereando mi diminuto orificio. Pero nunca lo había intentado con Mauro y supuse que era hora de que él satisficiera también mi ano, es parte de mí y yo pertenezco a él, lo que lo hace dueño de mi culo, es una lógica fidedigna e irrefutable. Dada la envergadura de su enorme pene, por cierto, tenía un poco de preocupación. Pero no podía negarle esa parte de mí, era como ocultarle algo, como que lo traicionaba si no le dejaba follar mi estrecho culo. Fue así como una noche mientras nos acariciábamos y nos tocábamos, sus deditos rozaron tiernamente mi agujero diminuto, detuve su mano y le dije.
—Sí, cariño … Eso también es tuyo … Házmelo por ahí … Métemelo ahí, bebé …
Del cajón de la mesita de noche saqué el lubricante al agua, espalmé lo suficiente hasta hacer brillar su dura y larga polla. A continuación, me recosté boca abajo, poniendo una almohada bajo mi vientre, apoyé mi cabeza en otra almohada y estiré mis manos hacia atrás para abrir mis glúteos y le dije.
—Ahora, bebé … Hazlo despacio, mami es muy apretadita ahí … Ponlo dentro de mí …
No necesitó mucho estimulo. Fue un shock cuando la enorme cabezota se apoyó en mi estrellita estriada. Mordí la almohada cuando forzó mi anillo anal, mi esfínter se contrajo fuertemente dándole la bienvenida. Centímetro a centímetro fue horadando con su lanza de carne caliente mi apretado culo hasta enfilármela toda; entonces solté mis nalgas y escondí mi rostro en la almohada para disfrutar su verga con chillidos y gemidos que deformaban mi cara en lujuriosas figuras. Mauro mordió mi cuello y perforó mi culo con mucha pasión.
Cuanto más profundizaba, mas chillaba y me retorcía empujando mi culo contra su polla. Era un afrodisiaco tener toda la enorme polla de Mauro enterrada en mi trasero y sentir a la vez dolor y placer extremos. Lo tenía todo dentro de mí y me alegré. Ahora que mi hijo estaba profundamente en mi culo, podía decirse que ya le había dado casi todo de mí.
Mauro metió sus manos bajo de mi y atrapó mis tetas en sus manos, las masajeó y sobajeó mientras su ingle se estrellaba una y otra vez contra mis posaderas. Mis pezones estaba duros como el granito y sentí unos corrientazos eléctricos cuando el separó aún más mis piernas y me metió aún más su polla dentro de mí, casi aullaba como una loba alfa siendo poseída por su macho alfa, le grité.
—¡Dámela toda! … ¡Métela toda en el culo de mami! … ¡Ssiii, bebé! … ¡Uhhhhh! … ¡Ummmmm! … ¡Uhmmm! … ¡Qué rico! …
Me giró sobre mi espalda, levantó mis piernas hacia arriba sosteniéndome por los tobillos y volvió a clavar su polla en mi recto, en forma ruda y profunda. Era lo que yo quería, ahora estaba segura de que volvería a ser mi posición favorita.
Me pregunté si alguna vez terminaría mientras me llenaba el culo con toda su carne. Mis tetas temblaron con cada una de las brutales embestidas de mi hijo. Finalmente sentí sus pelotas sobre mis nalgas y di gracias al cielo. Si hubiera tenido más para meterme, creo que me habría desmayado. Lo escuché decir alborozado.
—¡Oh, mamá! … Estoy en tu culo … Mi polla está en tu culo … Se siente tan calientito y estrecho tu culo, mami … ¡Qué rico que es! … ¡Uhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Umpf! … ¡Uhhhhh! … ¡Umpf! … ¡Carajo qué delicioso que es tu culo, mami! …
—¡Sí, cariño! … ¡Que rico que estés ahí ahora mismo! … ¡A mami le encanta, bebé! … ¡Oh, sí, en mi culo, bebito! …
No sé como logró que su enorme polla se metiera en mí, pero a momentos pensé que me iba a desventrar y reventar. Su polla colmó todo mi recto y yo me llené de amor por él; sobre todo cuando finalmente disparó una serie de chorros calientes dentro de mí, mi primera sensación fue ganas de ir al baño, pero pronto eso pasó y me relajé sintiéndome llenada por su semen. Y esto provocó mi orgasmo, me reí de loco placer. Podía sentir su grueso tronco separando mis glúteos y hundido hasta el fondo en mi culo. Mi esfínter se contrajo mientras mi cuerpo se estremecía. Mauro me dio un par de fuertes nalgadas y esto me hizo gritar más fuerte. Acabamos prácticamente al mismo tiempo, él me dio una últimas y suaves punteadas, me agarró por los hombros y estrechó su pecho a mi espalda, luego tomó mis senos protuberantes y empujó su polla profundamente en mí.
—¡Oh, mamá! … ¡Eso fue genial! … ¡Increíble! …
Él se sentó en sus tobillos y yo me quedé sentada en su regazo con mucho de su polla todavía dentro de mi apretado trasero. Giré mi cabeza y lo besé mientras apretaba mi anillo anal alrededor de su polla.
—¡Sí! … ¡Fue realmente increíble tenerte todo dentro de mí, bebé! …
Le dije que era allí donde debía estar y que le pertenecía totalmente, todas la veces que quieras, cada parte de mi cuerpo es y será solo para ti. Pero quería escuchar este compromiso desde sus propios labios, así que le exigí.
—Prométeme que vendrás a mí todas las veces que quieras algo de alguna mujer … Prométemelo … Me lo debes prometer porque mamá estará contigo ahora y siempre … Todo mi ser es para ti y solo para ti …
Me hizo girar, su pene resbaló de mi culo cuando posó sus labios sobre los míos.
—Te lo prometo, mamá …
Sostuve su polla en mi mano y lo besé entusiásticamente porque su promesa me hizo feliz y comprender que en su vida existiría solo yo. Fue maravilloso estar con él ahí esa noche y desde ese día él cumplió su promesa y lo tuve siempre a mí lado.
Pasamos cuatro años felices en ese pueblo, luego él se graduó. Nunca él faltó a su promesa y me amaba y hacía de todo por tenerme satisfecha y contenta. Siempre me estaba demostrando su amor. Incluso cuando me resentí en un momento de depresión y me vinieron dudas y celos. Pensé que estaba siendo egoísta con él al no permitirle frecuentar chicas de su edad e hiciera una vida diferente. Le dije que los años pasaban y yo me estaba haciendo vieja para él y que eso no iba a cambiar, no se puede detener el avance de la edad. Un día le dije.
—Mauro … Me quedaré contigo hasta que termines de graduarte … Después puedes marcharte y hacer lo que tu quieras …
Me miró interrogativamente, luego se rio y me dijo.
—¿Te volviste loca, mamá? … ¡Acaso crees que saldré por esa puerta y dejaré al amor de mi vida? … ¿Piensas que la gente que tiene algunas canas no necesita hacer el amor? … ¡Olvídalo, mami! … ¡No iré a ninguna parte sin ti! …
Luego me tomó en sus brazos y me beso como un ardoroso amante besa al amor de su vida.
Y no se fue. Se graduó y él encontró un trabajo en una ciudad del sur. Me llené de canas y él no me dejo teñir mis cabellos. Me acostumbré a mis hebras de cabellos plateados en mi cabeza, pero no los soportaba en mi coño, así que un día en que él no estaba, me fui al baño y me afeité completamente, mi piel quedó blanca y limpia como de una recién nacida. Estaba preocupa porque no lo consulté con él, pero se me pasó toda preocupación cuando él me vio y pasó media noche chupando y lamiendo mi panocha.
Tuvimos tanto sexo todas las veces que queríamos. Esperaba que su deseo y el mío disminuyeran, pero eso no sucedió. Puedes que ya no nos quedáramos toda una noche despiertos, pero jamás pasó un día sin que no tuviéramos un encuentro sexual. Nos complementábamos perfectamente y nos conocíamos perfectamente, casi no teníamos ni que hablar; él sabía lo que yo quería y yo lo contentaba con todas sus necesidades. Éramos el uno para el otro. Pero sucedió algo que aclaró y confirmó todo eso. Mauro trajo a casa uno de sus amigos y me preguntó.
—Mami, este es mi mejor amigo … Se llama Lucio … Siempre me comenta lo hermosa que eres y siempre tiene halagos para ti … ¿Te gustaría sí yo y Lucio tenemos sexo contigo? …
No me sentí tan sorprendida por su pregunta, tanto sé que a los hombres se le ocurren fantasiosas ideas, así que respondí.
—No estoy segura de sentirme cómoda teniendo sexo con otra persona … Pero te amo tanto, cariño … Que si tu lo quieres lo haré …
Me dejó en la cocina a preparar la cena y no me dijo nada. Sabía que, si Lucio era su mejor amigo, debía ser un buen tipo, pero sé que él no sabía que éramos madre e hijo. A una cierta hora me disculpé para ir a dormir, en nuestro dormitorio me preparé con lindas medias sexys autoadherentes, una diminuta tanga traslucida donde se veía claramente mi coño sin pelos y un brassier que apenas contenía mis gordas tetas y esperé acostada. Unos quince o veinte minutos después se abrió la puerta de la habitación, pero entró solo mi hijo y me dijo.
—Mandé a Lucio a su casa … Me di cuenta de que una fantasía puede ser excitante, pero la realidad es otra cosa … No soportaría verte en los brazos de otro hombre … Mucho menos que otro hombre te poseyera … Mamá, no quiero que nunca nadie más que yo te toque, ¿sabes? …
Se me cayeron algunas lágrimas y le dije.
—Gracias, bebé … Yo no quiero a nadie más que a ti, cariño … Ahora ven … Ven y haz feliz a tu mami …
Esa noche me volví loca de pasión por él e hicimos el amor sin tiempo. Le demostré que él podía llegar a cada parte de mi cuerpo con su virilidad. Fue una noche especial en que nuestro amor se reforzó y se renovó. Recuerdo la ternura de sus caricias, la delicadez con que me tocaba y me llevaba a las alturas una y otra vez. Sus hermosas palabras diciéndome cuanto me amaba. Lamió mi coño lampiño por horas y lo llenó con su néctar masculino todas las veces que quiso, alcanzo hasta para mi culo. Me impactó cuando puso su polla enhiesta y gorda sobre los labios hinchados y mojados de mi hendedura sin penetrarme, con su glande folló mi clítoris hasta dejarlo lleno de su semen caliente, me volví loca y me corrí como una verdadera puta en celo. Vibrando en sus brazos le dije.
—Amor … Nadie … Ninguno más que tú me tocara ahora y siempre … Mi boca es solo para ti … Mi coño es solo para ti … Mí culo es solo para ti … ¿Entiendes, bebé? … Solo tú podrás follarme todas las veces que quieras …
Eso fue ya hace tanto tiempo, pero vive en mi como el primer día. Cuando él me pidió si podía tocar mis senos. Ahora él no tiene que pedir permiso de nada, le pertenezco del mismo modo en que él me pertenece a mí, él me hace feliz y yo hago lo mismo por él.
Fin
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