Un sueño cumplido
Por fin, Mar me aflojó sus nalgas. Aquí lo cuento. Fueron dos días, pero el segundo día lo escribe ella con el título “Ber, Bernabé y yo”..
Solicité dos días de permiso en mi trabajo. Además, mi esposa se fue con los hijos una semana a disfrutar con mis suegros de un resort que ellos tenían apartado. “Qué lástima que yo no pudiera ir, por el trabajo”, les dije cuando los dejé en el aeropuerto. En la noche, después de hablarle a mi esposa por teléfono para ver cómo habían llegado tomé un bus que me llevaría a la ciudad donde vive Mar. Llegué muy temprano y me fui a desayunar. Compré unas flores y tomé un taxi para que me llevara a la dirección del estudio de Bernabé. Apenas bajé del taxi y llegó Mar en otro vehículo similar.
–Qué puntualidad! –le dije extendiendo el ramo para ella y le di un leve beso en la boca pintada de color rojo intenso, “Rojo puta”, pensé, recibiendo otro.
–Así de puntuales deben ser los amantes para disfrutar el día –dijo un señor mayor y, aunque estaba vestido, lo reconocí por las fotos que había visto. Era el amante de Mar.
–Te presento a Bernabé –dijo Mar–. y yo le estreché firmemente la mano a su amante.
–Sólo estoy para recibirlos, me iré sin molestar, regreso hasta que me hablen por teléfono –dijo Bernabé haciéndonos pasar al edificio y después abrió la puerta del estudio.
Mar y yo pasamos, Bernabé dijo “Adiós”, acompañado de una sonrisa cómplice, y se retiró. En cuanto cerró la puerta, nos abrazamos y besamos dándonos un morreo delicioso “¡Por fin tendré estas nalgas!”, pensé extendiendo mis manos para magrearlas mientras nuestras lenguas se acariciaban con pasión. Mar tampoco perdió el tiempo para apretarme de la misma manera.
–Espera, deja poner las flores en algo –pidió Mar volviendo a tomar el ramo que había dejado sobre la mesa cuando comenzó la toqueteada.
Una vez que encontró un recipiente adecuado y le puso agua, las colocó en la mesa. “Están muy bonitas, es buen regalo para comenzar a lo que sigue”, me dijo tomándome de la mano para llevarme a una recámara. Allí comenzó a desvestirme.
Cuando me bajó la trusa sonrió sin dejar de mirarme la verga y los huevos. “¡Qué linda!, está mejor que en las fotos”, dijo y se puso a besar mi escroto. Lamió mis huevos uno a uno y los metió con dulzura a su boca. Dio un jalón al tronco y lamió la gran gota de presemen que asomaba por el meato, metiendo la punta de la lengua en éste.
–Acuéstate, te voy a dar show –dijo al prender el aparato de sonido.
Se desvistió al ritmo de la música hasta dejar su cuerpo tal como yo lo había conocido en fotos. Se notaban sus estrías y, además, las leves señales de celulitis. Mar sabía lucir sus carnes. “Gorda” dirían algunas; “buenota”, decimos otros. En los pies se notaba menos cuidado, como si la mayor parte del día trajera sandalias o chanclas, incluso fuera de casa porque también tenía la piel quemada en el dorso (verifiqué cierta dureza de piel en las plantas cuando tomé sus pies para besarlos y acariciarlos). Al terminar el estriptís, se lanzó hacia mí para besarme, pero siempre agarrada de mi preciada bolsa que protege la fábrica de semen.
Después se colocó en posición de 69 para chuparme el pene y los huevos a su antojo, y yo probé el atole que ella me prometió hacer para mí. El sabor de su vulva era como degustar un caviar fuerte, y el olor tenía un ligero parecido a una sopa de mariscos. ¡Con razón su esposo decía que ella sabía a puta! No cabía duda que entre su marido y su amante le vaciaban su amor dos o más veces al día. Por si fuera poco, me tocó degustar las ordeñadas que le dio a su marido de viernes al domingo, salpicándose con leche por todas partes y sin bañarse, así se lo pedí, tal como lo hace para Bernabé.
Mar chupa muy bien, pero no dejé que me ordeñara en su boca, quería darle mi ser en la leche que le vaciara, tanto por la raja delantera como por atrás. Mi lengua le limpió las nalgas, el culo y la panocha, lo cual ella lo agradecía con gritos y gemidos acompañados de más líquido para mi boca.
La mayor parte de las fotos que le tomé de ella son de una borracha o enferma de amor lamiendo la botella, acariciándome la verga y los testículos con sus mejillas.
En un descanso, fui por mi maleta y extraje un regalo que le había comprado: una pulsera de oro para el pie, pero el dije que tenía en forma de corazón se parecía más a un par de ovoides. Claro que era una alusión a lo que le gustaba de mí. Se lo puse. “Qué bonito, Ber, el corazón se parece a ti”, dijo tomando mis huevos. De las dos horas y media de ese día, al menos una estuvo dedicada a mis huevos. Y no es que yo los tuviese tan bonitos, pero ella se había obsesionado con mi escroto, lo estiraba, me replegaba los testículos hacia el interior de mi cuerpo, y apreciaba las estrías luego los sacaba de las oquedades y los envolvía ceñidamente en la bolsa.
–¡Eres muy hermosa, Mar! Incitas a amarte de todas las maneras imaginables –le dije mientras ella estaba de pie y yo la inclinaba hacia la cama para cogérmela de perrito (infaltable para hacerla feliz)–. ¡Qué lindas nalgas tienes, mamacita…! –exclamé al tiempo que le hundía la verga hasta que golpearon mis huevos.
–¡Siempre me dicen lo mismo cuando me cogen así, me la voy a creer! –dijo moviendo circularmente el culo.
Aunque sólo tres nos la habíamos cogido así hasta este día, la imagen que Mar presenta de nalgas con la verga tiesa para entrar y jalándola de las caderas con la intención de acercar ese voluptuoso cuerpo para penetrarla… ¡Qué otra cosa podría decir quien está a punto de cogérsela! La sacudí con ritmo y mucha enjundia, tanta, que gritó al venirse y se quedó descansando como “trapo mojado”.
Mientras veía cómo su costillar se expandía y contraía en el descanso del cansancio que le había provocado su exquisita putez, me atrajo su culo, que parecía hacerme guiños y le metí la lengua hasta donde pude. Ya que se repuso, ella notó que no me vine por estar haciéndola sentir la felicidad y que la dejé reposar, en lugar de seguírmela cogiendo hasta venirme yo también.
–Ya se me está acabando el tiempo para coger fuera de casa. Vamos a bañarnos y allí me enculas para sentirte en los intestinos –me dijo como última etapa del primer día de nuestra cita.
–Mañana vendré a la misma hora para despedirme de ti, bien enchufado a tu amor, pues me dieron ese día libre también –le dije cuando le estaba poniendo mucho jabón en la cola.
–“Tamaño normal”, con ese jabón me entra –dijo como si ya hubiese tenido enculadas con más de cien penes distintos, dirigiéndose mi verga hacia el agujero anal.
Ahora fui yo quien cogió sin piedad, hasta venirme, mientras Mar soportaba estoicamente cómo manipulaba su cuerpo al ritmo de mi urgencia.
Después de enjabonarnos un poco más mutuamente (mis huevos recibieron más atención que cualquier parte), nos enjuagamos entre besos y caricias. Al salir dela ducha nos secamos. Mientas yo me entretenía secando sus pies, ella le marcó por teléfono a Bernabé, quien en unos veinte minutos llegó.
En el camino hacia la casa de Mar, Bernabé me dijo que me invitaría a comer y a cenar para que mañana estuviera yo en buena forma, además le dijo a Mar que llegara lo más temprano que pudiera porque yo me quedaría a dormir allí, en la “cama cogedora”.
Comimos muy bien, y bebimos también bien. Bernabé me planteó la posibilidad de hacer un trío. Yo le dije que me encantaría si es que Mar lo aceptaba, y le pregunté cuál había sido la opinión de Mar.
–No llegamos a ningún arreglo en esta ocasión, pero sí le calienta la idea de sentir dos a la vez, ya está lista para la experiencia… –me dijo y comenzamos a planear cómo hacer disfrutar a Mar con dos amores simultáneos.
¡Gracias!
Hasta hoy, los huevos más hermosos que he chupado en mi vida.. ¡Valió la pena esta oportunidad!
Ya escribí mi parte…
Para mí también fue maravilloso disfrutarte.
Quiero un foto de ese par prodigioso que tiene Ber.
Ya vi tu correo, a ver si te gustan… Espero que me retribuyas con la foto de tu mayor atractivo.
Tus huevos, se ven ricos. A mí me mandaste unas fotos desde hace años; y sí, en los huevos es en lo que más fijé mi atención…