A mí hermana a los 14 le gustaban grandes
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Hansolcer.
Podrían decir muchas cosas de Juan, que era el ladronzuelo del cantón.
Que era feo, sin educación y hasta que no se bañaba.
Era cierto, pero también había que reconocer que nuestro primo sabía darle placer a un chocho.
No por nada tenía aquella verga tosca, deforme, cabezona y llena de venas.
Si era vergudo, 20 y tantos centímetros gruesos como bote de spray de principio a fin.
Mi hermana parecía gozar aquel garrote en el culo, porque si bien antes le había desflorado el chocho ahora la tenía de rodillas y manos en el suelo dándole, empujándole hasta el fondo aquel miembro viril más parecido a verga de burro que otra cosa.
El ligeramente parado, ella había tenido que levantar sus caderas a fin de que aquel macho la pudiera taladrar desde arriba.
Sendos gemidos de gusto inundaban la escena, sus cuerpos sudorosos.
Tanto el como ella al parecer estaban a punto de llegar al final de aquel polvo circunstancial.
Quién habría pensado que un descuido de mi hermana y mío hubiese propiciado que Juan estuviera afianzado a sus caderas y dándole placer del bueno.
– Te gusta perrita – le decía nuestro primo – ante los aullidos y exclamaciones de gusto de aquella guarilla de tan solo 14 años.
– Siii siii siii, mmmm mmmm alcanzaba a decir mi hermana.
Debía ser una verga deliciosa, porque ciertamente Juan no era el tipo de chico que al menos yo supiera le gustaría a Beatriz.
Mayor que nosotros, 19 o talvez 20.
Robusto con aquella figura un tanto deforme, brazos largos y piernas cortas (por algo le apodaban el chango).
Panza inflamada y con esas bolas como si tuviera hernias en el estomago.
Su rostro moreno de aspecto indígena de pura cepa, dientes sucios y llenos de caries que le daban ese aspecto por el cual también le llamaban “alíen”.
Pero ahí estaba con mi hermanita de cuerpo frágil, pequeña de estatura y que si alguien no la conociera creería que no quebraba un plato en cuanto al sexo.
Ahí estaba con toda aquella verga dentro de su culo, ronroneando como gata satisfecha, moviéndose rítmicamente ante las embestidas de quien la hacía feliz sexualmente.
Estábamos en un terreno baldío, de esos que rodeaban la casa de los tíos a los que habíamos ido a visitar.
Terrenos a los que muchas veces la gente de los alrededores va a buscar leña o simplemente a traer fruta que ahí se da.
Hoy precisamente estábamos bajo la sombra de un frondoso árbol de mango.
Mi hermana y yo habíamos ido, siendo honestos (al menos yo) a coger, llevábamos una semana de visita y nos regresábamos a nuestra casa hasta dentro de tres días.
Creyéndonos solos ella me la estaba mamando cuando apareció Juan, no podíamos ocultar lo evidente.
Los dos desnudos, ella con mi verga en la boca.
Que podíamos decir.
Sabrá cuánto tendría de estar observándonos.
Porque lo vimos empalmado o al menos eso decía aquel bulto bajo sus pantalones.
Lo acompañaba su hermana , menor que el.
Unos 17 años, tímida y para colmo fea igual que Juan.
– Qué pasó acá primos – dijo con aquel acento de asombro y como si también le resultará gracioso – Dos hermanos cogiendo – agrego como si contestara a si mismo.
Mi hermana y yo nos quedamos mudos, quietos.
Indefensos, porque hasta nuestras ropas habíamos dejado fuera de nuestro alcance.
Mira nomas – dijo para sí aunque giró su cabeza en torno a su hermana – bonita verga la que se come la prima.
– Hola preciosa – le dijo a mi hermana.
– Hola
– Así que te gusta la verga …
Mi hermana guardo silencio.
– Que guardadito te lo tenías – dijo dirigiéndose a mi.
Juan era el primo incómodo ese que nuestros padres nos prohibían tratar con demasiada confianza.
El y su familia vivían en la parte fuera de la ciudad, gente dedicada al campo.
Juan sin embargo, era más dado a vivir de lo que podía conseguir en las fincas cercanas a su casa.
De ahí que la gente lo tildara de ladronzuelo.
Era el tipo que aprovechaba las cosechas ya sea de mango, aguacate, guineo y demás para ir a robárselo y así ganarse unos pesos.
– Pues a mi también me gusta hacer el amor – dijo como si del más educado se tratara – Así que ustedes deciden.
Lo hacemos juntos o mi hermana y yo no guardamos su secreto.
Verdad que si Blanca – dijo dirigiéndose, esta vez a su hermana mientras le daba una palmada en el trasero
O como si de romper el hielo se tratase, el mismo Juan se acercó a mí para decirme muy cerca de oído: Te va gustar cogerte a mi hermana.
Está rica, ya veras que no te arrepientes.
Y cómo si no necesitará más lo vi colocarse frente a mí hermana.
Entendí que yo debía hacer lo propio y me fui para donde Blanca mi prima quien sin más se agachó hasta quedar con mi verga entre sus manos y empezará a juguetear con ella haciéndome una paja.
Juan se había sacado su polla dejándola frente a Beatriz quien no pudo ocultar ver aquella reata negra y cabezona colgando frente a ella.
Definitivamente era una vergota que tuvo a bien estar acariciando como si pensara o no en hacer parte de su colección de penes que haría suyos.
Porque a los 14 años no era la primera vez que teníamos sexo con otros chicos, pero esta vez era diferente.
Antes era a manera de juego, hoy entendíamos que era algo distinto.
Juan parecía no estar dispuesto a recibir una negativa a sus deseos.
Blanca resultó no ser experta en mamar, me la chupaba pero le faltaba ese toque de lujuria que le ponía mi hermana, quien por cierto ya le estaba chupando los huevos a Juan.
Supe que debía estar sintiendo la diferencia.
Lo vi cerrar los ojos y levantar el rostro al cielo.
Adivine lo que debía estar sintiendo.
Porque que rico cuando Beatriz se daba la tarea de meterse los huevos en su boca y juguetear con ellos.
Por un instante imagine que era ella quien ahora estaba como becerro con mis 16 cm.
La hermana de Juan parecía no tener la experiencia, pero se esmeraba en lo que hacía, tanto que decidí ayudarla.
Mis manos en si cabeza le marcaban el ritmo.
Adrede, en varias ocasiones le empuje demás el pene hasta hacerla toser ante la sonrisa de su hermano.
-Te dije que nuestros primos tenían mucho que enseñarte – gritó Juan como si no estuviéramos a escasos 6 u 8 metros.
Quién por cierto ya parecía haber quitado algún reparo en Beatriz a no tener sexo con él.
Incluso se le veía excitada con deseos de devorar aquella mole de verga que tenía para ella.
El sexo oral que le dio Juan a Beatriz fue salvaje, la despatarro toda y en buena lid le lamió el chocho como perro goloso.
Parecía saber el punto exacto donde tocar para que mi hermana sucumbiera y echara abajo toda resistencia y cediera al sexo.
Pude observar cómo su cuerpo se contorsionaba y entre gemido y gemido terminara casi suplicando que ya la penetrara Juan con aquella vergota.
La coloco sobre aquella almohada de hojas secas y como buen caballero le puso su propia camisa bajo las nalgas.
Con o sin intención de su parte quedaron de tal forma que desde donde yo seguía amamantando a Blanca podía ver perfectamente cuando se puso sobre Beatriz, podía ver incluso como su verga jugaba entre los labios vaginales para luego hacer presión.
Le metió nomas la cabeza y espero a que se acostumbrará a aquel intruso, luego se la metió como si quisiera disfrutar cada centímetro que avanzaba abriéndose paso en aquella vagina que por primera vez penetraba.
Mi prima y yo aunque estábamos en lo nuestro no perdíamos detalle.
Supimos (al menos eso creí saber) que cuando aquella tranca entro al chocho de Beatriz ella había quedado totalmente llena y por ilógico que pareciera, completa, satisfecha.
La vi girar su cabeza como si quisiera agradecer el que la hubiera traído a estar en aquel lugar y en este preciso momento.
Un hilo de celos por primera vez apareció en mi mente, tanto sexo que habíamos compartido juntos, ella y yo, ella y otro chico y yo con otra chica vecina, ella y mi otro hermano y yo con nuestra hermana menor.
Pero hoy por primera vez sentía celos.
Juan la cogia como nunca la habían cogido, con fuerza, intensamente.
Cada embestida precisa hasta enterrarle el último centímetro de 20 y tantos.
Los vi cambiar de posición, ella arriba cabalgando aquel tolete, aquel mazo de carne y venas.
Disfrutaban los dos era obvio, el rostro de mi hermana irradiaba placer.
Juan lujuria de tener a una niña de 14 con toda su dura verga dentro.
Blanca seguía mamando mi pene, no lo hacía mal.
Mis 16 cm estaban listos y por un instante imagine que bien podíamos hacer un trío Juan, mi hermana y yo.
No lo había hecho nunca, nada más en alguna revista y películas porno.
Tentado estuve de dejar a quien se había tomado la molestia de chuparme la verga e ir hasta donde estaba siendo cogida Beatriz, pararme enfrente y que fuera ella quien me mamara la verga y porque no hacer esas posiciones donde un hombre le da por delante y el otro por detrás.
Quizá la hermana de Juan tuviera sus propias fantasías viendo como su hermano follaba a la mía, porque la vi meter una de sus manos bajo la falda.
La sentí excitada, leves gemidos se le escapaban mientras seguía en su afanosa tarea de mamar mi pito.
Supe que necesitaba verga y creí encontrar la manera de matar mis celos.
Así, sin que se quitara el vestido la acosté sobre aquella alfombra de hojas secas.
Le subí la falda dejándome ver aquel chocho rodeado de pelos negros.
Urgido o no, me coloqué entre sus piernas que ella había abierto formando una V.
Sin preámbulo se la metí de una, despacio pero lo suficiente para sentir aquella vulva caliente y encharcada de líquidos.
La expresión de su cara me lo dijo todo, le había encantado.
Fueron segundos de espera y ahí estábamos follando, Juan hacia disfrutar a mi hermana y yo me cogia a la suya.
Mis celos acabarían en aquel chocho que parecía estar acostumbrado a ser penetrado.
Beatriz ahora era cogida por el culo, Juan parecía que había llegado al final.
Blanca me cabalgaba frenéticamente, quizá todos nos contagiábamos mutuamente porque sin acordar nada estábamos arribando a la meta juntos.
Yo aferrado a las caderas de Blanca trataba de seguirle el ritmo, sabía que era cuestión de segundos para correrme pero quería hacerlo junto a ella y así lo hicimos.
Fue un orgasmo pleno, rico.
Sentí que mis celos de hermano salieron disparados hasta alojarse en aquella vagina por demás caliente, Blanca respirando agitadamente en mi cuello.
– Que rico primo – decía.
Que rico amor, que rico me hiciste sentir.
Abrazados como estábamos, escuchamos cuando Juan y Beatriz terminaron.
Extraño o no, mis celos yacían en lo más profundo de Blanca, quien ahora que habíamos terminado volvía a ser fea y tímida como su hermano.
Nos vestimos.
Beatriz y yo nos retiramos primero.
Fue Juan quien quizá intento dejar sentado el hecho de que esto se repetiría:
– Prima – dijo refiriéndose a mi hermana – su secreto va a estar seguro conmigo siempre que seas buena conmigo.
No le respondió.
Salimos rápido, quizá habíamos caído en cuenta que aquello no debió haber pasado.
Ya en la calle rumbo a la casa de nuestros tíos, que estaba a unas cuadras, pregunte:
– ¿Te gusto como te cogio el chango, verdad?
– ¿Y a ti te gusto cogerte a la fea de Blanca?
Ya no hablamos.
Quizá no solo yo había sentido celos, pero yo los había derramado en aquella cueva que quizá nunca volvería a visitar o quién sabe.
Porque a mis 15 la calentura era mucha y a veces había que buscar sexo afuera de mi casa.
Quién y alguna vez decidiera visitar a mis tíos del campo.
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