Travesuras III
La historia continúa..
Primera parte
Travesuras III
– ¡Uuufff! ¡Pásale a divertirte Carlos! ¡Aaagh! – dijo Aurelio.
– Tío, ¿quién es él? – pregunto la pequeña Elena.
Ella era una hermosa nena de piel morena clara, de nariz afilada, labios carnosos, pero sin llegar a formar bemba, ojos un poco rasgados y cabello lacio, largo y suelto que le llegaba hasta la mitad de su espalda, de un color castaño oscuro. El cuerpo de aquella ninfa era esbelto, sus tetitas algo desarrolladas, del tamaño de una naranja pequeña, con dos pezones oscuros que en aquel momento se encontraban paraditos debido a su excitación; las caderas de la nena ya estaban formadas haciendo que su trasero del tamaño perfecto, grande, pero sin ser gordo, sobresaliera.
Por otro lado, la pequeña Kayla, de tan solo 9 años de edad, no se había desarrollado del todo. La piel de la nena era del mismo tono que la de su prima, su cabello era cortito, en forma de hongo y de color castaño oscuro. Su cadera estaba apenas en desarrollo, pero ya notándose un poco, su pechito plano, pero con sus pezoncitos paraditos también por su excitación de ser penetrada por el strap-on negro que tenía su prima, y por último una conchita abultada y sin estrenar.
Aurelio, un hombre de estatura media con algo de panza y calvo, estaba mejor dotado que su amigo, pues su verga era de veintiún centímetros.
– ¡Tío Carlos! ¡Aaahh! – gritó Kayla a la vez que gemía por las embestidas de su prima.
– Es un muy buen amigo, Elenita. ¡Ufff! Ya verás… ¡aaagh! Que te divertirás… ¡c-con éeel!
– Pues a divertirse se ha dicho. – dijo Carlos avanzando mientras se quitaba la ropa.
Cuando llegó a donde se encontraba el lujurioso trío ya se encontraba como vino al mundo y con su verga bien erecta. Tomó a Elena de su carita y le plantó un tierno beso que fue correspondido por la pequeña. Sus bocas se acariciaban con ternura, humedeciéndose con la saliva de ambos. Las lenguas de los dos se sincronizaron para encontrarse en el momento exacto y enredarse.
Con su mano izquierda, Carlos tomó el hermoso y carnoso culo de la sobrina de su amigo mientras con su derecha acariciaba los juveniles senos de ella.
Aurelio, por su parte, embestía su verga en la boca de su niña, logrando clavarle una tercera parte de esta, pues la nenita estaba ya acostumbrada a mamar la verga de su papito.
Elena comenzaba a disfrutar de las caricias del amigo de su tío, de su boquita escapaban apenas unos leves gemiditos que eran ahogados por los labios del hombre. Llegó el momento en el que ella soltó la caderita de su prima y rodeó el cuello de su nuevo amante con sus brazos, a la vez que dejó de embestir el culito de su prima.
Carlos comenzó a desabrochar el juguete sexual que llevaba puesto la preadolescente mientras seguía besando a la nena. Al conseguirlo la nena giró todo su cuerpo y lo pegó al del sujeto, sintiendo su verga en su pancita.
El juguete seguía insertado en el culo de la pequeña Kayla, quien continuaba mamando el pedazo de carne de su progenitor, haciendo sentir un goce tremendo.
En ese momento, Elenita se encontraba colgada de Carlos, con sus piernas rodeando el torso del hombre a la vez que el punteaba un poco la vaginita de la nena sin llegar a penetrarla. Entonces acostó a la ninfa sobre la cama y se separó de ella, observó su hermoso y juvenil cuerpo y de inmediato se fue sobre la conchita, a disfrutar de las mieles de su hembra de once años. Comenzó a besar y a olfatear la zona íntima, abriendo después los labios vaginales, notando así que ella ya no era virgen.
Carlos no dio importancia a aquello, pues el solo quería disfrutar de esa “nueva” presa, haciendo ya que su lengua comenzara la inspección de la carne sexual de su hermosa compañerita. La nena comenzó a retorcerse al sentir la humedad de aquel duro músculo y dejaba escapar gemidos llenos de pasión, provocando la excitación de ambos varones.
Aurelio tuvo que apretar su esfínter lo más que pudo y sacar su verga de la boca de su hija para no venirse ya que quería seguir disfrutando. Entonces Puso a su nena en la misma posición que su prima y comenzó a mover el juguete que seguía dentro del anito, comenzando también a lamer la dulce vaginita.
Kayla emitía gemidos hermosos, haciendo que su prima y Carlos voltearan a ver su carita y lo que hacía su papito.
El ambiente que rodeaba el ambiente de aquella recámara era único, lleno de lujuria y con perfume aroma a sexo, ambientado de la dulce melodía de los gemidos de ambas niñas que disfrutaban el hecho de que dos varones adultos les comieran sus conchitas.
Una vez más calmado, pero con su verga aún parada, Aurelio se levantó y se subió a la cama, dejando su verga frente a la boca de la nena, quien nuevamente metió la barra de carne a su boca y comenzó a chupar, pero solo unos cuantos segundos, pues su papá se retiró de inmediato, tomó las piernitas de su nena y las dobló dejándolas a la altura del tierno pechito, obligó a su hembrita a sujetarlas y sacó el juguete del apretado anito, que ya no se encontraba cerrado. Entonces colocó su verga en la entrada trasera de la nena y comenzó a empujar.
– ¡Aaayy! ¡Papi despacio! – se quejó la nena mientras sentía que la cabeza del pene se iba deslizando en su cuevita trasera.
– Sí mi niña, así lo haré. ¡Uuufff! – contestó el hombre.
El pene continuaba avanzando dentro el culito de aquella nena de nueve añitos, quien veía a su papi con sus ojos bien abiertos al igual que su boquita, señal del dolor que sentía al ser invadida analmente. El hombre al ver esto se detuvo un poco, haciendo que su hijita se acostumbrara a su daga que ya había logrado meter solo una tercera parte en dos ocasiones, solo que aquel culito estaba muy cerrado todavía.
Para entretenerse en lo que esperaba volteó a ver a su amigo, quien continuaba chupando la vagina de su sobrina, pero con la novedad de ahora estar metiendo el juguete sexual en el culito de ella, haciendo que la nena gimiera como loca, teniendo los ojos en blanco y retorciéndose mientras disfrutaba de aquellas sensaciones tan conocidas.
Carlos entonces se incorporó y levantó a la nena, acostándose el de inmediato y le hizo la señal para que ella solita se ensartara la verga, pero en su vagina, pues su culito seguía ocupado por el juguete. La niña de once se puso parada con sus pies a los costados de su macho y a la altura del pene. Poco a poco se fue sentando mientras sujetaba el invasor de su trasero para que no se saliera, hasta que sintió el glande en la entrada de su conchita. Miró a Carlos, ambos sonrieron y de pronto, de un solo movimiento, la nena había logrado que su vagina se comiera al caliente amiguito del varón.
– ¡Aaaahh! – gimió intensamente con sus ojitos cerrados al sentirse llena en su vagina.
– ¡Uufff! Calientito y algo apretadito. ¡Oohh! – bufaba Carlos.
Este se incorporó y besó nuevamente a la ninfa. Segundos después, sujetó el juguete incrustado en el esfínter de la niña y comenzó a moverlo, al tiempo que el comenzaba con suaves embestidas que eran imitadas por la nena, llevando así un ritmo suave y muy placentero.
Al ver esta escena, Aurelio dio inicio a las embestidas al anito de su nena, quien comenzó a gemir muy despacito al sentir la verga de su papá moverse dentro de ella. Poco a poco, movimiento a movimiento, el pene fue ganando terreno hasta que once centímetros estaban dentro del culito tierno de la niña. Por momentos el hombre sentía que su pene era expulsado por lo apretado de la entrada, empujando duro para no salirse.
– ¡Aaayy! ¡Papi! ¡Aaah, sí! ¡Sigue, sigue, sigueeee! – gritaba la nena mientras disfrutaba de los movimientos rápidos que su padre ahora le daba.
– ¡Toma esto putita! ¡Uuufff! – le decía su padre.
– ¡Aaaaahh! ¡Señor Carlos! ¡Así, así! – gemía por su lado la bella Elena mientras abrazaba a su hombre, quien le mordía su oreja derecha al tiempo que metía su verga rápida y fuertemente en la vagina de la niña al igual que el juguete en aquel hermoso anito.
– ¡Uuufff! ¡Aaaahhh! – gimió Carlos apretando su esfínter aguantando su venida.
Se dio la vuelta sujetando a su infantil amante, dejando a esta bajo él, recostada en la cama. Sacó su pene y bajó su rostro hasta quedar a la altura de los senos los cuales fueron presa de la boca del sujeto. Lamía y mordía aquellos pezones, arrebatándole fuertes gemidos a la nena.
Un par de minutos después, Carlos dejó de morder los senos de su mujercita y, como si lo hubieran planeado, ambos hombres pusieron a las nenas en cuatro, mirándose y sonriendo malévolamente.
Carlos retiró y votó al suelo el juguete y escupió una buena cantidad saliva en su mano y lo untó en su verga, acción que imitó su amigo.
Pusieron sus penes en las entradas de los culos de Elena y Kayla y se volvieron a mirar. Sonriendo, comenzaron un conteo regresivo.
– Diez. – dijo Carlos.
– Nueve. – continuó Aurelio
Las nenas esperaban recostadas con sus pechitos y cabecita en el colchón. Se miraron y se tomaron de la mano. La respiración de ambas era agitada debido al cansancio de tanto placer que habían recibido.
– Dos. – sentenció Carlos.
– Uno. – exclamó Aurelio.
Las nenas se miraron nuevamente y ambas pusieron sus ojitos en blanco mientras abrían sus boquitas dejando escapar un gemido gutural de sus gargantas mientras escucharon gritar a los hombres al unísono “¡CERO!” mientras empujaron con fuerza sus instrumentos abriéndose paso a las entrañas de las pequeñas.
– ¡AAAHH! – fue lo que se escuchó por parte de las ninfas.
Los hombres bombeaban sincronizados en el culo de su respectiva nena. Los diecisiete centímetros de Carlos recorrían el recto de Elena, escuchándose un “PLAF, PLAF” cuando su cuerpo y sus bolas chocaban contra las suaves nalgas de ella.
Entre tanto, solo once centímetros recorrían el intestino de Kayla, pues aún estaba algo cerradita, lo que hacía gozar a su padre.
– ¡AAAYY! ¡No avances más papá! – gritó Kayla al sentir la verga de su papito avanzar más en su cuevita, acción que la hizo apretar con fuerza la mano de su prima.
– ¡Lo siento hermosa! ¡Oohh! – contestó Aurelio gozando al máximo.
Logró meter tres centímetros más de su verga, haciéndolo llegar al cielo. Dos tercios de su verga estaban dentro de su niña, algo que era fenomenal.
– ¡Buu! – lloraba la pequeña.
De pronto se sorprendió en grande al sentir unos labios besándola. Era su primita tratando de calmarla. Las nenas comenzaron a besarse con tanta pasión que pronto Kayla dejó de quejarse, emitiendo gemidos ahogados en la boca de su prima, cosa que Elena también hacía.
*PLAF, PLAF, PLAF* se escuchaba en la habitación por el golpeteo de Carlos en las nalgas de la sobrina de su amigo.
– ¡GAAGH! ¡ME VEEENGOOO! – gritó Aurelio.
– ¡YO TAMBIÉN! ¡GAAAGGHAAAA! – bufó Carlos
Ambos hombres se corrieron a la vez, depositando gran cantidad de semen dentro del culo de las nenas, quienes al sentir la leche caliente de ellos dejaron de besarse y se vinieron de tanta excitación.
– ¡AAAHHH! – gimieron ambas.
Ambos adultos dieron unas cuantas embestidas más hasta que se salieron del culo de las ninfas y se votaron a la cama al lado de sus compañeritas.
Carlos hizo que su mujercita se volteara para comerla a besos, cosa que ella encantada hizo sin chistar, en tanto que Aurelio besó a su nena en la frente y la abrazó con fuerza, haciéndole saber el inmenso amor que le tenía.
Minutos más tarde, los cuatro se levantaron de la cama, las nenas corrieron hacia el baño de la habitación para bañarse, mientras que Carlos aseó un poco su verga con toallitas húmedas y se puso su ropa. Aurelio hizo lo mismo pero el solo se puso bóxer. Acompañó a su amigo a la planta baja mientras platicaban.
– Que buen polvo nos dimos con las nenas. – Dijo Carlos.
– Sí. Ambas son buenas en la cama. – contestó su amigo.
– Veo que las entrenaste muy bien, Aurelio.
– Todo gracias a ti amigo. Si no me hubieras invitado aquella noche a tu casa para cogernos a las dos amiguitas de tu hija, nunca me hubiera animado a hacer esto. – decía el hombre de la casa.
– Para eso son los amigos, Aurelio. – sonrió.
– Por eso mismo amigo mío, quiero agradecerte como se debe.
– ¿Cómo? – preguntó extrañado.
– Gracias a ti pude desvirgar a mi primera nenita: la blanquita, delgadita con cabello rizado.
– Diana.
– Sí, ella. Gracias a ti la desvirgué.
– Un día memorable, cuando las dos perdieron su virginidad. – exclamó con orgullo Carlos.
– Je, je. Sí. Bueno como te decía, quiero agradecerte.
– No es nada, amigo mío. Quería que sintieras el placer de romper un himen de nena. Que por cierto Mari fue mi cuarta nena en desvirgar, y comprobé que Elena fue tu segunda. ¿Cierto?
– Sí, ella fue. Bueno, el caso es que como agradecimiento permitiré que desvirgues a mi niña.
Carlos se quedó mudo al escuchar las palabras de su amigo. Nunca se imaginó que eso llegaría a suceder.
– ¿Cómo crees? Ella es tu nena y tú debes ser quien lo haga. – dijo a su amigo.
– No. Ya lo he decidido. Quiero que tu rompas su virguito. Además, eso me ayudaría a mí, pues ya ves que mi verga está más grande y un poco más gruesa que la tuya.
– Eso sí. Qué suerte la tuya. Pero ya en serio mi buen. ¿De verdad dejarás que le quite la virginidad a tu nena?
– Amigo mío, claro que sí.
Ambos se dieron la mano y se abrazaron.
– ¿No quieres venir al rato para coger a Mari y Diana? – preguntó Carlos.
– Ojalá pudiera. Tengo que llevar a mi sobrina a casa de mi suegra y de ahí me voy con Kayla a alcanzar a mi esposa que está en casa de su tía abuela. Regresaremos hasta pasado mañana.
– Ni modo mi hermano. Bueno, te dejo. No vemos luego. Salúdame a Rebeca.
Carlos salió, de la casa de su amigo en dirección a la suya para darse un baño y disfrutar en la noche de las amiguitas de sus hijas. Mientras tanto Aurelio iba directo al baño para disfrutar de un polvo más con sus nenas.
Al llegar a casa. Vio que las niñas estaban jugando Playstation. Entonces subió a la planta alta y se fue directo a su baño para pegarse un buen riego.
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