Vacaciones Inolvidables 10
Fin de semana en la playa..
Sábado noche.
Almorzamos en un restaurante del mercado y después fuimos a la playa, que estaba llena de gente. Por suerte y como lo hacemos siempre con mi hija, les eché bronceador a las dos en la casa antes de salir y ellas me echaron a mi antes ponernos el traje de baño.
Al atardecer volvimos a la cabaña a ducharnos y comer unas piezas que habíamos comprado de regreso. Mientras ellas preparaban todo, fui a darme una ducha. Había abierto la llave cuando entró mi hija a ducharse conmigo. Era una ducha rápida, sólo para quitarnos la arena, la sal y el calor. Obviamente mi hija me lavó la espalda, como yo a ella, y lo principal mi miembro que lo hizo crecer sin mayor esfuerzo.
– Pero hija, no tenemos tiempo, la mamá debe tener todo listo, salgamos – le dije cerrando la llave. Mientras nos secábamos, entró mi esposa sacándose el bikini.
– Ya terminaron? Que bueno porque dejé la pizza en el horno – dijo pasando entre nosotros a la ducha, sin prestar atención a mi erección. Salí del baño a mi dormitorio en donde me puse unos calzoncillos de tela muy delgada y suave, y una polera. Fui a la cocina a apagar el horno. Mi hija llegó con un camisón corto, muy liviano de color rosa. Se veía hermosa. Saqué la pizza del horno en el momento que llegaba mi esposa con un camisón corto, rojo lleno de encajes que lo hacían transparentar su piel sin ropa interior.
– Qué hermosas se ven las dos! – exclamé.
– Gracias – dijo mi espos – de éso se trata – acercándose y dándome un prometedor beso en los labios.
Después nos acostamos los 3 sobre la cama a ver televisión y descansar. Ya era tarde, me di cuenta cuando encendí el televisor y las noticias estaban terminando.
– Veamos qué más hay – dijo mi esposa tomando el control remoto.
Mi hija, abrazada a mi comenzó a acariciarme por encima del calzoncillo elevando mi miembro.
– Veamos esta película – dijo mi esposa, dejando el control en el velador poniendo su cabeza en mi hombro.
Era una película antigua que ya habíamos visto, pero no había más. La mano de mi hija había sacado mi erección y me masturbaba lentamente.
– Pero hija, deje a su papá ver la película –
– Pero si no estoy haciendo nada, sólo estoy jugando – lo que era cierto, a ella le gustaba jugar así, siempre que se podía.
– Tiene razón la mamá, veamos la película – dije.
Mi hija me soltó y mi esposa lo metió dentro del calzoncillo y puso la mano encima, seguramente para que mi hija no tuviera la tentación de tocarme. Sentía la palma caliente de la mano de mi mujer, no había ninguna posibilidad de ver la película tranquilamente. Especialmente si mi esposa de daba unos apretones de cuando en cuando.
Así estuvimos mirando el televisor sin ver la película. La mano de mi esposa cada vez más atrevida y la mano de mi hija acariciaba mi muslo por debajo del calzoncillo, llegando a acariciar mis testículos. Ante éso, la mano de mi esposa lo sacó y comenzó a masturbarme suavemente.
– Ahora yo, mamá –
– Hija, vaya a acostarse, la mamá y yo tenemos algo que hacer urgentemente –
– Pero yo quiero ver – dijo ella.
– No, no voy a estar tranquila haciendo el amor con tu padre si tu estás metida aquí en la cama – dijo perentoriamente. De mala gana se levantó y se fue bajando el camisón que dejaba al descubierto la punta de sus nalgas desnudas.
En cuanto mi hija salió del dormitorio, mi esposa metió mi miembro en su boca y succionaba ávidamente. Después nos desnudamos y nos chupabamos mutuamente, su lengua recorría todo el largo de mi erección, bajando por mis testículos hasta mi esfínter anal, todo se sentía muy rico. Hacía mucho tiempo que no hacíamos eso. Yo hice lo mismo, chupé se ano, introduje mi lengua y después dos dedos mientras chupaba su clitoris, la sentía quedarse, gemir y suspirar. Ella hacía lo mismo conmigo, sus dedos me penetraban anualmente mientras su boca chupaba mi miembro como si quisiera comérselo.
– Espera, lo quiero dentro – dijo dándose vuelta y poniéndose en cuatro.
– Ahora lo quiero anal – dijo tomando mi erección y poniéndola en su ano. Empujé suavemente, a la tercera vez sentí como mi miembro se abría paso atraves de su esfínter anal, lo que hizo que ella dejara escapar un quejido profundo.
– Estás bien? –
– Si, sigue, no te detengas – dijo con su frente en la almohada. De reojo veía a mi hija parada en la puerta. Continúe e.pujando, poco a poco y cada vez escuchaba su quejido cada vez más suave, hasta que toqué fondo.
La dejé descansar un par de minutos y después comencé a moverme, cada empujón era un quejido, la rapidez de los quejidos aumentó según aumentaba la rapidez de mis estocadas. De pronto recordé que mi esposa tenía orgasmos anales más lentos que los vaginales, que con ese ritmo yo iba a terminar antes que ella, por lo que decidí contar.
A una estocada por minuto, me permitía controlar mi eyaculación…17, 18, 19, 20…no recordaba cuantas estocadas resistía ella antes de su orgasmo, pero sin duda eran el doble que las vaginales…53, 54, 55, 56…sus quejidos eran cada vez más cortos…143, 144, 145, 146…a estas alturas sus quejidos sonaban más como gemidos de placer. Una estocada por segundo, sesenta por minutos, 300 en 5 minutos y contando. No recuerdo hasta cuanto conté la última vez.
Seguía con mi ritmo mientras con una mano acariciaba su clitoris por entre sus piernas y con la otra su pecho y su pezón. Al mismo tiempo sentí una mano suave y caliente que acariciaba mis muslos, mis testículos y mis nalgas, sentí cuando introdujo sus dedos suaves y largos por mi ano con el mismo ritmo pero al contrario. Ahora sentí que si no apuraba a mi esposa iba a acabar antes que ella, el masaje a la próstata que me hacía mi hija estaba delicioso.
Por suerte mi esposa comenzó con si orgasmo, aumenté a velocidad a dos empujones por segundo, a los dos minutos comenzó su orgasmo, se revolvía en la cama con cada estocada y a mi me pasaba lo mismo, cada penetración con los dedos de mi hija era una eyaculación con un gemido de placer.
Cuando tenía 11 años, recuerdo que fuimos a un camping con unos tíos, a mi me tocó dormir en la misma carpa con mi primo, un año mayor. Él me enseñó a masturbarme, cada noche en la carpa, me masturbaba a mi u yo a él. El de él era un poco más grande, más largo en realidad, pero del mismo grosor.
– Quieres que te lo meta? – me dijo una noche.
– Ponte en 4 – me dijo antes de que yo dijera algo.
Me echó salida en mi ano y me penetró. En ese tiempo no sabía de orgasmos ni eyaculaciones.
– Qué me echaste adentro ? – le pregunté cuando terminó.
– Mi lechita, ahora acuéstate de guata y quédate quieto – dijo mientras me tapaba y se tapaba.
Recuerdo que la carpa era calurosa, por eso dormíamos desnudos. También me enseñó a chupárselo, cada vez, antes de penenetrarme. No recuerdo haber tenido un orgasmo, pero si recuerdo que me gustaba hacer el amor con él, era super tierno y caluroso. Estuvimos un mes de vacaciones. Después en mi casa, por las noches, lo echaba de menos, me cogia todas las noches y muchas veces dos o mas veces.
Al año siguiente, mis tíos no fueron al camping con nosotros. Y yo que tenía la esperanza de dormir con mi primo, se me vino el mundo abajo.
Una noche que me estaba acordando de él y masturbandome, me di cuenta que mi hermana de 10 años, en ese tiempo, me estaba mirando.
– Qué estás haciendo? – me preguntó. No teníamos lámpara dentro de la carpa, pero no la necesitábamos, había un poste de luz el el sitio de al lado, que iluminaba todo dentro de la carpa.
– Ven, pásame tu mano, tómalo así y hazlo así – enseñándole a masturbarme.
Al principio presentó algo de resistencia, pero después le gustó y sin que se lo pudiera me lo hacía. Estaba recién comenzando a eyacular y era poco lo que me salía. Y como dormíamos juntos, sólo con poleras, una noche que la tenía abrazada por atrás, la penetré hasta que eyaculé dentro de ella, esa noche y todas las que siguieron. Me lo tocaba, me lo chupaba y la penetraba anal, como mi primo me había enseñado.
Sería talvez por éso que me gustaba que mi esposa me penetrara con los dedos? En todo caso nunca sentí atracción por ningún hombre, ni siquiera cuando en el colegio nos duchábamos con mis compañeros y les veía su pene a todos. Incluso hasta podía identificarlos por su pene. Aunque todos era iguales, también eran distintos.
Mi hija salió del dormitorio antes de que mi esposa se diera cuenta.
– Te dolió mucho? – le pregunté.
– Sólo al principio, después estuvo rico, ahora voy a descansar un ratito y después seguimos – me dijo cerrando los ojos.
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