Vecina Tentación – Capítulo 02
Después de haber evitado que el hijo de Ana la descubriera en plena faena de pasión, Bruno vuelve a sus amores cotidianos con la mujer madura, aunque puede que en esta ocasión sí lleguen a ser descubiertos..
Capítulo 2.
Han trascurrido varios días desde el intenso encuentro que experimentamos Ana y yo, ese en el que su hijo pudo presenciar en su infantil ingenuidad la desenfrenada lascivia de su propia madre.
Aunque el momento fue muy riesgoso, a su vez, fue extremadamente excitante he de admitir. Adelante, puedes juzgarme, pero quienes se han aventurado a experimentar las mieles del sexo exponiéndose a ser descubiertos en lugares indebidos o ante ojos inadecuados me respaldarán tras asegurarte que pocas cosas te pueden estimular a tal grado, sentir como la adrenalina recorre cada fibra de tu piel mientras caminas al borde de una peligrosa cornisa de la que puedes deslavar en cualquier momento y ver evidenciada toda tu intimidad y la de tu pareja frente a la mirada del mundo. Es como si el éxtasis del riesgo permanente entablara una carrera con el orgásmico placer de los sexos por ver cuál de los dos enajena primero y por completo todos los sentidos de tu cuerpo, tus sensaciones están al límite y tu sensibilidad al máximo; te pierdes en el deseo, pero te obligas a prestar atención a tu alrededor con un falso sentido de seguridad que enmaraña tu conciencia con la engañosa promesa de la impunidad absoluta.
Es un estado alterado, no apto para cardiacos y mucho más si llegas a ser el único en darte cuenta de que efectivamente fueron descubiertos y nada más que por el pequeño hijo de tu pareja.
También debo admitir que me siento un poco mal por Gabriel, la inocencia del pobre niño ha quedado completamente manchada y yo he sido el artífice de la trasgresión, aunque esto no implica que dejaré de relacionarme con su madre, puedo imaginarme el peso que está cargando, pues hasta ahora no le ha comentado nada a Ana y desde mi posición, no me siento el indicado para entablar una conversación de tremenda índole con el pequeño. Por ahora emplearé el cinismo y aprovecharé que mi relación no se ha visto afectada con él, ni con su madre. Y hablando de ella, creo que es justo que les hable de los últimos acontecimientos.
Como es habitual los jueves, yo paso a recoger a Ana a su oficina, ya que esos días su auto tiene restricción de tránsito, ambos vamos por una pizza extragrande y la llevamos a su casa para disfrutarla junto a Gabriel. En un inicio pude notar la incomodidad de Ana al estar juntos en público, donde ella percibía miradas acusatorias, yo solo veía la ingenuidad de la gente al identificarnos como simples hermanos, hasta en ocasiones me atrevería a decir que bajo su perspectiva podríamos haber pasado como tía y sobrino, por suerte la cotidianidad fue normalizando ese tipo de situaciones, aunque ella aún seguía siendo reacia a permitirme invitarla a citas. Es por eso por lo que en días como los jueves corremos a su casa a disfrutar de nuestro pequeño universo en donde somos libres de amarnos sin ningún tapujo, eso sí, siempre que Gabriel no tenga la mirada puesta en nosotros.
La tradición de los jueves consta en llegar a casa de Ana y en primera instancia recibir el efusivo abrazo de su hijo, más emocionado por la llegada de la pizza que los la de su propia madre. Nos sentamos juntos a disfrutar de una agradable cena sintiéndonos como una verdadera familia feliz.
En esta ocasión la dinámica se vio un tanto alterada, esta vez contamos con la presencia de la madre de Ana, una señora de ceño fruncido y autoritario semblante, la mujer se limitaba a emitir las justas palabras en una conversación sin derrochar saliva innecesaria. Por cómo me observaba, estaba claro que la mujer sabía de nuestra relación y me tranquilizó saber de parte de Ana que su madre prefería reservarse su opinión, no sin antes asegurarle a su hija que no se entrometería en nuestros asuntos.
Las comidas pocas veces eran invadidas por silencios prolongados, ya fuese porque Gabriel siempre tenía mil historias que contar o el doble de preguntas preparadas para indagar en mí las respuestas, yo me jactaba de responder con elocuencia a cada uno de sus cuestionamientos mientras me daba a la tarea de entretenerlo y de paso a su madre, misma a la cual notaba diferente cada que mis payasadas y parlan-chinería le arrebatan extensas carcajadas, era como si el aura oscura de cansancio y estrés proveniente de la agotadora jornada cotidiana se extinguiera dándole paso a una mucho más brillante y colorida, colmada de energías renovadas.
Después de comer siempre me ofrezco a lavar los platos, esta vez ganándome lo que parecía ser una tenue sonrisa proveniente del gélido rostro de la madre de Ana, un gesto agradable, pero a la vez escalofriante.
Con frecuencia mientras termino de asear, Ana revisa los deberes de Gabriel y se cerciora de que estén completos, el premio de un buen trabajo es poder jugar conmigo un par de horas a los videojuegos, recompensa a la cual solo pudo empezar a acceder desde mi llegada a sus vidas me cuenta con alegría el niño.
Y cumplidas las dos horas, es tiempo de dormir para los más chicos y el momento de acaramelarse para los mayores.
Normalmente, eso suele significar un poco de besuqueos esporádicos escalando a tenues juegos previos dándole tiempo a Morfeo para que envuelva completamente al niño en su universo de ensoñación y así, darle paso al anhelo de los cuerpos, aunque en esta ocasión y una vez más, la presencia de “Doña suegra” significa un nuevo contratiempo para nuestras rutinas, por esta ocasión nuestros deseos permanecerán debiéndose afecto, las horas de premio para los adultos tuvieron que ser sustituidas por interacciones un tanto más recatadas.
En cuanto la mujer también se retiró a la habitación de visitas, Ana y yo nos acurrucamos en el gran sillón de la sala con un par de cobijas y un gran tazón de crispetas al son de una buena película de terror.
– lo siento por esta noche – su conciliadora voz me extrajo súbitamente de la película -. Sé que este era el tiempo para nosotros.
– y lo sigue siendo, ¿o ves a alguien más aquí? – Traté de tranquilizarla, pues no quería que creyera que solo estaba con ella por las atenciones que me brindaba su cuerpo -. No te preocupes, yo disfruto tanto como cualquiera al estar abrazado con mi novia en medio de una fría noche viendo una buena película, tú sabes que planes como estos son los que también quiero compartir contigo, ir al cine, salir a un restaurante, bares; lo importante es estar juntos.
– Aww… a veces puedes sonar como todo un adulto – se echó a reír.
Esa era una broma común entre ambos, y realmente no me molestaba que se burlara de nuestra diferencia de edad, la seguridad que me daba su fe en mí durante los momentos de mayor seriedad y responsabilidad me demostraba que tras las apariencias, me tenía la confianza necesaria que se le debe de tener a una pareja, de esa forma me podía tomar con agrado las bromas teniendo en cuenta que por experiencia propia he aprendido lo difícil que es para una persona mayor aceptar su vulnerabilidad fiándose de la ayuda de alguien menor.
– Aunque si quiero saber y espero no ser entrometido ¿Por qué tu madre decidió mudarse a tu casa?
– No te preocupes, está bien que preguntes. No será por mucho tiempo – me respondió dedicándome una dulce mirada con su cabeza apoyada en mi regazo -. Gabriel no tendrá que quedarse en sus clases de la tarde durante un par de semanas y el idiota de su padre supuestamente debía recibirlo en su casa hasta que yo saliera de la oficina, pero el muy irresponsable se fue de viaje sin avisarme mientras que mi madre se ofreció a cuidarlo… por lo que lástima para ti, las horas de juego con mami están clausuradas hasta nuevo aviso.
Ese último mensaje fue tan críptico como el epitafio de una tumba. No es como si nuestra relación se basara completamente en el sexo, pero haciendo un poco de memoria, no habíamos parado de hacerlo desde nuestra primera vez, al menos cuatro veces a la semana le dábamos gusto a nuestros deseos carnales y no era todo gracias a mi libido en constante vigilia, la pasión de Ana había sufrido una especie de emancipación y desde que comenzamos con esto su calentura había estado desatada conmigo como si la abstinencia de todos estos años hubiera explotado de improviso.
“Hasta nuevo aviso” se repetía en mi cabeza, era fácil decirlo si no fuera porque recostadas en mi lateral tenía a tan descomunales curvas incitadoras al pecado, tendría que abstenerme por un tiempo indefinido de ese ominoso culo que sobresalía de su silueta marcándose por debajo de la frazada; Aunque lo veo una tarea casi imposible de cumplir, mi boca tendría que recurrir a otro tipo de brebajes hasta que mis labios puedan volver a saciarse con el dulce néctar proveniente del erógeno abismo de su ser.
Como un adicto que tiene que convivir con la cercanía de la obsesión, fuente de todas sus penurias, admiré una y otra vez su sensual cuerpo mientras acariciaba el cabello que se precipitaba de su cabeza acomodada sobre mis piernas. Mi interés claramente ya no estaba captado por la película, el valle que se formaba entre sus carnosas caderas y los laterales de sus senos habían atrapado mi mente y junto con ella, una de mis manos. Agarré su cintura con fuerza y fui bajando, decantando mi mano por sobre su vientre, inferí que ella creía que iría directo por su intimidad al notar por sobre la manta como por reflejo entrecerraba las piernas resguardándose de mis intenciones, lamentablemente para su imaginación, no estaba en mis planes desobedecer sus órdenes. Había esperado por ella largos años de mi vida, unas cuantas semanas no empañarían el panorama, solo quería que mis manos no olvidaran la erógena sensación de esas sugerentes lonjas de piel estremeciéndose al tacto.
-Dame una palomita de maíz – me pidió sin apartar la vista de la película y restándole importancia a mis caricias.
En cuanto introduje el pochoclo en su boca con mi mano izquierda, sus labios atraparon mis dedos y su lengua se aferró a mis yemas. Me sorprendí al inicio, pero al sentir su lengua relamer de manera tan lasciva mis falanges mientras sus dientes las aprisionaban ligeramente entendí que el juego sería bajo sus términos.
Cuando saqué mi índice y mi pulgar, ambos estaban completamente empapados en saliva, tomé otro pororó y nuevamente lo ingresé en su boca, esta vez empujándola con el dedo del medio el cual sufrió el mismo excitante destino que sus hermanos, esta ocasión quise enganchar la parte interna de su cachete con el mismo dedo junto con el anular mientras su lengua se escabullía entre ambos y los envolvía con un húmedo, pero cálido abrazo.
Obviamente, su estimulación hizo efecto en mí y mi otra mano quiso demostrar gratitud aferrándose firmemente al seno derecho. Lo agarré por encima del cobertor, pero el deseo de sentirlo con mayor detalle me llevó a despojarla de tapadera alguna y nuevamente lo sujeté, ahora por encima de la delgada blusa blanca de oficinista, la fina tela me permitió sentir que su pezón ya estaba perfectamente duro.
– ¡Másh adentruo! (¡más adentro!) métemelosh másh adentruo (métemelos más adentro) –suplicó sin voltear a verme.
Y como si la orden fuera interpretada por la mano incorrecta, la derecha se escabulló por debajo de su falda negra, por entre sus medias veladas que aprisionaban esas piernas regordetas, invadió el interior de su vagina resguardada por unas muy empapadas bragas de elevada temperatura; un momento mis dedos estaban secos y al siguiente instante se encontraban completamente empapados y aprisionados por unas palpitantes paredes ondulantes que parecían hervir en fiebre.
A partir de la violación que mis dedos cometieron en esa vulva, su boca se cerró repentinamente como reflejo instintivo, la fuerza aplastó mis otros dedos que incautos se habían aventurado a explorar más profundo en su garganta sin reparar en la dolorosa trampa. Y tal como ya veía venir, su cabeza fue levantándose por el bulto que rápidamente se formaba en mis pantalones.
Por primera vez en un largo rato, Ana apartó la mirada de la pantalla y se apoyó en sus codos para desabrocharme el pantalón, con desespero extrajo de las profundidades de mi entrepierna un venoso falo que se derretía por entrar en alguna de sus lascivas cavidades.
– Disfrútalo mucho porque será la única acción que tendrás hoy muchachón.
Más se demoró en terminar la última palabra que en abalanzarse sobre mi verga e introducirla por completo en su laringe, nunca había sentido un oral tan profundo desde la primera felación. Arriesgándome a decir algún tipo de falacia, se sintió como si desgarrara un himen en su garganta.
La impulsiva arremetida que haló hacia atrás mi prepucio con la eficiente presión de sus labios me obligó a efectuar un pequeño salto, que, a su vez, me obligó a halar fuertemente su vagina con mis dedos estrechando su perineo forzándola a juntar aún más sus piernas hasta casi aplastar mi mano en su interior.
Tras acostumbrarnos rápidamente al placer que nos estábamos profiriendo, el movimiento de su lengua poco a poco se convirtió en una parodia del de mis dedos rasgando las inmediaciones de su útero.
Saqué por un momento mi mano de su coño y me la lleve a la boca para saborear un poco de ese elixir, pues no sabía cuándo podría volver a deleitarme con él Mientras cataba los jugos de Ana, la madura engullía mi líquido pre seminal lustrando mi glande con la parte inferior y laterales de su lengua a la vez que se aferraba al resto de mi verga con ambas manos agitándolas de arriba a abajo, se sentía como si le cortara la circulación e hiciera subir su temperatura, mi miembro se estremecía con el frío contacto de la saliva que emanaba de esa lujuriosa mujer que jugaba con él como si se tratara de un cono de helado.
Al estar hipnotizada por mi pija no noto o no le quiso dar importancia a mis manos agarrando con fuerza desmedida su abultado culo, creo que más bien la cuestión estaba en que poseía un trasero de tan grandes dimensiones que mi apretón apenas representaba un pequeño estímulo. Por impulso alcé mi mano en gesto de palmada, pero mi cuerpo se quedó completamente inmóvil tras ser sujetado firmemente de mis testículos.
– Que ni se te ocurra – inquirió Ana apretando partes que no debían ser apretadas.
– Ok, ok, lo siento, me dejé llevar – dije con voz ahogada.
Fue difícil recobrar el ánimo del momento, pero con el pasar de los minutos mis genitales volvieron a sentirse cómodos con las atenciones de mi mujer. Los dedos que ya no ejercían alguna acción se sintieron fríos y buscaron refugio dentro del cabello de Ana, al tiempo que la mano derecha regresaba a su coño, no sin antes jugar un poco con el oscilante clítoris que se pronunciaba por debajo de la impregnada falda.
-Bájenle un poco el volumen al televisor, van a despertar a Gabriel – una voz de ultratumba se proyectó desde atrás de nosotros, era la madre de Ana quien se acercó a nosotros en medio de la oscuridad y sin que pudiéramos advertir su llegada.
-Claro, mamá, ¿te despertamos? – le preguntó algo nerviosa mientras se sacaba mi pene de la boca y trataba de esconderlo bajo su mentón en lo que parecía ser el inicio de un ataque de pánico.
-No, solo vine por un vaso agua para mis pastillas.
Por suerte, la mujer no volteó a ver a su hija que hacía un patético intento por esconder mi palpitante erección con su propio cabello. Yo, a su vez, intentaba tapar a la mujer lentamente con la manta, evitando que el hedor a sexo fuera muy evidente, afortunadamente la vestimenta de Ana, aunque algo arrugada y empapada, no evidenciaba nuestras travesuras bajo el manto de oscuridad.
Mientras la señora abría el refrigerador y sacaba su tan ansiada agua, Ana hábilmente acomodó su brazo y cabeza sobre mi entrepierna desnuda para ocultar los vestigios del pecado, ambos sabíamos que, si me subía los pantalones, el sonido de la hebilla del cinturón nos delataría.
La mujer mayor terminó sus menesteres en la cocina y cuando creíamos que se retiraría a su cuarto.
-Nunca entendí como te pueden gustar esas películas satánicas, hija mía – La señora se colocó a tan solo un metro de nosotros viendo directamente a la pantalla, pero con nuestra imagen perfectamente en su rango de visión –. Al menos encontraste a alguien más que también le gustan esas cosas.
-sí, madre, soy muy afortunada – le temblaba la voz de los nervios -. Bruno y yo tenemos mucho en común.
Mientras Ana hablaba con su madre, yo hacía todo lo posible por no generar ningún movimiento que pudiera exponernos teniendo en cuenta la poca distancia que nos separaba, aunque la oscuridad nos arropaba y escondía nuestras fechorías, esa mujer era del tipo a la que no se le escapa nada fácilmente y era evidente que desde el rabillo del ojo lanzaba fugaces miradas escudriñando nuestros cuerpos tentada por la desconfianza. Se podría considerar que fallé como humano, más no como hombre, pues bajo su atenta mirada y comprendiendo la surreal situación en la que estábamos involucrados, mi libido me traicionó y con delicadeza fue retornando mi pene a su estado más enérgico, una suave caricia dada a mi testículo izquierdo me confirmó que la adrenalina no era la única responsable por la alteración de mi estado, como si se tratara de una chiquilla traviesa, Ana frotaba mis bolas con su mano a escasos centímetros de la figura de su madre.
– Bruno, ¿hoy vas a amanecer acá? – me preguntó la mujer sin sospechar de las malicias que estaba desarrollando su hija en mi entrepierna.
– no señora, apenas termine la película me voy a casa, probablemente nos veamos mañana – pronunciar cada palabra era un esfuerzo sobrehumano por no liberar un gemido, más aún. Al sentir las uñas de Ana dibujar malintencionados trazos sobre la sensible piel de mi glande, la complejidad de la situación parecía divertirla.
– Me parece perfecto – pronunció mirándome fijamente desde las tinieblas, pude ver sus astutos ojos registrando mi cuerpo del cenit al nadir y cuando pensé que estaba por descubrirnos, un estremecedor grito proveniente de la película nos hizo saltar a todos del susto.
– Cristo bendito, no Ana María, qué horror de película. Me voy a dormir, que descansen.
– Hasta mañana – le respondimos muy, pero que muy asustados, dejamos pasar unos segundos para asegurarnos que la señora se encerraba en su habitación y dimos paso a unas carcajadas nerviosas.
-No puedo creer que se te paró con mi mamá aquí – me increpó burlonamente con una expresión infantil.
– ¿Y a ti cómo se te ocurre hacerme eso frente a ella? – mi venganza no tardó en llegar. Con brío renovado taladré su coño moviendo frenéticamente mis dedos.
-no le queda mucho a la película por lo que me voy a dar prisa – Me avisó antes de inclinarse y devorar nuevamente mi pene.
La emoción nos fue poseyendo a ambos, sus mamadas fueron una más profunda que la siguiente hasta el punto de provocarse múltiples arcadas, los bordes más anchos de mi glande rozaban y se apretaban con las paredes de su garganta mientras su lengua formaba rápidos arcos que envolvían el resto de mi verga.
Mientras tanto, yo me aventuré a rellenar su ano en simultáneo con su vagina con mis dedos y luego, traté de emular la profundidad con la que me lo estaba chupando esa erótica mamá.
Puede que haya sido por la efusividad del momento con su madre, pero yo ya estaba en mi límite y sus contracciones me sugerían que, aunque fuera difícil proferirle un orgasmo, su interior ya estaba gozando de placer con mis atenciones.
El chapoteo resonó, la úvula golpeaba mi uretra con cada penetración en su boca, sus labios no dejaban derramar ningún fluido y la explosión llegó. Me aferré a su cabeza y la obligué a ingerir mi verga por varios segundos hasta que sentí que se ahogaba con ella, la liberé, pero ella misma se forzó a no dejar evidencia de nuestro amorío engullendo hasta la última gota de mi semen, incluso, ingresando una vez más mi miembro en su boca para recolectar todo residuo. Después de lamer lo último que quedaba de nuestros entremezclados fluidos, Ana se encaramó sobre mí y me planto un profundo y pasional beso.
Después de un minuto de tan intensa muestra de afecto me permitió retomar el aire, al parecer fue una pequeña venganza en retribución a lo que yo le había hecho.
Nos quedamos abrazados hasta que se terminaron de reproducir los créditos de la película y con pesar nos separamos, al otro día era seguro que nos volveríamos a ver, pero por el momento, la promesa de un nuevo encuentro pasional quedaba en el limbo de la incertidumbre.
Continuará…
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