Víctor de 13
Tuve sexo con mi amigo Víctor, creyendo que solo éramos eso, hasta que descubrí que le gustaba y quería algo más conmigo..
Hola, soy Alejandra y quiero compartir mi experiencia sexual con Víctor, ya que fue algo que me encantó.
Yo vivía cerca del colegio, y Víctor siempre me acompañaba caminando. Después de dejarme en casa, él se iba a la suya. Pero ese día, mi casa estaba vacía y no habría nadie hasta la mañana siguiente, ya que mi madre se había ido a casa de mi abuela a pasar la noche. Yo le tenía muchísima confianza a Víctor, habíamos sido amigos desde que tengo memoria. Por eso, lo invité a pasar.
En casa, nos acomodamos en la sala, encendimos la televisión y sintonizamos MTV, que en esa época transmitía muy buena música. La atmósfera era relajada, llena de risas y conversaciones ligeras.
Recordé que sabía dónde mi madre guardaba el alcohol, así que, con una sonrisa cómplice, le ofrecí algo a Víctor. Él, sin dudarlo, aceptó la propuesta. Me levanté y fui a buscar una botella, encontrando una de tequila. La sostuve por un momento, sintiendo la emoción de la espontaneidad, ya habíamos tomado antes, él, yo y algunos amigos más que teníamos en común, pero solo cerveza, esa fue la primera vez que él y yo nos atreveríamos a tomar algo más fuerte, solo teníamos 13 años ambos. Comenzamos a tomar directamente de la botella, realmente emocionados por la experiencia. Yo estaba tranquila, estaba en casa, y estaba con él, no había preocupaciones de que algo malo fuera a pasar. Además era muy temprano, ni siquiera nos habíamos preocupado por almorzar, nuestro almuerzo fue esa botella.
Después de un rato, comencé a sentirme mareada. El calor del tequila se mezclaba con la emoción del momento y la música de fondo, creando una sensación extraña pero agradable.
Víctor, siempre atento, notó mi estado y me miró con preocupación. Con voz suave, me preguntó cómo me sentía, asegurándose de que estuviera bien. Su expresión reflejaba cuidado genuino, lo que me hizo sonreír levemente.
Me recomendó que dejara de beber, sugiriendo que era mejor no excederme. En ese instante, supe que tenía razón. No era necesario seguir bebiendo para disfrutar la noche. Así que, con un asentimiento y una risita, acepté su consejo, dejando la botella que apenas había llegado a la mitad, a un lado.
En ese momento, noté que la mirada de Víctor se volvía más intensa, como si me estuviera observando de una manera diferente. Era una mezcla de curiosidad y algo más que no podía descifrar del todo.
Decidí actuar como si no me hubiera dado cuenta, manteniendo la conversación casual, aunque en el fondo mi corazón latía un poco más rápido.
Finalmente, se atrevió a hacerme un cumplido, su voz sonó un poco más baja, casi como si estuviera midiendo mi reacción. Fingiendo sorpresa, le respondí con una mezcla de timidez y picardía, disfrutando el giro inesperado que estaba tomando la noche.
Mi falda era corta y como tenía los pies subidos sobre el sofá él estaba contento mirando por debajo de mis muslos, también me fije en como miraba mi pecho, yo usaba una camisa ajustada, no usaba sujetador porque mis tetas eran bastante pequeñas, por lo que mi madre solo me compraba unos top de algodón que me resultaban muy cómodos, pero se marcaba sutilmente mi silueta. Al llegar a casa, me había quitado los zapatos, así que andaba en medias, por comodidad también. La habitación estaba bañada por la cálida luz del atardecer que entraba a través del ventanal, proyectando sombras doradas en las paredes y dándole al ambiente un aire casi etéreo.
Mientras el sonido de la televisión seguía de fondo, mis ojos se posaron en Víctor. Lo observé con disimulo cuando, sin decir palabra, comenzó a desabotonarse la camisa. Su expresión era tranquila, pero sus movimientos tenían un aire de decisión que me hizo contener la respiración por un segundo.
No dije nada. No quería interrumpir lo que fuera que estuviera sucediendo en su mente. Simplemente lo observé, esperando su siguiente movimiento.
Entonces, rompiendo el silencio, su voz resonó en la habitación:
—Ale, ¿estás segura de que quieres que me quede?
—Sí… —fue lo único que salió de mi boca.
Mi voz sonó suave, casi como un susurro, pero lo suficientemente clara para que Víctor la escuchara. Él me sostuvo la mirada por un momento, como si buscara confirmar lo que acababa de decir. No hizo más preguntas, solo dejó escapar una leve sonrisa antes de continuar.
Se quitó por completo la camisa, dejando al descubierto su torso desnudo. La luz que entraba por el ventanal resaltaba los contornos de su piel, creando su sombra en la pared a mi lado. Sentí mi respiración más agitada, expectante.
Con la misma calma, comenzó a desabrochar su pantalón. No aparté la vista, no dije nada. Solo lo observé, dejando que el momento se desarrollara por sí solo. Me acomodé en el sofá, sintiendo cómo la atmósfera a nuestro alrededor se volvía más densa, cargada de una energía distinta. Mi corazón latía con fuerza, y aunque trataba de mantener la compostura, no podía ocultar la atracción que me generaba cada uno de sus movimientos.
Víctor, ahora de pie frente a mí, me miraba con una mezcla de decisión y expectativa. No había prisa en sus gestos, como si cada segundo que pasaba aumentara la tensión entre los dos. Yo no aparté la mirada. No quería hacerlo. En ese momento, todo lo demás parecía desvanecerse: la música de fondo, la calidez del ambiente, incluso la noción del tiempo. Solo existíamos nosotros dos, explorándonos con la mirada, esperando que las palabras sobraran y que fueran los sentidos quienes guiaran lo que vendría después.
Él se acercó levemente hacia mí, acercándose lo suficiente para que su pene ahora al descubierto pudiera tocarlo si quisiera. Mi piel se erizó con el simple roce con mi mano. A partir de allí un hubo necesidad de palabras. Tome su pene en mi mano, nunca había tocado uno, ni visto uno siquiera, estaba duro, le di un apretón sin mover mi mano y roce con el dedo gordo la punta, me resultaba muy llamativa y suave.
Víctor se acercó más, con esa cautela cargada de intención, como si cada paso que daba estuviera medido. Pero, en medio de la tensión del momento, tropezó inesperadamente, perdiendo el equilibrio.
En un instante, su cuerpo cayó sobre el mío. Por un segundo, el desconcierto se convirtió en risa; una risa sincera, liberadora, que rompió la tensión de manera inesperada. Pero, al mismo tiempo, la sensación de su pene contra mi pecho, le hecho de que por su caída había abierto las piernas para recibirlo, de su calor tan palpable, me hizo contener la respiración.
Me di cuenta de que mi mano aun apretaba su pene y que el me miraba desde arriba sin quitarse de encima de mí, solo había colocado sus manos como soporte contra el sofá y me miraba, me hizo estremecer. Mi pecho se elevó con cada inhalación profunda, y aunque la risa seguía en nuestros labios, había algo más en el aire, algo que no podíamos ignorar.
Nuestros ojos se encontraron de nuevo, y esta vez la risa se disipó lentamente, dejando en su lugar una mezcla de expectativa y deseo no dicho.
—Bueno Aleja, ¿Qué puedes hacer con eso?…
Sonreí mirándolo a los ojos sin soltar su pene. Bajé mi cabeza para mirar su pene, aun le pasaba mi dedo por la punta, él se movió y me lo acerco a mi cara, no se lo impedí. Su pene quedó completamente frente a mi cara, podía sentir su olor, saque mi lengua y se la pase por la parte inferior, desde la base hasta la punta y luego lo metí en mi boca. Lo escuché gemir y eso me encantó, porque era yo quien lo estaba haciendo gemir. Chupe quizás con la inexperiencia de cualquier chica virgen, movía mi mano masturbándolo con la punta de su pene dentro de mi boca, succionándolo.
Me dejé guiar por Víctor que tomo su propio pene y lo colocó sobre mi rostro, ahora sentía sus testículos sobre mi boca, los lamí y los besé lentamente, porque eso era lo que él quería.
—Aleja, date la vuelta.
Sonreí y asentí. Mientras el se ponía de pie yo me di la vuelta sobre el sofá. Me coloqué a 4 patas, se que me estaba mirando la cola y me encantaba sentirme deseada por mi mejor amigo. Además volteé mi cara y lo vi mirándome con su mano acariciando su pene.
Se acercó y levanto mi falda por encima de mi cintura, ahora veía mi cola directamente, se quedo quieto, nervioso, solo mirándome, así que con una de mis manos corría un lado mi ropa interior, me costo un poco porque era un poco grande, pero con la misma mano hice presión en mi nalga para que Víctor pudiera ver mi intimidad.
Yo ya me había masturbado antes, no era una cuestión diaria, pero lo había hecho, así que me metí un dedo a la boca, mirando a Víctor y luego lo metí en mi vagina, él me miraba encantado, sin dejar de masturbarse.
Víctor se acercó y se apoyó torpemente sobre mí, obligándome a sacar mi mano para no caerme. Me agaché más, colocando mi cola más en pompa, invitándolo a usarme. Lo sentí entrar en mí, me mordí los labios y dejé escapar un suspiro, Víctor me había penetrado en un solo movimiento, en ese momento caí en cuenta que había dejado de ser una niña, que ahora era una mujer. Sentí dolor, sí, pero fue leve, no fue tan traumático como pensé que podría haber sido, de hecho rápidamente este dolor fue reemplazado por placer así que instintivamente fui yo la que se comenzó a mover ante los bufidos de Víctor, me movía de atrás hacia adelante y sentía como su pene entraba y salía de mí. Gemíamos ambos cada vez mas fuerte.
Luego, el mismo alcohol que había desatado todo esto creo que fue el causante del delirio de superioridad de mi amigo, comenzó a follarme fuerte, sentía sus caderas golpear contra mi cola con cada empuje, de hecho todo su cuerpo se había abalanzado sobre mí y me rodeaba. Yo me dejaba hacer, porque estaba disfrutándolo. Esa rica sensación que estaba sintiendo comenzó a aumentar, en ese instante quería que entrara más en mí así fuera imposible, estaba desesperada por lo que estaba sintiendo.
En ese momento, en el que me llegaba el orgasmo, comenzaron a invadirme pensamientos sobre si ahora él y yo éramos novios, o que pasaría luego con nuestra amistad. Mi cuerpo se desvaneció sobre el sofá.
—Que rico es cogerte, Aleja
Sonreí aun jadeando ante su comentario y con su pene aun dentro de mí.
Se bajó de mí, me señalo que estaba sangrando pero no le di importancia, sabía que eso era normal, dejé que me mirara más, me gustaba que él me mirara. El se siguió masturbando, mirándome y de pronto lanzo varios chorros de semen sobre mi cola. Pase mi mano para sentirlo, nunca había visto o tocado el semen de un hombre.
—¿Te dolió? —Me preguntó.
Negué con la cabeza y le sonreí, en ese momento me enderece y caminé hacia él, toce su cara con mi mano, me acerqué más y lo bese. Nuestras lenguas se entrelazaron. Era increíble que primero hayamos tenido sexo a besarnos. Luego volví al sofá y me senté.
Después de aquel momento, nos quedamos en silencio por unos segundos, como si nuestras miradas dijeran todo lo que las palabras no alcanzaban a expresar. Aún podía sentir el calor de su semen en mis nalgas, el leve cosquilleo en mi vagina poco a poco se iba transformando en un ardor incomodo.
Víctor sonrió primero, con esa expresión suya entre traviesa y tierna que siempre lograba desarmarme. Me acomodé en el sofá, intentando recobrar la calma, aunque en mi interior aún vibraba la emoción de lo que acababa de suceder.
—¿Lo hacemos otro día? —preguntó él, con una voz serena, pero con un matiz de expectación, mientras comenzaba a vestirse.
Le sostuve la mirada por un instante antes de responder.
—Si se da la oportunidad… ¿por qué no?
No necesitábamos promesas ni explicaciones. Solo el reconocimiento mutuo de que algo había cambiado entre nosotros. Que, tal vez, este solo era el principio.
Víctor se despidió con una última sonrisa antes de salir, dejándome ahí, con el eco de nuestra risa aun flotando en la habitación y la certeza de que, si el destino lo permitía, habría un próximo encuentro.
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