4 años
Tenia 4 años, pero lo recuerdo perfectamente. Mi tío de 20 años, con el dedo índice abría el labio superior y con el anular me daba en clítoris. Con la otra mano se pajeaba fuertemente. .
Tenía 4 años, pero lo recuerdo perfectamente. Mi tío de 20 años, con el dedo índice abría el labio superior y con el anular me daba en clítoris. Con la otra mano se pajeaba fuertemente.
Yo no sabía el nombre de nada, pero sabía perfectamente lo que tenía que hacer para sentir rico.
Mi tío me miraba y esbozaba una sonrisa pervertida y yo lo invitaba a jugar.
Mi mamá lo estaba ayudando porque él quería trabajar en la ciudad, así que en lo que conseguía empleo estaba en la casa mucho tiempo.
Frente a mis padres jugábamos a con mis muñecas, pero cuando ellos no nos veían jugábamos con su muñeco.
Siempre fue muy discreto. Una vez a solas metía su mano debajo de mi falda, apartaba la pantaleta y me tocaba mientras su rostro iba cambiando.
Dos años después nos mudamos y mi tío junto con nosotros. Había empezado a trabajar y esos manoseos habían parado, pero una tarde llegué de jugar con una amiguita y entré de golpe al baño y lo vi jalándose la verga sobre el lavamanos. Él me cerró la puerta en la cara con fuerza. Asustada me fui a la habitación sin entender. A los pocos minutos él salió.
– Disculpame. No cerré bien la puerta.
No dije nada. Me levanté para ir al baño y él me tomó por el brazo.
– ¿Dónde está tu mamá?
– Pintándole el pelo a la vecina.
– Hmmm… ¿quieres ver lo qué hacía en el baño?
– No.
– ¿Por qué?
La verdad no sabía la razón, pero me generó un poco de miedo. Él me tomó por la cintura y me sentó al borde la cama.
– Estás más grande. Eres una niña grande.
Me dijo mientras me abría las piernas. Yo coloqué las manos atrás para no dejarme caer por completo. Él me miró con esa misma mirada cuando me invitaba a jugar. Lo reconocí. Supe lo que se avecinaba o eso creí.
Cuando me tuvo abierta, dejó escapar un suspiro.
– ¡Mamita!
Apartó a un lado la pantaleta para verme la conchita un poco mejor.
– ¡Ta’ chiquita todavía! ¿Te acuerdas cuando te metía el dedo aquí?
Negué con la cabeza. Él me miró dudando de mi respuesta.
– Te gustaba mucho.
–
Metió su dedo y se mordió los labios. Se bajó el short y saltó su verga gruesa, dura y babosa. Comenzó a jalársela mientras me daba con el dedito. Yo no decía nada, pero estaba nerviosa de que alguien llegara y nos viera.
– ¿Qué es eso?
– ¿Se te olvidó?
– El piripicho.
– Jajajaja… este ya no es piripicho. Es un pipe…
No sabía la diferencia.
– El pipe se pone aquí adentro.
Metió la punta de su dedo en la entrada de mi hoyito. Yo me subí en señal de dolor. Su cara fue de excitación.
– ¿Cómo adentro?
– ¿Quieres ver?
No le respondí, pero él me puso de pie, me bajó la pantaleta, me sentó de nuevo con las piernas abiertas y vi como su cara se fue acercando a mi entrepierna. Yo cerré las piernas instintivamente, pero él me abrió con ambas manos.
– Esperate. Esto te también te va a gustar.
Acto seguido, seguí su lengua sobre toda la vagina hasta que con la misma lengua fue abriendo poco a poco. Cuando la punta de su lengua encontró mi pequeño clítoris, metió su mano para abrir mejor.
Su lengua se empezó a mover feroz y yo cerré mis ojos. Me dejé caer y le sostuve la cabeza para que me comiera mejor el coño. Sin saberlo, lo estaba guiando para que siguiera dándome lengua un rato.
Él sacó la cabeza de totona.
– ¿Te gusta? ¿Viste que se siente rico?
Yo asentí. La verdad yo la estaba pasando súper rico. Me sentía muy excitada a los 6 años y conocía su mirada perversa, lo que no conocía era como se sentía la verga en mi vagina. Nunca se había atrevido a tanto, pero esa tarde algo cambió.
Él se jalaba la verga, mientras me seguía metiendo la lengua. Yo empecé a gemir. Suave, pero gemía. Moví mis caderas buscando más placer. Él se volvió a levantar.
– No pendeja, tú lo que quieres es verga.
Sin pensarlo mucho me agarró por las caderas y me pegó a la suya.
– ¡Ay!
Dijo para sí mismo cuando su pene tocó mi vagina y vientre. Me llegaba al ombligo. Abrí los ojos y él se mordía los labios mientras simulaba el vaivén de rodillas ante mí.
Yo lo veía asombrada y no entendía lo que hacía, pues yo ya no estaba disfrutando y al parecer lo notó, porque cuando quise alejarme me agarró con más fuerza me levantó más las piernas y se colocó sobre mí. Me movió hacia la cabecera de la cama y su cuerpo quedó como suspendido en el aire.
Agarró su verga y comenzó a darme pequeños golpecitos sobre el vientre. Él gemía y abría la boca. A veces se mordía los labios y me veía. Yo veía abajo y veía la cabeza de pija rojita llena de baba pegándose a mi ombligo y haciendo ese ruido cuando algo pegostoso se pega a otra cosa.
Sin decirme nada, se sentó sobre sus nalgas, se agarró la verga y comenzó a frotarme el clítoris. Yo lo volví a sentir. Era rico. Y moví mis caderas como cuando metió su lengua.
Él frotaba mi clítoris y se pajeaba. Jadeaba casi llorando.
– Mamita como te gusta pipe ¿no?
Yo asentí con la cabeza con mis ojos cerrados. Sentí como volvió a colocarse sobre mí empezaba con el vaivén. Al principio fue suave, luego más rápido.
Nunca antes había tenido ese nivel de excitación. Él no había llegado tan lejos. Cuando empecé a sentir algo más rico, me abrí más y le agarré con mis manitos el culo. Yo quería que me siguiera dando.
Él abrió los ojos y se río cuando me vió así de puta.
– ¿Estás sintiendo rico?
– Si tío ¡Ah!
Comencé a jadear y cuando él me escuchó se puso frenético. Es que lo recuerdo y vuelvo a meterme el dedo.
– Tío…
Mi tío me escuchaba y se movía rápido.
– Tíooo…
Yo no le sacaba las manos del culo.
– Tíoooooo… ¡Ay tío! ¡Ah! Hmmmm….
Mi tío había perdido el control de sus movimientos y lo siguiente que sentí fue un chorro de su leche calentita sobre mi conchita chiquita.
Hizo un charco que me bajó hasta el culo. Yo lo miré sin comprender. Él respiraba agitado. Parecía que el corazón se le iba a salir.
Se levantó y yo quedé abierta y llena de leche. Metí mi dedo porque sentí que aún me quedaba más por sentir, entonces solo presioné mi clítoris con el resto de semen, cerré los ojos y dejé escapar otro gemido de placer. Estaba teniendo muchos orgasmos chiquitos y rápidos.
Mi tío me vio, corrió por papel para limpiarme.
Mientras me limpiaba su cara cambió. Ya no era pervertida. Era cara de culpa.
– Usted es mi sobrina ¿oyó? Los tíos y las sobrinas no hacen groserías.
Yo no entendía. Me levantó. Me colocó el short y se fue molesto.
Yo me quedé sin saber qué le había pasado, pero me di cuenta que sobre la cama había restos de leche, así que la limpié con mi mano para que nadie lo viera.
Que ricoooo una linda y cachonda nenita recibiendo verga y leche calientita
Sigue contando por favor
me encanto tu relato me hizo recordar a mi infancia. espero puedas escribir mas experiencias. besos
Un relato muy bueno. Uno tiene una memoria que no le hace olvidar las emociones de la infancia, y más si fueron sexuales. Y yo tuve muchas así. Sigue con la historia amigo.
Que rico o debe ser hacer esas cosas