TRAVESURAS II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por rxxa4.
Diana siguió su camino al baño junto a la sala, pues no aguantaba las ganas de orinar.
Un par de minutos después salió, y regresó con sus amigas.
La señora Mónica había preparado unas ricas hamburguesas, acompañadas con papas fritas y refresco de cola, una de las comidas favoritas de todas ellas, solo superada por pizza, que era la debilidad de muchos niños y niñas.
El cuarteto comió muy a gusto, platicando muy amenamente, haciendo algo de escándalo, pero sin hacer desastre alguno.
La mamá de Ana se les unió a la plática, la cual tocaba temas de moda, cosa que muchas mujeres no pueden perder la oportunidad de hablar.
Continuaron charlando y a mitad de la comida Carlos se les unió.
Todos disfrutaban del momento, pero entre María, Diana y el hombre, se lanzaban miradas de complicidad, pues tenían un secreto muy ardiente, el cual si pudieran lo llevarían a cabo siempre, a cualquier hora y en cualquier lugar.
Terminando de comer las niñas fueron a la sala para jugar con la consola, mientras Mónica levantaba los platos sucios y limpiaba la barra, y Carlos instalaba la gran alberca armable en el jardín.
El hombre no podía esperar a ver a las niñas en traje de baño, en especial a Dianita, que siendo la más desarrollada era todo un deleite verla mostrando sus carnes.
Luego de una hora, el hombre ya había terminado de instalar la alberca, y ya se encontraba a punto de terminar de llenarla con agua, y Mónica les dijo a las niñas que se pusieran sus trajes de baño para que se refrescaran en la alberca.
Las niñas corrieron a prisa hacia el cuarto de Anita, tomando sus mochilas.
Un rato más tarde todas salieron listas para la alberca.
Ana lucía un traje de baño de una pieza color rosa; María un traje de baño de dos piezas color negro, luciendo su cuerpito en desarrollo; Karla portaba un top y un shortcito diminuto, ambos de licra color azul marino; y por último Diana portaba un traje de baño de dos piezas color rosa, dejando lucir su suculento cuerpo de puberta, haciendo que a Carlos se le parara su miembro con tan solo verla.
Sin pensarlo todas se metieron a la alberca, comenzando a chapotear como locas, disfrutando del agua.
Por su parte el papá de Anita tuvo que retirarse de ahí, pues si no lo hacía era capaz de aventarse sobre Diana y hacerla suya en ese momento.
Estuvo distrayéndose durante unos quince minutos jugando con la consola, cuando su esposa pasa por la sala diciendo que regresaría en veinte minutos aproximadamente, pues debía hacer unas compras.
Tan pronto salió su mujer de la casa escuchó una dulce voz.
– O sea que fue oportuno que me dieran ganas de ir al baño.
– dijo Diana entrando al baño invitando a Carlos, pues había escuchado que su esposa tenía que salir a comprar.
Sin pensarlo dos veces, Carlos se dirigió hacia el baño y estando en la puerta miró hacia el jardín, viendo como las otras tres niñas jugaban y sin importarles lo que pasaba dentro de la casa.
Entonces el hombre entró y pudo observar que la pequeña ya se había quitado su traje de baño, estando las dos piezas en el suelo, mientras ella orinaba.
– Ji, ji, ji.
¿No te podías aguantar verdad? – rió la chica con picardía.
– ¿Cómo resistirme a ti preciosa? – le contestó el hombre.
Carlos se arrodillo frente a la niña, quien se encontraba sentada en el retrete, le abrió las piernas y acercó su rostro a la rayita iniciando el cunnilingus.
La vagina de la niña recibió un tratamiento de diez, pues la lengua del hombre la recorría completa, poniendo atención especial en el clítoris.
– ¡Aaaaah! ¡Así Carlos! – gemía Dianita.
– No hagas mucho ruido que las demás te escucharán.
– dijo el hombre.
La niña entonces mordiendo sus labios trataba de no gemir con mucha fuerza, algo que era casi imposible debido a que Carlos era un experto en hacer sentir bien a las mujeres.
Lamía y lamía el clítoris de la pequeña, quien llena de lujuria temblaba de excitación.
De pronto el hombre hizo que se pusiera de pie para sentarse él en el retrete.
Como pudo bajo su short y libero nuevamente su pene ya erecto.
La niña entendió y se sentó sobre él, metiendo al animal en su conchita sin esperar más.
– ¡AAAHH! – gimió con fuerza la niña.
– ¡Ufff! No grites.
– dijo Carlos mientras gozaba de la conchita de ella.
La niña con sus ojitos cerrados se mordió el labio inferior para no hacer ruido alguno.
Carlos tomó a la niña de sus suaves nalgas y comenzó a subirla y bajarla lentamente disfrutando de la rayita de la nena.
– ¡Oooh Diana! ¡Así preciosa, así!
– Hmmm.
– la pequeña gemía quedamente casi suspirando.
– ¡Uff! Prepárate Diana.
Diciendo esto último el hombre comenzó a embestir a la pequeña a toda prisa, pues sabía que no debían tardar mucho o las demás podrían descubrirlos.
Por María no había problema pues ya sabía el oscuro secreto del papá de su amiguita, pero ni Ana ni Karla sabían de esto.
Diana abrazó con fuerza a su macho al tiempo que mordía su hombro izquierdo para tratar de no gemir con fuerza.
Este acto puso aún más cachondo a Carlos, aumentando más la velocidad de las embestidas.
Esto provocó que la verga se saliera momentáneamente de la vagina.
Aprovechando esto el hombre hizo que cambiaran de posición, empinando a la pequeña de perrito sobre el retrete.
Carlos tomó a la chica de la cadera y embistió nuevamente haciéndola gemir como loca.
– ¡AAAAHH! – la pequeña había llegado a su orgasmo haciendo presión en su vulva logrando que el hombre se viniera también.
– ¡GAAAAGH! – gimió llenando la vulva de la niña.
Embistió unas cuantas veces más y sacó su instrumento del interior de Diana.
Se limpiaron rápidamente y se acomodaron sus prendas.
La niña se unió nuevamente a sus amiguitas y el hombre regresó a la sala mientras esperaba por su esposa que un par de minutos después.
– Ya estoy de vuelta amor.
– dijo la señora.
– Que bueno mi vida.
Oye fíjate que tengo que ir a casa de Aurelio por una herramienta que le presté hace unos días.
No me tardo.
– dijo Carlos.
El hombre salió de su hogar con rumbo hacia la casa de Aurelio, vecino y gran amigo de su infancia.
No tardó en llegar pues vivía a cinco casas de distancia.
Al llegar tocó la puerta y como nadie respondía decidió entrar por el patio.
Una vez dentro del hogar de su amigo no vio movimiento alguno así que se dirigió hacia las escaleras y al estar ahí escucho un gemido proveniente de alguna de las recamaras de arriba.
Subió a toda prisa sin hacer mucho ruido y cuando encontró la recamara correcta abrió la puerta con cuidado.
Lo que vio le causo muchísimo morbo.
Su amigo se encontraba metiendo su verga en la boquita de su hija Kayla de nueve años mientras esta era penetrada a cuatro patas por su culito con un strap-on que era usado por su prima Elena de once.
– ¡Vaya, vaya! ¿Me invitan?
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