VIVIENDO CON MI EXTRAÑA FAMILIA.
Flaevus pertenece a la aristocracia, está cansado de tanta extravagancia y decide marcharse a Colombia, donde viven sus padres y hermanos. Con asombro encontrará que su familia es aún más rara y extravagante y que guardan sus morbosos secretos. .
VIVIENDO CON MI EXTRAÑA FAMILIA.
Redactado por Siremis.
Me llamo Flaevus Laurence Torralbaron Papadopulos Covarrubias, como ya se dieron cuenta tengo tres horribles nombres seguidos de dos rimbombantes apellidos, lo cual ya les debe parecer feo y extraño. Lo que pasa es que mis familias pertenecen a dos de los linajes más encopetados de las noblezas europeas y en ellas se siguen firmemente sus aristocráticas y extravagantes tradiciones de las cuales estoy completamente cansado y aburrido, deseo seguir una vida normal.
Tengo nacionalidad colombiana y española, y les voy a narrar una extraña historia, me ocurrió cuando estuve en Bogotá-Colombia, viviendo con mis padres y hermanos en su magnífica casona.
Había cumplido los 20 años de edad días antes de llegar a ese país y en ese entonces aún mantenía la soltería.
No sé si me estoy volviendo loco, no sé si escribir este relato esté bien desde el punto de vista moral, pero aun así, les contaré lo que viví, escuché y observé desde el momento mismo en el que volví a vivir con mi papá, mi mamá y mis hermanos en Bogotá, en una localidad llamada Teusaquillo. Estuve viviendo con ellos por cuatro largos meses y nunca esperé ver lo que finalmente vi.
Por alguna extraña razón, que no me han querido especificar, pero que ahora la supongo, mis aristocráticos tíos me llevaron a vivir con ellos a España desde que era muy niño. Tan solo teniendo 5 años de edad ellos me separaron abruptamente de mis padres, los cuales se quedaron en Colombia. Mis tíos poco me hablaban de mis padres y hermanos y cuando les preguntaba por ellos preferían cambiar de tema.
Papá, mamá y mis hermanos, pocas veces fueron hasta España a visitarme, llegaron a pasar años enteros sin preocuparse de mí, y es que también cuando ellos llegaban de visita mis tíos no los recibían de muy buena manera, por lo general la visita terminaba en fuertes discusiones entre estos y mis padres.
La verdad es que mi tía Nadia Berenice y mi tío Patrick Abelardo fueron los que me criaron, por eso tengo los apellidos de ellos y no los de mis padres, y al parecer no querían que mis papás y hermanos tuvieran contacto alguno con ellos y mucho menos conmigo.
Por cuestiones de vinculaciones matrimoniales y desuniones familiares mis tíos tienen apellidos de la nobleza española, y son diferentes a los apellidos de mis padres, los cuales pertenecen a la nobleza inglesa. Mi padre tiene el título nobiliario de Conde y se llama George. W. York, según mis cálculos, él debió de haber tenido aproximadamente 52 años de edad en la época en que sucedieron los hechos que voy a narrar, sin embargo, increíblemente aparentaba tener menos de 35 años.
Otros familiares que tengo en Hungría y que alguna vez visitaron a mis tíos en España, me dijeron, en su momento, que la señora Lucrecia, mi madre biológica, es prima en primer grado de mi papá, su nombre completo es Lucrecia Cordelia York de York, tiene el mismo apellido de papá, y en palabras de mis tíos y de esos otros familiares, ella debía tener unos 45 o 46 años de edad en esa época, eso no lo entiendo porque mamá aparentaba ser casi más joven que su hijo primogénito, es decir, que mi hermano Edward, quien tenía 30 años de edad.
Voy a presentar a mis hermanos y hermanas con las edades que tenían en ese tiempo, en orden de mayor a menor son: Edward York, de 30 años de edad; Walker York, de 27 años; Amberlyn Perlaluna York, de 24 años y Francy Eternity York, de 22 añitos. Yo soy el hijo menor de los York y el único que no convivió con ellos desde los 5 años hasta hace poco.
A la familia York la visitaba constantemente un tío, Alfred III York, él tenía más edad que papá, pero también aparenta tener menos de 35. Mi tío Alfred, siempre que llegaba, se lamentaba por la muerte trágica de su mujer en un accidente de tránsito y comenzaba a llorar sin consuelo.
Bien, les contaré un poco sobre mí. Siempre fui un muchacho sano y supremamente inteligente, un excelente estudiante, terminé muy pronto mi etapa escolar, inicié mi carrera universitaria siendo muy niño aún y la terminé hace 2 años, soy egresado de una de las universidades más importantes, reconocidas y de élite de España.
No contentos con mi título en antropología, mis tíos quisieron obligarme a hacer carrera militar, como era tradición en su familia. Me les rebelé, discutí fuertemente con ellos, y, contra su voluntad, me fui a vivir a Colombia, a casa de papá y de doña Lucrecia, es decir mi mamá, junto con mis hermanos. Ahí estuve por unos pocos meses. Actualmente vivo con mi esposa en Roma.
Ahora les hablaré un poco más sobre mi papá, mi mamá y mis hermanos. Como ellos aún viven, aunque ya no nos veamos, los describiré en tiempo presente.
Mi papá es un hombre muy corpulento y muy alto, mide un poco más de dos metros, tiene unos rayitos de canas a los lados de su corto y negro cabello, al igual que mi tío Alfred, le gusta vestirse con ropa de colores muy oscuros y su mirada es fija y penetrante. Papá es un empresario colombo inglés de ascendencia real, a pesar de que es ingeniero militar no es tan cansón, impositivo e insistente como mi tío de España, el cual quería obligarme a hacer carrera militar a como diera lugar. Aparte de ser ingeniero militar, papá también es arquitecto, administrador de empresas, economista e historiador, tiene muchos conocimientos y muchos negocios, entre sus propiedades están algunos bancos y algunas funerarias.
Mi mamá Lucrecia es filóloga, habla muchos idiomas y es una experta en lenguas muertas. Ella es muy blanca, su cabello es rubio y sus ojos verdes. Es una persona muy culta, delicada y decente. Su piel es demasiado tersa, se ve tan joven como lo era en el momento en que mis tíos me llevaron a su país.
Mi hermano Edward es abogado y administrador de empresas, mi hermano Walker es médico, mi hermana Amberlyn Perlaluna es economista titulada, y mi hermana Francy Eternity acabó de terminar la carrera de Ciencias Políticas.
Las cosas extrañas empezaron a evidenciarse apenas llegué al país y entré a la casa, pues sentí un frío terrible y una sensación de que algo me fastidiaba y que no sabía qué era. Al volver a hablar con mis serios y rigurosos hermanos me pareció muy curioso que ninguno de ellos estuviera casado ni que tuvieran noviazgos, no podía creer que ni siquiera mis hermanas tuvieran novio, pues era muy raro ver que semejantes mujeres tan preciosas pudieran permanecer libres y sin compromiso, y además, otra cosa que me pareció extraña es que todos vivieran en la casa familiar todavía, la familia posee muchas propiedades, pero todo el núcleo familiar se concentraba en la casa de Teusaquillo.
Era llamativo y muy repulsivo ver también que todos ellos detestaban a la gente pobre y humilde. Con sutileza y palabras muy cultas hablaban mal de las personas del común y de pocos recursos, solo los querían para que hicieran trabajos y ejercieran como servidumbre.
Otra cosa rara es que había ocasiones en que todos, sin avisar, y de un momento a otro, se iban, se perdían por días enteros sin decir nada y me dejaban a mí solito en la inmensa casona solo acompañado de los guardias, escoltas, mayordomos y señoras y señores del aseo y del mantenimiento, quienes no daban razón alguna de ellos, y así mismo, habían otras temporadas en que nadie salía de la casa absolutamente para nada, se enclaustraban en sus habitaciones o en cierta sala que yo apodé “de ritos” por razones que ya explicaré, y no volvía a saber de ellos también por días, no abrían sus puertas y eso me ponía tenso, los criados me atendían muy bien y me calmaban dándome la justificación que eso era costumbre en ellos y que no me preocupara.
En realidad cosas aun más extrañas que esas empecé a presenciar en mi familia y en esa casona, y las comentaré aquí.
Nuestra casa, en Teusaquillo, no es que fuera tan antigua, pero tampoco era tan nueva. Se trataba de una casa esquinera, grande, bonita y lujosa, de arquitectura inglesa, tenía una sala principal y otras para las comidas, para las fiestas, para reuniones y para, simplemente, “estar”. Había una biblioteca inmensa en una de sus estancias, igualmente reposaban mapas antiguos y modernos, pues mi papá es arquitecto. Un amplio ventanal miraba hacia Monserrate.
La casa era magnífica, pero un poco tétrica, y ese aspecto siniestro y sombrío lo potenciaba el hecho de que mi papá conservaba de su familia y de sus ancestros unas curiosas armaduras en la sala principal. También mantenía espadas, armas antiguas y modernas, medallas, diplomas, escritos, libros, rollos, papiros, monedas, billetes, esculturas, relojes de péndulo y muchos otros objetos antiguos y extraños que valían una fortuna.
Las paredes de la sala principal estaban repletas de retratos de nuestros ancestros de la realeza europea. Les había escuchado decir a las personas que entraban a la sala que sentían cierto temor al apreciar todo eso, manifestaban que les parecía que esos retratos, estatuas y armaduras los estuvieran observando y que les producía cierto mareo, incluso afirmaban ver que esas pinturas, esculturas y objetos se movían, y por si fuera poco también expresaban que les daba la sensación de que la casa estuviera viva y quisiera encerrarlos.
Todos los visitantes que se quejaban de alguna manera de la casa tenían la razón, es que parecía un museo. Yo les había escuchado decir a esas personas que nuestra casa era pura mansión de vampiros y espantos, y no los juzgo, la verdad es que a mí tampoco me gustaba eso y mucho menos la hermandad o logia en la que participaban mamá, papá y mis hermanos, ellos, junto a otras curiosas personas, que se suponía eran marqueses y vizcondes, realizaban extrañas reuniones, fiestas y rituales, sobre todo cuando entraban a un misterioso salón ubicado en la parte trasera de la mansión, al cual yo llamo “Sala de los Ritos”.
Siguiendo el tema de las últimas líneas del párrafo anterior, es obvio que yo había estado en esas fiestas y reuniones, pero no en los cultos y rituales. Solo recuerdo, vagamente, que cuando yo era niño sí estuve en esas ceremonias en esa sala de los ritos, eran una especie de cultos a la luna llena, la cual se veía iluminar un altar cuando sus rayos entraban por una abertura en el techo. Mi papá, mi mamá y otras personas nos hacían besar el rojo rubí de sus anillos y de los de otros hombres y mujeres asistentes que al parecer tenían cierta jerarquía dentro del culto y dentro de la nobleza. Esas argollas, en estos tiempos en los que estuve viviendo con ellos, se las vi también a mis hermanos, el único que no tiene ese anillo soy yo; y después de besar esa sortija preparaban en ese altar una especie de licor blancuzco al cual le mezclaban unas gotas de algo similar a la sangre, no sé si era sangre o no, pero era muy similar, la depositaban en un cáliz que le llamaban algo así como de la luna escarlata, o de la luna roja, o de la luna de sangre, o de la luna colorada, no recuerdo muy bien, pero de todas maneras su nombre tenía que ver con la luna y con el color rojo, y nos la hacían beber a todos, luego, los adultos comenzaban a recitar unas palabras que yo no entendía, y como a convulsionar y a retorcerse. Tan pronto veía eso me acurrucaba en un rincón y me tapaba los ojos lleno de miedo, pero mis oídos seguían escuchándolos murmullar, gemir y hasta gritar, me tapaba los oídos con mis manos, eso me asustaba en gran manera, me parecía macabro, yo lo que me imaginaba era que esos sonidos los producían los espíritus malignos que al ser invocados entraban al recinto y comenzaban a hacer de las suyas, y mejor permanecía con los ojos cerrados y los oídos tapados hasta que eso terminaba y me llevaban a mi cuarto.
Ahora, años después, y luego de haber visto algo que ocurrió en esa sala mientras yo estuve viviendo recientemente en esa casa, estoy casi seguro de qué era lo que pasaba en esos extraños cultos y lo contaré luego de terminar con una parte de la descripción que me parece apropiada hacerla.
Me acuerdo también que en ese entonces, durante mi primera época de infancia, se escuchaba en toda la casa la misma ópera y la misma música clásica que en la temporada en la que estuve viviendo ahí hace poco. En la que se supone que también es mi propiedad, todos escuchaban ese mismo tipo de ópera y música clásica que, aunque eran hermosas, daban una espeluznante sensación de aislamiento y de oscuridad de ultratumba, y sonaban sin parar desde por la mañana hasta por la noche.
Era normal que casi siempre las cortinas permanecieran cerradas. Mis padres, mis hermanos y mi tío Alfred, no gustaban del sol, y la parte interna de la casa solo era iluminada por las lámparas alimentadas por energía eléctrica. Solo en las fiestas, las cuales eran muy seguidas, se abrían las cortinas y se escuchaba otro tipo de música, incluso traían grupos vallenatos, de salsa y de otros géneros. Afortunadamente, en lo relacionado al aseo, este si era inmaculadamente perfecto, la casa gozaba de gran limpieza y los criados se encargaban de mantenerla al pelo.
Generalmente, el ambiente en esa mansión se tornaba en uno de desolación, cada uno de los integrantes de la familia se encerraba en su cuarto o salía a sus respectivos trabajos desde muy de madrugada y regresaban hasta muy de noche, casi no se presenciaban diálogos o relacionamiento entre nosotros, cuando nos veíamos se percibía frialdad, no se notaba la alegría, todos eran muy serios, poco sonreían y casi nunca hablaban con espontaneidad.
Cuando no quedaba la casa reproduciendo esa lúgubre ópera o esa melancólica música clásica quedaba totalmente en silencio, a la atmosfera la invadía un poderoso y total mutismo, algo demasiado desesperante para mí.
Esa mansión mantenía un aire pesado y misterioso, menos mal no me quedé viviendo allá, me habría vuelto loco de remate, ni me he vuelto a hablar con mi papá, ni con la señora Lucrecia, o sea mi mamá, ni con mis hermanos, después de lo que vi no quiero saber nada más de ellos, y es que lo más extraño que sucedió, lo cual me tiene totalmente consternado, impactado y afectado y que, con mucha vergüenza me voy a permitir narrar aquí ya que después de tanto pensarlo quise desahogarme y finalmente me decidí a relatarlo aprovechando que en esta página quedo en el más completo anonimato, fue una vez en la que vi una terrible orgía sexual familiar, sí, como bien lo leen, un terrible y desmesurado festín carnal familiar.
Yo no lo podía creer, no sé si estoy loco, pero en cierta noche de luna llena noté que cada uno de los integrantes de la familia, sin decir nada, iban ingresando, misteriosamente, a la Sala de Ritos.
En ese momento estaban en la casa mi tío Alfred y una distinguidísima y glamurosa señora de unos 50 a 55 años de edad que de vez en cuando él invitaba a la mansión. Ella llegaba en un lujoso y silencioso carro negro de vidrios polarizados en compañía de dos enormes, armados y misteriosos escoltas vestidos de negro y con lentes oscuros. A pesar de que la señora era hermosa se me hacía muy rara, producía cierto temor, su maquillaje era exagerado, usaba unos negros guantes de lujosa seda, tan largos que le cubrían todo el antebrazo.
La encopetada y recatada mujer era muy bonita, sus ojos eran grandes y azules, su mirada profunda e intimidante, su cabello rubio y recogido, portaba con suma elegancia una fastuosa capa, un vestido largo y ajustado que le llagaba a los pies, cuando caminaba con su capa puesta parecía desplazarse flotando sobre el piso, no se le percibía el movimiento de sus piernas al caminar. Ese ceñido vestido era altamente escotado, dejando ver así no solo una gran porción de sus exuberantes y blancos senos sino también un valioso, suntuoso e hipnotizante collar. Recuerdo que siempre llevaba un atractivo sombrero y que una lujosa malla cubría su pálida cara.
Se notaba que la ostentosa dama pertenecía a la más alta y selecta alcurnia, parecía dominante y arrogante, su perfume era exquisito, su porte erguido, distinguido y de gran estilo, sus modales eran delicados y refinados. Yo no la conocía, nunca me la presentaron, siempre que iba a la casa hablaba en húngaro o en rumano con mis padres, mi tío y hermanos, idiomas que yo no hablo, pero que, al menos, sé reconocer.
No sé por qué razón hablaban en esos idiomas, pues luego me di cuenta que ella sabía perfectamente español y lo parlaba en el dialecto característico de la península ibérica, supongo que no querían que yo supiera lo que se comunicaban. De lo poco que pude entender en esos idiomas es que la llamaban Condesa, que era rumana y que su nombre era Úrsula.
La fina condesa Úrsula se vestía totalmente de negro, era alta, pálida y delgada, su cuerpo era armonioso y su tez hermosa, se intuía una piel muy suave y esmeradamente cuidada, no obstante tenía gestos y facciones de regañona y rigurosa, la verdad es que su aspecto recordaba a las vampiresas, o a las brujas que, en múltiples obras literarias y películas, hechizan con su infernal belleza e hipnotizan con su demoniaca sensualidad.
Mi tío y doña Úrsula también entraron a la Sala de Ritos.
A mí no me invitaron a entrar, y, una vez ingresaron mi tío Alfred y la aristocrática señora Úrsula, cerraron la puerta. Me ganó la curiosidad, intenté abrir la puerta, pero, obviamente, estaba con seguro, ya me lo imaginaba.
Pasada casi una hora no me aguanté las ganas de saber lo que estaban haciendo, y decidí subirme al techo y mirar hacia adentro por la abertura por donde ya he descrito que entraba la luz de la luna. Al pedir unas escaleras a los criados, para poderme subir al techo, estos insistentemente me advirtieron que no lo hiciera porque me podía caer, no sé si me estaban amenazando, aun así me subí, no me importó que me miraran mal.
Estando en el techo llegué a la abertura y, sosteniéndome de unos tubos de una sólida estructura metálica, me asomé, y quedé estupefacto con lo que vi.
Lo primero que vi fue a la atractiva condesa Úrsula completamente desnuda, y, aunque la mujer tenía excelente cuerpo a pesar de la edad que aparentaba, me sobresalté.
Me estiré un poco para poder ver más allá y mi impacto fue mayúsculo al ver que mi mamá biológica estaba también desnuda totalmente practicándole una tremenda felación a mi hermano Edward. Casi me da un desmayo al ver eso, se trataba ni más ni menos de un evidente incesto entre madre e hijo.
Me alteré como nunca y empecé a odiar a mi madre. Afortunadamente a mí me criaron mis tíos de España, considero más como mi madre a la tía Nadia que a mi propia mamá biológica.
A Lucrecia, mi madre biológica, no la quiero volver a ver más en la vida, después de lo que vi ella me genera mucha repulsión y temor, nunca la he sentido como mi verdadera mamá.
Casi me caigo al ver que mi papá hacía el amor con mi hermana Perlaluna, su propia hija, y mi otro hermano penetraba atrevidamente a mi hermana Francy por la vagina mientras ella le hacía sexo oral a mi tío Alfred.
Todos estaban completamente desnudos y se alcanzaba escuchar que un equipo de sonido muy antiguo reproducía una horrenda ópera en una lengua desconocida para mí.
Sudé y temblé como un desesperado. Insólita y contradictoriamente me acaloré aunque estuviera sintiendo el frío de la noche de luna llena calar hasta mis huesos.
Mientras yo permanecía húmedo de sudor ellos continuamente cambiaban de pareja, mamá pasó a tener sexo con mi hermano Walker, se notaba que lo hacían con muchas ganas, pues mamá Lucrecia, con cara muy sonriente y demoniaca, saltaba efusivamente sobre Walker.
Todo eso era una completa porquería para mis principios morales, ahí comprendí la razón por la cual yo escuchaba gemidos y gritos en esa sala cuando era niño y me tapaba los ojos para no ver nada, también entendí el motivo que tuvieron mis tíos al decidir llevarme con ellos a España desde niño y alejarme de mis padres, era seguro que ellos sabían de esas pervertidas costumbres familiares y quisieron protegerme, la duda que me queda es por qué diablos me llevaron a mí solamente, pues mis hermanos también eran menores de edad, por lo menos Perlaluna y Francy no me llevaban muchos años, si su motivo era salvar a los niños de pertenecer a una familia incestuosa y lunática no comprendo por qué decidieron únicamente cuidarme a mí.
El tiempo transcurrió sin darme cuenta, puse mi cabeza sobre mi antebrazo, no podía digerir esa situación, y en ese momento no pude seguir mirando, me faltó valor, no obstante, un par de minutos después, volví a levantar mi mirada y seguí observando. Mamá, ahora, relamiéndose los labios con su larga lengua, masturbaba con sus prominentes senos el rígido pene de tío Alfred. Papá penetraba vaginalmente a doña Úrsula, la cual estaba en aquella posición que le llaman “en cuatro”. Edward lo hacía con Francy en posición de misionero y Perlaluna le practicaba al rubio Walker una indecorosa y escandalosa felación.
Era demasiado para mi moral, no sabía qué hacer, pensé en intervenir para acabar toda esa inmundicia, pero mejor no hice nada, pues me sentía paralizado y con ganas de llorar. Solo seguí observando a la vez que mi corazón palpitaba a gran velocidad.
Papá y tío Alfred le propinaron una terrible penetración doble a mamá, es decir, juntos al mismo tiempo le introdujeron sus genitales, uno por la vagina y el otro por el ano. Similarmente mis dos hermanos lo hicieron con mi hermana Perlaluna, mientras doña Úrsula y mi hermana Francy estuvieron practicando lesbianismo, vi perfectamente bien cómo las dos frotaron sus entrepiernas muy complaciente y devotamente y luego se pusieron a lamerse las vaginas y a introducirse los dedos en ellas en lo que se conoce como un vulgar 69.
Me dio un asco espantoso al ver después cómo Walker montaba a mamá sobre su cuerpo y le introducía su pene por el ano. No más con acordarme de esas escenas me dan temblores sin control y sendos escalofríos. Ustedes entenderán cómo me sentía presenciando ese insólito acontecimiento familiar durante esa eternidad de minutos.
Papá también penetró analmente a mis dos hermanas, claramente se veía que ellas estaban encantadas de realizar esos impúdicos y cochinos actos, de vez en cuando se sacaban el pene de mi papá de su ano y seguidamente se lo llevaban a la boca, casi me muero del asco al contemplar esas vulgares escenas, eran propias de película pornográfica.
Mis hermanos Edward y Walker hicieron lo mismo con mamá y con la atrayente, lujuriosa y vampiresa señora Úrsula, y mi tío Alfred se masturbaba como maniaco con una sola mano mientras que en la otra mano llevaba un látigo y pasaba por cada una de las mujeres presentes dándoles severos latigazos y les introducía su generoso pene en sus bocas.
Me dieron ganas de vomitar, me alteré tanto que estuve a punto de caerme por esa abertura del techo. No podía creer lo que veía y lo peor es que todos parecían disfrutar como lunáticos ese cochino y sadomasoquista sexo entre parientes.
En un momento vi cómo tío Alfred lamía con exacerbada pasión y frenético deseo el exuberante busto de la señora Úrsula, cuyo maquillaje se había corrido por toda su pálido rostro adquiriendo el semblante de una sucia mujerzuela de calle, ya no era una distinguida y honorable dama sino una ordinaria y demoniaca prostituta.
Pero lo que más me impactó fue ver cómo tío Alfred le mordisqueaba esos orondos senos a la condesa y cómo le estiraba con sus afilados dientes los pezones, el hombre lo hacía con mucha violencia, como si él fuera un hambriento caníbal, incluso le hizo salir sangre de sus senos y pezones, él se la chupaba y se bebía como si se tratara de un sediento vampiro, acto seguido se los empezó a golpear con las palmas de sus manos, y como si eso fuera poco la abofeteó en la cara una y otra vez, con mucha fuerza y agresividad, le reventó la boca y la nariz y su rubio cabello se soltó debido a la fuerza de la agresión, se veía hermosa dentro de la inmundicia, a ella le dolía, sin embargo, la esbelta bruja estaba que explotaba de placer y de diabólica risa, de inmediato, la muy desgraciada, le exigió a mi tío que le propinara un mayor castigo. Mi tío empezó a penetrarla salvaje y analmente con el látigo. Presenciar eso me dejó traumado.
Pasados unos minutos, mamá Lucrecia tomó el cáliz que reconocí como el Cáliz de la Luna de Sangre y ante mi asombrada mirada orinó dentro de él, y no me lo van a creer, pero después de haber introducido su orina en ese detestable cáliz ella bebió de esa copa y se lo dio a beber a todos los demás, se notaba en sus caras que gozaban totalmente de lo que estaban haciendo.
Fue tenebrosamente increíble. He quedado con esos recuerdos y yo sé que no podré borrarlos de mi mente jamás. Todos estaban locos, no me cabe la menor duda de que los que actúan así es porque tienen serios problemas mentales, estoy prácticamente seguro que por eso mis tíos decidieron salvarme de esa familia de dementes incestuosos.
La increíble y espeluznante orgía continuó, las cuatro mujeres agachadas, cada una frente a cada hombre, iniciaron una audaz sesión de sexo oral. Mamá estaba frente a tío Alfred, Francy se lo hacía a papá, Perlaluna a Edward, y la “elegante” y arrogante señora Úrsula a mi hermano Walker a quién aparte de estarle lamiendo y succionando su enorme pene y sus bailarines testículos también estaba masturbando su falo con su mano de forma frenética. Así duraron un rato y no dudaron en cambiar de pareja.
Ver, a mamá en esa bochornosa situación sexual me producía una sensación difícil de explicar, verla haciéndole el sexo oral a sus propios hijos biológicos y a su cuñado, todos en junta, y en forma tan voluntaria y satisfactoria, era algo que me generaba un picazón muy incómodo y fuerte en el corazón, y ni se diga cuando veía que ellos la penetraban tanto vaginal como analmente, incluso de manera sumamente agresiva.
Y es que la orgía prosiguió con gran vigor y entusiasmo, todos los hombres con todas las mujeres, igualmente todos los hombres con una sola mujer, sea la que fuera, o todas las mujeres con un solo hombre. Fue impresionante ver y escuchar eso.
A mamá la mancillaron entre todos los hombres al tiempo, su imagen de mujer pulcra, decente y culta se vio desdibujada, se percibía toda sudada, todo su cuerpo lleno de fluidos de todo tipo, su cabello desorganizado, su rímel removido por todo su rostro, realmente y sin rebuscar palabras suaves y solapadas, ella estaba inmunda, me da pena decirlo con esa palabra tan fuerte, pero es que me da mucha ira y fastidio, mamá parecía más una cortesana, una meretriz, una ramera que una dama de alta alcurnia.
Me dio una ira infinita ver cómo mi cruel hermano Edward penetraba a mamá por el recto sin ninguna compasión, la maltrataba rudamente, mientras mi otro hermano, Walker, no perdonaba su vagina, entre juntos la estaban poseyendo a la vez, y por si fuera poco, papá y tío Alfred llegaron como brutales y hambrientas hienas a introducirle, con gran zafiedad, sus respectivos penes a la boca al mismo tiempo. No me explico cómo ella fue capaz de abrir exageradamente su boca para engullir esos gigantescos miembros a la par.
Mamá, muy excitada, mantuvo dentro de su salvajemente agrandada boca los dos gigantescos miembros por un buen rato y ellos aferraron sus inmensas manos a sus vibrantes y mordisqueados senos.
Las escenas que estoy narrando han sido el espectáculo más deplorable y abominable que he presenciado en toda mi vida. A mis hermanas tampoco las perdonaron, también sus cuerpos fueron invadidos y orinados por todos los hombres presentes a la vez, y ellas no se mostraban molestas, al contrario, lo gozaban, reían, gemían de gusto, gritaban de placer, en sus rostros se retrataba el disfrute total, sin embargo, esos rostros se veían algo raros, se notaban más pálidos que de costumbre y no era debido solo a los rayos de luna que caían directamente sobre ellas, se veían diferentes y diabólicas, parecían como si llevaran algunas horas de fallecidas, pero claramente estaban vivas, pues los muertos no se mueven, ni hablan, ni copulan.
Era bastante evidente que no era la primera vez que esta familia practicaba una orgía, también era claro que estaban acostumbrados al incesto, al sadomasoquismo y a las bajas pasiones, pues ninguno de los integrantes estaba nervioso, frustrado o asustado, por el contrario, participaban con agitado y exaltado deleite.
La condesa Úrsula, en voz muy alta, hablaba en latín, en húngaro y en otras lenguas, parecía estar haciendo brujería, sus frases eran respondidas en forma de rezo por mamá en esos idiomas y la acuerpada mujer empezaba a reír, a cantar, a bailar, a moverse extrañamente dando unos horrendos gritos de loca excitada a la vez que se auto insertaba ferozmente por su dilatado ano el grueso látigo de tío Alfred.
No quería contar la siguiente parte de la narración por considerarla horrenda y asquerosa, pero tomé la decisión de incluirla en esta oportunidad, eso sí, voy a tratar de narrarla de la manera más suave posible por respeto a ustedes los lectores.
Aconteció que en un momento de la sucia orgía, la demoniaca Úrsula hizo algo demasiado demente, resulta que le pidió a todos que la rodearan, la escupieran, la orinaran, la humillaran, la insultaran y la golpearan. En efecto así lo hicieron. Fue asqueroso ver que entre todos se le vomitaron encima, se metieron los dedos profundamente entre sus bocas y regurgitaron sobre esa infeliz. Úrsula, muy contenta, rogaba porque la golpearan con mayor dureza. Puños, bofetadas y patadas le llovieron de todas partes. Mamá se metió un dedo profundamente en su boca y abundantemente se le vomitó en toda su pálida y pintorreteada cara con un espeso y repugnante rebote de color naranja amarillo, presenciar eso casi me hizo vomitar a mí también. La masoquista mujer con el horrible látigo se dio sendos golpes, se maltrató bastante ella misma y gozó con ello.
Pero ahí no paró la cosa, la desquiciada señora tomó un enigmático cuchillo de ceremonia y se empezó a hacer pequeños cortes en distintas zonas de su propio y magullado cuerpo. Una parte de su sangre la vertió en el cáliz donde había orinado mamá y otra parte se la dio a lamer a todos los presentes directamente de sus heridas, luego, la rara mujer se tiró al suelo y comenzó a convulsionar y a agitarse violentamente como posesa.
Ver eso me dejó paralizado de miedo, pensé que esa singular condesa estaba teniendo un ataque y que iba a morir, menos mal se volvió a levantar para volver a hacer sus locuras demostrando un éxtasis total y un insano disfrute sin límites.
Pasó, tal vez, más de hora y media desde que me subí al techo y me puse a observar al interior de la sala, menos mal no me vieron. Al finalizar esa extraña sesión de incesto familiar todos los hombres se vinieron sobre las mujeres que en ese momento tuvieran para sí, lo hicieron casi al mismo tiempo.
Mi hermano Edward lo hizo sobre el excitado y sudado rostro de mamá, ustedes dirán que son mentiras, pero mi hermano lanzó muchísimos potentes chorros sobre su cara, y ella empezó a llevar su blancuzco semen a su rojísima boca con los dedos y a lamerlo y a degustarlo. Papá, al parecer, eyaculó dentro de la vagina de Perlaluna, pues ella no paraba de pedir que se lo dejara todo adentro. Walker lanzó su nauseabundo torrente sobre la cara de la casi niña Francy, y, mi risueño tío Alfred, en el momento de su eyaculación, dijo a viva voz que se lo estaba dejando a la señora Úrsula dentro de su apreciado, elegante y apretado ano mientras la ahorcaba usando todo el vigor de sus potentes manos.
Terminó ese extraño rito sexual, lunático y sadomasoquista. Me bajé del techo sin hacer ruido antes de que ellos se vistieran y salieran como si nada.
Doña Úrsula, la más maltratada, magullada, herida y amoratada de ese infame grupo, se echó perfume, se puso su vestido, su capa y su sombrero, y salió, orondamente, con cara muy en alto y con porte erguido, del Salón de los Ritos, mostrando mucho orgullo, como si no hubiera recibido semejante paliza y humillación.
Sin dejarme ver, me di cuenta de que todos se encerraron en sus respectivas habitaciones y también me dirigí a la mía. No pude dormir esa noche, tampoco dude en largarme de ese lugar. Estaba totalmente abochornado y asustado. Nunca me imaginé que papá, mamá, tío Alfred y mis hermanos fueran depravados, incestuosos y sadomasoquistas. No llegué a pensar que papá tuviera sexo con sus propias hijas ni que mamá lo hiciera con sus mismísimos hijos y mucho menos que todos ellos fueran unos violentos, ni que les gustara la sangre.
Solo me imaginé que esas situaciones habían existido en nuestros ancestros. Era claro que los precursores acostumbraban cometer incesto para mantener el poder dentro de la familia y que recurrían constantemente al temor, a la severidad y a la rudeza con el fin de imponer el dominio y la obediencia a sangre y fuego.
Al día siguiente no fui capaz de salir a darle la cara a ninguno, de todas maneras no hubo necesidad, ellos salieron muy temprano y regresaron muy de noche, por lo tanto no nos vimos, como ya lo dije, eso era costumbre, no había relacionamiento.
Antes de irme de esa casa, me puse a consultar algunos documentos y libros de la familia en la inmensa biblioteca de la casa, ahora tengo serios indicios de que papá y mamá no son primos en primer grado sino hermanos, y según lo consultado, esa orgía es costumbre, es tradición familiar, y la practican cada plenilunio de cada 6 meses tres días antes de otro gran rito llamado “Culto Lunar de Sangre”.
Lógicamente yo nunca confronté a papá, a mamá y a ninguno de mis hermanos por esa incestuosa y cochina orgía, de haberlo hecho me habría delatado yo mismo, tal vez si se hubieran llegado a enterar de que los había espiado se habrían enojado bastante conmigo, y la verdad es que ellos me daban mucho miedo, quién sabe qué podrían haberme hecho.
Me marché a los dos días de haber presenciado esa alucinante orgía. No quise estar ahí al tercer día, en el cual se produciría el famoso Culto Lunar de Sangre, no quise ni imaginarme en qué consistía ni en qué otra locura o aberración estaba metida mi inverosímil familia. Ni siquiera les volví a hablar a ellos, simplemente me marché sin decirles nada con mi propia voz, solo les dejé una carta de despedida y gratitud por su hospitalidad.
Ustedes comprenderán que narrar todo esto es muy penoso y muy difícil para mí, solo lo escribo como para poder realizar un desahogo de mi parte interna en forma de catarsis, no veo cómo más poder sacar toda esa sensación que me está carcomiendo el alma, y no puedo contarle todo esto en confesión a un sacerdote porque me da vergüenza y temor, tampoco me dan ganas de contarle esto a un amigo, familiar o conocido, pues no quiero dañar la buena reputación que tengo, y la que tienen mis tíos de España e incluso los mismos protagonistas de este relato. Lo escribo y lo publico en esta página porque no creo que alguien conocido llegue a leerlo y a enterarse de ese suceso por este medio.
Es patente y claro que no le he contado nada de eso a tía Nadia ni a tío Patrick, y mucho menos a mi esposa, no quiero arruinar nuestro buen matrimonio. Ojalá esto salga publicado, me sentiría mucho mejor al saber que hay personas que lo están leyendo sin tener idea de quiénes somos.
FIN.
Redactado por Siremis.
vaya sorpresa!! deseaba descargar leyendo algo, pero me pillo con este diamante en bruto, de está historia fácilmente saldría una novela de más de 350 paginas, claro, incluyendo una subtrama dentro de la masonería por un hecho enreversado entre miembros que disputaban algo y sin dejar a un lado lo sexual prolongar cada encuentro con detalles narrativos donde los involucrados tienen flashback donde ellos inciados por la logia o sus parientes… en fin gran historia, no logre descargar pero disfrute la lectura.
saludos.
Muchas gracias. Seguiré compartiendo y escribiendo otros relatos para que los disfrute.