Travesuras IV
Un grato recuerdo.
Travesuras IV
Carlos se encontraba en el baño. Los chorros de agua empapaban su rostro y se deslizaban por su cuerpo. Se enjabonó por todas partes y, cuando llegó a su verga comenzó a lavarla bien, aunque comenzaba a excitarse pensando en las nenas que estaban en la planta baja. Por su niña no sentía ese deseo. Nunca se le había cruzado por su mente, sin embargo, cuando ha ido a las juntas del colegio, las compañeritas de su nena son como pastelitos de diferentes colores y sabores.
Se comenzó a hacer una paja pensando en eso, pero desistió para guardar energía, pues tenía planeado jugar con sus dos nenitas iniciadas y ver la posibilidad de meter al juego a Karla, aunque sería arriesgado hacerlo por su nena. Ya se las ingeniaría.
Terminó de enjuagarse y se secó. Salió del baño y en su recámara busco y selección ropa cómoda. Se puso un bóxer holgado, sobre este unos shorts deportivos, una playera sin mangas y listo.
Se recostó y se puso a recordar momentos de cuando era joven. Una de esas memorias fue el día en que se cogió a su primera niña, una pequeña llamada Ofelia, de nueve años algo rolliza, de piel canela y cabello ondulado y corto a lo hombros que, aunque no era virgen, hizo que el coger nenitas se volviera un vicio y también, gracias ella pudo desvirgar por primera vez a una.
Él tenía diecisiete años cuando conoció a Ofelia. Había viajado con sus padres al pueblo de sus familiares maternos para celebrar la boda de una de sus primas mayores. Se llevó a cabo en el campo donde se juagaban partidos de futbol y béisbol donde los equipos locales enfrentaban a los de otros pueblos y rancherías.
El susodicho campo se encontraba a la orilla del pueblo, rodeado de casas por un lado y por el otro el bosque.
La fiesta estaba divertidísima. Todos los invitados comiendo, bebiendo y bailando. Carlos ya se había ligado a una chica bella de dieciséis años, hasta le metió mano. Sabía que estaba a nada de llevársela a un lugar apartado de todos para cogérsela. Todo iba viento en popa cuando, por desgracia para ambos, el papá de la chica intervino diciendo que ya se iban de la fiesta.
Esto fue como balde de agua fría para el joven, pues tenía unas ganas tremendas de remojar su brocha. Se regresó a su mesa algo triste y enojado a la vez. Dio un sorbo a su vaso de refresco, ya que su madre no le permitía beber ni una gota de licor, y se quedó un rato pensando. Su verga se encontraba semi erecta, cosa que no le agradaba en ese momento si no podía descargarse.
Un par de minutos más tarde decidió dar un paseo, esquivando a todo que estuviera a su paso, incluyendo varios de los niños que jugaban, logró llegar hasta el bosque, camino unos cien metros y llegó a un lugar conocido por él. Una cabañita construida por sus primos y sus amigos, quienes estarían bebiendo como locos en la fiesta, haciéndose así los machos. Entró a la cabaña y se recostó en el camastro, sacándose rápidamente la verga para comenzar a pajearse pensando en la chica que había ligado.
Se encontraba disfrutando en grande, tanto que estaba gimiendo sin contenerse, pues sabía que todos se encontraban en la fiesta. Tenía sus ojos cerrados y la boca abierta, cuando de pronto sintió cómo una mano desconocida y pequeña le sujetaba el nabo.
Se sorprendió sobremanera y cuando miró era una de las niñas que se encontraban jugando la cual sonriendo le dijo “Me dejas jalártela”. Él todavía sobresaltado, no supo que decir. Entonces la nena sin más siguió jalándole su daga.
A cada jalada de la nena él iba gozando, aumentando su calentura. Pronto se dejó llevar por la situación y cerró sus ojos volviendo a gemir. En un instante sintió como la pequeña le daba de lengüetazos en el glande, acción que lo puso a mil. Cuando pensó que la nena llegaría hasta ahí, ella solita abrió su boca y se metió toda la cabeza del pene de Carlos, iniciando una mamada de campeonato.
– ¡Oohh sí! – gemía el muchacho.
– Mmmhh. – la nena se esmeraba en complacerle.
El joven se retorcía en el camastro excitadísimo, a tal grado que con sus dos manos tomó la cabecita de la nena y comenzó a moverla con fuerza y velozmente, moviendo también su cadera cogiéndose esa tierna boquita.
– ¡Uuuffff! ¡G- GOOAAHHG!
Estando en trance, no le importó que fuera una niñita, descargando gran cantidad de semen, el cual fue tragado sin dificultad alguna por la pequeña. Una vez más calmado, el joven preguntó a la nena su nombre y edad, contestándole con dulce voz “Ofelia. Tengo nueve años”.
A pesar de la gran mamada recibida, su pene seguí erecto lo cual hizo que la nena riera.
– Si quieres yo puedo aliviarte. – dijo la niña.
Acción seguida la nena levantó su vestidito amarillo y le mostró unas bragas blancas que fueron retiradas de inmediato por ella.
Carlos se sorprendió aún más cuando vio que la nena se colocó a la altura de su pene y abrió los labios de su vagina, y para no perder tiempo, se clavó sin chistar la verga de él hasta el fondo, a pesar de tener una vagina algo apretada.
– ¡Aaaahh! – gimió la nena de gusto.
Carlos sentía como su barra de carne era estrujada por aquella húmeda y caliente raja, sintiendo que su alma se salía de su cuerpo.
La nena comenzó a levantarse y sentarse solita, cogiendo como la experta que era. La nena hacía que la verga se saliera casi por completo de su vagina, regresándola de inmediato hasta lo más profundo de su ser.
– ¡Aaaahh, aaahh, aaahh! ¡Tienes una verga muy ricaaa!
– ¡Ooohh, oooh, aaaaahh! ¡Fuuaaahh! – gemía poseído por el placer.
Ofelia cabalgó a Carlos por casi veinte minutos, hasta que le dijo que ya se había cansado y que ahora ella quería estar acostada, cosa que hizo el joven de inmediato, poniéndola en posición de misionero y continuando él la cogida hasta que expulsó su leche por segunda ocasión, pero ahora en lo más profundo de la nena, quien gemía teniendo su orgasmo también al sentir el líquido caliente inundar su conchita.
– ¡UUAAAHH! – bufó Carlos al explotar dentro de la nena.
– ¡AAAAHHH! – gritó la pequeña.
Después de tan deliciosa cogida la nena le contó que su tío y su papá se la cogían a diario y quien la desvirgó fue su progenitor. Regresaron juntos a la fiesta no sin antes prometer que se verían al otro día, pero en un lugar distinto, en el escondite secreto de ella.
En ese segundo encuentro fue cuando por fin se le dieron dos oportunidades a Carlos. La primera era desvirgar a su primera niña y la segunda disfrutar del culo de Ofelia.
Al otro día, a la hora y lugar acordados se encontraron. Carlos se sorprendió al ver a una segunda nena, incomodándose un poco.
– Ella es Regina, tiene nueve años también. Es mi mejor amiga. – dijo Ofelia. – Siempre le he contado lo que me hacen mi papá y mi tío, pero nunca se había animado.
– Hola. – dijo Regina con su carita roja.
– Hola Regina. – contestó Carlos el saludo.
Entonces Ofelia jaló al joven del brazo hasta quedar su oreja a la altura de la boca de la nena.
– Creo que quiso venir porque le gustas. – le susurró.
Entonces se fueron de inmediato para el lugar secreto, una cueva no muy profunda que se encontraba en uno de los cerros del lugar, donde las niñas tenían su escondite, con bancos mesas y unas colchonetas, y ahí comenzó la faena.
Al llegar Ofelia se quitó el vestido blanco de adornos de flores que traía puesto, quedando en bragas blancas, luego ella desvistió por completo a Carlos y al ver que su amiguita no se animaba, le quitó el vestidito rosa dejándola también solo con sus bragas blancas.
Entonces la nena experimentada, hizo que el muchacho se sentara en un banco y le enseñó a su aprendiz a hacer una paja, lo cual aprendió muy bien, de inmediato le mostró como mamar para que aprendiera también.
Regina era una aprendiz muy aplicada, entendiendo y perfeccionando todo lo que su experimentada maestra le enseñaba. Ella era de piel blanca, cabello rizado y dorado hasta la mitad de la espalda, de carita muy bonita y unos ojos muy expresivos color azul.
Era la hija de un empresario que tenía varios cultivos de chayotes y otras verduras que se sembraban en aquel lugar. Siempre venía a quedarse los fines de semana y en el parque conoció a Ofelia, siendo esta la única que le dirigió la palabra, pues las demás nenas, por ser ella muy bonita, le hacían el feo. Pero lo que más llamaba la atención de aquella hermosa ninfa era su redondo culito, mejor formado que el de su amiga que tampoco era para despreciar, pues se le notaba apetecible.
Entre las dos nenas mamaron de manera exquisita verga de Carlos, quien explotó salpicando las caritas y cuerpos tiernos de las nenas.
Estando así, Regina no sabía qué hacer, pues sentía que el pegajoso líquido se deslizaba por su cara y pechitos. Entonces Ofelia la jaló y comenzó a lamer el rostro de la rubia, comiendo todo el semen de Carlos, bajando de la misma forma al pecho blanco de la nena para devorar lo que le quedaba.
En ese momento instruyó a su discípula para hacer lo mismo, y con pena y algo de asco, se comió todos los mocos que tenía la piel de su maestra.
Regina sabiendo que Carlos era de buen aguante, le dijo a su amiguita que todavía debían aliviar la calentura del joven, pues su verga seguía erecta.
– ¿Y cómo hacemos para aliviarlo? – dijo la rubia con una vocecita angelical.
– Pues debemos usar nuestras cositas. – contestó la experimentada niña a su amiguita.
– ¿Cómo? – volvió a preguntar.
– Mira Regina. ¿Recuerdas que te he contado que mi papá y mi tío me meten sus penes en mi cosita?
La niña se quedó en silencio solo asintiendo con su cabecita.
– Pues así le vamos a hacer ahorita.
Carlos solo se quedaba en silencio mientras disfrutaba de las clases particulares que Ofelia le daba a Regina, pero ahora era momento de intervenir.
– ¿Por qué no le muestras cómo, Ofe? Así ella aprenderá mejor. – expresó su opinión.
La morenita volteó a verlo, sonriendo pícaramente, para luego quitarse la última prenda que le quedaba. Le ordenó a Carlos acostarse y se puso en posición para comenzar a cabalgar, tomó la erecta verga, abrió nuevamente sus labios vaginales y antes de proceder llamó a su aprendiz.
Al estar Regina a la altura de los órganos sexuales, Ofelia continuó sus enseñanzas, metiendo lentamente la verga en su vagina, hasta topar con la pelvis velluda de Carlos.
La nena comenzó a cabalgar lentamente para mostrar a su amiguita como era que se cogía, pero después de unos tres minutos comenzó a moverse más rápido.
– ¡Aaah, aaah! – gemía la morenita.
– ¿Te está lastimando, Ofe? – dijo la rubia un poco asustada.
– ¡Aaahh! ¡No tontaa! ¡Aaaahh! ¡Estoy haciendo así porque esto se siente muy riiiicooo!
– ¡Uuufff! ¡Ooh! ¡Gaaah! – gemía Carlos.
Estuvieron cogiendo de esa forma por quince minutos más, hasta que Ofelia tuvo un fuerte orgasmo que casi hace que se desmaye.
– ¡AAAAHHH! – gimió fuertemente la ninfa de piel canela.
Carlos sintió las contracciones y los chorros de líquidos de la vagina de la nena, pero apretó su esfínter y aguantó como pudo para no correrse. Se quedó quieto con su verga en el fondo de la conchita mientras tenía a la exhausta niña sobre él. Hasta que consideró que ya era tiempo de estrenar la conchita de Regina.
– Bien Regina. Es tu turno. – dijo el varón.
– Pero yo no creo poder. Tu cosa es muy grande y mi cosita pequeñita – dijo algo aterrada.
– No te preocupes mi niña. Te lo haré con ternura para no lastimarte. – le contestó tratando de calmarla.
– ¿Duele? – volvió a preguntar aquella hermosa rubia.
– Un poquito, pero después es muy ri…co. – contestó la morenita antes de quedarse dormida sobre la colchoneta donde la acostó el varón.
Entonces Carlos tomó de la manita a la hermosa ninfa rubia y la acostó en la otra colchoneta, comenzando a darle besos tiernos en las mejillas de la nena, para que entrara en confianza con él. La abrazaba con mucho cariño, y le decía lo hermosa que era.
Un par de minutos más tarde comenzó a oler y besar el cuello de Regina, haciéndola reír por las cosquillas que le causaba. El aroma a fresitas que tenía la piel de la nena era suculento para los sentidos del adolescente, quien seguía recorriendo cada centímetro de la suave piel de la rubia.
Llegó hasta los pezones y besó con ternura esas pequeñas protuberancias, haciendo gemir a la niña de cabellos dorados.
– ¡Aaahh! ¿Qué me haces? – preguntó la niña con algo de temor debido a las nuevas sensaciones que estaba teniendo.
– Mmhm. Tú disfruta chiquita. Te va a encantar.
– Pero… ¡Aaahh!
Siguió con su labor, lamiendo, besando, succionando esas chichitas que para el joven sabían a gloria, pues el jaboncito, cremas y perfumes de la niña junto con su propia esencia, hacían de la nena una delicia.
La nena mantuvo sus ojitos cerrados, su boquita abierta tratando de jalar todo el aire posible, pues sentía que se quedaba sin aliento, sus manitas apretaban las sabanas que cubrían la colchoneta, tratando de aguantar eso nuevo que sentía, pues creía que en cualquier momento su cuerpito explotaría.
Los dulces pezones de la niña comenzaron a endurecerse, provocando que Carlos acelerará su ataque.
Una vez logrando su cometido, comenzó a bajar lamiendo y besando la pancita de la ninfa, hasta llegar al tesoro más valioso de ella: ese montecito de venus, abultadito, muy delicado y virgen que clamaba por él.
Al ver a detalle esa zona se percató de algo muy interesante: los jugos de la nena se deslizaban por aquella apretada hendidura. El hombre sin aguantar se aventó sobre esa parte y aspiró el aroma para de inmediato comenzar a mamar. Ahora las lamidas y besos eran contra la vaginita, causándole choques eléctricos en todo su cuerpo.
– ¡Noooo! ¡Aaaaah! ¡Ya no! – gritó la nena.
Los gritos de la dulce niña despertaron a su amiguita e hicieron que el varón parara por un momento.
– ¿Qué pasó? – preguntó la morenita.
Pronto vio que la rubia es encontraba llorando acostada en la colchoneta.
– ¿La lastimaste? – preguntó algo molesta.
– No, no. Solo comencé a chupar su cosita y comenzó a gritar.
Ofelia se acostó junto a ella y la abrazo unos instantes, siendo correspondida por la rubia.
– ¿Qué tienes Regi? ¿Por qué gritaste?
– Es que no sé qué le pasa a mi cuerpo. Tengo mucho miedo.
– No tengas miedo amiga. Disfruta de esas sensaciones que son muy ricas. – contestaba la experimentada nena.
– Pero…
– Mira, hagamos algo. Yo me quedaré aquí a tu lado abrazándote mientras Carlos hace su trabajo. ¿Te parece?
Regina se quedó en silencio durante un buen rato. Miro a su amiguita, en quien confiaba a morir, sabiendo que cumpliría la promesa de estar junto a ella sin separarse. Luego volteó a ver a Carlos, un joven apuesto que a ella le había encantado cuando lo miró por primera vez durante la boda. El muchacho miraba con ternura a la chica, pero también moría de deseo por ella, teniendo como objetivo desvirgarla.
– Esta bien. Continuemos. – dijo mientras se recostaba en la colchoneta y abrazaba a su amiga.
Carlos regresó a la conchita de la niña y siguió con lo suyo. Entonces él era ahora más tierno que antes. Besando y lamiendo con mucha más delicadeza, dando atención especial al pequeño clítoris.
La nena comenzó a retorcerse, siendo abrazada por su amiguita quien le decía que se relajara y disfrutara.
La carita de la nena se sonrojó, mantenía sus ojos cerrados mientras Carlos le lamía su conchita con mucho amor, su respiración comenzó a agitarse y su boquita estaba abierta.
Ofelia besaba a su amiguita en la mejilla, mientras seguía diciéndole cosas muy dulces, pero siendo ella muy fogosa, comenzó a juguetear entre sus manitas los bellos pezones, erizando la piel de la ninfa.
– ¡Aaah! ¡Ofe!
– Sshh. Disfruta el momento.
Habiendo dicho esto, Ofelia plantó un beso en los labios de su amiga quien, aunque quedó por demás sorprendida, correspondió por instinto. El beso de las nenas se hacía más húmedo y caliente con el paso de los segundos. Carlos al ver esto dejó de lamer la conchita y se les unió en un beso triple, en el cual tanto él como Ofelia enseñaron a Regina a juguetear con la lengua.
El joven, mientras besaba a las nenas, con sus manos comenzó a tocar sus panochitas. En la de Ofelia sin pensarlo mucho metió su dedo medio hasta el fondo, masturbando suave y plácidamente a la lujuriosa mujercita, mientras que a Regina solo le sobaba con mucho cariño.
– ¡Aaah sí! ¡Así Carlos, así! – gritaba Ofelia desahogando su lujuria en cada dedeada del varón.
– Aaaahh, aaah. – gemía quedamente la rubia, casi suspirando.
– Eso muñecas. Gocen, gocen mucho. Aquí tienen a su macho para darles placer.
– ¡Sí, sí! ¡Eres nuestro macho! ¡Aaaaahh! – decía como loca.
– Mmmhm. – mordiendo su labio para no gemir muy fuerte, Regina gozaba con intensidad.
Carlos entonces comenzó a meter su dedo medio entre los labios vaginales de la rubia, que al principio cerraba sus piernas al sentir la ligera intrusión, pero poco después comenzó a dejarse llevar por el momento.
Cuando Carlos vio que la nena ya se encontraba mucho más relajada, regreso hasta su vagina y reanudo la mamada dejando esta vez mucha saliva para dar el siguiente paso.
Tomó entonces las piernitas de la rubia separándolas y colocó su pene en la vagina, moviendo sin dudar sus caderas para sobar con su miembro la linda rajita.
– Ya es hora. – dijo Ofelia separándose de su amiguita.
Estando a la altura de los sexos de ambos, metió la verga del joven a su boca y lo lamió lubricándolo muy bien, luego con sus manos separo los labios vaginales de Regina y escupio otro tanto de saliva, para finalizar agarrando la verga y colocándola justo en el sitio adecuado.
Carlos miró los ojos azules del pastelito de niña que el destino le puso en su camino, con ayuda de Ofelia claro está, y poco a poco comenzó a empujar en la cuevita de esta.
– ¡Aayy! – se quejó la nena.
– Relájate Regi. Te dolerá al principio, pero verás que te encantará. – decía mientras tomaba
su mano y le daba un beso en los labios.
La rubia asintió porque confiaba en su amiga y se dejó hacer.
La verga iba anidándose lenta pero segura, hasta que el glande se había encajado en la hendidura de Regina.
– ¡Aaayy! Ofe, me duele. – dijo con sus ojitos vidriosos.
– No tengas miedo. Confía en mí. Te gustará mucho. A mí también me dolió la primera vez, pero las siguientes veces fueron puro goce.
– ¡Uuufff! Preciosa no temas. Lo estoy haciendo con cuidado para que no te duela mucho. – le decía el joven macho.
– ¿Lo ves? Carlos es muy lindo contigo. Además, es quien te gusta, ¿no? Muchas niñas quisiéramos estar con quien nos gusta así, y tú eres muy suertuda amiga.
– S-sí, tienes razón. – replicó. – Sigue por favor.
Entonces Carlos prosiguió avanzando lentamente, disfrutando de esa conchita nueva, hasta que de pronto, sintió el himen de la nena.
Volteó a ver a Ofe y ella entendió. Besó apasionadamente a su amiguita haciéndole a Carlos la señal de ya.
El muchacho retiro tantito sus caderas hacia atrás y de un fuerte empujón rasgó completamente la frágil tela.
– ¡MMMHHFF! – trataba de gritar la niña siendo callada por los besos de la morenita, mientras trataba de zafarse moviéndose con brusquedad.
– Si haces eso te dolerá aún más. ¡Oohh! – le dijo Carlos mientras metía su verga cada vez más.
Dejó de avanzar hasta que unos nueve centímetros estaban dentro de la vagina. La nena seguí batallando, tanto que su amiguita dejó de besarla y la miró a los ojos.
– Cálmate. Ya pasó lo peor. – le dijo la morenita mirando directamente a esos preciosos ojos azules.
– Me duele mucho. Buuu. – dijo llorando.
– ¡Oogh! Tranquila bebé. ¡Uuff! Dejaré de moverme hasta que te acostumbres. ¿De acuerdo?
– Pero duele mucho.
– Si te resistes será peor. Relájate.
La nena se quedó quieta siguiendo las órdenes de su amiguita, que siguió besándola con pasión.
Carlos, por su parte, luchaba contra sí mismo, pues sentía que su venida estaba a nada de llegar, ya que la conchita de la nena apretaba deliciosamente su pene.
Pasados cinco minutos, Regina estaba más calmada y al notar esto, Carlos comenzó a mover su cadera lentamente.
– ¡Uuuffff! Que conchita tan más rica. – decía.
– Pues está nuevesita, tonto. – expresó Ofelia.
– Aaahh, aaahh. – suspiraba con lujuria Regina.
– ¿Te está gustando verdad?
– Sí, Ofe. Se siente bieeen. Aaahh.
El movimiento lento pero constante de la cadera de Carlos provocaba que la niña, virgen hasta hace unos momentos, se regocijara como nunca antes en su corta vida.
La vagina de la rubia comenzó a segregar líquidos para lubricar el pene de su hombre, facilitando la penetración. Cada cierto tiempo, Carlos aprovechaba para meter un poco más de su aparato, hasta que unos diez minutos después su pelvis chocaba con la de la niña.
Fue entonces como se decidió a acelerar sus movimientos, haciendo de la cogida muy placentera.
– ¡Aaaahh! ¡Sííí! ¡Aaaahhh! – ahora sí gritaba la ninfa.
– ¡Uuuffff! ¡Ooohh! – resoplaba como bestia el macho poseso de lujuria.
– ¡Aaaahhh! – los acompañaba Ofelia al no aguantar incorporándose para meterse dos dedos en su conchita y acariciar sus clítoris con la otra mano.
– ¿Tú también putita? ¡Uuuff! ¡Así bebé! Mete tus deditos hasta el fondo mientras yo me encargo de u amiguita. ¡Oooh!
La imagen era de lo más morbosa. Un hombre casi adulto cogiéndose a una preciosura de nena de tan solo nueve añitos mientras que una morenita que no estaba mal se masturbaba como loca. Algo que muchos hombres desearían les pasara una vez en su vida.
Carlos tomó las piernitas de la nena y se las puso a la altura de su pechito, mientras él se levantaba un poco y embestía de manera frenética, gozando en aquella posición.
El sudor recorría el cuerpo de los jóvenes amantes en un intento de refrescarlos. El olor a sexo se incrementó y los gemidos eran cada vez más fuerte.
Veinte minutos de estar taladrando la conchita de la nena rindieron por fin fruto, pues la rubia estaba al borde de su primer y más intenso orgasmo de su vida.
– ¡AAAAHH! ¡SÍÍÍ! ¡AAAAHH, AAAAHH, AAAAHH!
La corrida de la nena fue tan fuerte que la hizo perder el conocimiento en ese instante.
El joven acelero sus movimientos aún más y se vino dentro de la cuevita recién estrenada.
– ¡GAAAAAAGH! ¡OOOOHHH!
Gran cantidad de semen caliente llenó la rayita.
El hombre siguió meneando su cadera como loco unos cinco minutos más. Hasta que se cansó y se recostó sobre la nena sin llegar a aplastarla.
– Aaaahh. Que rica está tu amiguita.
– Je, je, je. Se nota que te gustó.
– Me encantó.
– Y… ¿Todavía soportas una más? – dijo sonriendo con picardía, invitándolo a cogérsela, pues ella no había llegado a su segundo orgasmo y era lo que deseaba en ese momento.
– Pues tendrías que ayudarme. Chúpamelo para que se despierte. – diciendo eso sacó su verga llena de fluidos y sangre.
– Así no. Primero lávate, cochino. – dijo la morenita sacando su lado infantil.
Le dio una botella de agua y papel higiénico para que se aseara. El ni lerdo ni presuroso enjuagó bien con agua y lo secó sin demora con el papel.
– Listo. Ahora sí chúpalo.
La nena inició su labor. El flácido miembro fue introducido en su boca por ella misma. Era una maestra en lo que hacía, pues los jugueteos de su lengua hicieron que la verga se despertara en menos de cinco minutos.
– Lista. Ahora sí. – dijo habiendo dejado mucha saliva en la verga.
– Acostémonos en la otra colchoneta para no despertar a Regina. – dijo el chico preocupándose por la rubia.
– Bien, pero yo arriba. – contestó la nena, quien siempre quería ser la que controlara la situación.
Carlos se recostó en la otra colchoneta y sujetó su verga, siendo seguido de inmediato por la nena quien se colocó en posición y puso la verga en la entrada, pero de su ano, cosa que asombró al adolescente.
– Ahora quiero que mi colita la llenes de lechita. ¿Lo harás manito? – dijo la nena haciendo pucheros y con una actitud de niña consentida que hizo que Carlos se prendiera aún más.
La morenita descendió y metió la cabeza de la barra de diecisiete centímetros. La mantuvo ahí y apretaba su esfínter, causando un gran placer con esto. Se meneó haciendo círculos mientras veía sufrir al pobre diablo que no aguantaba las ansias de que sus bolas choran con las nalgas de Ofe. En un intento del chico por querer jalarla a la fuerza, ella contestó dándole una cachetada.
– No, no, no. Pórtate bien manito. – decía la nena.
– No seas mala, Ofe. Ya mételo hasta el fondo.
– Los caballitos deben obedecer a sus dueños.
Se notaba que la nena había sido muy bien entrenada por su tío y su papá. Sabiendo bien cómo tener el control de un pobre diablo como el que tenía acostado bajo ella. Así es como entendió el joven., pues no tenía a una nena inocente como Regina, sino a toda una reina infantil del sexo.
La nena seguía meneando su cadera en círculos y apretaba su esfínter para que sufriera. De pronto comenzó a meter un poco más de verga en su culo, pero se detuvo y regresó a donde inició.
Lo tuvo con ese jueguito unos quince minutos, teniéndolo al borde de la locura, hasta que lo miró y le sonrió con picardía.
– Ahora sí. Por haber sido buen caballito, te toca tu premio.
Dicho esto, de un solo sentón se metió el pene hasta chocar con la pelvis.
– ¡OOOHHH! – gritó muy fuerte el joven, sintiendo entre dolor y gran excitación por esto.
– ¡AAAAHH! – le acompañó la morena.
Se quedaron unos momentos así y se relajaron, volteando ver a la rubia, quien aguatada seguía en manos de Morfeo.
– Aaahh, aaahh. La dejaste agotada.
– Uuff. Sí. Pobrecita.
– Bueno, sigamos con la diversión.
Jaló al chico haciendo que se incorporara e inició un faje sublime, metiendo toda su lengua en la boca de Carlos, que correspondía los besos intensos de la nena. Agarró las suaves nalguitas morenas, aunque más claritas que su demás piel, y comenzó a subirla y bajarla. Los movimientos cada vez se hacían más frenéticos y llegado el momento Carlos agarró con fuerza a la chiquilla y la volteó, acostándola sobre la colchoneta y aprisionándola con todas sus fuerzas.
– Ahora yo tengo el control putita. ¡Toma esto! – decía lleno de lujuria.
– ¡Aaaahh! ¡Aaayy! ¡Salvaje! ¡Aaaahh! – gemía la nena.
– Yo soy tu dueño. ¡Toma, toma, toma!
– ¡Aaaahh, aaahh, aaahh!
– ¡Di que soy tu dueño! ¡Dilo! ¡Dilo putita!
– ¡Aaaahh! ¡Nooo! – decía la nena sonriendo, disfrutando de los embates salvajes de su macho.
– ¿A no? ¡Pues toma esto y esto! ¡Y esto otro!
– ¡Aaaahh, sí! ¡Aaaahh! ¡Aaaah!
– ¡Di mi nombre, puta!
– ¡No! ¡Aaaah!
– ¡Dilo! ¡Diiilooo! – embestía con mucha lujuria, regocijándose viendo como gozaba esa perrita.
– ¡Aaaaahhh! ¡Carlos, Carlos, Caaarlooos!
– ¡Eso! ¡Ooohhh! ¡Di quién es tu dueño!
– ¡Carlos!
– ¿Quién?
– ¡Carlos!
– ¡Más fuerte!
– ¡Carlos!
– ¡Ooohh, oooh, oohh! ¡Toma putita, toma!
Luego de unrato la puso en cuatro para seguir con la brutal cogida.
– ¡Eres una perrita bien rica! ¡Aaaahhh!
– ¡Sííí! ¡Guau, guau! ¡Aaaaahhh!
Gritaba la nena siguiendo los juegos de su macho, su alfa, su dueño.
El joven tomaba de las caderas a la nena y le daba una fuertes y deliciosas embestidas. Hasta que la hizo venirse.
– ¡AAAAHHH, AAAAHH, AAAAAAHHH! – gimió fuerte la putita.
Al venirse apretó el esfínter provocando así el orgasmo de su macho quien llenó el culo de leche caliente como tanto deseaba ella.
– ¡OOOOHHHH!
Ambos cayeron rendidos en esa posición, volteando a ver nuevamente a Regina quien seguía durmiendo a pesar de todo el ruido que habían hecho.
En eso regresó al presente y sonrió por tan placentero recuerdo, preguntándose que era de aquellas nenas que había dejado de coger cuando cumplieron trece. Para ese entonces debían ser todas unas mujeres.
Se acomodó mejor, cerró sus ojos y trató de recordar más de sus travesuras.
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Espero les hayan gustado estos dos relatos de Travesuras. Pronto tendré lista la siguiente parte y las continuaciones de Ángeles o demonios y otras de mis sagas, al igual que iniciaré otras más.
Saludos.
Muy buen relato, continua así!!