1. Cocción lenta – Mi padrastro y yo (14)
Nunca me di cuenta de sus señales. Tal vez es porque siempre he sido una persona descuidada o porque no lo creía si quiera posible, pero esa noche cambiaría por completo mi panorama de las cosas..
Nunca me di cuenta de sus señales.
Tal vez es porque siempre he sido una persona descuidada o porque no lo creía si quiera posible, pero esa noche cambiaría por completo mi panorama de las cosas.
Mi padrastro había estado ya 7 años siendo parte de la familia y me había visto crecer en distintos ámbitos de la vida. A pesar de que al principio me llevaba muy bien con él, las cosas fueron cambiando conforme fui creciendo y a causa de todos los problemas que la adolescencia conlleva me vi muy apartada del hombre que en algún momento llamé «papi».
A pesar de este distanciamiento, cada cierto tiempo venía a mí para pedirme consejos sobre su relación con mi madre. Claro, no había mucho que pudiera venir de una joven de apenas 12 años, pero lo escuchaba y trataba de darle los mejores consejos.
«Eres muy madura para tu edad» solía decirme, y en aquél entonces esas palabras me llenaban de placer, pues ser «madura» a la vista de un hombre de 36 me resultaba un gran logro.
En ocasiones durante sus días libres, cuando estábamos solos en casa, hablábamos de cosas un poco más privadas. Yo estaba en mi despertar sexual y tener a alguien que conocía del tema fue un alivio, si hubiera hablado con mi madre al respecto hubiera muerto de vergüenza.
Le comentaba mis inquietudes y él me respondía con su voz gentil y profunda, ligeramente ronca por los golpes de la vida. Era divertido volver a hablar con él después de tanto tiempo de silencio, pero inmediatamente al rato siguiente las cosas volvían a su lugar y yo volvía a ignorarlo tanto como pudiera.
Algo dentro de mí sentía que me desagradaba y otra parte sentía que en realidad era un buen hombre y yo solo lo odiaba sin razón. No lo podía evitar, y tampoco lo intenté honestamente.
Sin darme cuenta de cómo sucedió, un día ya estábamos viendo pornografía juntos, él me preguntaba sobre videos interesantes que me hubiera encontrado y yo le respondía que no me había topado con nada que llamara mi atención.
Claramente era una mentira pero ¿Cómo decirle que en mis búsquedas había de todo tipo de cosas poco comunes? Prefería ir por el camino fácil y mentir.
En su lugar, abría la página que solía visitar con frecuencia y juntos nos poníamos a decidir sobre qué video ver. Él tenía gustos más simples, en todos los que elegía había mujeres de atributos exuberantes que fingían sus gemidos y posiblemente nunca llegaban al orgasmo.
Mis elecciones eran diferentes, un poco de historia, algo de erotismo y una temática, la que sea que me tuviera interesada la última semana.
Habían ocasiones en las que me encontraba divagando mientras veíamos el video de turno. Mis ojos se despegaban de la pantalla y accidentalmente caían en su entrepierna, a la cual masajeaba suavemente sobre el pantalón.
Algunas veces podía incluso ver una mancha pequeña de líquido preseminal. Y me di cuenta de que me encontraba más excitada por eso que por el mismo video.
Siendo esto durante sus días libres, no teníamos miedo de tener el video reproduciéndose a un volumen decente y sin audífonos, pero de igual forma teníamos que sentarnos los dos muy juntos y podía sentir su presencia caliente a mi lado.
Esos días eran especiales para mí pues esperaba deseosa una o dos semanas a que tuviera por fin un día sin trabajo, y mientras tanto seguía comportandome igual de distante en los días normales.
Cuando hablábamos, sus preguntas habían dado un paso más, «¿Te masturbas?» «¿Cómo lo haces?» «¿Te metes los dedos?» Y yo respondía todas y cada una a pesar de mi terrible pena.
De nuevo frente a esa pantalla del computador, estábamos nosotros dos, viendo a esas mujeres teniendo sexo de formas casi inhumanas.
—Estoy muy duro —Dijo con una voz más ronca de lo habitual— Mira, hasta me duele.
Mis ojos fueron al enorme bulto. Su mano se agarró y se sacudió, era la primera vez que hacíamos una referencia tan explícita a su excitación.
—Puedes tocarte si quieres, no te voy a ver. —Sugerí con amabilidad, de inmediato puse mi mano a lado de mi cabeza para cubrir mi vista periférica y darle la seguridad de que no lo vería.
Escuché el zipper de su pantalón bajando seguido de un suspiro de alivio. Dejé de poner atención en el video para enfocarme en el sonido húmedo y chapoteante de su mano moviéndose a través de su pene.
Escuché sus gemidos en voz baja, la llegada casi silenciosa a su climax y lo ayudé a buscar papel para limpiarse, aun sin ver.
Una vez en mi habitación, me toqué y me encontré más húmeda de lo que alguna vez hubiera estado. Me masturbé varias veces pensando en el suceso.
En una caliente mañana de verano, estaba yo recostada en su cama de espaldas a la entrada de la habitación, era mucho más cómoda que la mía y se estableció como una solución para mí insomnio. Estaba a punto de quedarme dormida cuando lo escuché entrar.
Se quedó parado en la puerta y luego lo sentí recostarse detrás de mí, siendo mi cuchara. De forma inconsciente moví mi cadera más y más cerca de su entrepierna, y como si no fuera suficiente su fuerte brazo me rodeó por el abdomen para atraerme más.
—¿Qué haces? —Preguntó con su voz alegre de siempre.
—Trato de dormir, no pude hacerlo mucho anoche.
—¿Y lo estás logrando?
—Lo estaba antes de que vinieras. —Respondí falsamente indignada, lo escuché reír.
—¿Quieres ver un video que encontré? —Para ese entonces cada rastro de sueño se había ido, estaba más que despierta por lo que solo hice un sonido de asentimiento.
Me iba a levantar para ir al computador pero él me detuvo y sacó su celular. Nos acomodamos de una forma extraña sin dejar de hacer cuchara y nos pusimos a verlo.
Poco a poco sentí su miembro endurecerse y apretarse más contra mis nalgas. Por mi parte estaba incluso más caliente que las veces anteriores y mi corazón latía demasiado rápido.
Sentía su respiración agitada cerca de mi oído y tras no recibir ninguna queja de mi parte, sus caderas comenzaron a balancearse lentamente. Yo, que llevaba cómodos calzoncillos, sentía su pene duro presionandose contra mí a través de sus shorts, que posteriormente descubrí que era lo único que nos separaba pues no llevaba ropa interior.
Lo sentí detenerse un momento antes de retomar, pero ahora sentía un trozo de carne caliente y firme tratando de deslizarse entre mis muslos.
Le hice espacio para que se moviera con libertad y yo solo lo sentía rozando con mi sexo caliente y húmedo.
Se empujaba rápido y fuerte mientras decía que deseaba mucho poder metermela. En ese momento deseé voltearme, abrir mis piernas y dejarlo, pero la timidez me detuvo. En su lugar lo dejé acabar entre mis muslos y acariciarme por un rato.
Fue entonces cuando supe que quería, necesitaba y añoraba tener sexo con mi padrastro.
Gran relato por favor segyi adelante y trata de ser lo más descriptiva posible