Una noche de copas, una noche loca.
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
UNA NOCHE DE COPAS, UNA NOCHE LOCA
Una tarde más de universidad, un viernes siendo más de las seis, habían sido dos semanas de exámenes, era momento de relajarse, el cuerpo y la mente lo exigían.
Mis amigos y yo planeamos ir a tomar unas copas en la famosísima cantina, conocida como la oficina, ubicada en la colonia Juárez.
Cuando estaba por salir y dejar la escuela en busca de un poco de diversión y olvidar el pesar de la difícil semana; apareciste tú, con esa sonrisa tuya, que me hace desvariar, con esa voz ronca tan varonil que, solo con escucharte mis hormonas empiezan a hacer ebullición, con tu mirada penetrante que invitan al placer y a vivir de todo y nada en el mismo instante, con esos ojos llenos de profundidad y de vida, porque solo tú pudiste darme el mejor consejo que hasta hoy vivo día con día: hay que dejar de vivir de experiencias robadas, y solo vivir, que no te cuenten la vida, sé tu propio protagonista.
Mientras te observaba a lo lejos, me invitabas a salir esa noche de viernes a pasarla bien, a disfrutar, no podía ser mejor esa tarde, no solo iba salir a relajarme, ibas a estar conmigo disfrutando esa noche.
Recuerdo subir a tu carro, verte manejar hasta la colonia Juárez, como era de costumbre.
Todos mis compañeros pidieron dos o tres cubetas de cervezas pero, a ti la cerveza no te latía, tú querías beber, beber como el hombre que eres y decidiste ordenar un 100 años reposado (lo recuerdo muy bien) comentando:
-¡No saldremos de aquí hasta no ver el fondo de esta botella!-.
-¡No!, ¿Cómo crees? si me tomo más de dos copas, me emborracharé y estoy muy lejos de casa-conteste.
Tú como siempre, me miraste a los ojos con esa profundidad que me impedía negarme y expresaste:
-Es momento de dejar de robar experiencias, estás conmigo y yo te llevaré a casa sana y salva, déjate llevar al calor de estos alcoholes.
Y mientras pronunciabas estas palabras me servías el primer shot de tequila.
Hablábamos de todo un poco.
Tratamos de conversar con mis compañeros de escuela pero, para ti eran unos niños y poco a poco nuestra charla se fue individualizando hasta oírte hablar solo a ti y tú a mí.
Ya no recuerdo cuantos tequilas llevaba mi cuerpo pero, empezaba a sentirse libre, sin conflicto alguno; solo oía tu pausada voz hablándome de todo y de nada.
Nuestros rostros cada vez se acercaban más y más, poniendo como pretexto el no oírnos por el exceso de ruido pero, la realidad es que, al calor de las copas, el deseo de nuestros labios empezaba a confirmar lo que sentíamos y deseábamos.
Ya entrada la noche, mis compañeros empezaron a retirarse, solo quedamos tú y yo; y la plática se empezaba a tornar de profunda a sutilmente seductora.
Después de un tiempo solos, entró un vendedor de rosas al lugar y recuerdo que le llamaste para comprar tres de sus rosas, veía cuando las pagabas mientras me preguntaba qué pensabas hacer con esa compra.
Regresaste a verme de nuevo y muy suavemente mientras te acercabas a mi oído me regalaste la primera rosa de esa noche diciéndome:
-Esta rosa significa lo bella que eres, y la hermosa mujer en la que te estas transformando día a día.
Deja que un loco como yo te de este regalo en nombre de quien eres para mí-.
Pusiste la rosa donde nacen mis pechos y la blusa cubría mi desnudez.
Guardaste las dos rosas restantes, tengo que reconocer que no entendí porque tres rosas y solo me diste una, al menos hasta ese momento no lo entendí.
La noche en tu compañía me tenía tan absorta, tan feliz, tan placenteramente cómoda, que no me di cuenta del tiempo transcurrido hasta que un mesero nos dijo que era momento de cerrar, que ya eran las dos de la mañana.
Aquel cien años reposado que, habíamos abierto hace unas horas, estaba ya por terminarse.
Serviste los últimos dos caballitos, los tomamos como se dice en México “un hidalgo” pagaste la cuenta y salimos del lugar entre bebidos y riéndonos.
Regresamos a tu carro pero, no estábamos ninguno de los dos en condiciones para manejar.
No podemos irnos así, no es responsable y puede ser peligroso hacerlo- te dije.
Tienes razón respondiste- te bajaste del auto y abriste mi puerta- para que bajara del carro y me invitaste a caminar por las calles.
Caminamos algunas cuadras disfrutando del frio en nuestro rostro y de los sonidos de la noche mientras tímidamente tomabas mi mano en señal de seguridad.
Después de unas 8 ó 10 cuadras, decidiste tomar un taxi.
-¿A dónde vamos? Pregunté, es tarde y en casa me esperan.
Tú con toda tranquilidad respondiste, necesito dormir un rato para estar en condiciones de manejar y llevarte a tu casa, sana y salva dijiste mientras reías por tal afirmación.
Subimos al taxi y le diste una dirección.
En el taxi por fin nos acercamos tanto, que me besaste y no puede evitar corresponder ese beso aunque mi manos temblaran, la pasión dentro de mi empezaba encenderse en cada contacto con tus labios, con cada pequeña mordida, en el contacto con tu saliva caliente, con cada movimiento de tu lengua entre los recovecos de mi boca, mientras tus brazos me acercaban más y más a tu cuerpo, tu mano derecha empezaba a recorrer cada centímetro de mi espalda y la izquierda tenía la fuerza necesaria para mantenerme pegada a tu pecho.
El taxista se estacionó, comentando llegamos y tu pagaste 150 pesos por el traslado.
Al bajarme del carro, entre el efecto del alcohol y lo que había sucedido en el taxi entendí tus intenciones al ver que estamos frente un hotel.
Mi cuerpo se paralizó y mi mente pensó mil cosas en un instante pero, nuevamente tus habilidades viriles hicieron de las suyas con mi mente y como todo un caballero, salió de tu boca, solo necesito dormir, no pasará nada que tú no quieras, tranquila.
Mis manos temblaban, mi cabeza empezaba a dar vueltas por el efecto del alcohol, mis nervios traspiraban deseos pero también inseguridad.
Entramos al lobby, pediste una habitación y decidimos subir, en el elevador recargue mi cabeza en tu pecho, pues el alcohol hacía cada vez más efecto en mi cuerpo y me sentía muy mareada.
Tú con toda seguridad me abrazaste volteaste a verme y volviste a besarme pero, tu beso en esta ocasión era diferente, más fuerte, intenso, con más deseo, con más pasión, recuerdo la intensidad de ese beso como el inicio del desencadenado placer vivido esa noche.
El elevador llego al piso deseado y caminamos hacia la habitación, al entrar nos sentamos en la cama, los dos nos encontrábamos muy mareados por el alcohol, mas yo que tú por supuesto.
Hice una llamada avisando qué pensaría llegar muy tarde a casa y al colgar fui al baño a lavarme la cara pensando que así podría disminuir un poco el mareo que sentía.
Estaba enjuagándome la cara cuando te sentí pegar tu cuerpo al mío mientras te acercabas a mi oreja y la besabas muy suavemente, al sentir tu aliento y tu respiración no puede evitar sentir un fuerte escalofrió, entre susurros dijiste- en esta habitación no va pasar nada que tú no desees, pero tu cuerpo arde tan intensamente como el mío y no quiero dejar de vivir la experiencia de sentirte mía- y mientras tus palabras retumbaban dentro de mí al igual que mil preguntas y respuestas.
Tu besaste mi cuello, tus besos eran intensos pero con la lentitud necesaria para sacarme más de un escalofrió, tus manos recorrían mi espalda, aquellos labios perfectos empezaron a descender por el cuello, los hombros, los brazos, mi espalda, tus manos se juntaron con la posición de tu boca ya muy cerca de mi vientre y mi ombligo y en un movimiento rápido y sagaz te deshiciste de mi blusa.
Yo estaba absorta pero llena de deseo y completamente segura de seguir con tu maquiavélico plan de robarte una experiencia más de mi vida, tus manos y tu boca poco a poco y lentamente entre besos y caricias se fueron acercando a mis senos, tu mano derecha con maravillosa habilidad desabrocho el brassier mientras regresabas a mis labios a besarme, y mientras contemplabas el caer de este, con toda calma como cuando un escultor dar forma a la arcilla los tomaste entre tus manos.
Acariciaste con parsimonia cada uno de ellos, tus dedos se entrelazaron en cada uno de los pezones; tu boca fue bajando lentamente hasta ellos y por fin el calor de tu boca y la tibieza de la saliva rosaron los pezones, te perdiste entre ellos y yo despertaba a la lujuria en cada caricia, en cada movimiento de tus manos recorriendo mi cuerpo de manera magistral, los nervios por fin habían desaparecido, en esa habitación ya solo se respiraba deseo y el anhelo de ser tuya.
No sé cuánto tiempo habrá pasado en el deleite de tus manos pero, te detuviste un momento y tomándome de la mano me llevaste de nuevo a la cama, me recostaste sobre ella y de nuevo tus labios recorrieron mi cuerpo desde mis labios hasta mi ombligo, al llegar al botón de mis jeans lo desabotonaste sin que pudiera intentar detener tu acción, cuando me di cuenta estaba casi desnuda para ti.
Regresaste a besarme y en un instinto carnal de mi parte desabroché aquella camisa color azul que destilaba el aroma de tu loción impregnada de tu olor natural, fue tan agradable para mi ver el dorso de tu cuerpo, la fuerza de tus brazos, que decidí besar cada centímetro de aquel pecho varonil que en ese instante era solo era para mí.
Tus manos continuaban jugueteando con mi cuerpo, las caricias entre los dos iban tomando gran intensidad, nuestros besos destilaban lujuria y pasión, tu Lengua se retorcía y tomaba todo tipo de formas y sabores en cada parte de mi cuerpo, mis manos recorrían cada centímetro de tu tórax, de tu espalda, de tus brazos hasta que llegue al inicio de tu pantalón, baje muy despacio aquel cierre y me ayudaste a deshacerte de esta prenda.
Tomaste un fuerte respiro y me dijiste de manera clara y contundente, a partir de aquí ya no podré detenerme, si no estás segura de seguir, detenme ahora.
Mi respuesta fue muy clara al besarte con toda la pasión y ebullición de todas mis hormonas, esto había iniciado y no pensaba dejar inconclusa esta historia.
A Partir de ahí cada uno de tus movimientos, sin dejar de ser dulces, iniciaron un camino más carnal, brusco, intenso y en un santiamén te deshiciste de la última prenda que cubría mi desnudez.
Con una rapidez e indescriptible movimiento me dejaste tendida en la cama con las piernas extendidas de par en par, recorriste cada parte de mi cuerpo con tus labios, desde la punta de mis pies hasta mis labios.
Te volviste hacia la mochila que llevabas y sacaste otra rosa, deshojaste cada pétalo de ella, y con cada pétalo recorriste una zona de mi piel, el aroma de la habitación era el aroma de la unión de nuestros cuerpos impregnado del olor de aquella rosa, recuerdo que pensaba en eso cuando sin darme cuenta tus manos tocaron mi sexo y como un niño que está abriendo su regalo de cumpleaños, así tocaste cada una de las partes de mi intimidad.
Tus dedos recorrían desde mi clítoris hasta la apertura de la vagina, tu dedo índice se postro sobre aquel botón mágico, el cual sabias mover de manera constante y armoniosa para que mi cuerpo empezará a arquearse, después cambio tu mano de posición tu dedo pulgar tomaba la posición del índice sobre mi clítoris ya hinchado del placer obtenido por tus manos, mientras el dedo índice y medio buscaba la forma de introducirse dentro de mi vagina, comentaste que era un placer para ti sentir el elixir que brotaba de mi cuerpo porque era la prueba de que estaba disfrutando el que me hicieras tuya y mientras me narrabas dichas palabras en el oído con tu mano izquierda seguías masajeando de manera cadenciosa cada uno de mis senos alternadamente , los dedos índice y medio de la mano derecha realizaban movimiento firme pero sin brusquedad alguna para irse introduciéndose en mi vagina, tratando de romper las paredes de mi virginidad.
No puedo negar que aquella exploración causaba cierta incomodidad en mí, sin embargo, tú supiste perfectamente la cadencia y fuerza que emitías dentro de mí para no lastimarme más de lo que es natural en estos casos.
Tus caricias eran para mi cuerpo como como la lava candente de un volcán cuando hace erupción, poco a poco tocaste aquel botón mágico con tu lengua, la cual recorría mi clítoris con tal vibración en el que me llevo no se a que parte del universo y cuando pensé que tocabas las estrellas con mis manos, tu boca inspiro cada elixirr que brotaba de mis entrañas, mientras mis cuerdas vocales emitían un sonido inesperado tratando de expresar todo el placer sentido, al mismo tiempo mi cuerpo se arqueaba, mis pies y manos se contraían y por segundos nace mi primer orgasmo; me diste unos minutos para relajarme de tan intensidad, me comentaste que es hermoso ver representado en la piel el placer de la mujer que se encuentre en tus brazos, volviste a besarme, y con un susurro dijiste – Y espera esto aún no termina- volviste besarme pero ahora con mucha más rudeza, tus manos recorrieron todo mi cuerpo , tu piel se frotaba contra la mía, ya no existía ningún tipo de tela que separara tu cuerpo del mío, nuestra desnudez y nuestra ansias de seguir el camino del placer se intensificaba en cada roce de nuestra piel al desnudo.
Recuerdo tocar por primera vez tu pene, ya firme y listo para la acción de aquel acto que ya llevaba varios minutos de haber empezado, con cierto miedo y nervios lo tocaba con total delicadeza y conociendo esta parte de ti, no deseaba lastimarte pero también quería que realmente disfrutaras de mis caricias, y mientras mis manos temblorosas tomaban tu pene y los masajeaban de la base al inicio, tú te recostaste para dejarte llevar por lo que estabas sintiendo, recuerdo con cierta gracia que dijiste, -mi amigo tiene ganas de un besito- ¿no quieres darle uno?, sonreí ante tal comentario y decidí meterme poco a poco tu pene a la boca y tratar de saborearlo como una Tupsi pop, no sé si fui buena o mala en mi labor, pero tu garganta emitía ruidos inesperados para mí, esto me indicaba que era agradable, mis manos tomaban tus testículos y jugaban con ellos, los pasaba entre mis dedos y acariciaba.
Después de un rato, con un movimiento repentino y rápido volviste a tomar el control y me recostaste en la cama, me besaste los labios, los hombros, las orejas, te detuviste nuevamente en mis pechos y de manera muy singular en mis pezones, los cuales al contacto con tu boca se mantiene firmes y erectos, tu lengua recorría cada pezón como si fueran un dulce de sabor exquisito que no tuviera fin y mientras tu boca daba placer a uno de ellos tu mano trabajaba a la perfección con el otro.
Así como quien no desea terminar su dulce pero sabe que hay mejores manjares para después, bajaste por mi abdomen besándolo y haciéndome cosquillas, llegaste de nuevo a mi intimidad y sin miramientos esta vez, con mayor fuerza e intensidad en tus manos y boca, hiciste tremendo pastel entre mi vagina y mi clítoris con tus manos bruscas pero al mismo tiempo tiernas, con tus labios gruesos y saliva cálida y con los movimientos precisos para llevarme camino al placer, al ver mis ojos y mis constantes jadeos subiste poco a poco recostando tu cuerpo sobre mí, tu pene busco la abertura del oasis que tu habías creado momentos antes, sentí tu miembro tratado de entrar en mí, sentí un dolor raro, incomodo pero tengo que aclarar que no desgarrador, muy lentamente y sin dejar de besarme, volviste a intentar penetrar un poco más esa cueva desconocida para ti hasta el momento.
Después de unos minutos de tensión y dolor lograste entrar a nuevo territorio y mientras aquel soldado recto y listo para esta nueva batalla, tus manos se posicionaban en mi clítoris, intentando desvanecer el dolor, creando placer en mí.
Con movimiento lentos pero intensos el dolor fue despareciendo y tu pene se perdía completamente dentro de mí, por varios minutos seguiste en un vaivén que te hacia disfrutar de cada pliegue de la inexplorada vagina y en cada embiste yo conocía las delicias del sexo.
-Tu estreches me vuelve loco- repetías una y otra vez en mi oído, hasta que por fin tu volcán hizo erupción dentro de mí, poco a poco saliste de mí, con una sonrisa en los labios que nunca olvidaré y dijiste gracias por el privilegio que me diste de hacerte mujer.
Me besaste, me abrazaste y nos quedamos dormidos después de tan intensa noche.
Horas después desperté y te vi desnudo en la cama, los recuerdos llegaron a mi cabeza uno por uno y un inmenso dolor de cabeza recordarme las bebidas de la noche anterior, me acerque a ti, te bese para traerte de los brazos de Morfeo, ya es hora de irnos comente en mi casa deben estar preocupados y tu carro esta solo muy lejos de aquí.
Poco a poco fuiste despertando mientras nuevamente te besaba, besaba tus labios, tu pecho que tanto me gusta, tus brazos, tus hombros y fui bajando lentamente nuevamente hasta tu pene, quería de una forma terminar esta noche agradeciéndote tanto placer obtenido gracias a tus manos, boca y a tus caricias perfectas.
Te hice el mejor sexo oral que hasta ese momento esta niña inexperta que empezaba a ser mujer sabia, después de lograr un orgasmo en ti.
Nos levantamos de la cama y nos bañamos juntos, tu enjabonaste mi cuerpo y yo el tuyo, el agua nos revitalizaba del cansancio de la noche.
Después regresamos a la cama, pediste servicio al cuarto, desayunamos mientras intercambiábamos besos y caricias.
Por ultimo antes de salir de esa habitación sacaste la tercer rosa comprada, habían pasado varias horas de que la adquiriste y empezaba a marchitarse por la falta de agua, dijiste -esta rosa no cubre lo maravilloso que fue esta noche pero conserva sus pétalos en un libro recordando esta tu primera vez, porque el camino del sexo es muy amplio pero tu primera vez solo fue esta y espero haber estado a la altura de lo que siempre imaginaste, gracias por este privilegio.
Me besaste tiernamente en los labios y la frente saliendo de aquel viejo hotel con una sonrisa.
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