Una preciosidad de hijita 2
Continuan las aventuras con my hijita.
Una preciosidad de hijita (2)
Cap. II
Cuando despierto aún es temprano. Entro en la ducha y tomo un baño frío. Ha amanecido caluroso. Pinche verano tan caliente. Y todo el tiempo que falta para que lleguen las lluvias. Ni modo. Veo el reloj. Se me hace tarde. Mi esposa me espera abajo con pan tostado, mermelada y un vaso de jugo de naranja. Tiene puesta su bata de dormir. Admiro debajo de la breve prenda la delicada hermosura de sus curvas y la exquisita blancura de su piel. Pienso en Rubí. Cuando crezca será tan linda como su madre. Empiezo a comer de prisa. Si no me apuro llegaré tarde a la condenada oficina. Mi mujer me pregunta:
-¿Oh, Aldo…no te sentí llegar…qué hora era?
-Como las once. O quizás un poco más tarde.
-Ay, amor…trabajas demasiado. Casi ni descansas…
-Si. Pero no me queda otra. Hay mucho qué hacer.
-Por cuánto tiempo será esto? …casi no nos vemos.
-No lo sé. Dos meses, quizás tres.
-Hummm…pero bueno, ni modo; qué le vamos a hacer.
-Necesito terminar ese pinche proyecto. Tú lo sabes, Elsa.
-Si, lo sé. Pero Rubí te extraña…y yo también…
-Ujum. Trataré de descansar este fin de semana.
-Qué bien. ¿Sabes, Aldo? Te necesito tanto…
-Yo también, linda.
-Cuando lo haremos…? –me dice mi mujer con la cara excitada de deseo-
-No lo sé. Tal vez el fin de semana.
-Humm….bueno, tendré que esperar.
-Si. Ya tengo que irme…adiós.
-Cuídate.
Llego a la oficina. Los bultos de papeles y documentos desarreglados me esperan. Saludo y entro en mi despacho. Comienzo a trabajar. Pinches papeles, que no sirven para nada. Pero bueno, me pagan un sueldo por hacer esto. Ni modo. Casi ni cuenta me doy del avance del reloj. Pasan las horas sin sentir. Hay que bajar a comer. Me levanto de mi asiento y salgo del privado. Bajo al comedor. Está lleno. Busco una mesa. Veo algunos amigos y me siento con ellos. Para variar todos hablan de trabajo. ¡Qué maravilla! Como si no hubiera otros temas de conversación. Ni hablar. Así está el pinche mundo. Acabamos el almuerzo. Subo a mi oficina. Busco mi cepillo de dientes, lo embadurno de pasta y me meto al baño. Mientras me cepillo, pienso en Rubí. ¡Qué linda! ¡Qué rico chochito! La deseo tanto. Siento un leve cosquilleo bajo mi pelvis. Aquello se me está poniendo duro de tan sólo recordar lo de anoche. ¡Oh, qué maravillosa noche! Quisiera repetir. Esta noche volveré a intentarlo con ella. Sí, ésta misma noche.
Vuelvo al trabajo. Veo desde la ventana de mi oficina que las sombras cubren las calles de la ciudad. Miro mi reloj de pulsera. Las diez. ¡Caramba! Hoy quería llegar más temprano para jugar más tiempo con mi hijita. La dormilona de mi mujer, como siempre, ya debe estar en el quinto sueño. Siempre se acuesta a las nueve. Y tiene un sueño tan pesado la condenada. Pero qué buena está la cabrona de Elsa. Me siento orgulloso de que sea mi esposa. Tiene un cuerpo tan lindo, tan bien formado, tan curvoso, tan excitante, tan caliente. Uffff. Y cuando tenemos sexo. ¡Caramba! Me doy unos agasajos con Elsa. Y ella también. Es demasiado caliente. Qué bueno. Detengo mis pensamientos. Se me hace tarde. Pienso en Rubí. Su caliente y sudorosa cuquita me espera. Ya tengo que irme. Tiro sobre el escritorio los papeles que tengo en la mano. Echo un último vistazo. Es todo un cochinero. Ni modo, que lo arregle mañana mi secretaria. Me levanto y salgo de mi privado. Tomo el elevador y bajo hasta el garaje. Abro el auto y me trepo. Enciendo el switch y avanzo por las calles. Mientras manejo, el recuerdo del cuerpecito desnudo de Rubí no me deja en paz. ¡Qué linda es mi niña! Y apenas tiene cuatro añitos. Pero no importa, mientras la pueda disfrutar. Quizás después, cuando crezca, no pueda hacerle lo mismo. Pero Elsa no tiene que saberlo. Debo obrar con mucha cautela. Siento que el bulto empieza a crecer entre mis piernas. La tela del pantalón se presiona. Bajo la vista y veo la carpa de circo levantada. ¡Caray, qué caliente estoy! Doblo la esquina y veo a lo lejos mi casa. Levanto la mirada. Hay luz en nuestra habitación. ¡Con una puta madre! Mi mujer debe estar despierta. ¡Qué pinche contrariedad! Esta noche no podrá ser. Ni modo. Será mañana. Llego al aparcamiento del edificio donde vivimos. Estaciono el auto. Salgo y camino hasta la puerta del departamento. Meto la mano a la bolsa del pantalón. ¡Nada! ¿Donde están las pinches llaves de la casa? ¡Con una chingada! Las he dejado en la oficina. ¡Puta madre! Tendré que tocarle la puerta a Elsa. Pero no quiero dar lata. Me detengo a pensar. ¿Regreso por las llaves? No. Mejor le toco la puerta a Elsa. Pero no, eso tampoco. Quiero darle la sorpresa. De repente me acuerdo que puedo entrar por la puerta de la cocina. Si, eso es. Allá voy. Llego hasta allí y doy vuelta a las persianas del ventanal de cristal. Meto la mano y cojo por dentro el picaporte. Giro la manija. ¡Ya está! La puerta se abre. Entro en silencio. Quiero darle una sorpresa a Elsa y a mi hijita. No podré tener a Rubí esta noche, pero la cachonda de Elsa no se me escapa. Aún siento nervioso mi pájaro, que está semiduro debajo de la trusa. Será una sorpresa para mi esposa verme llegar más temprano. ¡Esta noche sí que le pondré una pinche cogida de miedo a la cabrona de mi mujer! Pero quiero llegar sorpresivamente. Me quito los zapatos y los tiro debajo de la mesa del comedor. En calcetas avanzo hasta la sala. Hay luz en las escaleras. No quiero que mi mujer me vea. Le daré una sorpresa. Comienzo a subir los escalones. No hago ruido. Llego a la parte superior que da a los dormitorios. Escucho sonidos de palabras, como cuchicheos en voz baja. ¿Con quién hablará Elsa? ¿Estará despierta Rubí? El teléfono está abajo, en la sala. Las voces y los susurros siguen llegando a mi oído. Avanzo despacio, de puntillas. Llego a la puerta del cuarto de mi hijita. Está entreabierta y la luz está encendida. Me asomo. Su cama está vacía.
El ruido tenue de voces continúa escuchándose. Doy unos pasos y avanzo. Supongo que mi mujer estará vistiendo a la niña con su ropa de dormir. Llego a un lado del quicio de la puerta de la habitación que comparto con Elsa. Está cerrada. Con razón no se oyen con claridad las voces. Pego mi oreja a la madera tallada. Los susurros continúan. Ahora se escuchan risitas entrecortadas. Mi sentido del oído se acostumbra y comienzo a procesar lo que se habla dentro. Pongo atención antes de abrir la puerta. Quiero saber de qué están platicando. Algo me dice que debo escuchar primero antes de entrar sorpresivamente. Oigo lo que mi mujer le está diciendo a Rubí en voz baja, como si quisiera ocultar el tema del diálogo:
-Si, mi hijita…se siente muy rico… a mi también me gusta mucho.
-Si mamita?
-Si.
-Ay mami..anda..yo quiero que me hagas lo de la otra vez.
-¿Te gusta que te lo haga, linda?…
-Si…me gusta mucho.
-Ay pequeña…pero es que tu papi ya no debe tardar en venir.
-Y él no debe saber eso, ¿verdad?
-No mi hija…él nunca lo debe saber. Recuerda que siempre te lo he dicho.
-Por qué mami?
-¿Porque no.…nunca le digas, si Rubí? Si no, ya no podré hacértelo más.
-Si mami…no le diré…pero anda…házmelo, aunque sea un ratito, sí?
-¿Te gusta meterte debajo de mi faldita, Rubí?
-Si…me gusta mucho.
-Está bien, mi niña…anda ven…métete…pero sólo un ratito, si?
Cuando escucho el extraño diálogo me entran las dudas. ¿Qué estarán haciendo? ¿Acaso escuché bien? Espero un momento con la mano puesta sobre el pestillo de la puerta. Sólo se oyen algunos grititos y susurros. Sigo con la oreja pegada a la madera y vuelvo a oir las voces.
-¿Te gusta, mi hijita?
-Si mami…me gusta mucho.
-Ves bien mi pantaletita?
-Si…y huele rico…huele a orín…
-¿Te gusta cómo me huele la pantaletita, Rubí?
-Ay si…. me gusta mucho….
-¿Quieres más?
-Si mamita…quiero más…
-¿Quieres meter tu manita debajo?
-Si mami…así como la otra vez.
-Pues anda..métela.
Ahora ya no tuve dudas de lo que estaba sucediendo. El bulto estaba de nuevo levantándose inquieto bajo mi pantalón. Llevo mi mano hasta allí y me toco. No puedo evitar apretarlo con fuerza sobre la tela. Pero necesito ver hacia adentro. Muevo lentamente la manivela. No debo hacer ruido. La puerta se va abriendo en silencio. Sólo lo necesario. Mi mujer y mi hija están tan entusiasmadas en lo suyo que ni cuenta se dan. Un haz de luz sale por la breve rendija. Es suficiente para ver todo el panorama. Veo a mi mujer con el breve camisón de dormir alzado hasta la cintura. Mi hija tiene su pequeña carita metida entre sus piernas. Me doy cuenta cómo Rubí aspira y aspira el pubis frontal de mi preciosa mujer. Ahora la nena mete su mano debajo de la pantaleta de Elsa. Encuentra la enredadera de pelos bajo la blanca braga. Rubí comienza a tocar aquel tesoro oculto. Su manita se mueve con lentitud. La tela de la pantaleta está levantada haciendo un bultito por encima de su manita.
-Ay mami…yo quiero ver bien adentro….como el otro día.
-¿Te gusta verme los pelitos, Rubí?…¿Te gusta tocármelos?…
-Sí. Me gusta mucho.
-Pues anda. Bájame ya los calzones.
Rubí sube sus manos con ansiedad. Coge la punta superior de la prenda interior y hace esfuerzos por bajarla. Elsa le ayuda un poco. La braga cede, baja por las piernas de mi mujer y cae hasta el piso. Elsa levanta los pies para sacársela. Rubí se queda pasmada. Se vé que a la niña le gusta verla desnuda. Los vellos del pubis de Elsa le fascinan. Su mirada está perdida admirando el matojo azabache que tiene enfrente. Posa sus ojos sobre la frondosa mata de vello púbico de mi esposa. La niña vuelve a tocar con sus manos el acolchonado paraíso central. Sus deditos se pierden entre los apretujados mechones negros.
-¿Quieres meterme los deditos como el otro día, linda?
-Ay sí, mami…sí quiero…
-Pues hazlo…anda…hazlo, linda…
Elsa se abre de piernas como una yegua cuando está orinando. Su cuerpo blanquísimo es divino. Me gusta cómo se conserva, aunque ella es demasiado joven. Admiro sus preciosas nalgas paradas y su breve cintura, que delata aún más el regio y curvoso óvalo de su trasero. Mi verga está repujando y más que a punto. Mi mano sigue apretada sobre el pantalón. Veo que mi hijita está deslizando sus deditos dentro de la bella cavidad de mi mujer. Ambas están de pie a un costado de la cama. Puedo verlas de perfil. Puedo ver todo lo que hacen.
-Así mamita?
-Si..linda..así…pero mételos un poquito más adentro.
Rubí mueve su mano y la empuja hacia el interior del chochito de Elsa.
-Así?
-Anda…así…otro poquito, linda…Mmmmm.
-¿Te gusta que te meta los deditos, mami?
-Si mi hijita…me gusta mucho…
-Ay, a mí también me gusta que tú me los metas, ¿mami?
-¿También te gusta, linda?
-Si mamita…siento como que me dan ganas de orinar.
-Ay a mí también me pasa lo mismo…
-Si mami…he visto que después la manita me queda toda mojada…
-Si linda…es que me orino como tú…
-Verdad que es rico orinarse en la mano, mamita?…y también en la boca…
-Si Rubí…es delicioso…pero anda..mete tus dedos más adentro y muévelos más rápido para que yo me orine…
-Si Mamita…asi?
-Si…un poquito más rápido, linda…
La niña vuelve a empujar su mano moviéndola con dulzura dentro de la cueva de Elsa. Mi mujer tiene los ojos cerrados a causa del placer. Me doy cuenta que ella disfruta el tocamiento infantil con amplitud y generosidad. A esas alturas mi mujer está perdida de deseo. Veo cómo aprieta la manita de Rubí sobre su pubis. Se está viniendo. Y yo también casi me vengo debajo de la trusa. Elsa lanza grititos de gozo con la mano de Rubí en movimiento metida en su hendidura. Rubí está perdida admirando la vellosidad que luce la hermosa entrepierna, con sus dedos dentro de la peluda cueva del deseo. Elsa puja y repuja y lanza el primer grito de placer. Está sintiendo el primer orgasmo. Sigue bramando. Dos venidas seguidas. Los gemidos no paran. Orgasmo múltiple. Estoy a punto de bajarme el cierre y pajearme allí mismo mientras las observo. Contemplo a mi mujer, que ya ha abierto los ojos y mira hacia la puerta. Me repliego hacia atrás para que no me vea. Escucho el parlamento entre ella y Rubí:
-Ay mamita. Ya te orinaste?
-Hmmm..sí linda…me oriné en tu manita…te gusto?
-Si….pero ahora tú házmelo a mí. Si?
-Si corazón…pero antes déjame ver si tu papi no viene, si?
Al escucharla, rápidamente me retiro de la puerta y no tengo más remedio que meterme al cuarto de mi hija. Si bajo las escaleras Elsa me verá. Instantes después escucho cuando ella pasa de largo y desciende hasta la sala. No me ha visto. Espero que no se le ocurra llamarme por teléfono a la oficina. Aguzo el oído para cerciorarme si lo hace e inventarme una excusa creíble. Pero no llama. Se ve que tiene prisa. Supongo que sólo se asoma hacia la calle, pues pronto retorna y pasa de largo entrando en la habitación donde Rubí espera. Dejo pasar unos minutos. Estoy ansioso y caliente. Mi verga continúa paradísima debajo de la tela. Salgo del dormitorio de Rubí y me acerco a la puerta. Cerrada de nuevo. Tomo el picaporte. La abro suave y silenciosamente. Sólo lo necesario. Veo hacia adentro. Observo a mi mujer en bata recostando a Rubí sobre la cama. Le abre las piernitas con dulzura. Rubí le dice:
-¿Me vas a hacer lo mismo del otro día, mamita?
-Si linda…te voy a chupar tu cosita…te gusta que te haga eso?
-Ay sí, mamita…siento como que me orino.
-Pues orínate en mi boquita, amor…a mí también me encanta…sólo avísame cuando te den ganas, ¿si pequeña?
-Sí.
Elsa se hinca en el piso y pone las piernitas de Rubí sobre sus hombros. Mete su cara arrebolada de placer y de deseo entre las breves extremidades abiertas de la niña. Yo estoy que casi me derramo. Bajo el cierre y ahora sí me saco la verga. Comienzo a sacudirla con mis manos. No puedo más. Tengo que venirme. Sigo escuchando:
-¿Que sientes, linda…te gusta?
-Si mami…méteme más la lengüita…quiero orinarme en tu boca, como el otro día…
-Así mi niña?
-Si mamita..un poquito más rápido…mmmm….anda…así….
-Oh linda….me encanta hacerte esto…
-Ay mami..y a mi…
-Disfrútalo, porque ya tenemos que acabar…tu papi puede llegar en cualquier momento.
-Si mami…ay…ay…ya me voy a orinar…te orino como la otra vez?
-Si Rubí…échame todo el orincito adentro de mi boca.
Oigo un ruidillo como de chorro de aguita escurriendo. Rubí estaba orinándose dentro de la boca de Elsa. ¡Increíble! Para mí esto es algo nuevo y exquisito. Qué delicioso debía sentir mi mujer. Experimento los borbotones de leche que salen con fuerza de mi verga. Me estoy descargando con violencia. La leche riega todo el piso del pasillo. Mojo todo. Algunas gotas golpetean con fuerza la madera de la puerta. No importa, el momento lo vale. Mis ojos no dejan de contemplar la visión interior. Rubí está echando inacabables chorritos de orín dentro de la cavidad bucal de mi mujer. Ella traga, se lo traga todo. Es una delicia. ¡Cuánta brama debe sentir! Rubí le dice:
-Ya mamita…ya terminé de orinarme…
-Ya?…me lo echaste todo mi hijita?
-Si mamita…ya no tengo más.
-Bueno…anda bájate que te voy a poner tu ropita de dormir y te llevaré a tu cama.
-Si.
Salgo volado hacia abajo. Llego a la sala. No sé qué hacer. Como puedo me voy guardando la verga dentro del pantalón. Busco mis zapatos. ¿Dónde diablos están? Recuerdo que los dejé en la cocina. Voy hacia allá. Meto la mano debajo de la mesa del comedor. Los tomo y me salgo al patiecillo. Una vez afuera me los pongo y voy hasta mi auto. Arranco y me alejo. Necesito reflexionar. Pienso en las escenas tan calientes y reveladoras que acabo de descubrir. Mmmm. Todo eso sí que promete. Y promete mucho. Doy una vuelta por los alrededores para hacer tiempo. Tengo que fingir que vengo de la oficina. Media hora después me regreso. Llego al aparcamiento. Me bajo del auto. Llego de nuevo a la puerta de la cocina. La abro por dentro. Entro al departamento. Ya todo está apagado; en silencio. Subo las escaleras con cuidado. Está oscuro. Abro la puerta del dormitorio de Rubí y entro. La contemplo dormidita dulcemente. Le doy un beso. Salgo de allí y camino hasta mi recámara. Abro la puerta y penetro. Elsa está acostada. Me acerco y escucho su respiración. Totalmente dormida. Coño. ¿Y ahora qué? Lo que ví aún me tiene encendido. Mi verga está otra vez durísima entre mis trusas. Necesito venirme de nuevo. Vuelvo a echar un vistazo al rostro de mi mujer. No hay duda, está completamente dormida. Se vé que la masturbada con mi hijita le cansó demasiado. Seguro que no despertará hasta mañana. Salgo de la habitación y voy hasta el cuartito de Rubí. Necesito hacer algo para sacarme la leche. Necesito hacerle lo mismo de anoche.
La contemplo dormidita sobre su cama individual. Tiene puesto su camisón de dormir. Enseguida y sin dudar un instante comienzo a despojarla del batín. La dejo sólo en pantaletas. Aquí mismo se lo haré. No hay por qué bajar hasta la sala. Sería muy tardado y ruidoso. Mi mujer podría despertarse. Rubí no sentirá nada; está profundamente dormida. La orinada también debió cansarla. Le bajo ahora los calzoncitos. La dejo desnuda. La jalo un poco hacia la orilla de la camita y la acomodo. Quiero tenerla en posición. Siento la dura presión de mi verga contra la tela. Bajo el zipper y me la saco. El condenado pito está completamente erguido. Pongo a Rubí con sus piernitas abiertas cayendo por la orilla del colchón. Se las abro. Su breve y linda cuquita está frente a mí. Admiro por unos instantes su bollito virginal que tanto me excita y me embrama. No hay tiempo qué perder. Me coloco entre sus piernitas abiertas. Pongo la cabeza de mi pito parado sobre la hendidura diminuta de su cuquita. Comienzo a frotarla con más fuerza que nunca. Estoy demasiado caliente. No puedo evitarlo. Siento una brama inconfesable. Esta vez, de lo caliente que estoy, no tomé precaución alguna. Tanto movimiento entre sus piernas despierta a mi hijita. Veo cuando abre los ojos y me dice:
-Mamita?…eres tú?…
Rápidamente y como puedo, me meto el pene parado dentro del pantalón. No sé cómo reaccionar. Su despertar me toma por sorpresa. No hay duda. Ella me ha visto. Se me queda mirando a la bragueta con los ojos abiertos. La punta colorada y lechosa de mi falo resalta en medio del cierre entreabierto.
-Oh, papito…eres tú…
-Shhhh….si mi hija, pero calla…soy yo…no hables tan fuerte, si?
Ella me hace caso, baja la voz y me pregunta en tono suave:
-Qué me estás haciendo, papito?
-Nada linda. Sólo te vine a dar un beso…
-Papi…pero ¿qué es eso que tienes allí?
Me señala la entrepierna, de donde sale la roja punta de mi cabeza enhiesta.
-Oh mi hija…eso? …es mi pipí…tenía ganas de orinar y ya me iba al baño.
-Si?..ay papi…pero lo tienes rojo rojo…
-Si Rubí…así se pone esa cosita cuando tiene ganas de orinar…
-Oh…sí? …es tan roja como la cosita de mi mami…pero…
-Pero ¿qué, linda?
-Es como más larga, ¿no?
-Si…mira…es más larguita…
No pude más. Estaba tan excitado. Saqué mi verga bien parada y se la mostré sin ningún pudor. Enseguida le dije:
-Rubí…ya que la viste…ahora quiero que la conozcas bien…te gustaría?
-Si…quiero ver cómo es…
-Pues mírala…anda…
-¿Y por qué está tan roja, papi?
-Pues ya te lo dije, linda…porque tiene ganas de orinar…
-Mmm…sí, debe ser.
-¿Quieres verla mejor, mi hija? –insistí enardecido-
-Si.
-Bueno. Pero no le digas nada a mamá, de acuerdo?
-Si papito….
Me puse de pie con el parado pene de fuera. Lo sacudo para que ella lo vea bien, en toda su extensión y tamaño. Rubí abre los ojitos emocionada. Levanta su mano y sin decirme nada la dirige hacia mi falo enhiesto y boqueante, de donde siguen brotrando gotitas de blanca leche. Ella toca con su dedito la gota parduzca que se asoma por la punta. El líquido seminal se alarga en su dedito y se hace como chicle. Ella me pregunta.
-Qué es, papito? …es tu orín?..
-No, mi niña. Es leche…es lechita…
-Te sale lechita? …y es como mi orín?
-Si…es casi como si fuera tu orín.
-Oh…a mi mami le gusta beberse mi orin…pero siempre me dice que no te lo diga.
-Si linda..lo sé…quieres verlo bien?
-Si..quiero ver cómo es.
-Bueno pues ven…anda, acércate.
Ella se incorporó de rodillas sobre la cama. Yo le acerqué mi pájaro vibrante frente a su carita y ella comenzó a agarrarlo de la punta.
-Tócalo…y agárralo suavemente, Rubí.
-Asi?..
-Más rápido…un poquito más rápido…
El suave toqueteo me hace perder el sentido de la prudencia. La brama que experimento es excesiva. Con sus dos manitas me lo sigue acariciando con los ojos abiertos por la curiosidad. Yo se lo arrimo más cerca de la cara y le digo:
-Quieres probarlo? sabe como si fuera una paletita de dulce…
-Si papi…quisiera probarlo.
Le acerqué la punta de mi pájaro babeante hasta la puerta de sus diminutos labios. Ella correspondió abriendo la boquita. Se lo metí despacio. Le fui metiendo suavemente la cabecita lechosa.
-Anda, chúpalo mi niña…chúpalo como chupas una paletita…
-Asi?…
-Si..así..pero con la lengüita…tállale la lengüita en la puntita…y muévela…muévela rápido.
La mamada infantil era genial; extremadamente sutil. Sentía su pequeña boca caliente sobre mi glande. Yo estaba a punto de venirme. Su lengüita chasqueaba sobre mi hinchada cabeza colorada. Casi llego al clímax y tengo que advertirle.
-Rubí…ahora me orinaré dentro de tu boquita…¿quieres que lo haga?…¿quieres probar a qué sabe mi lechita?…
-Si papito…sí…orínate en mi boca como lo hace mi mamita…eso me gusta mucho…
Ella aún no había acabado de hablar cuando el primer chorro salió con fuerza y penetró violentamente en su interior inundándole la garganta de tibio semen. Acostumbrada como estaba a beberse los orines de Elsa, Rubí no hizo mueca alguna, sino que se tragó el primer borbotón, el segundo, el tercero y todos los demás. La veía cómo hacía esfuerzos mientras su garganta palpitaba una y otra vez entre trago y trago. Pero le escurrió mucha leche de la boquita, pues no alcanzaba a aforar totalmente el aluvión de líquidos blancos que salían con potencia de mi pito. Tenía la linda carita toda embarrada de blanco. De pronto escuché pasos. Volteo hacia la puerta y veo a mi mujer. No supe qué hacer. Ella estaba de pie mirándonos con los ojos abiertos.
-Aldo. ¿Pero qué es esto? …mira nada más…
-Oh..Elsa…perdóname…yo…
-Anda…vete a la habitación mientras limpio a la niña. –me dijo con cara de molestia-
Yo obedecí como un autómata, y echando una última mirada a Rubí, me salí del dormitorio.
Minutos después llegó Elsa. Enseguida me espetó:
-Si te sentías tan caliente…por qué no me lo dijiste?
-Ay amor…estabas bien dormida…no quise despertarte. –le mentí, sin saber de momento qué responderle-
-Y fuiste donde Rubí, no?
-Pues…sí…
-Ay Aldo…no sé qué pensar de tí…
-Ni yo tampoco sé qué pensar de ti.. –le contesté, jugándome el todo por el todo-
-Por qué lo dices? –respondió ella sorprendida-
-Porque yo también te ví.
-Qué estás diciendo?…
-Lo que oyes…te ví lo que hacías con la niña…y eso me calentó…por eso hice lo que lo hice…
-Y qué fue lo que viste? –preguntó dudosa, pero con el rostro lívido-
-Cuando ella te mamó…y después tú le hiciste lo mismo…
-¡Oh, Aldo!…pero entonces…nos espiaste?
-Si…pero no era esa mi intención…quería darte una sorpresa y llegué de improviso.
-Ohh…amor…sí… es cierto…ella y yo hemos hecho eso muchas veces…no te lo puedo negar…lo siento…
-Lo sé…lo mío también es cierto…y también lo siento…
-Y qué piensas de todo esto, ¿amor? –me dijo, suavizando el tono de su voz al saberse descubierta-
-Nada, Elsa…mira, yo te entiendo…te comprendo perfectamente…el trabajo, mi alejamiento…comprendo que ambos tenemos que buscar desahogarnos de alguna forma, ¿no crees? –le dije en tono conciliador-
-Sí. Así es….y qué bueno que me entiendes…
-Te entiendo muy bien, Elsa, no te preocupes…sólo te pido que tú también trates de entenderme a mí… por favor…
-Sí mi amor…te comprendo…no te apures…
-Entonces?
-Aquí no ha pasado nada –me dijo con una sonrisa pícara y coqueta-
Mi mujer me abrazó y se pegó a mí con evidentes movimientos de deseo. Yo le comenté:
-Oye Elsa…pero ahora… qué le diremos a Rubí?
-Nada…tú déjame hacerlo a mí, amorcito…yo hablaré con ella. –me dijo, dándome un beso en la frente-
-Mmm…está bien…pero fíjate que se me está ocurriendo una idea –le respondí-
-Ay, pues dime cuál es, amor…
-Por qué no ahora que ambos sabemos esto…no intentamos disfrutarlo juntos?
Mi mujer se me quedó mirando por largos instantes, cavilando pensativa, hasta que por fin me contestó:
-Mmmm….no será lo que estoy pensando?…
-Quizás lo sea…pero si no me lo dices…
-Pues que tú y yo gocemos a la niña…cabrón lujurioso…ji ji ji ji…
-Exacto. –le respondí- Pareces una bruja adivina…jajajaja…
-Jajajaja….pero cómo lo haríamos? …cada quien por su lado… o juntos?
-¿Puede ser de las dos formas…como tú quieras…eso dependerá del tamaño de nuestras fantasías… no crees, Elsa?
-Si, es verdad. ya lo creo.
-¿Como te decía, todo dependerá del momento…qué te parece?
-Que sí…que es una idea genial…pero no sé… ¿qué dirá ella?
-Nada…qué va a decir…de hecho a Rubí le gusta todo eso y tú lo sabes muy bien…mira, Elsa, ella ya lo sabe todo, a pesar de su edad…te conoce a ti y me conoce a mí, nos ha visto bien…conoce nuestros genitales; la forma de hacerlo…todo eso…
-Si. Tienes razón. Todo lo que dices es la verdad.
-Entonces?
-De acuerdo.
CONTINUARA….
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!