UNA EXPERIENCIA ALUCINANTE
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Hola:
Soy Tatiana,
Me apasionan los tipos depravados que tengan vergas largas y gordas como la tuya y que sean pacientes, porque aunque es cierto que me gusta que se me derramen en la cara, no es para que te la saques y de una vez dispares. Es más, no me gusta que se la saquen porque eso me gusta hacerlo a mí, tampoco me gusta que se hagan la paja delante de mí porque me pregunto, entonces para que estoy yo si no es para hacértela bien rico.
Me gustan los tipos vestidos para desabrocharles el cinturón y meterles mano. Me gusta sentir como esa verga se va poniendo dura mientras la consiento y me gusta bajarles la cremallera del pantalón y ver como sale cual resorte, desesperada, implorando una mamada o aunque sea una masajeadita.
Me gusta que me metan los dedos en mi rajita y que me muerdan las tetas, que metan la cabeza
entre mis piernas, me den lengua, y vayan metiendo los dedos uno por uno hasta tener toda la mano adentro. Que me metan los dedos por el culo y lo vayan suavizando y dilatando para que más tarde me metan la verga hasta el fondo. Me encanta dar culo.
Y me gustaría tener una aventura exhibicionista porque me encanta estar desnuda en exteriores.
Seria rico que me invitaran a un bar para ir vestida con mis medias negras y mi abrigo y nada más, bueno tal vez una pañoleta y sería la primera cita, sin conocernos.
Entramos al bar, buscamos una mesa en un rincón. El ambiente es oscuro y el olor es una mezcla de alcohol y desinfectante que ataca los sentidos y despierta deseos de placer y aventura. Nos atiende el mesero y pedimos unas cervezas mientras nos acomodamos y empezamos a charlar tratando de adivinar qué cosas irán a suceder y se te nota la inquietud de saber si es cierto que solo me cubre el abrigo, pero yo te quiero hacer sufrir y ni siquiera la bufanda me quito esperando que llegue el mesero para de manera disimulada mostrarle mis piernas cuando llega.
sube el estrés al saber que mostrarte mi desnudez se vuelve cada vez más arriesgado. Me quito la bufanda y abro levemente mi abrigo para que me puedas ver las tetas mientras miro tu pantalón para calibrar el efecto que tienen sobre ti mientras que nerviosamente vigilas a nuestro alrededor para asegurarte que nadie nos está viendo y al mismo tiempo llamas al mesero para que nos traiga otra ronda. Cuando nos trae las cervezas mi abrigo ya está lo suficientemente abierto como para que el mesero se asombre y tú estás deseando ver algo más y te complazco; me levanto, miro a mi alrededor y en el momento oportuno abro mi abrigo completamente para que me puedas observar y yo pueda disfrutar tu cara de satisfacción. Pero ya no más trago, nos vamos. Pides la cuenta y nos dirigimos a la puerta donde está el mesero buscando seguramente una nueva ojeada y lo complazco, me abro el abrigo completamente, sus ojos se abren desorbitados y le pregunto cómo le parece mi aspecto y si sería posible tomarme una foto con él. Tú la tomas con su celular, afanado y emocionado al mismo tiempo. Para que más propina.
Nos vamos y en el camino hablamos de trivialidades, que de dónde eres, que cosas te gustan, cuando en realidad el único tema que nos interesa es el sexo.
Llegamos a una residencia donde nos acompaña un empleado que se sorprende al ver que en el corredor que lleva a la habitación me quito el abrigo quedando desnuda. Entramos y te quito el saco y te desabrocho la camisa para que estés más cómodo.
Hablamos e intentamos romper el hielo, las mesas cercanas se empiezan a llenar y cada momento
sube el estrés al saber que mostrarte mi desnudez se vuelve cada vez más arriesgado. Me quito la bufanda y abro levemente mi abrigo para que me puedas ver las tetas mientras miro tu pantalón para calibrar el efecto que tienen sobre ti mientras que nerviosamente vigilas a nuestro alrededor para asegurarte que nadie nos está viendo y al mismo tiempo llamas al mesero para que nos traiga otra ronda. Cuando nos trae las cervezas mi abrigo ya está lo suficientemente abierto como para que el mesero se asombre y tú estás deseando ver algo más y te complazco; me levanto, miro a mi alrededor y en el momento oportuno abro mi abrigo completamente para que me puedas observar y yo pueda disfrutar tu cara de satisfacción. Pero ya no más trago, nos vamos. Pides la cuenta y nos dirigimos a la puerta donde está el mesero buscando seguramente una nueva ojeada y lo complazco, me abro el abrigo completamente, sus ojos se abren desorbitados y le pregunto cómo le parece mi aspecto y si sería posible tomarme una foto con él. Tú la tomas con su celular, afanado y emocionado al mismo tiempo. Para que más propina.
Nos vamos y en el camino hablamos de trivialidades, que de dónde eres, que cosas te gustan, cuando en realidad el único tema que nos interesa es el sexo.
Llegamos a una residencia donde nos acompaña un empleado que se sorprende al ver que en el corredor que lleva a la habitación me quito el abrigo quedando desnuda. Entramos y te quito el saco y te desabrocho la camisa para que estés más cómodo.
Recostado en la cama mientras te desabrocho el cinturón empiezo a introducir mi mano en tu pantalón y puedo sentir que ya la tienes dura como me gusta. Me ordenas que te desvista y empiezo por los zapatos y las medias, me obligas entonces a que te bese los pies, esto se está poniendo bueno, me levanto y te quito lentamente la camisa, acaricio tu pecho y te beso el cuello mientras lentamente abro tu bragueta para bajar de nuevo y quitarte el pantalón para poder apreciar esa verga dura y grande que me ofreces y me obligas a chupar tomándome del pelo con
mucho vigor y metiéndomela hasta mi garganta haciéndome casi vomitar. No puedo respirar bien y me la sacas y me la metes de la boca con brusquedad mientras yo trato de saborear tu glande esponjoso y lleno de líquidos espesos y deliciosos. Te levantas y me arrodillas para que te la siga mamando sin dejar de tomarme del pelo y poco a poco te vas moviendo hasta el sofá de la habitación arrastrándome por el suelo sin permitir que te lo deje de mamar y textualmente barriendo el piso conmigo, yo protesto un poco y entonces me la quitas de la boca y me arrojas de cara al piso poniéndome un pie en la espalda y buscando tu correa. Me levantas y me arrojas al sofá y te me tiras encima, me amarras del cuello con la correa, quedando como una perra. Poniendo un pie en el sofá me la metes con toda tu fuerza y me haces vomitar, entonces, cogida de la correa me tiras al piso y me refriegas la cara en el vomito me levantas y poniéndome de cara al sofá me lo metes por el culo sin ninguna consideración haciéndome sentir un profundo dolor que empieza a disminuir a medida que lo sacas y lo metes cada vez más rápido y más profundo hasta que tengo la sensación que lo tengo en el estomago. La correa me asfixia pero ya me estaba acostumbrando al metesaca cuando de improviso lo sacas, me das la vuelta y me lo pones en la cara gritándome porque está sucio y exigiendo que te lo limpie con la boca y aunque me dio un poco de asco lo hago y te lo limpio hasta que estas satisfecho y me pones de pie ,de espaldas a ti, solo para hacerme agachar y metérmelo por mi cuca deseosa con mucha brusquedad pero profundo y muy rápido y empiezo a sentir un enorme placer por tener esa verga deliciosa haciéndome sentir lo que a mí me gusta aumentado el placer por esa asfixia que me produce la correa y el sabor a caca que tengo en la boca y el olor a vomito que llena la habitación.
Yo pensaba que era un polvo buenísimo el que estaba disfrutando, pero no sabía que se iba a poner mejor, porque después de un rato lo sacaste me arrastraste cogida del pelo y la correa y me extendiste en el piso y de nuevo me penetraste con mucha energía durante un rato, lo sacabas y me hacías que te lo mamara y de nuevo me lo metías y así hasta que de pronto te viniste dentro de mí con un chorro abundante que me calentó las entrañas
Cansado, te levantaste y me ordenaste que me lavara mientras pedía algo de tomar, cuando salí del baño te enojaste porque no tenía puesta la correa y me la volviste a poner en el cuello gritándome que era una perra desobediente que merecía un castigo. En ese momento llego el mesero, en esos sitios hay una pequeña ventana para atender, pero tú me tomaste de la correa y abriste la puerta diciéndole al mesero que esta perra quiere más verga, “dele duro que yo lo ayudo”. El hombre ni corto ni perezoso se desvistió en segundos y mientras me tenias de la correa, me cogía las tetas y me metía los dedos por mi vagina mientras su verga estaba cada vez mas parada. Al ver eso me hiciste arrodillar y chupársela pero el hombre no aguanto mucho y al cabo de unos minutos se derramo en mi cara, aunque eso sí, me lleno de esperma hasta el pelo. Nos dio las gracias se vistió y se fue contento mientras tú me insultabas por puta y por estar cochina otra
vez.
Te metes conmigo al baño y para lavarme, cogida del pelo me metes de cabeza entre el sanitario y me limpias con el papel higiénico pero no me dejas levantar y allí arrodillada te sientas en el sanitario y mientras cagas me pones la cabeza entre las piernas para que aspire tu aroma, cuando terminas te levantas coges el papel higiénico y me haces limpiarte el culo.
Caminado en cuatro me llevas hasta la cama y en esa posición me lo vuelves a meter otro delicioso rato pero esta vez no terminas dentro sino que me volteas y me lo echas en las tetas. Otra vez sucia, pero esta vez lo esparzo por mi piel hasta que todo se seca.
Te vuelves a recostar cansado de la experiencia, tu verga ya no esta tan dura pero yo aun quiero chupar mas y lo hago lenta y cuidadosamente hasta que después de un rato ya esta dura de nuevo.
Quiero un 69 pero no quieres porque aun estoy sucia y entonces me baño cuidadosamente mientras descansas y al regresar estás dormido. No queda otra y me paro frente al espejo y me empiezo a masturbar recordando lo que ha pasado hasta lograr un orgasmo increíble que te despierta. Quieres que te lo chupe de nuevo pero esta vez te pongo mi rajita en la cara y te lo empiezo a chupar mientras me haces sentir el cielo con tu lengua, que delicia, y voy sintiendo como tu verga va creciendo de nuevo y me dan muchas ganas que me lo metas de nuevo, me acuesto boca arriba y me lo metes con movimientos suaves y eso no me gusta tanto. Ya no me jalas el pelo ni me pones la correa y yo a eso no jalo.
Me levanto, busco mi abrigo y me voy desnuda por el corredor donde me encuentro con el mesero quien sin pensarlo dos veces me invita a entrar a una habitación donde no te voy a contar la delicia de cochinaditas que hicimos. Es que a mí con maricaditas no.
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