Una tarde tranquila
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ha sido un día tranquilo, pero aún así tienes ganas de llegar a casa y verlo, darle un beso y proponer ver una peli con palomitas durante la tarde; pero al llegar a casa lo que escuchas es la ducha, y la parte más picara de ti misma te da "buenas" ideas para transformar ese plan inicial en otro más "movido".
De camino al baño te vas desnudando, y vas dándole forma a la idea.
Al llegar a la puerta picas y avisas de que vas a entrar, ya desnuda, te abres paso y el saluda sin saber lo que va a pasar, entras en la ducha y lo abrazas por detrás, de tal forma que tus curvas despiertan unas ideas parecidas en la mente de él.
-Pensé que esto te gustaría-dices mientras pasas tus manos por sus pectorales y las bajas por su costado poco a poco.
-La verdad es que es una muy grata sorpresa.
aah-dice el mientras te acaricia la cintura, aún estando de espaldas y tu agarras su miembro a medio camino de la ereccion.
Notas como va creciendo en tu mano, solo unas caricias ya lo han hecho tuyo.
La excitación os afecta, y ambos cuerpos están ya preparados.
Él se da la vuelta, te agarra de la cintura y te besa a la vez que juega con uno de tus pechos.
Vuestras lenguas luchan la una con la otra, con pasión, no con fuerza.
Entonces él te aprieta un poco el pezón lo que provoca un gemido de sorpresa y placer, os liberais del beso, pero sólo para que el siga besando tu mejilla, tu cuello.
Todo esto mientras va bajando la mano por tu costado, tus caderas y la parte interior de tus piernas, para encontrar al final la ya marcada humedad.
Un dedo entra poco a poco en ti, el placer que sientes es leve, pero apreciado y tu a su vez pasas la mano por su erección.
Os miráis a los ojos viendo el deseo de avanzar y a la vez no, estos juegos de vez en cuando son divertidos, y además el primero que pida avanzar será el dominado, la victoria moral también está en juego.
Así que el se lanza a lamer tu pezón y a su vez entra un nuevo dedo dentro de ti que se mueve con más fogosidad.
Se te escapan los gemidos cada vez que sus dedos tocan las paredes más sensibles y cuando un pequeño mordisco en el pezón te pilla desprevenida.
Pero no estás dispuesta a ser menos, lo apartas de tu pecho y te pegas a él aún manteniendo su erección en la mano, dificultando sus movimientos y haciendo los tuyos más fáciles, lo masturbas con ganas, escuchas su respiración acelerada, tienes el control de él, pero no el de tu cuerpo, sin pensarlo siquiera le mordisqueas el cuello, y lo succionas, lo que dejará un bonito chupetón al cabo de un rato.
Pero tu control total fue solo pasajero, él te agarra con fuerza, pero con cuidado y te apoya en la pared, no tienes ni tiempo para pensar en que hará cuando notas como tus paredes internas dan la bienvenida a su lengua.
Juega en tu interior mientras dos dedos acarician tu clitoris.
Con el culo en pompa y totalmente expuesta, eres la dominada ahora.
Su lengua despierta nervios aún escondidos y sólo provoca placer y más placer.
Tus manos no pueden aferrarse a nada, y los gemidos escapan uno tras otro.
De pronto todo esto acaba, te giras para mirar que ocurre y te encuentras una mano en tu cintura y su miembro ya entrando en ti.
Se desliza hasta el final, esta vez haciendo que cada milímetro de piel se estremezca por la sensación.
Tus sentidos dejan de captar información solo para centrarse en lo que importa en ese momento: la carne palpitante que no deja de entrar y salir de ti.
Con sus manos agarrando tus caderas y utilizándolas para entrar con más fuerza, casi se siente como si cada vez llegara más lejos.
El caer del agua parece que ya no pueda impedir que los sonidos escapen de la ducha, pero eso poco os importa, cuando ambas partes están fundidas en el calor del momento.
El empieza a moverse más rápido, llegará en breves, el disfrute personal de cada uno esta al límite, y con un gemido y un último empujón el se derrama en tu interior.
Notas como su miembro hace fuerza para expulsar el líquido y como este te va llenando.
Empieza a salir, esta vez poco a poco, y cuando su miembro, ya flácido, sale por completo de tí, una parte del líquido se escapa de tu interior.
Y es ahora cuando notas el cansancio de la postura y el desgaste del placer, tus piernas temblorosas casi no te sostienen, y acabas sentada en el suelo con tu cuerpo temblando gracias a los escalofríos que deja un buen rato en la ducha.
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