una putita golosa destrozada por mi novio.
Ví como mi musculoso macho de 27 se cogía una vecina putita de tan solo doce años..
Mi nombre es Andrea, tengo 20 años. Mido 1,70 metros de altura y soy bien flaquita. Eso sí, tengo unas tetas enormes y un culo que es la envidia de muchas zorras y el deseo de unos cuantos machos. Mi cabello es castaño dorado y mis ojos son cafés, en general soy muy linda e inteligente, razón por la cual he podido conseguir (y mantener) al hombre que es el protagonista de esta historia.
Lo que les voy a contar sucedió con mi novio Nicolás de 27 años y una vecina putita de 12 que vivía al frente de nuestro apartamento.
Tengo una relación de 5 años con mi novio, quien me comenzó a culiar desde que tenía 15. Nicolás es un hombre moreno de 27 años, de 1,75 metros de altura y no tan lindo de cara. Sin embargo, tiene un cuerpazo impresionante, pesa más de 90 kilos. Sus brazos son super musculosos y sus piernas son muy gruesas, así como sus hombros que sobrepasan el metro de anchura. Además, se le marcan mucho los cuadros y sus tetillas son enormes.
Por su parte, la putita (Alejandra) era una chica de 1,50 de estatura y muy flaquita. Tenía el cabello castaño y la piel blanca. Unos grandes ojos cafés adornaban su rostro.
Yo notaba como la puta de mi vecina miraba a mi novio. Cada vez que llegaba y antes de entrar a su casa se subía la falda mostrándole las nalgas a mi hombre. El como buen macho se tocaba su enorme paquete y se lo movía de abajo hacia arriba… mientras la zorra se mordía los labios y le lanzaba besos.
Nosotros tenemos una relación muy lapsa, a mí no me importa con cuantas mujeres ande siempre y cuando me atienda. Por fortuna es un potro dentro de la cama y aguanta varios rounds sin parar. No obstante, nunca pensé que algún día iba a pasar algo entre mi macho y esa zorra de mi vecina.
El día en cuestión, un sábado, yo estaba absorta en un libro que estaba leyendo por lo que no me di cuenta de que mi esposo había llegado a casa, y por ende no pude responder cuando gritó mi nombre. Como me encontraba en el despacho, que daba a nuestra habitación, él no me vio cuando ingresó a la misma. Tal vez supuso que me había ido de compras o que estaría en alguno de mis proyectos sociales. Ya que como era sábado yo no trabajaba. Por cierto, hay que decir que era yo la que mantenía la casa, mi esposo se la llevaba entre putas, el gimnasio y sus amigotes… cosa que a mi me traía sin cuidado, de todas formas, ganaba lo suficiente para mantenernos bien.
Como era medio día, la mayoría de mis vecinos estaban fuera o haciendo sus siestas, por lo que no había casi nadie en los pasillos del edificio.
Después de un largo rato de estar leyendo, me dio hambre por lo que salí del despacho, por otra puerta diferente a la de la habitación, para ir a la cocina a comer una manzana. Cuando voy de regreso al despacho escucho un par de voces hablando despacio. Curiosa me acerco a ver qué pasaba.
- Noto que me traes unas ganas que no te puedes aguantar, dice mi esposo.
- Es que eres muy papasito, le responde una voz infantil que no acabo de identificar.
- Ja ja ja, ríe mi esposo divertido. Tu también tienes lo tuyo le dice con una voz muy varonil. Por cierto, la voz de mi esposo es demasiado grave y de hombre. “Cada vez que te subes esa faldita al frente de mi apartamento me dan ganas de cogerte ahí mismo delante de quien sea le dice. En este momento me doy cuenta de que no se puede tratar de otra que no sea la zorra de mi vecina. Ahí ya caliente, decido acercarme a ver la escena en vivo. Despacio me aproximo hasta unas grandes materas que dan vista a la sala, y que me ocultan de la mirada de ellos.
Lo primero que veo es a mi esposo sin camisa, como casi siempre para presumir su inmenso cuerpo, acostado en uno de los sofás de tres cuerpos. Al otro lado del sofá se encontraba la zorrita, acariciando sus enormes pies, mientras lo miraba como queriéndoselo comer ahí mismo.
- ¿Entonces que, me vas a dar tu cuquita? Le preguntó mi esposo.
- No lo sé, eres muy grandote, y me puedes lastimar le responde ella tocando su abdomen. – Sin embargo, haría lo que fuera por estar contigo, dice mientras le chupa uno de los dedos, mirándolo con adoración.
–Yo sé cómo tratar a putitas como tú. Te lo haré despacio, y si no te gusta dejo de hacerlo, le miente, sabiendo que es muy brusco y que nunca le importaría si la zorra de turno sufre o no… ¡lo sabré yo que he aguantado tanto dolor a su costa!
–No lo sé, dice ella con su voz dubitativa. Aunque noto que está cediendo… dudo que en este mundo haya una mujer que se le pueda resistir a semejante hombre.
–No lo pienses tanto, le dice el acercándose a ella para besarla mientras ella tiembla de expectación y nervios.
–Está bien, si lo haré. Pero júrame que si me duele no seguirás, le dice ella chupando una de sus tetillas y tocándole la cara a mi hombre.
–Está bien. Le responde el, mintiendo de nuevo.
En eso mi hombre levanta a la zorra para llevársela a la habitación. Cuando pasa por mi lado ni siquiera voltea a mirar, es tanta su expectación por comerse una zorra de 12 años…
Continuará.
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