Todo Por Una Apuesta
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por PincesaDiana.
Me llamo Diana, tengo 22 años soy morena y con el pelo rozando la cintura, de altura media y cuerpo atlético, ojos verdes, con unos pechos normales tirando a grandes, pero sin serlo demasiado y con los pezones apuntando hacia arriba.
Me gusta vestir minifalda para enseñar las piernas y excitar a la gente y nunca me pongo sujetador.
Trabajo en la oficina de una abogada junto con dos compañeras, Marta, 30 años, rubia, pelo corto ojos azules, 1,70 de altura, pero sin apenas pecho, siempre va con pantalón largo y chaqueta.
Mercedes, 19 años, también rubia, de pelo a media espalda, viste normalmente con una falda por debajo las rodillas y blusa blanca.
Son buenas compañeras de trabajo, pero no pueden soportar las miradas de los clientes cuando se fijan en mis piernas o mi pelo.
A mí, personalmente, me gustaría quitarles toda la ropa y vestirles de putas, no me gusta tanta formalidad en el vestir y me saca de quicio.
Estamos a viernes y empezamos a hablar de lo que vamos a hacer el fin de semana, a esto que pasa la Jefa (la abogada) y nos dice que si queremos ir a la casa que tiene en el campo que nos la deja para todo el fin de semana a condición de que vayamos las tres.
Enseguida aceptamos y le cogimos las llaves.
Terminamos la jornada, cerramos la oficina y nos fuimos juntas en un solo coche a la casa de campo de la abogada, cuando llegamos era de noche y no se veía el exterior, entramos en la casa, decidimos explorarla, visitamos las habitaciones, la cocina, el garaje, el salón con trofeos de caza por las paredes, en una pared había varias fustas de hípica y varios látigos, un juego de sables y otro juego de floretes.
En otra pared vimos un mueble bar y nos pusimos unos martinis rojos, seguimos husmeando por el salón y encontramos unas revistas de comics de sadomasoquismo, nos llenamos los vasos de nuevo y empezamos a mirar las revistas, las tres nos estábamos excitando y se me ocurrió comentar que nos podíamos jugar una partida de tripa póker y la que pierda será la esclava de las otras dos.
Marta y Mercedes encontraron que la idea era perfecta ya que si ganaban ellas podrían vengarse e mí y disfrutar de humillarme a límite de mis posibilidades, para mí era de lo más excitante ganar, pues también quería humillarlas, vestirlas de putas y jugar con sus cuerpos.
Acordamos que pondríamos cada una su nombre en un papel y lo meteríamos en una bolsa, el primer nombre que se sacase de la bolsa sería desnudada y repartidas las prendas a partes iguales entre las otras dos que serán las que jugarán la partida, además esta primera no será esclava de nadie, simplemente compañera y ama de la que gane.
También será la encargada de tomar nota de las prendas que se juegan y de quitárselas a la perdedora de cada mano, además, podrá tocarla por donde quiera.
Cada prenda perdida lleva consigo un castigo de 5 golpes de mano o fusta en cualquier parte del cuerpo de la perdedora, eso es para ponerle más excitación al juego y entregará las prendas a la ganadora.
La primera que se queda sin ninguna prenda será la esclava de las otras dos y estas podrán hacer, sin límites, lo que quieren con la otra.
Entre tanta excitación todas dijimos sí a las condiciones, buscamos una baraja, la pusimos sobre la mesa, cogimos tres papeles, Marta y Mercedes se fueron al baño un momento, yo escribí mi nombre en uno de los papeles, busque algo oscuro donde poner los papeles y acabé con un paño de cocina, el cual recogí de las cuatro esquinas, coloqué mi papel plegado dentro del trapo, cuando llegaron ellas dos escribieron sus nombres en los respectivos papeles, también los colocaron en el trapo.
Nos pusimos otro martini y me dijeron que sacara un papel, lo abrí y decía Mercedes, ella se sacó toda la ropa y la repartió entre Marta y yo.
Mercedes cogió la baraja, mezcló y nos la entrego, la carta más alta reparte, dijo.
Marta sacó un tres y yo un rey.
Volví a barajar, le di las cartas a Marta para que cortara, cortó y repartí cinco cartas para ella y otras cinco para mí, Mercedes preguntó la prenda que nos jugábamos, Marta se jugó la blusa y yo la falda.
Miré las cartas, tenía dos parejas, descarté una, Marta de dos.
Conseguí un pequeño full, subí la apuesta con mi tanga y mi blusa, ella igualó y subió dos prendas más y dos de Mercedes, acepté.
Vimos las cartas, yo había conseguido un full de sietes y ochos, ella cuatro dieses, me ganó.
Mercedes me cogió del pelo y me arrancó de un tirón la falda, siguió dándome cinco guantazos a diestro y siniestro en la cara.
Empecé a temblar mientras sentía algo húmedo que me salía del labio, me arrastró tirando del pelo hasta Marta, la cual me sujetó del pelo mientras ella me arrancaba el tanga tirando hacia arriba, todo roto me lo metió dentro de mi coño sin miramientos, sin soltarme,
Marta me abrió de piernas con sus pies y Mercedes cogió la fusta y me dio cinco fustazos en los labios de mi concha, sin soltarme me arranco la camiseta, la hizo añicos y volvió a golpearme en la cara, esta vez con la fusta.
Estaba llorando y pidiendo clemencia, pero la respuesta fueron otros 20 fustazos entre mis tetas y mi concha de nuevo, intento meter los restos de mi camiseta en mi concha hasta que no cupieron más.
Después continuamos la partida con las dos prendas que me quedaban de Mercedes, unas bragas y un calcetín.
Marta barajó las cartas y me dio para cortar, corté y repartió.
Tenía tres ases, descarté las otras dos cartas, ella se descartó de una, me dio un as, ahora pensaba que era la mía tenía una buena mano, no podía perder, aposté las dos prendas que me quedaban y ellas puso las dos y cuatro más, le dije que no tenía más cartas pero que pusiera precio y jugaba, estaba muerta de miedo, caliente y sabía que iba a ganar.
Marta me dijo, el precio es el siguiente: Cien latigazos antes de terminar la partida, vemos las cartas y si ganas soy tu esclava, si pierdes serás mi esclava y la de Mercedes de por vida, seguirás trabajando en la oficina, pero vestirás como te digamos, harás lo que te ordenemos y cuando salgamos, te vendrás a vivir con nosotras, sin condiciones.
Estaba segura que iba a ganar y después de la paliza que me acababa de dar les tenía unas ganas enormes.
Acepté.
Mercedes trajo dos sobres les puso el nombre de cada una e introdujo las cartas de cada una en su sobre respectivo, los cerró y los guardo.
Ahora Marta te va a dar los cien latigazos y después abriremos los sobres.
Me ataron las manos al cuello, fueron a por el palo de la fregona y con cinta de embalar me ataron los pies a cada extremo, con las piernas abiertas Mercedes, emperrada que la camiseta que tenía metida en mi concha tenía que caber toda, intentó, consiguiéndolo meterla.
Me ataron con una cuerda mi melena a un gancho de colgar lámparas que había en el techo y me tuvieron un rato de esta forma, mientras tanto analizaban el látigo que había en la pared, lo acariciaban, de pronto se Marta se sacó las bragas, cogió las de Mercedes, fueron al baño y volvieron, estaban mojadas, se habían meado en ellas, me las restregaron por la cara y me las introdujeron en la boca, me golpearon la cara de derecha a izquierda y al revés cada una, se alejaron, cogieron el látigo y escuché un latigazo en el suelo,
Era Mercedes, se lo dio a Marta, la cual hizo lo mismo varias veces con el fin de ponerme nerviosa y aterrorizarme, el primer latigazo me dio en toda la espalda cruzándola de una parte a otra, me recorrió un temblor por todo el cuerpo que me estremeció pero no cayo ni una gota por todo lo que llevaba dentro.
El siguiente me dio en ambas tetas que se resintieron lo suyo.
Se paró y Mercedes me tiró de la cuerda atada a mi pelo consiguiendo que sólo tocara el suelo con los dedos de los pies, el terror recorría todo mi cuerpo, al cabo de unos minutos empezó a darme los latigazos en las piernas y en el vientre,
Mercedes iba contando los golpes, cuando llegó a los cincuenta me soltaron el pelo y caí al suelo, me dejaron descansar cerca de media hora para que saboreara el dolor mientras ellas se tomaban otro martini, me ataron los pies a la cuerda con el palo que me habría las piernas y me levantaron quedando todo mi sexo al aire expuesto a los latigazos que a continuación seguirían, empezaron con el interior de los muslos y cuando iban por los setenta y cinco cayó el primero en pleno sexo, los demás cayeron el mismo sitio hasta que pararon, escuché a Mercedes decir 90 y se pararon, me soltaron los pies, me colocaron la cuerda al cuello y me volvieron a colgar del gancho con los pies de puntillas, los diez restantes cayeron sobre mis tetas, pensaba que me las iban a arrancar.
Me colocaron en la silla, ya no podía sostenerme y me magrearon por todas partes, me sacaron todos los trozos de tela de mi vagina, la camiseta y el tanga, me sacaron las bragas suyas de la boca e introdujeron la camiseta y las bragas meadas por mí del pánico en la boca, me ataron las manos en la espalda.
Mercedes trajo los sobres abrió el mío, sacó las cartas y enseño el póker de ases, abrió el sobre de Marta, sacó las cartas y había una escalera de color.
¡Has perdido, puta¡ A partir de ahora serás nuestra esclava, no tienes derecho ni a comer, ni beber, jamás te masturbarás ni harás ninguna necesidad íntima sin que estemos alguna de nosotras delante, comerás lo que te demos cuando te lo demos, beberás lo que te digamos cuando te lo digamos, vestirás lo que te digamos para ir a trabajar y si tienes que ir al baño llamarás a cualquiera de nosotras para que vengamos contigo.
A partir de ahora nunca estarás sola.
Serás nuestra criada, esclava, puta, etc.
Te vendrás a vivir con nosotras, alquilaremos una casa con tu sueldo y viviremos las tres en ella.
Cuando entres en casa dejarás toda tu ropa en el suelo detrás de la puerta, en casa jamás llevarás ninguna prenda de ropa a no ser que te lo digamos nosotras, venga quien venga a casa siempre estarás desnuda y con el cuerpo depilado, éste se depilará después de una tanda de azotes y con cera caliente.
En resumen, sólo harás lo que te digamos y nada más, cualquier cosa que hagas sin que te lo digamos, cualquier cosa que te niegues a hacer o cuando nos dé la gana, te castigaremos.
Mientras me estaban poniendo las cosas claras por una parte me temblaba todo el cuerpo de pánico, por otra me estaba excitando de mala manera hasta tal punto que necesitaba correrme, a pesar de todo el dolor que sentía por mi cuerpo.
Era casi de madrugada con todo mi cuerpo dolorido y seguía atada en la silla mientras ellas comían y bebían.
De vez en cuando me escupían en la cara o me daban algún guantazo en la cara, creo que empezaba a tenerla algo deformada por los golpes que llevaba, mi cuerpo estaba lleno de surcos rojos y me sexo me ardía como si me lo estuvieran despellejando poco a poco.
Ya entraba la luz por las ventanas, me desataron de la silla, me ataron las manos por las muñecas y me volvieron a colgar del gancho de la lámpara con los pies un par de centímetros del suelo, sólo si intentaba poner los dedos bien estirados podía tocar un poco el suelo, pero no me servía de nada, todo mi cuerpo estaba colgado.
Seguí con la camiseta y tanga en la boca, me dolían todas las mandíbulas de no poder articularlas.
Vi que se vestían y salían a la calle, me dejaron colgada no se cuanto tiempo, pues habían cerrado todas las puertas y ventanas.
No sé cuando tiempo estuve colgada, cuando llegaron me descolgaron y desperté con unos cubitos recorriendo mi cuerpo, estaba temblando.
Me arrastraron hacia el baño, me pusieron la cabeza en el wáter con la boca hacia arriba, me sacaron la camiseta, o lo que quedaba de ella, y el tanga y se mearon dentro de mi boca diciéndome que a partir de ahora mi única bebida sería orín, de ellas o de quien sea.
Cuando acabaron les limpié todo el cuerpo con mi lengua, me metieron en la bañera y me ducharon con agua fría.
No me dejaron secar.
Me sacaron al jardín me ataron a un árbol y me dejaron un rato al sol para que me secara.
El sol pegaba fuerte sobre mi piel lastimada quemándome todo lo que tocaba, de pronto vienen Marta y Mercedes con un bote de miel y me untan todas las piernas, mi sexo y un caminito hacia mis tetas, que también untaron.
Me dejaron otra vez al sol atada al tronco, de pronto sentí un cosquilleo por las piernas, que subía hacia arriba, un picotazo en mi vagina, seguido de otro, el cosquilleo seguía por mi vientre hacia mis castigadas tetas y otro picotazo, pero no eran picotazos eran mordiscos de las hormigas que subían atraídas por la miel.
Estaba desesperada por los mordiscos de las hormigas y por las quemaduras que el sol estaba dejando en mi piel, casi a punto de desmayarme.
Marta y Mercedes se acercaron con la manguera y me estuvieron lavando un buen rato, me soltaron de nuevo y me hicieron poner a cuatro patas, me abrieron de piernas y enchufaron la manguera en mi ano, abrieron el grifo y con un fuerte dolor fueron llenando todo mi vientre de agua.
Cerraron el grifo y me prohibieron defecar hasta nueva orden.
Me pusieron de pie me ataron las manos a la espalda, me dijeron que si defecaba serían otros 100 latigazos sin piedad, me pusieron una soga al cuello me ordenaron correr en círculo hasta que me dijeran basta, de vez en cuando me decían ¡salta! Y si no saltaba notaba como el látigo saltaba sobre mi piel.
No podía más, tenía que defecar, el dolor del agua en el vientre se hacía insoportable y en uno de los saltos solté todo lo que había en mis intestinos, me había ganado cien latigazos.
Un coche aparco en la puerta, me entro pánico, no sabía quién era y tenía miedo que me vieran en aquel estado, era la abogada que estuvo un rato mirándome y mirando todo lo que había en el jardín, llamó a Marta y Mercedes, habló un rato con ellas y de pronto la abogada me gritó ¡Esta es la manera que me pagas por dejarte mi casa! Cagándote en mi jardín.
Esto tienes que pagarlo, a partir de ahora también serás mi esclava y los cien latigazos te los voy a dar yo, además añadiré los que me plazca, para esto eres mi esclava y esta es mi casa.
¡Atenla y embadúrnenla con todo lo que ha salido de sus tripas y que esté al sol hasta la hora de castigarla! dijo la abogada.
Mercedes me ato las manos y los pies, me revolvió dentro de los excrementos, me cogió del pelo, ató un cordel que ató a un gancho de carnicero y tirándome del pelo hacia atrás me lo coloco dentro de mi sexo dejándome en una postura muy incómoda, pues me tiraba el del hacia atrás y el gancho se me clavaba en el interior de mi vulva.
Varias horas estuve de esta forma, desesperada por el dolor y la postura en que estaba.
En el fondo del jardín estaban hablando Mercedes, Marta y Rocío que era el nombre de la abogada de cómo habían hecho trampas para tenerme como esclava y que el plan de Rocío fue perfecto, dejarnos la casa para calentarme y hacer la apuesta correspondiente para que perdiera y así hacerme su esclava.
De pronto entendí lo tonta e inocente que había sido por caer en la trampa, pero ya me había convertido en su esclava y no había vuelta a atrás.
Ya de noche, me volvieron a lavar con la manguera, tuvieron que estar un buen rato para quitarme todo lo que llevaba pegado a mi cuerpo y que el sol había resecado.
Ni siquiera me soltaron, me colocaron un mordaza inflable en la boca, la hincharon a tope, me metieron en el maletero del coche, cerraron y arrancaron, después de un buen rato, abrieron el capó, me sacaron, casi no podía caminar, pues la postura no era muy cómoda y después de lo pasado no me quedaban muchas fuerzas.
Mercedes y Marta me cogieron del pelo y me arrastraron hacia el interior de una casa.
Me taparon los ojos y me dijeron que no me moviera para nada, hicieron como marcar donde tenía los pies para saber si me había movido, se fueron y me dejaron mucho tiempo sola, a oscuras y sin poder moverme, mis piernas flaqueaban y mis pies, ansiosos de moverse, empezaron a hacerlo.
No sé cuánto tiempo pasó, pero cuando se acercaron recibí un par de bofetones que me tiraron al suelo ¡Puta más que puta, no sirves ni para estar quieta!
Mientras que me estaba chillando, recibía patadas por todas partes, tirándome del pelo me levantaron y me arrastraron a una sala, cosa que vi cuando me quitaron la venda, me colgaron con los brazos estirados y las piernas abiertas, al lado había como si fuera un quirófano, una mesa llena de instrumental médico y una mujer pequeñita, morena, pero muy guapa que me estaba estudiando y palpando todo el cuerpo, los pezones, mi sexo, me quitaron la mordaza y siguió con mi lengua, tirando de ella, pensaba que me la iba a arrancar.
Las extremidades me dolían de tenerlas estiradas, la piel me ardía y los mordiscos de las hormigas habían hecho mella en mi sexo y pezones.
Una vez terminada la exploración me dejaron sola otro buen rato con el instrumental delante para que me hiciera una idea de lo que me esperaba.
En mi mente pasaba de todo, desde que me descuartizaran hasta que me pusieran algún aro en alguna parte del cuerpo.
Pero seguro que cualquier cosa que pensara no tendría que ver con la realidad.
Pronto me di cuenta de que así sería.
Entra la mujer pequeña me coloca un aparato de dentista que me deja toda la boca abierta, sin posibilidad de cerrarla, coge unos alicates, agarra mi lengua y con un punzón empieza con saña a perforar mi lengua, agarra un anillo con una cadena colgando, me lo coloca en el agujero, después hace otro al otro lado de la lengua y me coloca otro anillo con cadena, me llena la boca de alcohol, que me tengo que tragar si no quiero ahogarme, siento como me quema toda la boca.
Me mira y ¡Queda perfecto! Con las cadenitas podrán arrastrarla con la lengua fuera, eso le dolerá bastante y obedecerá al instante.
Con los mismos alicates agarrón uno de los pezones, pero cambió de punzón, este era bastante más gordo y poco a poco va perforando el primer pezón con el cuidado suficiente para hacerme sufrir lo más posible, luego le coloca una argolla, no era un arito, era una argolla de 5 ó 6 milímetros de ancha y el aro de unos 8 cm.
De diámetro, así tendrían un buen agarre.
Estaba agotada y no me quedaba ninguna fuerza, así lo notaron, me descolgaron y me estiraron encima de la camilla, me ataron bien atada para que no pudiera moverme ni tocarme y me dejaron hasta el amanecer del domingo.
Me despierto y veo la mujer pequeña que me está observando, coge la botella de alcohol y desinfecta todas mis heridas, se sube a la camilla y se mea en mi boca, me obliga a lamerle y limpiarle todo el sexo.
Se aparta, me levanta la cabeza me tira de las cadenitas de los aros de la lengua, provocándome el correspondiente insufrible dolor y me los ata a las argollas de mis tetas manteniéndome en una postura muy dolorosa e incómoda.
Así estoy hasta que Rocío, Mercedes y Marta aparecen, me miran con desprecio y con caras burlonas, se les ve muy satisfechas por lo que están haciendo conmigo, pero a mí sólo me entra horror de pensar que va a seguir, ahora me acuerdo que Rocío me tiene que dar cien latigazos más los que añada, me echo a llorar cuando me pegan un tirón a la cadenita que me une la lengua con las tetas y me dice Rocío, las putas como tú no tienen derecho ni a llorar, te acabas de ganar otros cien latigazos.
El pánico me hacía olvidar todo el dolor de mi cuerpo, pero por poco tiempo, la pequeñita empezó a tirar con los alicates mis labios mayores para ponerles varios aros, un poco menores que los de las tetas, pero en cada labio me puso tres, siguió, con su sadismo especial, con los labios menores donde me puso dos en cada uno.
Cogió un candado pequeño me lo pasó por los aros de los labios menores juntando los dos y lo cerró, lo mismo hizo con otro candado de mayores proporciones con los labios mayores.
Me llenó todo el sexo con alcohol.
Este me quemaba todas mis entrañas en un dolor insoportable, por lo menos durante unos largos minutos.
Me colgaron en forma de cruz para examinarme, al abrirme las piernas mi sexo me dolía horrores pues se estiraba al estirar las piernas.
Me bajaron, me soltaron los pies y me ataron las manos a la espalda, me volvieron a poner la mordaza, salimos de la casa y me volvieron a meter en el maletero.
Arrancaron, después de varios minutos de marcha se pararon y se bajaron, al cabo de varias horas volvieron, subieron al coche y arrancaron, Se abrió el maletero del coche, entramos en la casa de campo, me tiraron al suelo.
Ataron varias cuerdas a los pezones, a los candados y finalmente a las cadenas de mi lengua, tiraron de ellas y las fueron atando a los muebles del salón.
Así me tuvieron toda la noche hasta que por la mañana me llevaron al baño para hacer sus necesidades en mi boca.
Me ducharon con agua fría, me hicieron secar.
Me llevaron a la habitación y entre todas se pusieron de acuerdo con la ropa que tenía que llevar en la oficina.
Una camiseta cuasi transparente en la que se notaban las anillas, y una falda larga pero de tiras que al sentarme se habría y se veían hasta el candado y los aros, un collar rojo de cuero ancho con cuatro anillas doradas y cuatro medallas que tres con los nombres de ellas y la cuarta con la grabación soy una puta esclava.
Al entrar en la oficina Rocío me hizo pasar a su despacho me puso sobre una silla y me introdujo un consolador en el ano, la parte final entraba a presión y no lo dejaba salir.
Rocío me dijo: este consolador lo mismo sirve para darte placer como para torturarte, en cuanto vibre vienes enseguida con un café bien caliente, si sientes descargas eléctricas vienes enseguida, sólo pararán cuando estés en mi presencia y me dé la gana.
Otra cosa cuando vayas a por café no hagas tiempo para correrte, porque si en un minuto no me lo has traído sentirás unas descargas muy fuertes, cada vez más fuertes y si se te cae el café o té manchas el vestido sufrirás un fuerte castigo.
Si Marta o Mercedes te mandan algo lo harás sin rechistar, pues ellas también te podrán castigar, pero independientemente de que ellas te castiguen cuando sientas el vibrador o las descargas eléctricas vendrás a mí enseguida.
Ahora puedes ir a tu mesa de trabajo y quiero todos los informes para el juzgado a las once en punto, si no están prepárate, pues desearás no haber nacido.
Espera un momento, pon tu boca en mi sexo, pues tengo ganas de mear.
Se meó en mi boca, le limpié y me fui hacia la mesa, Mercedes me dio dos bofetadas mientras que Marta tiraba de mi candado haciéndome caer al suelo del dolor, para rematarme me abrieron de piernas dándome una patada en mi sexo cada una, el vestido se mancho con un poco de sangre, me había ganado otro castigo, no sabía cómo podría soportar todo aquello, fui a la mesa y empecé a trabajar.
A las once me dispongo a llevar los informes a Rocío que me espera en su despacho y junto a ella Mercedes y Marta, le entrego los papeles y Marta le hace notar que me he manchado el vestido.
Rocío se enfada mucho, pero deja el castigo para más tarde
Me hacen limpiar toda la oficina, los servicios y me dicen que a partir de ahora, también me encargaré de limpiar toda la oficina y que acababan de despedir a la empleada y que para esto era su esclava y podían ahorrarse el sueldo.
Salimos de la oficina, cogemos el ascensor y cada una de ellas me tira de una anilla de cada pezón, del candado de mi concha y de la cadenita de mi lengua haciendo que me arrodille ante ellas.
El ascensor se para y tirándome del pelo me ponen de pie.
Entramos en el coche, pero esta vez me tiran en el suelo del la parte posterior para servir de alfombra, mientras nos dirigimos a casa me clavan los tacones por todas partes, incluso me lo meten en la boca, los dos a la vez un buen rato casi hasta ahogarme con ello.
Rocío, para disfrutar un rato me regala con descargas eléctricas, al principio suave, pero cada una más intensa que hacen que me retuerza de dolor, pero sin poder mover la cabeza, pues tengo los tacones que casi me ahogan.
Llegamos a una casa, no era la de campo, era otra, abrieron la puerta, entramos, me taparon los ojos, me arrastraron del pelo y bajamos unas escaleras.
Me quitaron la venda, me horroricé, pues lo que vi era como una de las películas medievales, todo lleno de instrumentos de tortura, jaulas de hierro en la que casi no cabe nadie, anillas por todos los sitos y las paredes decoradas con látigos muy diferentes, fustas, varillas, cadenas, collares, etc.
También un potro muy fino en la parte superior al que me dirigían, me subieron en él, me ataron las manos a los aros del collar y los pies estirados hacia los laterales, por lo cual todo mi peso cayó sobre mi sexo con candados inclusive.
Al cabo de unos diez minutos empezaron a azotarme las piernas, espalda y pecho y vientre hasta que me desmayé de dolor, al despertar estaba en una mini jaula atada en la parte superior de la misma, las piernas y mis dos agujeros fuera para estar disponibles en cualquier momento, un peso en cada teta, otro en la lengua tirando hacia abajo y otro peso tirando de cada candado.
No había nadie, estaba sola esperando que alguien apareciera, pero, a pesar del dolor, mejor así, por lo menos descanso algo.
Continuará si así lo desean
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