Violaciones medievales (parte 2)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Violaciones medievales (parte 2)
–Una única condición: denle solamente por atrás.
Aikarn no pudo sentir un terror más profundo al oír tales palabras. Hubiera preferido escuchar una sentencia de muerte, aunque sea lenta, pero que terminara con su miseria. A pesar de su juventud y de tener una experiencia sexual nula, entendía lo que significaba esa orden. Si bien su interés por la milicia real era la defensa del reino, había conocido varios aspirantes a caballeros guardianes, como ella, que le habían llegado a calentar la sangre en su vida púber–recordando sus cuerpos e imaginándolos acompañándola en varias noches de masturbación–, por lo que no era una mojigata que estaba ajena al placer sexual, aunque sólo fuera de fantasía. Y sabía por bromas ajenas y comentarios groseros de sus compañeros mayores del batallón lo que era el sexo anal, sobre todo por las burlas de tipo homosexual que se hacían entre ellos. Aunque no comprendía cómo podía llegar a ser agradable la penetración dolorosa por un orificio tan pequeño como sucio.
Al ver entrar a Kronos con su característica sonrisa siniestra, la muchacha, estando echada como la había dejado Vessell, retrocedió inconscientemente ayudándose con sus brazos. No podía seguir fingiendo valentía, el miedo a lo que vendría había paralizado sus sentidos, dejándose ver como nunca hubiese querido: a completa merced.
–No te asustes tanto, chica. Te acostumbrarás pronto—y lanzó un cínico carcajeo.
–No…espera…–tartamudeó Aikarn, habiendo tocado con su espalda el lecho, o sea el límite hasta donde podía llegar arrastrándose.
–Te escuchó, ¿qué sucede? ¿La cama te parece muy dura? ¿Quieres decir algo?—la contempló a sus pies.
–Sí,–frunció el ceño y con sus últimas fuerzas defensivas se levantó bruscamente y lo apartó con el peso de su cuerpo—¡nadie me tocará!
Intentó escapar pero su vaga esperanza culminó rápido, ni bien se percató de que varios hombres le cortaban el paso en la puerta de salida.
–¿Necesitas ayuda, Kronos?—preguntó uno burlonamente.
El segundo al mando la tomó rudamente del brazo y la lanzó contra la pared.
–Sabes que no, idiota.
Luego de chocar contra la misma, Aikarn se puso en guardia.
–¿Estás seguro?—rió
–Cierra la puerta y aguarda tu turno. Esto será divertido.
El subordinado obedeció, no sin antes saludar perversamente a la joven. Aikarn pretendió asestarle a Kronos un golpe a la cara, que fue evadido sagazmente. Luego volvió a intentarlo una vez más, y otra y otra. Todos fueron eludidos ya en tono socarrón. Al quinto ataque, el segundo al mando le retuvo su brazo derecho, se lo dobló hacia atrás y la asió fuertemente de la mandíbula.
–Rayos, me hubiera gustado darte un beso en la boca—dijo al ver el esperma de Vessel todavía resbalando por su rostro y mentón.
De un tirón, la arrojó contra el colchón raído, quedándose ella doblada en forma de L, aún aferrada del brazo.
–Pero me conformaré con ser el primero en…–y le bajó los pantalones que conformaba parte de su vestimenta guerrera.
Ante su extasiada vista, aparecieron las nalgas desnudas más perfectas que había visto en su vida de violador impiadoso, acostumbrado a vejar mujeres soldados musculosas o niñas con cuerpos demasiado infantiles. Se quedó unos segundos en silencio contemplando su apetitosa redondez, luego las apartó con los dedos de su mano libre y pudo observar la increíble belleza mórbida que le brindaba aquel pequeño ano rosado, libre de cualquier tipo de vello.
–Tengo dos noticias para darte—dijo, mientras sentía cómo su miembro experimentaba una erección como hacía mucho tiempo no tenía—Una es buena para ti, la otra no.
Aikarn yacía inmóvil con los ojos cerrados y los dientes apretados, atrapada por la fuerza descomunal de su captor.
–La buena es que, por si no lo sabías, el semen es un buen lubricante natural—y se rió—Así que puede que dejes de sentir dolor con el correr de las horas.
Al escuchar esto, la muchacha intentó liberarse con la voluntad que le quedaba, pero fue inútil. Kronos la empujó nuevamente con la fortaleza de todo su cuerpo contra la cama.
–Y la mala es….bueno, es mejor que ni te enteres cuántos somos en el escuadrón. Será una larga noche.
Le hubiese rogado que dejase de hablar, que parase de humillarla, que no le infundiera más miedo, inclusive que la matara, pero su resignación la había vencido. Sólo comenzó a sollozar con su rostro hundido de costado en la desgarrada tela del colchón.
–Trata de relajarte, cariño, sino será todo mucho más desagradable—le dijo con un irónico tono fraterno–No quiero que te debilites por una hemorragia.
Y avistó el recipiente de barro vacío derrumbado en el suelo.
—Aunque dudo que después de haber tomado eso, ocurra.
Luego de imaginarse varias depravaciones con ella, derramó de su boca un voluminoso hilo de saliva que terminó por posarse en la cintura de la joven, resbalándose a partir de allí lentamente por el medio de sus nalgas hasta su ano.
–Por favor…no…—lloriqueó entre lágrimas.
–Vamos, puedes hacerlo mejor. Si quieres suplicar, hazlo bien.
–¡¡Vete al infierno, hijo de puta!!
Kronos carcajeó una vez más al tiempo en que le daba una sonora palmada en el glúteo derecho, haciéndola respingar.
–Agradece al menos que no me guste tener la polla ensangrentada.
Y comenzó a deslizarle la lengua por su espalda en dirección descendente, provocándole escalofríos a cada centímetro. Cuando rozó el principio de su culo, Aikarn empezó a percibir extrañas sensaciones mezcladas que iban entre la repulsión y una rara especie de placer, aumentándose hasta el límite al experimentar luego el movimiento húmedo y ensalivado en su orificio.
Pero el leve deleite duró poco.
–Lo disfrutaste, ¿no, perra?—dijo Kronos, habiendo advertido las conmociones en el cuerpo de la víctima—Ahora nos toca a nosotros.
El segundo al mando desprendió con una sola mano su cinturón y se bajó los pantalones, permitiendo al fin liberar su poderosa erección. Al observar desde su posición el enorme tamaño del miembro que su captor le había obligado a ver, la muchacha entró en pánico. No podía concebir la idea de que iba a ser sodomizada por semejante aparato, y que luego lo seguiría siendo indefinidamente por hombres tan o más fornidos que él. La iban a destrozar. Muchas preguntas desvariadas cruzaron su mente al mismo tiempo en un instante: cuántos serían sus violadores, si la ultrajarían hasta la muerte, si se podría llegar a desangrar siendo abusada por tantos, cómo quedaría su ano después de miles de penetraciones, si le haría daño a sus entrañas tanto semen acumulado, hasta cómo haría luego para evacuar el contenido de sus intestinos. Todas esas cuestiones fueron olvidadas tan pronto como sintió la colosal cabeza del falo de Kronos en su pequeña entrada trasera.
–Hazme un favor: grita lo más que puedas.
Los ojos de Aikarn se abrieron como platos al percibir cómo su resistencia anal estaba siendo destruida. Trató de no cerrar su orificio para soportar mejor la lentísima embestida, pero el desgarrador dolor que le causaba la intrusión centímetro a centímetro ni la dejaba respirar. Se había prometido a si misma que no le daría el regocijo de verla gritar de sufrimiento, por eso se dedicaba a morder con vehemencia la tela del colchón mientras la estrujaba con su mano derecha libre, pero el grosor del miembro de Kronos era desmedido como para quebrar su estrechez virginal.
–¡¡….Esperaaaaaaaa….!!—gritó luego de arrancar un pedazo del lienzo con sus dientes.
Kronos parecía que estaba aguardando ese momento, ya que empujó con todas sus fuerzas y enterró su polla hasta el fondo.
–¡¡Aaaaaaaaaaaaaaaahhhhhhhh….!!!
El alarido de Aikarn fue escuchado en todas las celdas de alrededor, incluyendo la de sus amigos, quienes comenzaron a insultar y vociferar con rabia.
Los que lo festejaron como una victoria fue la aglomeración de hombres que esperaba con ansias haciendo fila afuera.
–¡Más fuerte!—ordenó el violador–¡No te escuché, chiquilla!
La muchacha ya no tenía aliento para volver a chillar de ese modo, sólo contrarrestaba el inexpresable padecimiento con sollozos fuertes mientras soportaba las primeras sacudidas lentas y profundas para acostumbrar su dañado orificio al tamaño del invasor. Una vez ocurrido esto, Kronos la agarró de las nalgas y comenzó una brutal serie de penetraciones tan bestiales como veloces, haciendo sacudir el lecho como si quisiera demolerlo y al cuerpo de Aikarn como si fuera una muñeca de trapo.
–¡¿Te gusta así?! ¡¿O quieres más violencia?!
La joven guerrera aullaba por el ímpetu de los embates. Se agarraba del lienzo con todas sus fuerzas y se limitaba a tolerar sin más la vertiginosa sodomización. Su ano le ardía como si lo estuvieran lacerando con una daga incandescente.
–Tienes una resistencia física admirable, chica—aceleró los movimientos—A estas alturas, las piernas de otras ya estaban bañadas en sangre.
La cachondez que tenía Kronos desde antes y el hecho de haber sido el primero en probar el estrecho agujero de Aikarn, le jugaron en contra. Estaba por llegar al orgasmo bastante precozmente en comparación con anteriores abusos, aunque eso en poco le beneficiaba a la martirizada. La asió de los hombros hasta dejarle marcadas las uñas y luego de violentísimas penetraciones profundas, descargó una inmensa cantidad de lefa en el recto de la muchacha, quien lo sintió como un turbador estremecimiento. Al retirar su miembro, observó sonriendo con depravación lo inflamado y deformado que había quedado el hasta hacía poco orificio virgen, el cual expelía gran parte del espeso líquido que no se había quedado en el interior.
–Creo que debió haber sido doloroso.
El cuerpo de Aikarn temblaba sin control, a la par con sus respiraciones aceleradas. No quería volver a abrir los ojos para no demostrar sus lágrimas de humillación. Pero lo hizo al escuchar que la puerta se abría y entraba otro hombre, esta vez un poco más flaco.
–Puedes disfrutarla ahora, Gaal. Me quedaré cuidando a que no hagas una de tus locuras—le dijo Kronos.
Al individuo se le hirvió la sangre al ver la postura de una Aikarn sumisa y resignada.
–No eres divertido—protestó, riendo.
–Son órdenes del líder. Quiere que nos dure un buen tiempo.
Y así volvió a comenzar la pesadilla, esta vez con un miembro de menor envergadura pero con mayor salvajismo, aprovechando la dilatación heredada.
A medida que los minutos iban transcurriendo, Aikarn empezaba además a notar un malestar extra, amplificándose cada vez más.
–E..espera…–dijo exasperada—espera…no puedo…
–Vaya, ¿sabe hablar?—preguntó Gaal, dirigiéndose a su superior.
–Para…por…favor…
–¿Me estás diciendo algo? No te escucho.
–Dice que se lo rompas hasta que se desangre—vociferó Kronos
–No…no puedo…aguant…¡sácalo!…¡sác…! mmmmfffff….mmfffffff—le tapó la boca con su mano derecha.
–¡Cállate, puta! ¡Limítate a gemir!—y aceleró aún más.
A Aikarn se le nubló la vista por las lágrimas al extraviar su mirada de mente corrompida.
–mmff…mmff…mmff…mmff…mmff…mmmffffff…mmmmmmmmmmmm…
Y finalmente ocurrió. Cuando el abusador se encontraba cerca de la cima del placer, se produjo una erupción del contenido intestinal de la joven, manchándole toda la pelvis y parte de la zona abdominal.
–Aggg…maldita perra sucia…–se asqueó, apartándose enseguida.
Kronos echó una sonora carcajada.
–Si no fuera por Vessel te habría roto el cuello, inmunda.
–Te tocó esta vez a ti—dijo su superior, todavía riéndose—Ya, límpiate esa porquería.
–¡Que traigan la puta manguera!—le ordenó a uno de los de afuera—Te voy a tener que lavar como la cerda que eres.
Le arrancó bruscamente la vestimenta hasta dejarla desnuda y la arrojó contra un rincón.
Un minuto después, uno de los rebeldes, algo repelido y risueño por la situación, ingresó con un conducto negro de goma angosto y alargado cuyo extremo inferior culminaba más allá de la puerta.
–¡Ábranla!
Gaal lo tomó de la punta recortada y aseó sus genitales con el líquido cristalino saliente. Luego la apretó para que el chorro brotara con mayor potencia y empapó rudamente todo el cuerpo de la indefensa Aikarn—quien sólo se limitó a cubrirse con sus manos–, poniéndole mayor atención a sus piernas, espalda y nalgas. Habiéndole lavado todo el semen de su rostro y la suciedad de su ser, la tomó con fuerza bruta de los brazos y la lanzó contra el colchón, quedando nuevamente en posición de ofrecimiento de sus partes pudendas.
Sólo faltaba un lugar para ser higienizado.
–Ahora vas a sentir algo diferente.
Y sin piedad, le penetró el ano con la manguera, provocándole espasmos al sentir el torrente de agua fría recorriendo sus tripas.
En cuatro oportunidades repitió la misma rutina retorcida: dejarle unos instantes la herramienta en su recto, sacarla dolorosamente y esperar a que la muchacha evacuara hasta la última gota. Pero en la quinta, Gaal decidió tomar revancha y la dejó alojada en forma adrede bastante tiempo más. Por lo que Aikarn dibujó en su cara un gesto de horror, apretando los dientes al percibir cómo su barriga se llenaba hasta el punto de inflarse y finalmente lanzando un grito histérico al creer que estallaría.
–¡Bastaaaaaaaaaaaaaaa!
–¡Detente, idiota!—Kronos se la extirpó de un tirón–¿Acaso quieres matarla? De nada nos serviría un cúmulo de entrañas diseminadas por la habitación.
La muchacha experimentó un gran alivio al poder liberar la enorme presión, descargando a chorros la escabrosa cantidad de líquido albergado en sus intestinos.
–Esta vez te salvaron—dijo Gaal, luego de empujar con furia a Kronos–, pero si vuelve a ocurrir conmigo algo como eso otra vez, te la dejaré hasta que tu mierda te salga por la boca.
Y dicho esto, volvió nuevamente a arremeter contra su ano sin compasión, con más saña que nunca. El dolor se hizo presente otra vez pero con mayor intensidad, ya que el frío del agua había sensibilizado esa parte de su cuerpo, además de remover el semen del violador preliminar que al menos le servía como lubricante. Sin embargo, los ojos de Aikarn ya no sólo mostraban padecimiento, sino también ira, hambre de venganza después de la terrible degradación anterior. Volvió por enésima ocasión a recorrer con la mirada los escondrijos del lugar, buscando alguna forma de terminar con la pesadilla, pero de nuevo se golpeó con la realidad al no encontrar nada útil.
Pasaron largos minutos antes de que Gaal llegase al orgasmo y depositase su semilla dentro de la muchacha, para los cuales ella ya deseaba haber perdido el sentido. La despidió groseramente con una palmada en el glúteo, prometiéndole que se iban a reencontrar muy pronto, y llamó al siguiente en la cadena de mando que aguardaba en la fila.
Y de esa manera continuó el infierno. Ante la atenta y excitada vigilancia de Kronos, uno a uno todos los soldados fueron probando su destrozado orificio anal, desde los oficiales más importantes hasta los de menor rango, en su mayoría penetrándola en la misma posición de L o en cuatro patas, aunque algunos con alta capacidad física prefirieron sostenerla de los brazos y abusarla de parado o con las piernas al hombro. O la más dolorosa de todas, a la que fue sometida por uno de los de mayor porte: acostada boca abajo, con sus extremidades abiertas en exceso, a un ritmo inhumanamente feroz, dejando como resultado la quebradura de los débiles sostenes del lecho y el derrumbe del mismo.
Poco a poco, Aikarn fue perdiendo la sensación en las paredes de su recto, empezándose a formar grandes capas de espuma seca y pegajosa alrededor de sus nalgas y muslos, y en los labios de su vagina. Las horas transcurrieron sin misericordia para ella, no cesando de ser violada en toda la noche, sólo tomando como descanso los pocos segundos en que acababa uno y entraba el otro.
Las últimas sodomizaciones serían acompañadas por sonidos de chapoteos, causados por el excesivo caudal de esperma desbordado hacia los costados y el suelo.
Tal como había anticipado Vessell al darle su brebaje casero, en ningún momento se desmayó. Muy a su pesar, ya que hubiera preferido haberse despertado en la celda con dolores espasmódicos que seguir penando minuto a minuto. O no haberse despertado nunca.
Habían dejado como último en la hilera a un aprendiz novato, sin experiencia en batallas pero sí en repartición de motines carnales, pero se negó a rendirse a sus bajos instintos debido al hedor ya repulsivo a sexo impregnado en el ambiente de la habitación.
Una vez culminada la primera violación masiva, Kronos se divirtió informándole de manera perversa a una Aikarn por demás extenuada la diabólica cuenta que había llevado—que sobrepasaba la treintena–y el pasmoso estado de dilatación e irritación de su ano, desde el cual se podía hasta llegar a divisar el semen acumulado en sus entrañas.
Con la ayuda de Vessell, la arrastraron hasta la celda de origen y la arrojaron dentro, procurando antes de irse despojar el lugar de todo elemento cortante o cualquiera que pudiese servirle para quitarse la vida.
–Que sueñes con los ángeles, niña—dijo como cruel despedida el líder del escuadrón—Nos veremos pronto.
Aikarn apenas podía moverse. Era indescriptible la dolencia punzante que sentía tanto en su parte trasera como en todo su ser. Las lágrimas ya se le habían secado hacía mucho, dejando su lugar a un sentimiento de desazón y desdicha, además del temor absoluto al saber positivamente que las puertas del averno recién se habían abierto.
–Aikarn…–susurró apesadumbrado su amigo Igor al verla echada boca abajo en el lugar exacto en donde caía la luz proveniente de la ventana enrejada.
No sabía qué preguntarle ni qué consuelo darle, ni tampoco la forma de pedirle perdón por no haber podido hacer algo. Sólo sintió ganas de llorar de la impotencia al oler la hediondez nauseabunda que traía y ver la gruesa capa de esperma reseco alrededor de sus muslos.
La muchacha no esbozó ni una palabra, ni siquiera se atrevió a mirarlos. Como pudo, deslizándose lenta y pesadamente sólo con sus brazos, se adentró en la negra oscuridad del rincón que conformaría el escondite de su vergüenza.
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