Vacaciones Inolvidables 13
Fin de las vacaciones..
La semana pasó volando, casi no fuimos a la playa. Casi no salimos de la cabaña. Casi no salíamos de la cama. Sólo para ir al baño y comer, nos vestiamos para salir a comprar. Me recordó la luna de miel con mi esposa, cogimos todos días todo el día.
– Hoy llega la mamá – le dije a mi hija mientras tomábamos desayuno.
– Si, lo sé, que pena.
– Porqué » que pena «, no quieres verla?.
– Si, claro que si, lo digo por las vacaciones, se terminaron.
– Para mi, no para ti, soy yo el que sale a trabajar el lunes, tu sigues con tus vacaciones.
– Por éso lo digo, voy a estar sola en la casa todo el día, en la noche vas a estar cansado y vamos a volver a la rutina en la que casi ni siquiera hablamos.
– No, porque ahora va a ser distinto, ahora podemos hacer el amor sin que a la mamá le moleste, todo lo contrario.
– No sé, ahora vamos a la cama, quiero aprovechar éstos últimos días.
Ese día viernes fue casi como todos los días. Hicimos el amor antes del desayuno, después del desayuno, en la ducha, antes de almuerzo, después de almuerzo y antes de que llegara mi esposa.
Nos duchamos, nos vestimos y salimos del recinto de las cabañas caminando. El terminal de buses estaba unas cuadras más allá del mercado y la caleta de los pescadores.
Parecían muchas cuadras, la verdad que fue un gusto caminar esa tarde, con el aire salado, las gaviotas y la gente. Se notaba mayor afluencia de personas. Era fin de semana y recambio de turistas. Caminábamos de la mano con mi hija y llegamos al terminal. Como es lógico, el bus venía con retraso por las congestiones del fin de semana, eran cientos de vehículos, por no decir miles, los que salían de la capital en distintas direcciones. Aprovechamos de pararnos en la costanera a ver la puesta de sol, que se producía alrededor de las 21:00 horas. Media hora después estaba anocheciendo, junto con la llegada del bus.
Bajó mi esposa, nos abrazamos y besamos. Traía sólo la cartera, no necesitaba nada más. Caminamos de vuelta a la cabaña tranquilamente.
– Que rico se siente estar aquí – dijo ella.
– Si, el aire y el ambiente lo vamos a echar de menos.
– Lo digo por ustedes, lo he extrañado mucho – dijo besándome.
Caminaba a mi lado abrazándome, al otro lado me abrazaba mi hija, dos mujeres hermosas.
– Me voy a dar una ducha y después voy a comer algo.
Preparamos una cena ligera con mi hija, mientras ella se duchaba.
Después de la ducha cenamos los tres, ella con su camisa de dormir sin ropa interior. Se veía exquisita, amo a mi esposa y tantos días sin verla, también la extrañaba.
La cena estuvo liviana, pero suficiente. Nos sentamos en el sofá los tres, mi esposa me abrazó y me besó, su mano se fue directo a mi erección, lo acariciaba y me lo apretaba.
– No sabes cuanto te he extrañado – dándome unos apretones por sobre el pantalón.
Mi hija, sentada a mi otro lado, también me abrazaba y yo las abrazaba a las dos, acariciaba mi muslo.
– A ti también también hija te he extrañado – dijo mi esposa haciéndole cariño en la mejilla dándole un beso en la boca, beso que mi hija respondió con entusiasmo mientras apretaba mi miembro que mi esposa había soltado.
– Ya, vamos a acostarnos – dijo mi esposa parándose.
Nos fuimos los tres al dormitorio, nos desvestimos y nos acostamos. Mi esposa me besó y tomó mi erección ahora desnudo, después de besarnos y masturbarme, se dio vuelta hacia abajo y comenzó a mamarme, mi hija también se volvió para ver como lo hacía su mamá. La vulva de mi esposa y de mi hija eran iguales y tenían el mismo rico sabor.
– Ya – dijo mi esposa poniéndose encima y sentándose en mi erección comenzó a moverse.
– Ah, que rico, extrañaba tanto esto, pensaba por las noches que ustedes lo estaban haciendo y más me calentaba. Tuve que comprar un dildo.
– Qué es un dildo mamá?
– Un juguete sexual igual que un pene.
– Lo trajiste?
– No, cómo voy a andar con un pene en la cartera niña. En dos minutos tuvo su primer orgasmo. Descansó un poco y después continuó el movimiento, 5 minutos después entre quejidos y gemidos tuvo su segundo orgasmo.
– Mami, ahora yo ?
– Si hija, ahora tú.
En segundos mi hija estaba arriba cabalgándome, tanto rato mirando y esperando su turno que se vino rápidamente.
– Tranquila hija – le dijo mi esposa poniéndose de rodillas al lado de ella, abrazándola y besándola.
– Te amo mami.
– Yo también te amo hija.
Mientras mi hija movía su pelvis de atrás hacia adelante y yo seguía el ritmo levantando mi pelvis. Parecía que me estaba cogiendo a las dos al mismo tiempo. Mi esposa se quejaban junto con mi hija. De pronto vi la mano de mi hija entre las piernas de su mamá. Ya estaba acostumbrado a que mi hija tuviera mínimo dos orgasmo cada vez que cogimíamos, por lo general son tres y muchas veces son 4.
Ahora sería la cuarta y no quería acabar antes que ella, pero ella tampoco quería venirse, abrazada a mi esposa quería seguir el mayor tiempo posible. Ya no podía más, acariciando las nalgas de mi esposa, que estaba frente a mi hija y de espaldas a mi, comencé a eyacular a chorros, a fondo, dentro de su útero. Mi hija me sintió y comenzó a tener su propio orgasmo.
Quedé agotado de espaldas en la cama, mi esposa y mi hija abrazadas, parecía que ellas habían tenido sus orgasmos al mismo tiempo.
– Hija vamos al baño
– Me quedé de espaldas descansando, me di cuenta que estaba todo mojado, mi pelvis desnuda, porque mi hija prácticamente me obligó a depilarme, porque le molestaban mis bellos del pubis.
– Pero papá, quién te va a ver? Aparte de mi mamá y yo.
No tuve argumentos para oponerme, pero después de las primeras tiradas me arrepentí.
– Cómo que te vas a quedar así, no seas ridículo.
– Pero si nadie me va a ver.
– Pero yo sí.
Ahí supe lo que era una depilación, de la cual no me arrepiento.
Me levanté al baño, baño a lavarme, los jugos habían corrido por mis ingles, por suerte no eran muchos.
Mi esposa y mi hija estaban en la ducha y el vapor empsñaba el espejo.
– Van a terminar luego? – pregunté.
Se corrió la cortina de la ducha, me esposa me tomó de una mano y me metió a la tina.
– Papi, que rico que viniste, te amo dijo abrazándome.
Mi esposa comenzó a enjabonarme por la espalda.
– Hija, lávalo tú también.
El chorro de la ducha caía en mi cara mientras mi hija pasaba sus manos por todo mi cuerpo, con mayor ahínco en mis genitales.
Terminada la ducha y una vez seco, fui a la cocina por una cerveza. Y ahí estábamos sentados los tres tomando cervezas y comentado lo ocurrido como si hubiéramos visto un partido de fútbol.
– Sabes? Estos días me he sentido muy sola – me dijo mi esposa.
– Si, lo entiendo.
– Pobrecita tú, mami.
– He estado pensando que necesitamos otro hijo.
– Voy a tener un hermanito?
– No sé, hija, dije que he estado pensando.
– Estoy de acuerdo contigo, nuestra hija se va a casar y se va a ir y vamos a quedar solos.
– No, yo nunca me voy a ir ni los voy a dejar solos.
– Pero hija, algún día vas a tener hijos y vas a formar una familia.
– Pero puedo tener hijos con mi papá.
– No hija, no puedes tener hijos conmigo, está penado por la ley y me llevarían preso.
– Pero no le decimos a nadie que mis hijos son tuyos.
– Tiene razón tu papá, y no hablemos más de eso. Entonces estás de acuerdo en que deje de tomar anticonceptivas?
– Si, totalmente de acuerdo.
– Que bueno, porque hace tres días que dejé de tomar.
Durante toda la conversación sus manos no habían dejado de tocarme. Mi erección estaba al 100 % nuevamente.
Me arrodillé entre las piernas de mi esposa, ella las levantó, la tomé de los tobillos y mi hija lo puso a la entrada de la vagina de mi esposa. La penetré lentamente mientras mi hija acariciaba mi pelvis y la de mi esposa. Ella participaba activamente de nuestra relación de amor. Los tres éramos uno.
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