una vez más…
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por morita.
Me encuentro recostada en una cama, siento la suavidad de la seda bajo mi cuerpo desnudo, suspiro por el episodio recién escrito en mi piel donde, tu boca y manos fueron el pincel.
Veo como el ventilador del techo corta el aire con sus aspas, y volteo hacia la ventana, entreabierta para que el sonido del mar entre a este espacio testigo de placeres terrenales.
La penumbra se muestra aliada de mis pensamientos, inyectando un tinte novelesco al momento. Tu estas junto a mí, profundamente dormido, con la cara llena de satisfacción y cansancio por haber cumplido con nuestro deseo carnal.
Recorro con mi mirada tu rostro, quiero dejar una impronta eterna de tu faz, tan tranquila, tan tenue de ese momento que me incorporo un poco para no despertarte, y poder estudiarte bien, pero mi libido me traiciona y cierro los ojos, tratando de rememorar ese impulso eléctrico que recorre mi ser cuando soy poseída por ti, cuando de mis labios salen las palabras de sumisión prohibidas para unos oídos castos pero excitante para los dos.
Mi cuerpo empieza a despertarse al solo aroma de tu sexo y bajo cuidadosamente hacia ese cachito de cielo prometido, ya mis pezones se erectan como si fuesen la boca al olor un sabroso bocado, pero en esta ocasión, mis otros labios son los que empiezan a secretar esa “saliva”, lista para recibir el manjar.
Mi temperatura comienza a subir nuevamente y mi cara aprisiona tu sexo, comienzo con un tenue roce de labios, pequeños mordiscos cómplices de mi locura por ti, y mis manos sigilosas, cuidadosas del tesoro que es solo mío, por este momento.
Tu cuerpo empieza a reaccionar ante mis caricias, aunque tú, sigues soñando conmigo porque muestras una pequeña sonrisa en tu rostro y un suspiro. Justo lo que siempre te provoco.
Con el cuidado y precisión de una experta, introduzco mi lengua en tu pequeño orificio, palpando, saboreando tú liquido, sabor memorizado en mi mente como uno de mis favoritos, después de tus besos.
Empiezas a despertar con mucha calma, tus manos me encuentran y sin abrir los ojos, me aprisionan sin dejar más remedio que continuar con esta degustación. Introduzco por fin tu mástil para poder comerlo todo de un bocado recorriendo tu prepucio de un solo jalón para poder hacerte estremecer con este acto. Logro sacarte un gemido de placer y que tu cadera empiece este vaivén, de búsqueda de placer, de soltar tu semen dentro de una cavidad caliente.
Mis manos se ocupan de tus testículos, redondos y llenos del liquido vital listos para eyacular en cuanto te descuides. Mi boca no solo esta llena de tu verga, mi amor, sino de palabras y sensaciones que sé te gustan. Estas a punto de venirte pero no dejo que lo hagas, saco tu palo y lo enfrío, aun no es tiempo. Parecieras enloquecer con esto y tus ojos me miran con lujuria y deseo. He logrado mi objetivo, quiero que me deseas tanto que no puedas aguantar más, que tengas esa primitiva necesidad de poseerme, así que vuelvo a meterme tu hermosa verga para chuparla un poco más.
Después me aparto de ti tan inesperadamente que no sabes que hacer al principio. Yo me recargo sobre la credenza, con la mirada de desafío e invitación, el espejo refleja mis nalgas y tú te paras al instante de nuestro lecho de amor y vas por mí.
Me subes a la mesa y de un tirón me abres las piernas, mi coño mojado se ve resplandecer y se te hace agua la boca, yo cierro mis ojos para maximizar el placer. Tu boca empieza a lamer mis labios, recolectando ese néctar acidulado que te tragas, encuentras mi clítoris y lo aprisionas, masajeándolo lento y fuerte, como me gusta, mis manos ahora son las que toman tu cabeza para no dejarte escapar, continuas hasta que mi cadera toma vida propia, preludio de mi clímax, pero para jugar siempre se necesitan dos.
Cuando estoy a punto de venirme, me tomas de las manos, las subes junto con tu boca a donde mi cara, enrojecida de excitación se encuentra, y me dices… “mi perra, mi puta”.
Con desesperación trataba de tocarme para eyacular, pero me sostenías con tu fuerza de hombre. Buscaba tu boca para saborearme, pero solo te mantenías a distancia prudente para que pudiera olerte pero no saborearte.
Yo vociferaba a grandes gritos: “Cojéeme, porfavor, cojéeme!!!, soy tu puta, hazme tuya, haré lo que quieras pero métemela!!!!”
Cuando decidiste que ya era suficiente, porque tu verga estaba también a punto de eyacular, ya que nunca habías experimentado el poder de esta sumisión total. Me dejaste libre. Te tumbe en la cama y a arcadas me metí tu verga de un solo golpe… estaba tan loca por ti, que te empecé a coger, te necesitaba dentro de mi, tus manos se posan en mis caderas ayudándome a comerme tu enorme verga… “ah mi amor! Así, así te quiero, dentro de mi”. Mis tetas se movían con frenesí frente a ti, me las tocabas, me las chupabas. La locura nos poseyó ya que en un momento dado, giraste sobre mi, me tumbaste de espalda, me abriste las piernas y me metiste de nuevo la verga, ahora con embestidas que sentí que me desgarraban de placer.
Empecé a sentir tu pre-eyaculación, sudábamos como locos y solo falto un grito al unísono para sentirme inundada de tu leche.
Un solo grito pronunciando nuestros nombres.
Todo volvió al silencio.
Horas después, abrí los ojos y sentí la suavidad de la tela en mi cuerpo desnudo y vi el ventilador cortando el aire sobre nuestras cabezas y de la ventana, se oía el sonido del mar…
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