Una excitante propuesta (parte 1)
Mi novia había manifestado sus celos tras mi intención de asistir a una fiesta de bienvenida en la nueva universidad a la que asistiría, por lo que me ofreció un plan B, en el que cumplió varias fantasías que solía decirme al oído cuando follábamos..
Mi polola me ofreció un viaje a la playa en lugar de que fuese a un paseo mechón, cumpliendo sus fantasías, practicando sexo oral en un bus y provocando al auxiliar.
El 2009 volví a estudiar la carrera que había iniciado el 2006 y donde conocí a mi polola con quien estuve por casi 10 años. A esa mujer exquisita ya la describí en otro relato, pero vuelvo a detallar sus bondades: 100 cms de trasero siempre separados por los más finos hilos o los más sexys colaless y unos pechos pequeños que coronaban un par de pezones que reaccionaban a mis mordidas como si fuesen dos clítoris más en su cuerpo. Mientras fuimos compañeros de carrera siempre nos las ingeniamos para tener sexo en la facultad, siendo esa práctica una idea que casi siempre salía de su boca, con la que en la oscuridad de los rincones de la sede o en los baños y camarines succionaba mi pene hasta lograr su mejor dimensión para luego introducirlo en su concha, corriendo sus hilos y el pequeño género que cubría su mojada vagina. En más de una ocasión fuimos sorprendidos y observados por guardias que solían alumbrarnos dirigiendo la luz siempre hacia el cuerpo de mi polola el que rápidamente cubría para evitar que las miradas morbosas siguiesen viendo la dificultad con la que debía subir sus pantalones para cubrir esas enormes nalgas que bien comentadas deben haber sido en toda la facultad.
El cambio de universidad me vino bien en lo académico, pero generó los celos de mi polola, quien empezó a pensar en una posible infidelidad con alguna de mis nuevas compañeras, las que serían más jóvenes que nosotros. Le dije que por lo rico de nuestro sexo y la consolidada relación que teníamos, no debía preocuparse. Mentí, ya que había mirado a varias compañeras y también fui tasado por más de una de ellas, todo en el contexto de integrar un grupo nuevo. Sin embargo, estalló en celos cuando le dije que iría a la fiesta mechona en la que me imaginó cual protagonista de un video reggaetonero. Yo también me vi así, pero no iba a hacer nada más que mirar, ya que tenía un sexo satisfactorio, pero que había bajado en frecuencia. Mi polola aún molesta me preguntó qué día sería ese evento, a lo que respondí señalando la fecha algo con una molestia que fue disminuyendo cuando empecé a ver con cachondos ojos lo que ella me propondría: irnos en esa misma fecha a la playa por el día, que carreteáramos los dos y que también podía llevar su traje de baño, el que se había traído de Brasil, país desde el que había llegado la semana anterior y que tenía reservado para un momento especial. No dudé en decirle que fuésemos y que me diera un botón de muestra del “regalito”, propuesta que rechazó, pero que me hiciera una idea con lo que llevaba puesto bajo los pantalones de tela que aún tenía puestos luego de su primer día de práctica. Me lanzó contra la cama para que mirara sin tocar y se giró, desabrochó el pantalón y bajo hasta la mitad de su culo, mostrándome un triángulo diminuto que se metía en su culo y que conectaba con 3 hebras el trozo de género que cubría su vagina. “Es más chico que este” Quedé loco y le pregunté: “¿Y así fuiste a la práctica? ¿A qué curso entraste? “A un 3ero medio especialidad electrónica”. Le dije que si se imaginaba la cantidad de pajas que le deben haber dedicado”. “Sí, me imagino, pero seré más cuidadosa porque me pareció que había uno tratando de sacarme fotos”.
Tal como sospechaba mi polola, la noche previa al paseo mechón, me escribió al MSN y me envió una solicitud a Facebook una compañera que me miraba bastante coqueta. Lo primero que me dijo fue que la disculpara por no haberme preguntado personalmente, pero que le gustaban mis opiniones en clases. Nos pusimos a hablar y cambió su foto de perfil, poniendo una del verano reciente en la cual se pronunciaban unas tetas en las que desearías hundir tu cara. No acepté la solicitud y cuando me despedí le dije que estaba pololeando. Me dijo que ella también, que era todo en buena onda, sin embargo, esta es materia de otro relato.
Llegado el día del paseo mechón y de mi salida en pareja a la playa en donde vería la sorpresa que me daría mi polola, no pude pensar en las tetas que había mirado la noche anterior, pensamiento que se esfumó cuando vi llegar a mi polola con un short bastante corto y ceñido que fue escoltado por la mirada de cuanto chofer y auxiliar de bus había en los andenes. La recibí con un abrazo, en el que deslicé mis manos hasta sus glúteos los que tomé fuertemente y apreté durante un breve momento viendo cómo aumentaba la calentura de aquellos varones viéndome concretar la idea que debe haberles provocado el meneo de la cola de mi polola, carnes hipnóticas que siguieron tratando de contemplar disimuladamente hasta que subimos al bus momento en el que tuve el privilegio de tener ese culo a centímetros de mi cara, distancia que pronto desapareció.
Apenas el bus arrancó comencé a preguntarle a mi polola qué tenía pensado hacer llegando a la playa y que me mostrara de una vez ese regalo que trajo desde playas brasileñas. Me dijo que tenía pensado que arrendáramos una cabaña o una pieza en una residencial porque no llevaba puesto el “regalito” y que no lo trajo puesto porque era negro y se notaría en el short blanco que traía y porque así estaríamos más cómodos para hacer lo que había imaginado toda la noche y que comenzaba con la fantasía de chupármelo en el bus pero que arrancaría después de que pasara el auxiliar a cortarnos los boletos. “En las fotos que me mostraste de Brasil tenías un traje de baño normal, pequeño, pero no tanto como me imaginé”. “Los compré antes de venirme, me daba vergüenza usarlos frente a mi hermano; es distinto ver a tu hermana andar así que ver a la polola. Son incluso un poco más chicos que los de la Nadia, pero no creo que puedas hacerte una idea más clara porque no te mostré las fotos en las que salía con ellos puestos”.
“Boletos, por favor y sus nombres”. El trámite ya se había concretado, miré hacia adelante y vi al auxiliar ubicarse junto al chofer. Miré a mi polola que había sacado su cortaviento para que la cubriera mientras cumplía la promesa que me hizo, pues ya estaba desabrochando mi pantalón, para luego sacar mi verga y mirarme hasta que lo metió en su boca, sacándola solo para indicarme con la mirada que la cubriese. Penetración vaginal y el sexo oral eran las prácticas que más la excitaban y mejor hacía, las que llegando al umbral de su calentura, lograba que perdiera la noción de la vergüenza, como en ese momento en que ya se oía la succión, las salidas y entradas de su boca en mi pene y algo de gemidos que alertaron a una pasajera de alrededor de 50 años que se volteó para tratar de averiguar qué sucedía y si lo que había oído correspondía a lo que intuía. Golpeé la nuca de mi polola para que se detuviese, pero el gesto tuvo el efecto contrario porque empezó a succionar más fuerte haciendo aún más ruido, aquel propio de estar atragantándose con mi miembro. Ese aumento en la intensidad no me dejó indiferente y fui yo el que soltó un corto gemido que provocó que la impertinente pasajera se soltara el cinturón de seguridad. Ante ese movimiento jalé del pelo a mi polola con la fuerza suficiente para que detuviese la felación, apoyando su espalda contra el respaldo y tapándola desde el busto a la cabeza con su cortaviento, lo que me dejó el mínimo instante para guardarme el pico que se mantenía tan erecto como cuando estaba en la boca de mi polola. La señora liberada del cinturón caminó rápido hacia el baño y miró nuestras piernas advirtiendo que tenía el cinturón y el botón del jeans abiertos y mis manos cubrían mi erección con el banano en el que llevaba la mota que estimularía nuestros sentidos durante el sexo. Mi polola seguía en llamas y cuando sintió que se cerraba la puerta me miró perversa y metió su mano en mi pantalón y me masturbó sin dejar de mirarme y mordiendo su labio, acción que detuvo cuando oyó que la señora abría la puerta del baño, lanzando el cortaviento sobre mis piernas para cubrirme atenta al paso de la señora por nuestros asientos y cuando eso sucedió detuvo la inspección visual de la vieja mirándola fijo y limpiando la comisura de sus labios, entreabriendo su boca y sacando la lengua desde la que cayó una gota del líquido seminal que había logrado extraer con la fruición con la que me devoró la verga. La vieja casi se muere de indignación y en lugar de sentarse fue a acusarnos a la cabina, lo que le comenté a mi polola. “Hazte el dormido, yo miro qué onda adelante con la vieja”. Mi polola se mantuvo haciendo como que acomodaba nuestras cosas y me dice en voz baja: “viene el auxiliar, yo lo arreglo, hazte el dormido, pero ponte los lentes de sol y dame permiso” sacando una hebra del hilo dental blanco que utilizó para viajar con ese short apretado que inclinó hacia atrás intentando alcanzar mi mochila que iba en el espacio destinado para ello, ese que está sobre los asientos. “Señorita, ¿todo bien? la señora reclamó que hicieron ruidos degenerados y eso no corresponde”. “Imposible, si mi pololo va durmiendo, solo lo moví para que me dejara pasar porque necesito algo de la mochila, pero no alcanzo ¿Y si me ayudas mejor?” con una voz sexy de jovencita caliente y volviendo a pararse en puntillas para luego descender y generar que se asomase aún más el hilo dental. Lo vi todo, notando que el auxiliar olvidó la acusación de la vieja pasajera cumpliendo con lo que la sexy pasajera le había pedido y que había reforzado cuando le pidió permiso para pasar apegándose a los asientos dándole a entender que debía hacer un espacio suficiente para poder sentir el trasero de mi polola en sus genitales. Dicho y hecho, ella pasó por el espacio que le cedió el auxiliar, uno suficientemente reducido para lograr el propósito de frotarse contra el culo antes de subir había excitado visualmente tanto a él como a sus colegas. Mi polola me excitó demasiado en eso instante pues nunca se comportaba así, pese a que en las fantasías sexuales que me relataba mientras teníamos sexo hacía cosas como las que la vi concretar en ese momento en el que golpeó el paquete con su enorme culo el paquete del auxiliar cuyo instinto se activó inmediatamente posicionando su pelvis hacia adelante para cuando la pasajera volviese a pasar. “Muchas gracias, muy amable”. “Señora, no pasaba nada, ya estamos por llegar. Si quiere se sienta más adelante”. La señora notó todo el movimiento y movió la cabeza pensando en lo fáciles que responden los hombres a las provocaciones de la carne. “Amor, permiso, voy a pasar. Oh, disculpa, qué vergüenza, no me había fijado” dijo mi polola al auxiliar mientras intentaba meter su hilo dentro del short sin dejar de mirar al joven provocado por su cuerpo. “Ay, me caí, van muy rápido”. Decía mi polola dejando caer sus glúteos sobre mis piernas en dos ocasiones como lo hacía cuando me montaba. Hice como que me despertaba y que no había visto nada.
“Todo solucionado, no te pusiste celoso, cierto, jajaja, Ya, ya sé lo que me quieres preguntar: sí, se le paró. Fue una fantasía, a ver, te excitaste también. ¿Viste que fue mejor que saliéramos juntos? Y todavía falta”.
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