Una chica ingenua 1
Aventuras de una ingenua, inocente y tonta pechugona .
Adriana era una chica muy ingenua, se caso con Alfonso cuando cumplió los 18 años ya que sus padres prácticamente se la vendieron, ellos eran unos pobres campesinos a los que la vida les había jugado una mala pasada, siempre habían deseado un hijo varon para que los ayudara con su tierrita, pero al nacer mujercita empezaron las maldiciones.
Y todo se acrecentó cuando la pobre campesina empezó a crecer, desde muy temprana edad se desarrollo, desde los 10 tuvo la primera regla y esto provocó que su cuerpo de niña cambiará inmediatamente, sus senos crecieron descomunalmente llegando a usar talla de 15añera cuando solo tenía 10 años, aparte de que por querer ayudar a sus padres, salía todos los días a ordeñar las vacas y de tantas idas y venidas sus piernas se fortalecieron, así que con tan solo 10 añitos ya se veía como una señorita y de muy buen cuerpo, provocando cada vez más a los hombres, cada vez que iba a la escuela, los hombres que la veían se morían por cogersela, ella era muy niña y muy ingenua así que ni sabía que era lo que le gritaban.
H1. Hola Adrianita, vas a la escuela?
A. Si señor
H1. Que linda eres, como me gustaría ordeñarte amorcito.
A. Pero que tonto señor, yo no soy una vaquita jajajaja
Y así seguía nuestra ingenua niña, sin saber nada de lo que le decían en todo el camino. Incluso en la escuela los profesores la miraban con ojos morbosos.
P. Otra vez llegando tarde, Adrianita?
A. Perdón profe, es que mi casa queda bien lejos.
P. Bueno, de castigo, tendré que darte una cuantas nalgadas.
Decía su degenerado profesor, ella acostumbrada a ese castigo, levantaba su corta falda mostrando unos desgastados calzones que hacían transparentar mostrando su hermosa y rosada rajita, mientras el profesor la agarraba a «nalgadas» que no era mas que agarrar los enormes montes de carne que tenía la pequeña Adrianita en su cola, deleitándose en cada toque.
Cuando se iba a sentar, los compañeros le preguntaban si le había dolido.
A. No se porque le gusta castigarme así, ni me duele jajaja.
Aparte de muy ingenua, la pobre Adriana era en verdad muy corta de inteligencia, pareciera que entre más crecían sus atributos, más tonta se iba volviendo.
Sus padres decidieron que no iría más a la escuela, así que ella se quedó en su pobre casa, cuidando de las gallinas y demás animalitos que poseían.
Recién cumplidos los 18 años, se presento su padrino en la casa. Don Alberto era un viejo de casi 70 años, panzon y horrible, pero era de los gamonales del pueblo, solo con ver a la muchacha quedó profundamente enamorado, y quien no, si tan solo a los diez añitos tenía un cuerpo espectacular, ahora que ya la adolescencia había hecho mejoras en su cuerpo estaba despampanante. Era un mujeron, cintura de avispa, caderas grandes, cola enorme y un par de tetas increíbles que no podían ser contenidas por ningún sostén, por lo que mantenía con las tetas libres desafiando la gravedad, y sus pezones erectos e imponentes.
El viejo les dijo a los padres de la chica que la quería para que fuera su esposa, y que a cambio les iba a dar unas vacas y comprarle las tierras cerca a la casa de ellos.
Los malvados padres, que si eran bastante inteligentes aceptaron, y le entregaron a la inocente y escultural Adriana.
El viejo se caso con ella en una ceremonia privada, les dio todo lo que quisieron sus padres y al joven Adriana se la llevo a vivir a la ciudad el mismo día de su boda.
Esa misma noche, obviamente el viejo quería probar todo de aquel mujeron, así que le dijo que ahora ella debía obedecerle en todo, hizo que se desnudara completamente.
El viejo no podía dar crédito a lo que veía, Adriana era una mujer en todo el sentido de la palabra, las enormes tetas grandes y erguidas, sus pezones rosados y duros, su pubis lampiño mostrando una rajita rosa, con su pequeño botóncito llamado clitoris, su enorme culo con esas dos enormes masas de carne que daban ganas de devorarse por completo.
Al ver esto, el viejo no aguanto y tuvo un paro cardíaco fulminante, y ahí cayó tieso al instante. La pobre Adriana no sabía que hacer, llamó a la portería del edificio y los guardas llamaron a los paramedicos, recogieron al pobre Alberto totalmente tieso y sin vida, no era lo que tenía en mente el desgraciado viejo cuando tomó por esposa a semejante reina.
Por favor, sigue con los relatos de mi tío el expresidiario