Una Colegiala me Cogiò porque estaba Aburrida y Caliente
Una Colegiala me Cogiò porque estaba Aburrida y Caliente.
Hola a todos. Este relato forma parte de un libro que escribe sobre experiencias sexuales de la categoría de incesto, infidelidad, intercambios, parodias y fantasías. La idea de cortar por escenas estas publicaciones es para que disfruten algunos de los momentos más intensos y que si quieren entender todo el contexto, vayan a leerlo con la advertencia de: Mucho Texto, pero nada de lo que se puedan arrepentir para leer.
Saludos,
Una Colegiala me Cogiò porque estaba Aburrida y Caliente
Al paso de la primera hora y algunos tragos de cerveza el ambiente se calentó. Entre el sonido que provocan los labios cuando se besan con ansia y los leves gemidos de Fabi, Alejandra comenzó a cambiar su rostro. De ser la chica sin gracia y diferente a todo lo que acostumbraba, pasó a una joven traviesa que poco a poco separaba sus piernas para que su mano alcanzara su entrepierna. La estaba pasando bien y su intención era que fuera mejor. De un momento a otro me volteó a ver.
– Mira, no eres mi tipo, pero me estoy calentando. ¿Quieres coger? – Me preguntó seria, directa y sin contemplaciones.
– Mira, así son las chicas hoy en día, ¿no? – Dije sin responder queriendo ser gracioso.
– Déjate de pendejadas. ¿Si o no?
Me quedé callado en definitiva y solo dije sí con la cabeza para que lo siguiente fuera verla levantarse, subirse su falda y sentarse en mis piernas para comenzar a besarme.
Una vez más vi la transformación de la hembra y cada vez era más valiente o liberal. Sus manos tomaron mi cara y me plantó un beso que hasta el día de hoy no he olvidado y que procuro tenerlo al menos una vez por semana si las preocupaciones del matrimonio lo permiten. Con timidez comencé a acariciar sus delgadas piernas notando que no tenían vellos, estaban lisas y suaves tal y como siempre me han gustado. Mis manos torpemente paseaban por sus rodillas, los muslos, las pantorrillas apretadas por el poco peso de su cuerpo y pude haber estado así no sé cuánto tiempo si no fuera porque ella misma, ya desesperada, me tomó de los hombros para empujarlas hasta sus nalgas.
Quiero decir que hasta ese instante ni siquiera le había dedicado una mirada a su cuerpo pues con ese uniforme no podía esperar demasiado, pero al llegar a sus glúteos una sensación me llenó por completo y no pude evitar apretárselas con una desesperación tal que comenzó a gemir. Al paso del tiempo pude saber que eso le encanta, incluidas las nalgadas, azotes leves y las mordidas.
Así estuvimos unos minutos, pero cuando los gemidos de nuestros amigos fueron a más parecía como si hubiéramos aceptado el reto de quién lo hacía más y mejor y Alejandra se puso de pie.
– ¿Quieres ver lo que tengo aquí abajo? – Me preguntó coqueta pero ruda.
– Sí, quiero verlo. – Le respondí ya sin pena.
Con un movimiento suave desabotonó su falda por un lado y bajó el cierre para que la prenda cayera hasta el suelo. Lo que vi me maravilló por completo. Un par de piernas delgadas, apenas con algo de carne, pero justas para que al llegar a su entrepierna se formara un triángulo perfecto. Se rió porque mi cara era de sorpresa y seguido me tomó la mano para meterla bajo su calzón, un pedazo de tela rosa con un estampado en lila de corazoncitos y ahí pude sentir unos labios acolchonaditos, húmedos y suaves. Estaba depilada por completo y seguramente lo acababa de hacer pensando en la tarde que Fabi les había propuesto. A ese momento yo estaba a mil y mi pene se notaba en mi pantalón. ella no dejaba de mirarlo y sin pedirme que dejara de tocarla se quitó su chaleco y la blusa blanca del resto del uniforme. Ahí de nuevo me sentí en el ciemo. Ante mí un par de pechos pequeños, pero bien parados, con un par de pezones redonditos y pequeños adornándolos que parecían querer explotar. Las aureolas color crema me gritaban que las alcanzara con mis labios y sin dudarlo me acerque.
Cuando comencé a pasar mi lengua sobre ellos sus gemidos terminaron de llenar el ambiente. Era una verdadera sinfonía. Ahí estábamos los cuatro dándonos placer clandestino y hasta cierto punto criminal y yo ya empezaba a meterle los dedos y sentir la viscosidad de sus fluidos.
Cuando estaba más alterado y quería continuar, ella volvió a tomar la iniciativa y se puso de rodillas. Sin dejar de verme a los ojos puso sus manos sobre mi pantalón y lo desabotono para que mi miembro pudiera de una vez por todas salir.
A este punto no lo he descrito, pero en aquel entonces era de medidas promedio, como ahora lo sé, aunque creyera en mi falta de experiencia que diecisiete centímetros de largo y 5 de grosor eran demasiados. Para ella, en aquel momento, pareció suficiente, era lo que había alguna vez años más tarde me confeso, y aun sin decir nada se lo llevo a la boca.
Lo que me hizo a continuación no lo había sentido en nadir más hasta que paso lo que más adelante les relatare con nuestra hija. Comenzó a mover su lengua suavemente, como tanteando el terreno o preparándome para lo que vendría. A la par que se lo metía todo a la boca y lo sacaba succionando como si estuviera bebiendo algo, la punta fe su le gua dibujaba un abecedario imaginario, como si mi glande fuera un pequeño pizarrón. Pude sentir la c, la f, incluso la m, pero al llegar a la z no aguante más las ganas de venirme y colocando mis manos en la parte trasera de su cabeza la empuje hasta que su frente toco mi vientre.
Haciendo algunas arcadas pudo liberarse de mí y la verdad no me importaba si se ahogaba o comenzaban a salirle lágrimas, al final de cuentas no la volvería a ver, pero cuando pensé en verla medio destrozada y escurriéndosele el semen por la comisura de los labios, la imagen que me presento fue otra. Repuesta como si nada hubiera pasado, viéndome directo a los ojos y habiéndose tragado hasta la última gota de leche se puso de pie y se bajó el panty diciéndome:
– Ya acabaste, ahora sigo yo.
Se puso de nuevo encima de mí y sin haberse bajado ni un milímetro, mi pene fue conducido por sus manos hasta la suave apertura de si vagina. Ahí, gracias a la humedad por la sesión oral y a la amplia experiencia que tenía con sus marcadores escolares, entro con una facilidad inexplicable para su tiempo. Ahora gritando comenzó a moverse para adelante y para atrás como si estuviera poseía, quería volver a sacarme el resto de semen que me hubiera quedado y eso a mí me preocupaba. A cada nuevo movimiento sentía como mis testículos se contraían y otro orgasmo iba acercándose y eso mismo utilice como estrategia para durar un poco más. Pensé en que, si yo había sido tan egoísta como para terminar tan pronto, de pronto y sin aviso, al menos debería dejar que ella se divirtiera y vaya que lo hacía.
Cuando comenzó a cansarse del primer movimiento y antes de que le dieta un calambre, acomodo la plata de sus pies en el sillón. A un lado de mis piernas para subir y bajar cada vez con mayor velocidad. Ahí de nuevo sentí que incluso el alma iba a escapar de mi cuerpo y decidí distraerme con cualquier otro pensamiento, aunque fue imposible, sobre todo al escuchar como Fabiola estaba a punto de llegar al orgasmo.
Como si estuvieran sincronizadas, Fabi y Alejandra dejaron salir con un grito un orgasmo delicioso y aprovechando que tenían sus ojos cerrados, Samuel y yo nos volteamos a ver. Yo le dije en una mirada que lo disculpaba por haberme dejado ahí solo, pero él tenía otra cosa preparada.
– ¿Cambiamos?
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