Una Santa, una dormilona, dos putitas y un putito.
El viaje de un fornicario insaciable..
El relato es la experiencia que tuvo un lector de estás páginas: Andrés G. Que me contó su viaje a Puebla y su relación con los personajes a aquí descritos.
Había conquistado a mi novia en mi natal Tampico, era ella una chava de 18 años que estaba de paso por la ciudad de vacaciones de fin de año con su familia.
Muy güera, bonito cuerpo y personalidad. Nos enamoramos a primera vista, y yo estuve tras ella todo el tiempo de su estancia tratando avanzar hasta poder llegar a un encuentro más íntimo que la chupada de lengua, pues no habia beso de tetas ni dedo y mucho menos felaciones mutuas.
Tenía un culo hermoso, y me imaginaba que era adornado por una mata de pelos finamente recortados que sobresalían como un triángulo negro de su blanco y suave cuerpo.
Yo era entonces un chavo de 19 años recién cumplidos y en plena efervescencia de mis hormonas y arrecheras, que los rechazos constantes y «justificados» de Carmela, me mantenían en uso de unas pajas diarias para desfogar el grado de necesidad sexual que mi mente y cuerpo necesitaban.
Carmenza era oriunda de Puebla, un estado de los más extensos de la república, enclavado sobre el altiplano central mejicano, del cual emergen las ciudades prehispánicas nahua y zapoteca hasta la concreción colonial y virreinal mantenida hasta la presente como un atractivo turístico, además del sentido hospitalario de sus gentes y bellas mujeres.
Mi novia me aseguraba que si iba hasta su ciudad y conocía su familia, lo más seguro sería que me dejara probar su más preciada prenda, esa almeja roja de su entrepierna y el botón marrón de su divino culo.
Como notaría después de su partida, no podía controlar mis deseos y las masturbaciones eran mi pasatiempo día y noche.
En consecuencia debía buscar la forma de ir a visitar a la mujer que deseaba tener como esposa y madre de mis innumerables hijos: pensaba estar metido en ella todo el tiempo.
Así las cosas, hablé con mi madre, y ella me comentó que en Puebla de Ángeles, tenía un pariente lejano con el cual mantenía comunicación y que le diría que me recibiera en la terminal de trasporte, así fue que como al mes me enruté hacia el Estado pueblano.
Previamente mi novia me hablaba de sus rutinas diarias y quería saber todo de ella para poderla sorprender con mi eventual presencia en su tierra. Ella era una católica fervorosa que asistía casi a diario a escuchar misa de 6 de la tarde y pedir milagros al cuerpo incorrupto del Beato Sebastián De Aparicio, cuya féretro de cristal se exhibe en la majestuosa y bella basílica de San Francisco de Asís.
Ya con todos esos datos y pormenores me monté al autobús que me trasladaría en unas 8 horas a mi amoroso destino. Tomé mi asiento numerado ubicado una silla antes del final y me ubiqué en la ventana de mano derecha. Allí puse mi grabadora de cd y me dediqué a escuchar música tejana de moda. El bus arrancó medio vacio, pues la silla mía y otras de más atrás estaban desocupadas, era un viaje nocturno. Y como a la hora y en una parada se sube una señora con un bebé de brazos y un anciano, acompañada de una niña de edad escolar.
Estaba un poco dormitando cuando la señora me llama la atención:
«¡¡Señor, señor!!».
-¿Si, si; le pasa algo, a sus órdenes?.
«¿No, es que lo veo sólo aquí, y me gustaría sentar a mi hija con usted?».
-¿Si, y no será mejor que la niña esté con usted y el bebé y me manda al señor para acá atrás que hay más sillas solas?.
«No, no puedo, porqué ese señor es mi suegro y está mal del Alzheimer y debo estar al lado de él, pues dice disparates y se quiera bajar, y debo controlarlo».
-¿Ya veo, y dónde está la niña?.
«Ella, ya se la llamo, se llama Sofía.»
Es así, que la joven madre con el bebé de brazos, llama a Sofía, y se acerca una niña menuda y vivas, con grandes ojos verdes y un cabello rubio. Tenía una ramera polo y unos pantalones de mezclillas azul de moda.
Yo miré para los asientos de los lados y todos los ojos de los hombres mayores y con olor a licor me miraban con pícara malicia.
Le pregunté a la niña que lado prefería, si el lado del pasillo o la ventana. Contestó su madre que prefería el pasillo para poderla ver de vez en cuando. Le hizo unas observaciones y se marchó a su lugar, cinco puestos delante y de mano izquierda.
El aire del autobús estaba full frío, ya habíamos salido del Estado de Tamaulipas buscando la interestatal rumbo a Puebla.
Yo abrí mi refresco y unos pastelitos para la fatiga de la media noche y después intentar dormir las próximas 6 o 7 horas restantes del largo viaje. Apagaron las luces y el bus quedó en tinieblas, una que otra luz era de los carros raudos en la vía que como ráfagas alumbraban la penumbra de nuestro vehículo.
Le ofrecí y ella, la niña no aceptó. Le pregunté como se llamaba, y me dijo Sofía Gómez, muy sería estaba cruzada de brazos creo soportando el crudo frío del Termoking, yo saqué de mi maleta de mano una zarape grande que llevo siempre en mis viajes y ladie mi cabeza a la izquierda y traté de buscar el sueño.
Parece que el frío no lo soportaba y al ver que mi cubierta llegaba desde mis cuello hasta los pies; empezó a juntar su cuerpecito con sus manitas, pues titirantes y adjuntas a mi muslo y brazo. No tenía ninguna malicia ni prevención qué me incorporé un poco y abrí la manta con mi mano derecha para echarle un poco en el cuerpo. No acababa de hacer eso, cuando la mamá se acerca a vigilar y al ver mi atención, me dijo:
«Me tenía preocupada el frío con ella, no traje nada para ponerse encima, le agradezco, sé que usted es un universitario y me la va ha cuidar. Se lo agradezco.»
No le contesté nada. Había visto que la niña estaba cubierta hasta el cuello como yo y rejuntada a mi hombro, profundamente dormida.
En medio de la velocidad y meneo de zigzag y frenos y pares aveces abruptos la niña fue callendo sobre mis piernas. Yo miraba en la oscuridad de la vía las sombras del altiplano, y el rostro de la niña sobre mi masculinidad, parte que venía muy ávida de acción y de reprimidos deseos de eyacular con un motivo objetivo y no las fantasiosas pajas del último mes.
Mi pene empezó a calentarse con su peso sobre él, de su brazo y rostro. Estiré mi brazo adormitado y lo hice reposar sobre su hombro y pecho que fue a dar mis dedos a su entrepierna. Y ella se acomodó más en el calorcito de mi bragueta, la menee y estaba profunda en su sueño. Alcé mi mano hasta sus pechitos y pude sentir uno pequeños volúmenes rígidos, firmes como dos pepas de mamón. Ella abrió más sus piernas y mi mano dentro de zarape estaba empalmada a su vagina cubierta por el rústico jeans, ella comenzó a tener una respiración agitada, y con ganas de saber que más podía hacer, alcé el manto y vi que estaba con su cara sobre mi pene erecto dentro de mi pantalón. La volví a menear y le dije, que me permitiera levantarme para ir al baño. Ella de mala gana se movió hacía un lado y salí medio erecto dejandola cubierta y recostada a lo largo del asiento. Cuando pasé, la madre dormía con la boca abierta, el niño pegado a su blanco pecho también dormía, y el señor con una mirada perdida hablaba solo y despacio. En el baño, me abrí bien la bragueta, aflojé el cinturón y salí sosteniendo con mi mano el pantalón hasta mi silla, entré, la niña se volvió a recostar en mis piernas sin vacilación y nos cubrimos con el ancho zarape otra vez, hasta las piernas.
El fragor y el calor de su respiración sobre mi pene, fueron animando y engrosando y enderesando su incómoda posición inicial, hasta que ella pudo sentir el latido de mi pene en su rostro, como yo el frío de su terso cutis.
Mi mano volvió a bajar hasta su entrepierna y comencé a juguetear con su lomito. Y fui buscando como abrir su bragueta bien apretada, y encontré el botón y su
Ziper que ella iba ayudando para que bajará. Ya abierto ese escollo sobe sus labios sobre el fino penti, ella se acomodó más y su cara ya podía ser levantada con la potencia de mi sangre en el ancho tallo del pene.
Miré debajo de la manta y efectivamente, su boca estaba a menos de dos dedos de mi verga, y estiré las piernas y golpeó por primera vez su nariz. Miré y estaba erecta en su cara reclinada de lado. Me aventuré a meter mi mano en su ya húmeda vagina y toqué con el dedo sus bordes y tibieza, era rico sentir el calor de su chocho en mis dedos.
Puse mi mano, ahora agarrando el tallo y lo pasé por sus boca y lo dejé allí, podía sentir que tocaba sus dientes así dormida. Subí mi otra mano y apreté sus pecho y ella se movió y mi pene ahora quedó en su boca. Mi líquido preseminal manaba copiosamente, estaba que casi eyaculaba.
A penas llevamos dos horas de viaje, y no estaba seguro a dónde iba esa familia. Solo se sentía el ruido del motor que velozmente nos llevaba a Puebla. Alcé de nuevo la manta y volteó su cara hacía mí, era una bella criatura, con sus finos labios abiertos, la levanté un tantito, y pude besar su frente cálida y su nariz y labios en pequeños piquitos, la mantuve para acomodar ahora, mi glande en su boca medio abierta, que fui metiendo hasta que encajara bien la punta, y comencé a masturbar para que se depositara en ella, tan tortuoso orgasmo, moví, moví y moví, hasta que sentir inflarse en mi mano izquierda la fuerza de la eyaculación, que cayó toda dentro de su boca y no sin arcadas ella tragó y botó por los lados de su rostro; pareció despertar, me miró y agarró ahora ella misma mi pene y comenzó a chupar de manera suave y como si fuera un biberón. Estaba completamente babosa mi mano derecha de sus ricos fluidos, y el olor a semen se confundía con el fuerte olor a Tequila en el aire frío del vehículo. Limpié muy bien su cara y mis ropas con paños húmedos y cerré su ropa y acomodé mejor mi pene, pues eran las cinco de la mañana y nos acercamos a San Andrés Cholula.
En una estación subió la policía a revisar y pedir identificaciones, acomodé en mi hombro a la niña dormida, y me cerré toda la ropa, mostré mis papeles y la madre de la niña llegó para ver e informar que la despertara, pues en el próximo pueblo se bajaban.
Volvió la oscuridad, y comencé a despertar a esa bella durmiente, que me había regalado un orgasmo lindo con su sueño.
-¡Nena, nena… Des-pier-ta-te…!
Ella fue abriendo los ojos y saborea en su boca el sabor de mi leche, y dice:
«Me sabe a algo que conozco su sabor pero no recuerdo ahora el nombre.»
Incorporada en su silla, tocó su entrepierna y me miro, con algo de incredulidad y malicia, para anotar:
«Estaba soñando cuando me despertaste con mi tio». Río y se sonrojo.
-¿Y qué soñabas, princesa?.
«No se lo puedo decir.»
Se escuchó adelante la voz de su señora madre que le gritaba: «¡¡-Sofía! ¡Sofía!, ya vamos a bajarnos, despidete del señor y corre!!»
Así se bajó confundida en su sueño Sofía y fue en ese instante que comencé a soñar con mi pronta llegada a Puebla.
Efectivamente estaba mi primo lejano esperando en su vehículo en esa gran estación y nos dirigimos a su casa. Era un hombre muy callado de unos 50 años, casado y con dos hijos, su esposa era una mujer india de la región muy delicada de cuerpo que parecía una adolescentes como mi propia novia Carmela.
En horas de la tarde mi primo me llevó hasta el centro de la ciudad y en la ruta fue señalando los lugares más famosos y la entrada imponente del atrio del templo con su alto campanario barroco. Le dije que no se preocupara que se fuera, que de 9 a 10 de la noche llegaría en taxi a su casa.
Me impresionó el inmenso portal de piedra y la blanca y alta bóveda coronada con arcos de madera que revelaba el silencio y la grandeza de lo sagrado. Pasié contemplando sus bellos retablos y lienzos franciscanos; la gente fervorosa iba llegado y saliendo constantemente. Me distraje ante la urna del Beato Fraile Franciscano y su cuerpo que se resiste ante el tiempo.
Muchas mujeres lindas, niñas y señoras; miraba tratando de asimilar ese lugar de devoción y paz, hasta que una niña de unos ocho años, me jaló mi atuendo, esa ropa cómoda y fresca, un conjunto de ancho lino que llevaba para usar en la Universidad y que le dá a uno ese aire de mundano e intelectual.
«-¡Oiga señor!, ¡señor!». Era la voz de esa niña, que jalaba por detrás mi camisón.
-¿Órale, qué te sucede?, ¡sueltame la camisa niña!
«-¿Deme algo para comer?». Decía, era blanquita y con una maraña de cabello negro que le llegaba a la cintura, una blusita de tirantes y una pequeña falda, que traslucía un cuerpo delgado hasta sus pies calzados por unas rústicas sandalias.
Miré en mi cartera y le largué $2 pesos, que ella tomó rápidamente, y se escabullo dentro de las bancas, y la miré hasta que la vi salir.
Mi novia al momento llegó y fue ella la que me sorprendió con su llamado: «¡Andrés!, ¡Andrés!»
Habría entrado por otro portal y no por el que yo vigilaba. Visiblemente emocionada de encontrarme ante la venerada figura: había llegado a su tierra y estaba en su Iglesia preferida. Nos besamos y me dijo que podía pasar hoy su misa y mejor nos fuéramos para su apartamento que quedaba a pocos bloques del santo lugar.
No había nadie, sus papás llegarían después de 7 pm. Así, que yo comencé a besar y meter mi mano por todo el frente y centro de su delgado cuerpo.
«-Vi a esa niña cuando llegaba dónde te vi. ¿Qué le entregabas, dinero?, ¡ella tiene cosas malas!.»
-¡Siii!, ella me molestaba jalando y no quería soltar, por eso le di un billetico.
«No puedes hacer eso. Ella es hija de una prostituta y está en ese camino.»
Diciendo eso me acercó a una ventana que daba justo en la parte trasera de un taller de mecánica, cuyo techo tapaba la visibilidad hacía arriba y no hacía abajo. Había allí un tipo curtido por el aceite y de gorda pansa y brazos.
«-Ese hombre que vez ahí, es su amante, casi todas las noches llega ahí y el tipo la magrea con sus manos y lengua en su partes, el luego saca su cosa y ella se la chupa…»
-¡Órale…! Interrupí. ¿Entonces estas pendiente del rabo de viejo mugroso, y te excita ver eso?, ¡mira que he llegado con uno grande y solo para ti…! Agarrando
Carmela se tornó molesta, sin dejar de ver hacía la oscuridad del patio.
«-¡Mirala…silencio!.»
Había llegado la misma niña de la Iglesia y el viejo la traía cargada y la introdujo en la parte de atrás de una camioneta. Por el vidrio se distinguía que le había quitado el panti y tenía la falda hacía arriba hasta su pecho. El hombre arrodillado sostenía abiertas sus piernecitas y le daba lengua a la pequeña vulva. Ella parecía retorcerse y gemir.
Estando detrás de mi novia, apreté su vientre y la estreché contra mi, que al sentir volteó, tenía más fruncido EL. ceño.
-¿Qué te pasa? ¿Vine de tan lejos para verte y así me recibes?.
«-¿A mi me gustas, pero no entiendes que no puedo tener sexo todavía contigo. Yo estoy pensando en que no puedo darte aún lo que me pides. Yo quiero llegar virgen al matrimonio. No crees?».
Mi erecto pene volvió a desinflarse con la misma rapidez que lo había impulsado la escena de la niña y el roce en medio de sus nalgas.
-¿Ven Nena, quítame esta calentura?.
-«Amor, yo también te deseo, pero no puedo hacer eso todavía».
-¿No me vas a dar ni una chupadita?
«Ya casi llegan mis padres.»
-Voy a tomar un taxi.
«¿Qué horas son?». Preguntó.
-Las 8 de la noche.
«¿No los vas a esperar?».
-Mañana sábado nos encontramos y los saludo. Me voy.
Tomé sus manos y les di un beso y me despedí. Ella me acompañó hasta la entrada y salí, a la noche pueblana.
Decepcionado y vacío anduve avenida abajo y encontré un bar y me metí. Era temprano para llegar a molestar dónde el primo de mamá. Y se me pasó el tiempo pensando en mi situación con esa mujer digna de ser las madres de mis hijos, pero no para sofocar el apetito de mis deseos, por ahora.
Al salir, miré el reloj y marcaba las 10 de la noche, y me dije que cogería el taxi al frente del antiguo convento , y para allá encaminé mis pasos.
Casi llegando al ancho atrio, venía en sentido contrario la pequeña niña, que al verme, se acercó sonriente.
«¿-Órale, que haces por acá?.»
-¿Esa pregunta te la hago yo, en qué andas a está hora?
«-No, pues, por aquí hasta que sean las 12 de la noche…» Mirándome de arriba abajo, me pide que le regale cinco pesos.
-¿Y tú, qué me das a cambio? Pelándole los ojos y mis manos en la cintura.
Ella pareció dudar, miró para un lado y para otro y se metió el dedo índice en sus labios y me miró, cómo miran las mujeres que saben negociar algo, y expetó:
«-¡Lo que tu quieras!.»
Se notaba que se había cambiado y bañado, podía oler el jabón de su cabellera seca, y usaba esta vez, un vestido largo y holgado que le daba a media rodilla y con las mismas sandalias que le vi en la Iglesia.
-Quiero darte Díez pesos.
«-¡Siiii!»
Le dije que para eso, debíamos buscar un lugar íntimo, y yo no era de la ciudad ni sabía donde llevarla.
Miró y pareció pensar. «-Si, conozco un lugar por aquí cerca, ¡vamos!
-Bueno, vamos. Le dije.
Iba delante de mi guiandome hacía una vieja ruina de una casa, en plena avenida. A la cual se entraba por un camino enmontado.
«-Es aquí.»
-¿Conoces éste lugar?, ¿cómo es tu nombre niña?
«-Me llamó Mary, y aveces vengo con amigos por aquí de día a pasar el rato.» Dejando escapar otra sonrisa.
Me tomó de la mano y me llevó hasta el final, a un especie de cuarto sin puertas ni techo a la luz de la Luna, que ayudaba mucho para poder ver. Del otro lado venía una tenue luz del patio vecino. Los perros ladraban fuerte.
Llegamos, y se puso a menos de cincuenta centímetros de mi. Estiré mi mano hasta su hombro, subí por su cuello hasta su frío rostro, ella se mordió los labios. Bajé por su pechito plano pero gordito, seguí por su abdomen y busqué su chocho sobre el vestido y empecé a sobar. Ella se dejaba.
-¿Alzate el vestido?.
Ella con las dos manos enrollo la colgada y holgada falda hasta su pecho y dejó a la vista su interior de algodón blanco, que fui bajando lentamente hasta sus tobillos, ella levantó uno a uno los pies y tomó el panti y lo puso entre el envoltorio de falda que sostenía.
Me hinqué ante ella para observar mejor ese chocho cuyos labios superiores le daban un dimensión mayor. Le sobé su bizcochito y ya estaba mojadita. Ella cerró los ojos y suspiró.
Pensé, que ya estaba lista: ya tendría la oportunidad esa noche de penetrar mi verga anhelante en esa fresca y tierna cuevita.
Acerqué, ahora, mi cara hasta esa abertura vertical que expelia ese olor a progesterona y orine. Y le pasé mi lengua y empecé a chupar ese suave y lampiño bizcochito, ella abrió más sus piernas para poder facilitar mi succión. Ya yo parecía delirar con tan alta sensación de placer.
Me incorporé buscando un lugar en ese muladar de escombros y basuras, y en un rincón pude ver un gran cajón de madera, y hasta allí la llevé y recosté. Abrí sus piernas y seguí dándole lengua a ese fino y limpio manjar que me estaba vendiendo Mary.
Metí mi dedo del medio de mi mano derecha y ella soltaba gemidos y me miraba como avanzaba mi dedo dentro de ella, se lo sacaba y metia delicadamente, ella gemia y se contorcionaba sobre el sucio cajón.
Ya yo estaba super estaciado y con mi verga aún dentro de mi pantalón. Entonces la liberé.
-Ven, chupame ahora tu.
Y ella, dio un salto del cajón desesperada y se la metió con ansias a su pequeña boca. Parecía que estuviera esperando ese momento. La Metía y la sacaba de una forma deliciosa. Era rico ver como la niña Mary trabajaba bien su boca y su mano sobre mi pene erecto y habido de sexo.
Su dedicación era producirle placer a mi cabeza que casi no cabía en su boca, insistía en chupar como ya lo había aprendido desde antes, y esa inocencia y brusquedad me tenían bien caliente y duro como una viga de hierro.
Ya quería comerme ese bizcochito, entonces la aparte de mi pene y la acomodé nuevamente sobre el cajón y empecé a frotar mi pene sobre su vulva completamente lubricada, se frotaba fácilmente en esa abertura babosa de su chuchita.
Ella al notar mis intenciones. Me dijo:
«-Lo que hemos cuadrado, es para que te lo chupara y tu a mi. No para meter.»
-¿Y te la han metido ya?. Pregunté.
«-No, todavía no.» Respondió sin vacilar.
-¿Ah. Eres virgen?.
«-¿Por qué me dices eso?».
-Así le dicen a las niñas o mujeres que no se la han metido.
Ella parecía pensar viéndome apoyada en sus codos y sus piernas abiertas, mi pene cada vez más grande y palpitante frente a ella.
-¿Me vas a dejar que te lo meta?
«-¡Cómo crees!»
Me dijo eso sentándose ahora sobre el cajón y apoyando sus pies al suelo. Pero sosteniendo arriba su vestido.
-¿Andale, te doy 20 pesos?.
«-Mmmm». Ella medito un tantito. Y me suplicó que lo hiciera despacito.
-Si, te la voy a meter despacio.
Me puse saliva en mi pene y se la fui metiendo dispacito, estaba bien abierta sus blancas piernas y el reflejo de la Luna iluminaba su gordito lomito de venus.
Le fui metiendo la cabeza y dio un respingo.
Paré y luego le empujé un poco más y se lo saqué.
Y me quedé observando ese lindo bizcocho que iba a suplir las ganas de mi sexo con la santa Carmela. Estaba ahí, Mary como una gran hembra a punta de darme por dinero aquella virginidad que necesitaba de la mujer que había vendido a visitar.
-¿Órale, en que piensas?.
Le besé por primera vez sus fríos labios. Hacía una brisa que movía los árboles de ese monstresco lugar. Ella correspondió como una mujer, me dio su lengua, sabía besar. Los perros seguían ladrandole a la Luna.
Y volvi a meter un poco otra vez, sólo la cabeza, y un poco más, abriendo su cerrado y virgen conducto vaginal.
Ella se quejaba cada vez que se la metia, y comenzaron a brillar las lagrimitas que manaban de sus ojitos.
-¿Te duele?
«-Si, un poquito…»
-Aguanta un tantito, ya se te pasará. Deja que
te la meta toda y se te quitará el dolor.
«-Si, pero me duele.» Decía eso como una niña mimada y desvalida.
-Aguanta. Y diciendo eso empuje fuerte y se la meti hasta la mitad.
Ella no gritó, sentía como su vagina apretaba mi pene impidiendo su avance. Solo pujaba fuerte y se mordia los labios.
-Relate, afloja las piernas…ya tranquila…no te lo he metido todo. No te muevas, quédate quietesita mi nena.
Así enzartada como estaba casi hasta el tope de mis güevos, esperaba que su cuerpo se distensionara para poder terminar con la penetración.
Y cuando sentí que ella aflojó, le di otro empujón y entró toda.
Le sonreí y ella también me sonrió. Después de un ratito se la sacaba y se la metia suave y en ratos más rapido hasta que me vine dentro de ella, inundandola con toda la carga caliente de mi semen.
Ella convulsionava sus piernas a mis caderas al recibir mi orgasmo intenso de mi dura verga enclavada hasta su útero o más allá.
Se la saqué y pude ver semen y sangre mezclados.
«-Ya soy una mujer, ahora?».Dijo eso tocando su inchado e irritado sexo del que le salía mi gomoso fluido.
-Siempre has sido una mujer, pero ahora eres una mujer sin virginidad, ya puedes utilizar tu bizcochito con los hombres, como el del taller.
«-¿Usted sabe de eso?»
-No, fue que hoy te vi entrar allí. Ven vamos a limpiarte con mi interior.
Me lo quité y la lampie toda. Era una niña bella con ese cuerpecito partido por la mitad con mi hambre de sexo.
«-Él es mi vecino, amigo mío, así como usted.»
-Vámonos que ya son casi las 12 pm. Te acompaño.
«-No, me voy sola.»
-¿No se te olvida algo?.
Tomó los 20 pesos y se fue corriendo camino arriba por donde quedaba mi novia y su casa.
Al otro día sábado fui y me encontré con mi novia en la tarde. Sus papas eran unas personas jóvenes y me recibieron con agrado. Les hablé de mis intenciones de estudiar en la Universidad del Distrito Federal. Luego de muchas anécdotas me permitieron salir con Carmela y así que íbamos paseando por la vereda principal cuando vi de nuevo a la niña, noté que mi novia se incomodó. Así que quise variar la ruta a otro lado pero al fin, la niña me miró y sonrió, la acompañaba otra niña de tez india y morena, un poco más chaparrita pero de cuerpo espléndido bajo el rústico y pobre vestido. Ella también sonrió e hizo el ademán de saludar. Pero se perdieron en el centro comercial.
Ya estaba más que aliviado de mi calentura que no di ninguna oportunidad a mi novia de rechazarme; ya tenía la mejor de las mujeres para atender sin reclamos mis deseos en la acogedoras tierra Pueblana.
Mi novia notó el cambio, pero no pareció importarle sino estar conforme y libre de mi sexual acoso. Ya a las diez de la noche estábamos de nuevo regresando a su apartamento, me invitó a entrar, y me excusé con que debía llegar temprano a dónde mi familiar y le tomé las manos y las besé y ella me abrazo y me regalo un ardiente beso de lengua. La abracé y toque su trasero, retiro mi mano y pasó el portal del edificio.
De cierta forma, estaba conociendo a mi novia mejor y sus valores eran superiores a mi apetito y morbosidad, con esos pensamientos caminé hacia el templo del beato, con los deseos de reencontrarme a Mary.
Llegando al amplio atrio, detrás de mí escuché la voz de una niña, era Mary que venía corriendo de la oscuridad en chancletas con el mismo vestido de la noche anterior y con la menuda y güerita de su amiguita.
«-¡¡Señor, señor…!! Gritaba. Mire… Mire esta amiguita mía.»
-¡Si, hola!. ¿Cómo te llamas? . Dándole la mano e inclinando para apreciar su carita.
La niña respondió que se llamaba Sussy. A lo que Mary me atrajo y me dio un secreto al oído:»-Ella quiere que le hagas lo que me hiciste a mi anoche.»
Yo miré a la niña y veía por su cara de pícara que sabía el contenido del secreto. Eso me comenzó a acelerar y mi pene a encenderse de nuevo.
-¿Y dónde y cuando quiere que hagamos eso?. Pregunté.
Mary contestó:»-¡cuando quieras!. Y tomando mi mano me ordenó:-¿si quieres ahora?. Venga conmigo.
Al reconocer la ruta pude comprobar que era la misma casa abandonada a la que me llevaban. Entramos y Sussy se puso nerviosa, sería por el sitio o por lo que iba a buscar.
-Tranquila. Le dije: no pasa nada.
Llegamos y los perros de las casa vecinas ladraban más que nunca. La luz de la luna dejaba ver como la noche anterior.
-Ven. La acerqué a mi. Y acaricié su rostro y su cabello negro lacio y largo. Toqué su boca y la besé. Ella temblaba con la fuerza de mi beso.
Tenia una blusa de tirantes sin corpiño abajo.
Una falda corta y sus calzoncitos rosas. Le bajé uno de los tirantes y acaricie su pechito plano. Era delgada como a mi me gustan las niñas. Se le paró su pezoncito y se lo chupé y ella comenzó a reir de las cosquillas o del inédito placer que apenas conocía.
-¿Qué edad tienes princesa?.
Mary contestó: «-ella tiene diez, es mayor que yo.»
-Eres bien chiquita mi amor. Le dije, mientras
Con una mano toqué su viscochito y ella solita abrio las piernas.
Le bajé el otro tirante y le chupe su otro pezoncito. Mary estaba concentrada viendo como avanzaba el momento de su amiguita y se reía.
Le hice el panti por un lado y toqué se vagina que ya empezaba a mojarse. Y le fui metiendo un dedo. Ella se quejó y se hecho para atrás safandose de mí.
La tomé por la espalda y la jalé hacía mí y le pregunté si le había dolido. Ella contestó que sólo un poquito, pero el dedo no se lo saqué.
Le meti un poco más y me dijo me si le dolía, entonces se lo saqué y le bajé de una vez el calzón rosa hasta que se lo quité.
La cargué hasta el mismo cajón de Mary, y la acosté sobre él, así de chaparrita como era. Entonces le abrí su bizcochito y lo chupé y lamí con fruición. Ella se agarró con sus dos manos de mi cabeza jalandome a su coñito y cerrando sus piernas en mis cachetes.
No decía nada sólo cerraba los ojos y su respiracion se aceleraba y gemia y arqueaba su diminuto cuerpo, abriendo y cerrando sus piernas.
-Ya estás lista Sussy. Le dije.
«-¿Para qué?».Respondió.
-Para que te la meta.
«-¿Me va ha doler?.
-Pues sí. Un poco. Pero vas aguantar y no vayas a gritar.
«-Bueno». Me contestó.
Le acomodé mi pene se lo restregué en su entrada de labios gorditos, haciendo presión en todo lo largo de su rajita varias veces.
Y se lo fui metiendo poco a poco, y ella empezó a quejarse y echar lagrimitas con sus labios llorosos.
-¿Te duele?.
«-¡¡Siiii!!. Dijo ella.
-Espera, estate quietita y no te muevas. Bajé hasta sus pequeñas tetitas y se las chupé y lamí. Mientras le pasaba el dolor.
Cuado sentí que se aflojó su cuepo porque lo tenia tenso y apretando mi pene dentro de
ella. Le di un empujón y entró un poco más y casi grita del dolor que se llevó las dos manos para tapar su boca.
Lugo soltó la voz para decir:»-¡me dueeelee!, ¡me dueeelee!. ¡Sacalo sacamelo!, ya no quiero ya noooo…» . Y lloraba.
-Tranquila. Ya entró. Le dije poniendo mis manos en sus sintura a la altura de sus costillas.
«-¿Ya entró?».
-Ahorita se te quita el dolor. No te muevas.
Se quedo quieta y su cuerpo tenso. Ella clavada por el centro y sus piernas antes en mi cadera, estaban estiradas buscando el sucio suelo. Me empujaba el pecho con sus manos para que se la sacara.
Después de un rato volvia sentir que se aflojaba y relajaba su cuerpo.
-¿Ya no te duele?
«-Poquito.»
-¿Te la sacó ya?, ¿quieres que te la saque?
«-No, ya no. Ya no me duele mucho.»
-O.K. Le contesté. Y fue cuando le di el último empujoncito para penetrarla toda. Y ella comenzó a gemir.
«-No más por favor. Siento que me partes en dos.» Y se aferró más con sus piernas y sus brazos. Ya estaba prácticamente con mi peso sobre su pequeño cuerpo.
Y comencé mi lento vaivén. Mete y saca lento, gozando de la estrechez y la gloria de su sexo. Despacito y luego rápido, a un ritmo compazado con su respiración en mi cuello y el movimiento frenético de su pelvis. Así en ese movimiento rápido y despacio conque recibía mi mojado sable pasaron unos veinte minutos.
«-Siento que me partes en dos.» Se queja Sussy.
«¡Ah.ah! Me partes en dos. Me jala hacía ella y me abraza fuerte
Me muevo y me muevo hasta que me vine en grandes chorros dentro de la no ya virgen Sussy. Con mi leche sentí sus contracciones sobre mi pene, tuve que esperar que lo aflojara para sacarlo.
Mary se acercó más a mirar mi pene con restos de sangre y semen, y la vulva abierta de su amiga, puso su dedo en ella y lo olió.
La volví a limpiar con mi interior. Sussy me decía que ella quería saber que era tener la cosa de un hombre dentro así como veía a su mamá haciendo eso con muchos hombres.
-Sussy reina, ya eres una mujer desde hoy como Mary, aquí tengo un poquito para ella. Le digo: -¿No te vas ir sin gozar esta noche?.
Mary estaba demasiado excitada para no acepta, pero quiere que sea por detrás. Porque no lo ha probado. Entonces limpio mi pene con mi boxer y se lo doy a chupar. Ella lo agarra como experta que es y lo chupa hincada en la tierra. Ya Susy está vestida y ahora es su momento de mirar.
Le he quitado el panti blanco a Mary. Siento sus nalguitas frías y fuerte que van a probar por primera vez un buen trozo de carne y la levanto hasta la caja quedando casi su sexo en mi boca.
-¿No te bañaste hoy?. ¡Foo esto cede!.
Los perros no han dejado de ladrar, quizá es el olor a sexo que los tiene animados. Sentimos que hay alguien sobre la pared vecina. Nosotros nos hemos reguardado detrás de la antigua pared de la casa. Y alumbra la oscuridad con una gran linterna, despacio hace un recorrido como un faro de prisión de un lado a otro y se le escucha decir:»-¡No hay nadie!». Todos estamos abrazados y acurrucados en el sucio suelo. El hombre se baja de la pared y los perros vuelven al ladrido incesante.
Ellas se ríen pero sus corazones como el mío están a mil. Entonces, apenas puede contestar que Sí , que se ha bañado dos veces pero la ropa no la ha lavado su mamá y está sucia por eso luce la misma de ayer. Yo le digo que era un vacilón. Que en realidad huele rico y que me la voy a comer toda. Ella sigue sonriendo. Le pasó mi legua y siento su clítoris que sobresale de sus gorditos labios saladitos, le doy vuelta y ahí están sus nalguitas que abro con mi boca y nariz hasta su ano y beso y chupo. Le digo:-este es el beso negro.
Hago que se acueste de espaldas para chupar mejor su cuerpo, ella está completamente desnuda en esa noche fría. Le digo a Susy que me chupe y ella lo hace complacida como si estuviera esperando eso. Beso los pezoncillos de Mary que comienzan apenas a brotar. Ella gime y susurra:»-ricooo».
Meto un dedo y Mary brinca. Le digo que es necesario para no maltrarla cuando entre la cabeza y el lomo. Ella se lleva las manos a la boca y espera con brinquitos como le voy abriendo cabida a mi glande. Le hecho abundante saliva. Sussy ha hecho un excelente trabajo con mi pinga, está bien dura y lubricada, le digo que mire como le hago el orto a su amiga para que aprenda. Ella está abrazada a mi viendo como primero lo meto en su bizcochito apretado y rico y punteo el ano así varias veces para arriba y para abajo. La acomodo mejor y logra entrar la punta. Mary se queja. Le digo que espere y puje un poquito. Y así poco a poco se va sobando hasta la mitad. Ella dice que le arde mucho. Le recuerdo que es como ayer y tiene que relajarse. Y así vuelvo avanzar hasta casi mis bolas. Y lo retiro hasta casi sacarlo y suavemente se lo entierro otra vez. Ya no le duele y empieza a sonreír. Y con más confianza la comienzo a embestir con un ritmo lento y acelerado. Ya Mary goza de su primera penetración anal. La cambio de posición ahora arrodillada sobre la caja y la vuelvo a enganchar en su blanco trasero y le doy verga atado a sus pequeñas caderas de futura puta. Le doy y le doy y la leche no quiere salir. Ella delira con el sexo que le estoy brindando. Hasta que ya sin poder resistir más me derramó dentro de ella. Qué sensación indescriptible de placer me han dado esas dos mujercitas.
Mary se incorpora. Y yo la limpio. Esta agitada y agotada, sus piernas parecen temblar y de debilidad o de placer. La abrazo a mi y la beso en su boca. Es toda una mujercita. Le digo aquí voy a dejar otro calzoncillo para que se recuerden de mi. Mary dice que el de ayer ella lo tiene guardado en su casa, entonces Sussy se llevará esa noche el otro. Salimos los tres abrazados de ese muladar a la noche Pueblana, las invite a comer perros calientes. No quisieron cobrarme esta vez y tristemente no las volví a ver jamás.
Al otro día me levanto y llamó a mi novia, nadie contesta. Es domingo y digo que debe ser que se fue a la Iglesia. Mi primo y su familia están en casa. Yo les digo que no pienso salir. Ellos me preguntan cuando pienso regresar a Tampico, yo les digo que de lunes a martes. Me preguntar por la novia y les cuento la historia de que es una santurona que pasa en la Iglesia y rezando y que ni se deja besar. Ellos se ríen. La joven esposa de mi primo me dice que entonces se ha perdido el tiempo. Yo les digo que si. Que no he hecho nada bueno con ella. La hija de mi primo me mira con malicia y sonríe. Es una nena de unos 14 años. El niño es de unos 6 o 7.
El primo de mi mamá, me aconseja que trate de llamar a la novia y la invite a la casa para pasar la tarde y así pueda tener la oportunidad deseada de estar con ella. Ya que ellos los domingos van a visitar a la abuela de los hijos y mamá de su esposa y regresan después de ocho de la noche.Yo les digo que es genial la propuesta y voy a insistir para traerla hasta esa casa. Entonces veo como se van alistando y a las once de la mañana se marchan en su carro.
Insisto en llamar y nada, la novia no contesta en su departamento. Me baño y me tiró a ver televisión y me quedo dormido.
Como a la una de la tarde siento que están tocando la puerta de la casa. Voy y me asomó a la ventana y es un niño de unos siete u ocho años, que pregunta por su amigo Samuelito, que es el nombre del hijo de mi primo. Le respondo que no hay nadie y que estoy solo en casa. Él insiste que le abra para ver la televisión. Le digo que mejor no porque estoy esperando a alguien, entonces el niño cambia el rostro y se aleja de la puerta.
Yo insisto varias veces en llamar a Carmela, mi novia y nada. Me hago un sándwich y me tomó un refresco y llamó de nuevo sin ningún resultado. Se me viene a la memoria las imágenes gratas de mi experiencia sexual con esas dos menores: Mary y Sussy. Cuál de las dos más rica, más divina, más mujer para mi pinga que con ese recuerdo y mañoso la he sacado recostado al sofá. En eso vuelve a sonar el timbre y me levanto de golpe y otra vez es el niño el que llama.
«-Señor, déjeme entrar, yo no lo voy a molestar, vengo a veces a ver la televisión con Samuel. ¿Me dejas?».
Parece que Carmela no va a contestar ni me va ha llamar. Estoy solo y casi aburrido. Quizá la compañía del niño me alegré la tarde con sus cuentos y risas. Todo eso pienso y le abro la puerta. A él se le ilumina el rostro de la alegría.
-¿Dónde vives niño?.
«-¿Señor, a dos casas de aquí?»
-¿Como te llamas?.
«-Daniel. Me dicen Danny.»
-¿Ya almorzaste?, estoy comiendo sándwich, ¿te provoca?.
«-¡Si señor!. ¡Muchas gracias!. Él tiene un pantalón corto de franela gris y un suéter con el símbolo de Superman de fondo azul. Es de tez blanca y de labios muy rojos que combinan con sus ojos casi azules. Me digo este es un superboy.
Cambie el canal para muñequitos y él me dijo que prefería ver lo que yo quisiera. Le dije que no tenía casi interés de ver nada. El comía y tomaba su refresco sentado con los pies cruzado en el piso al frente mío. El me miraba el bulto de reojo y cuando se sentía descubierto sonreía y miraba a otro lado. Yo me paré y me fui atrás a mi cuarto. Y le dije, quédate viendo si quieres que voy hacer otra llamada. Él se estiró en el piso y se apoyó en los codos para ver la TV. Abrió sus piernas y pude ver la redondez de sus nalguitas cuya raya marcaba la tela de algodón.
En el cuarto traté de hablar nuevamente y era en vano insistir. Y me quedé allí en la cama pensando. Cuando me percató que danielito me mira y se esconde.
-Ven, que ya te vi Danny.
El entró y se sentó al borde de mi cama. Me senté y le puse un brazo en su hombro, como abrazandolo pero separados. El se corrió y quedó junto a mi. Le pregunté que tenía o que quería. El miraba el piso.
-¿Estás aburrido?, ¿te quieres ir?.
«-No». Contestaba.
Alzó su rostro y me quedo mirando. Me paré y caminé a la sala para sentarme de nuevo en el sofá. El Venía detrás de mi y al sentarme se metió enseguida dentro de mis piernas. Sentía como sus nalguitas se montaban sobre mi pene que de inmediato comenzó a reaccionar. Abrí más y el cayó enzima. No se movía pero sentía como cogía forma mi verga dentro de mi calzón, yo estaba, pues pendiente de ver que reacción tendría cuando la sintiera dura y recta tallando sus suaves nalguitas. Él empezó a moverse meneando su cola sobre mi falo, lento y como sin intención, parecía concentrado en los muñecos de la TV. Busqué su pene y lo encontré parado, cuando lo toqué, él voltio a mirarme. Metí mi mano y no usaba interior. Y saqué su penecito del pantalón. Lo besé en el cuello y el suspiro y su respiración se aceleró. Ahora apoyaba con más confianza sus nalguitas. Metí de nuevo mi mano buscando su anito y se dejó hacer. Lo paré de espalda y bajé su short. Tenía unas hermosas nalgas más gordas y ricas que de las mismas niñas de su edad desfloradas por mi la noche anterior.
Abrí sus nalgas y ahí estaba su pardo botoncito. Le fui introduciendo el dedo del medio y se quejó con un gemido. Le pregunté si le gustaba y él dijo que Si. Nadie podía vernos en esa sala, las cortinas cerrada; mi pene estaba a reventar y él lo notó y puso su mano sobre el y lo sobo. Yo me bajé mi pantaloneta y lo tomó por el centro, le dije que lo moviera para arriba y abajo, y él lo hizo. Lo jalé para tocar sus nalgas con mis dos manos. Eran grandes y blanquitas como los de una nena. Le dije vámonos al cuarto y él me siguió. Allí nos desnudamos y lo paré en la cama, él no perdía la mirada de mi pene.
-¿Has hecho esto antes? Pregunté. Él contestó con la cabeza que no. Entonces le dije que se acomodara parando sus nalguitas y así lo hizo. Bajé hasta el centro de ese bello culo y olía a rico a jabón de olor para bebes. Lo besé y metí metí mi lengua y chupé sus escrotos pequeños y se retorcida como una niña en celo. Era un putito en su tiempo de desvirgar. Alzaba su colita para que mi boca se saciara de su puchita. Lo senté y le metí mi glande y le dio varios chupones como si comiera una paleta. Lo acomodé de espaldas, ya estaba bien lubricado por mi saliva y me eché más saliva en la cabeza y se lo fui metiendo poco a poco, él se quería zafar pero yo lo tenía abrazado por la cintura y lo jalaba para que no se saliera la cabeza que había penetrado en su colita. Él no gritaba solo decía que le dolía. Cuando sintió que avance hasta un 1/4, gritó:-¡me dueeelee!
-Aguanta, que falta poco. Le dije, puyando más mi trozo en su orto.
«-¡Nooo quiero más. Sacalaa!» Suplicaba.
Ya no había forma de retroceder y le fui metiendo toda la verga hasta el final, quedando pegado a mi pelvis. Y el comenzó a llorar. Yo comencé a moverme lento dentro de él. Gemia y jadeaba cuando entraba y salía de su recto. Así estuve dándole un buen rato hasta que me vine dentro él. Y él se dejó caer sobre la cama como desmayado, pero le moví la cara y estaba consciente y su penecito erecto todavía.
-¿Te gustó?. Le pregunté.
«-¡Siiii, pero me dolió!».
-Entonces no le digas a nadie de esto si quieres que te lo vuelva a meter.
«-¿Pero ya no me va ha doler más?»
-No, ya no más. Vamos a bañarnos.
Entramos al baño principal desnudos y lo comencé a bañar, tenía su esfínter inflamado y lo enjaboné bien. Mi pene colgaba más que satisfecho, pero él lo tomó de nuevo en su mano y se paró. -¿Quieres sentirlo de nuevo? No decía nada, me miraba nada más.
-Te va a gustar más, ¿quieres?, pero es nuestro secreto.
«-Bueno entonces ni le digo a nadie».
-Es un secreto si, a nadie. Dije.
«-Si secreto.»
Entonces me senté en el inodoro y lo jale por detrás hasta mi cabeza que roso su eritado anito. El se quejó con un «Ayy, me arde.» Pero estaba perforado, mi cabeza avanzó sin problema y lo comencé a gozar. Él está vez si tenía el premio merecido del placer que es lo que se busca con el sexo y no el dolor. Él solito subía y bajaba por mi rollete de carne y disfrutaba, su rostro y gemidos lo decían. Nuevamente tuve un clímax espectacular que me hizo chupar y lamer todo de él. Ya sasiados nos vestimos y nos fuimos a ver TV. Él decidió marcharse a las 5 pm.
Al otro día volví a llamar a la novia y no respondió. Entonces llegué por su departamento y me dijo el portero que habían salido desde ayer para Jalisco a una emergencia familiar. Así que le dejé en recepción una nota de despedida: «Carmela te doy las gracias por permitir que por la búsqueda de tu amor, conocer tu hermosa tierra Pueblana. Estos tres días han sido muy llenos de satisfacción. No solo en lo material sino en lo espiritual. Una voz muy grande me ha dicho que tu no eres para mí ni yo para ti. Eres una mujer santa y digna que no merece a un fornicario insaciable como yo que ha mitigado sus apetitos desde que venía en camino con Sofía, y luego con Mary, Sussy y Danny. Me voy gozoso y feliz, porque en esos cuerpos y corazones he dejado recuerdos de amor imborrables como ellas en mí, y todo gracias a tu «santidad» con la que ni loco cometeria el pecado lujuria matrimonial. Andres G.»
Fin
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no manches tres dias y goso como nunca lo que se perdio la novia y bueno tu relato seper bien sale sigue contando amigo….. 🙂 😉 🙂 😉 🙂 😉
Gracias Alex, me complace tener tu comentario y gusto por esta historias. Espero leas mis otros relatos y próximas historias.
@Kuripi
No mames weyyy que ricoo…me apunto..vamos a buscalas jejejej…ponte en contacto conmigo va.
Gracias Anuzoo, es una historia divertida y viene el segundo capítulo que me comento Andrés G. Ese señor era un tenaz.
Que tanto será cierto,? Podemos buscarlas?
Gracias amigo por tu comentario. Ya viene la segunda parte en D.F.
Todo es cierto las niñas deben tener hoy dia unos 40 o 43 años
Es un delicioso relato me puso caliente y como se llama lo que sigue para buscarlo
Gracias por leer esta historia y pronto viene la continuación espero igual o más caliente. Y te invito a leer las otras aquí publicadas pulsando Yatekuri y me comentas.
Me encantó tu relato!! Sigue así eres de los mejores escritores de este foro!!
Muchas gracias, tratando de mejor cada vez. Ya vienen las continuaciones pendientes y las nuevas historias mías y que me han contado otros. Gracias de nuevo por tu apoyo.