Vacaciones Inolvidables 9
Fin de semana en la playa. .
Día sábado.
Desperté en la mañana como de costumbre, con el trasero de mi esposa pegado a mí y con mi erección matutina dentro de ella. En cuanto siente mi erección se acomoda y se apreta contra mí.
– Buenos días – le dije, dándole un beso en el hombro, acariciando su muslo, ya sabía que estaba despierta.
– Hola, buenos días – me dijo dando vuelta la cara hacia mi con la intención de recibir y un beso, beso que con mucho cariño le di en los labios.
Hacia mucho tiempo que no despertábamos así, con tanto cariño. Hacía un tiempo que nuestra relación, sin dejar de querernos, se había estado enfriando. El trabajo, las cuentas, las deudas, negocios y demás preocupaciones, relegan al amor a un segundo plano, y éste en un rincón, como planta que no se riega, comienza a marchitarse, sin que ninguno se dé cuenta, ni le preste atención.
Las caricias continuaron y los movimientos pélvicos comenzaron como un suave oleaje hasta llegar a una marejada. Hacía tiempo que no la escuchaba gemir con tantas ganas, y ahí estábamos, ella acostada boca abajo, con brazos y piernas abiertas, y yo encima, aplastándola aún con mi miembro adentro.
– Cómo estás? – le pregunté.
– Bien, súper, la próxima quiero que sea anal, hace tiempo que no lo hacemos y ahora me dieron ganas –
– Ahora? –
– No, ahora no, la próxima vez que me cojas por atrás –
– Bueno, la verdad que yo también tengo ganas – le dije besando su nuca.
– Y yo tengo listo el desayuno – dijo mi hija a los pies de la cama.
Me bajé de mi esposa y quedé de espaldas en la cama, mirando a mi hija con una bandeja en las manos. Mi esposa también se dió vuelta y quedamos los dos desnudos y de espaldas en la cama.
– Pero hija, si ni siquiera nos hemos duchado – le dijo mi esposa, sin intención de taparse. Ella, nuestra hija nos había visto desnudos desde chica, no teníamos nada que ocultarle.
– Pero lávense y después del desayuno se duchan, porque se va a enfriar el desayuno – dijo sin moverse.
– Bueno, pero llévelo al comedor – le dije mientras me levantaba.
– Pero yo quería tomar desayuno con ustedes, como lo hacíamos antes – dijo la niña.
Nos lavamos rápidamente y nos acostamos de nuevo, mi hija puso la bandeja delante mío y se metió debajo de la ropa de cama, a mi lado. Tomamos desayuno conversando, en realidad hacía muchos años que no tomábamos desayuno en la cama.
– Hija, te levantaste hace mucho? – le preguntó mi esposa.
– Si, con los ruidos de la cama y tus quejidos no podía seguir acostada. Así que vine a verlos y después fui a preparar el desayuno. Incluso tuve que esperar a que terminaran –
– Pero hija, nos estás mirando cuando hacemos el amor con el papá? – preguntó mi mujer.
– Si, me gusta ver como se ama y lo felices que son, éso me hace feliz a mi también –
– Y no te excita vernos coger? – continuó.
– Si, al principio no me daba cuenta, sentía cosas raras pero me gustaba ver –
– Al principio…cuando fue éso? –
– No sé, tenía como 10 u 11 años – dijo mi hija.
Estaban mirándose de frente, una a cada lado, ambas me abrazaban y la conversación me estaba produciendo una erección.
– Es decir que no necesito decirte nada de como se tienen las relaciones sexuales? – le preguntó.
– No, ya sé todo –
– Y te dan ganas de hacerlo tu también? –
Mi hija asintió con la cabeza. Yo no sabía que hacer, era un simple espectador. Mi esposa se había dado cuenta de mi erección, bajó su mano de mi cintura y tomó mi miembro que estaba durísimo. Me miró a los ojos, después tomó la mano de mi hija y la puso en mi erección.
– Te gusta? – le preguntó. Mi hija asintió apretándolo.
– Pero las hijas no pueden hacer el amor con su padre, eso se llama incesto – le dijo mirándola a los ojos.
– Si, lo sé – dijo mi hija con voz queda.
– Mira, yo no tuve nunca ningún problema con que vieras a tu padre desnudo, no quise que hubieran tabúes en la casa. Tampoco cerraba la puerta para hacer el amor, es algo natural entre dos personas que se aman. Incluso permití que te ducharas con él, sabiendo que en algún momento se lo ibas a tocar, porque es normal en las niñas, llegada cierta edad. Ahora que están solos, imagino que se duchan juntos? –
– Si –
– Está tomando anticonceptivas? – me preguntó directamente a los ojos. Siempre que me mira así es para escudriñar si acaso le estoy mintiendo.
– Si, claro – qué más podía decir.
– Ante hechos consumados, qué puedo decir, sólo que no lo hagan cuando yo esté presente. Me alegro por tí, hija, amas a tu padre el te ama, te va a cuidar y proteger – haciéndole cariño en la mejilla. Mi hija no me soltaba, todo lo contrario, me daba apretones de felicidad me imagino.
– Me hubiera gustado que me lo hubiesen dicho cuando llegué, pero ya me lo imaginaba, en la casa, en mi cama sola y ustedes durmiendo juntos, era obvio que iba a suceder –
– Ya, suelte a su padre que nos vamos a duchar – le dijo. Mi hija me soltó y me fui con mi erección al baño.
– Cariño, agradezco tu comprensión – le dije mientras ella enjabonaba mi miembro.
– Así te jabona ella? – me preguntó.
– Sí, dime si eso te molesta –
– No, no me molesta, ojalá yo hubiese tenido la suerte de ducharme con mi padre, siempre lo quise. Por éso te dejé que te ducharas con ella –
– Pero cuando comencé a tener erecciónes deje de ducharme con ella –
– Si, lo sé, me lo dijiste, me dió pena por ella pero fue lo mejor. Aunque el morbo me decía que fuera a espiarlos a la ducha. Varias veces entré al baño mientras se duchaban, pero no tuve el valor de correr la cortina –
– Pero ahora la viste –
– Si, la vi y la sentí y eso me tiene muy excitada. Me gustaría ver como te la coges, de sólo pensarlo me exita –
– Pero no estás celosa? –
– Todo lo contrario, ella me hizo darme cuenta de que estaba perdiendo el tiempo y el matrimonio al no hacer el amor –
– La culpa es mía, yo dejé de prestarte atención –
– La culpa es de sistema, que nos obliga a superarnos dejando de lado el amor –
– Si, tienes toda la razón –
– Ahora cógeme rico que estoy muy caliente…
Yo también lo estaba y no era para menos, hicimos el amor con pasión y lujuria. La tiraba hacia mi de una nalga mientras con la otra introducía un dedo en su ano, eso a ella le gustaba y hacia lo mismo conmigo.
– Qué rica la ducha, tenemos que hacerlo más seguido – dijo sentándose el wc, metiendo mi miembro en su boca, lo que produjo una nueva erección.
– Ahora puedo ducharme yo? – preguntó mi hija de la puerta, a menos de 1 metro. Mi esposa sacó mi pene de su boca y limpió la saliba con el dorso de la mano.
– Mami, puedes seguir, te he visto miles de veces hacer lo mismo –
– Pasa hija – le dije pegándome al lavamanos para que pasara por mi espalda.
El resto del día transcurrió como el de cualquier familia de vacaciones en la playa. De lo que sí me di cuenta, fue que ellas se llevaban bien, mejor que nunca, conversaban y se reían como unas inseparables amigas.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!