A SOLAS CON MI HERMANA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por arpharod.
A solas con mi hermana.
Yo estaba solo en mi casa, celebrando la partida de mi esposa junto con mi hija menor, la verdad es que la enfermedad de mi suegra me vino de perlas, ya que por motivos que no vienen al caso, la tranquilidad familiar estaba atravesando una seria crisis existencial. Yo sentía un profundo cariño por mi suegra y aunque lamentaba sus quebrantos de salud, tampoco era para sacrificarme acompañando a Olga, así que puse una serie de excusas bien fundamentadas, esa es la ventaja de trabajar por cuenta propia, ya que la responsabilidad a cumplir no es con una sola persona sino con varias, por lo tanto cuando quieres una evadir una obligación la ó las disculpas surgen como por arte de magia.
Cuando me disponía tomarme otra cervecita, mientras oía un CD, sonó el timbre de la puerta, mi primer impulso fue ignorar el llamado, pero luego pensándolo mejor, decidí abrir la puerta, ya que si de algo estaba seguro mi esposa no era.
– Hola, carajito –dijo mi hermana, mientras me abrazaba besándome muy cerca de los labios, tal cual era su costumbre bastante criticada por mi esposa.
Karen es la mayor de los hermanos, tiene 36 años, muy bien representados, por algo es ejecutiva de ventas de una exitosa cadena de cosméticos, eso sin contar que es una esclava del gym, tetas pequeñas, redondas y duras; vientre plano, piernas largas y torneadas; un culito firme y llamativo; cabellera castaña de hebras finas enmarcado un rostro casi juvenil de rasgos severos, que algunos mal pensados, entre ellos yo, hacia el complemento perfecto de su carácter, mandona, perfeccionista, el cariño que demostraba por todos y cada uno de nosotros, apoyándonos incondicionalmente en cualquier momento, compensaba con creces su mal genio.
Karen sin más, entro con la soltura de siempre, mirando hacía la cocina esperando la presencia de mi esposa o de mi hija.
– Tranquila que la fiera no esta.
– Y eso… que paso… no me digas que ya se canso de ti.
– No, todavía Dios no me hace el milagro, pero me dio un respirito, la suegra enfermo y se tuvo que ir
– Y tu porque no la acompañaste… esa señora se ha portado de maravillas contigo.
– Y perderme la oportunidad de tener la casa para mi solito…
– Hay que ver… y cuando regresa…
– Según la llamada que me hizo esta mañana como dentro de 15 días un poco más, un poco menos.
– Perfecto, ahora soy yo la que se alegra, ya que así me podrás hacer un favor sin tener que darle explicaciones a tu mujercita.
Con la familiaridad que nos daba la ausencia de mi esposa, la abrace guiándola hacia la cocina, total ya tenia compañía para beber, aunque no era mi dada a la ingesta alcohólica, si era buena conversadora. Despues de varias cervezas, mientras preparaba un buen pedazo de carne a la parrilla, Karen se mostraba algo incomoda, se notaba en su manera de beber, la cual era bastante acelerada.
– Que te pasa, te molesta el humo
– No, solo que tengo algo de calor
– Eso es tiene fácil solución, te quitas la chaqueta y listo.. ay hermanita que se seria de tu vida sin mis sabias soluciones.
– El inconveniente hermanito… es que esta chaqueta se usa sin blusa.
– Y cual es el inconveniente, me imagino que por lo menos tendrás puesto un buen sostén… total ni que fuera la primera vez, haz de cuenta que estamos en la playa…
Karen se quedo pensativa unos segundos, luego con tomo un trago de cerveza, para quitarse la chaqueta, su elegante brassiere de finos encajes semitransparentes quedo ante mi vista, el suave tejido se ajustaba perfectamente a la redondez de sus pequeñas tetas, las oscuras aureolas que rodeaban sus pezones contrastaban con la blancura de la sutil prenda. Karen trataba de mostrarse segura, como si fuera algo natural mostrarse ante su hermano con tan provocativa prenda, por mi parte no hice ningún comentario. La excitante visión de ver a mi hermana sentada en un taurete con el torso al desnudo, ya que el sujetador muy poco o mejor dicho nada ocultaba de sus altivos pechos, sus hermosas piernas cruzadas mostrando una buena porción de los rollizos muslos, ya que la falda algo se le había subido, era todo un espectáculo que me estaba realmente excitando.
Ya en la noche estábamos realmente algo más que alebrestados, Karen contra todo pronostico estaba sumamente desinhibida, perdiendo bastante de su habitual glamour, se sentaba con las piernas abiertas, mostrando con descaro y sin ningún tipo de pudor sus blanquísimas y diminutas pantys, los abundantes vellos vaginales aunque muy bien recortados sobresalían por los costados de las delicadas bragas.
– Karen me vas a decir que te pasa ó voy a tener que torturarte para saberlo.
– No, no me pasa nada… son ideas tuyas… en que te basas para pensar que a mi me pasa algo.
– En tu forma de beber… estas como acelerada… es más creo que te quieres emborrachar… por mi no hay problemas, total estamos los dos solos y nadie se va a enterar pero me gustaría saber los motivos.
– Bueno la verdad es que termine con Enrique… tu sabes como soy yo…
– Vaya si lo sabré, pero igual no vale la pena, aunque si tanto te duele deja de tomar y anda a buscarlo…
– Y perderme esta oportunidad de poder tomar y hablar contigo sin la molestosa presencia de tu esposa, ni loca, además yo tengo mi orgullo… que sea el…
Ya cerca de la media noche y con las ultimas cervezas en la mano nos dirigimos cada uno a su habitación. Karen iba dando traspiés, mientras yo hacia vanos esfuerzos por sostenerla, claro que aproveche la ocasión para meterle mano por todas partes, pude sentir entre mis dedos sus duras y firmes nalgas, los altivos senos tampoco se salvaron de ser bien manoseados. Karen iba solo en sostén y pantaletas, ya que en medio de melopea a mi hermana le dio por desnudarse, me acariciaba lascivamente mientras me decía que le gustaría hacer el amor conmigo, en un momento determinado me dio un apasionado beso en los labios incluyendo una buena ración de lengua.
La situación era bastante engorrosa los escrúpulos y los prejuicios de aprovecharme de una mujer indefensa se hacían presente en mi mente y si a eso le sumamos que era mi hermana, se podrán imaginar, pero en contraposición estaban los besos y sus desvergonzadas caricias, así que haciendo a un lado las consideraciones, los remilgos y toda idea que pudiera despertar mi conciencia, me lance con todo. Ahora era yo quien besaba a Karen con toda la malsana pasión que albergaba mi corazón, en santiamén la despoje de las minúsculas pantaletas, con gran placer mis dedos sondeaban sus lujurioso agujero vaginal mientras mi lengua exploraba a fondo su cavidad bucal, mi hermana estaba totalmente entregada.
Las piernas de Karen temblaban negándose a sostenerla, no sabia si producto de la bebida o del placer que yo le proporcionaba, la tome en brazos, llevándola hasta la estrecha cama de hija, la deposite con suavidad cuidando que sus piernas quedaran al filo del lecho, luego me arrodille entre sus abiertas piernas, besando y lamiendo con verdadero frenesí sus entregados labios vaginales, mi hermana se limitaba a gemir, mientras se acariciaba los enhiestos pezones, a los pocos minutos una gran ola de placer arraso su delgado cuerpo, estremeciéndola de pies a cabezas, las fuertes convulsiones me impedían cualquier otra caricia que no fuera otra que aferrarme a sus caderas. Cuando pude abrir sus fuertes piernas, con toda la sana intención de penetrarla me di cuenta que mi hermanita se había quedado dormida.
Ya bien entrada la mañana sentí algunos ruidos en la habitación, con lentitud fui abriendo los ojos, la cabeza me quería estallar, pero al ver a mi hermanita vestida con una mi camisas revisando los cajones de la cómoda, a inclinarse sobre el mueble dejo ante mi vista sus preciosas nalgas y entre las pequeñas masas de carne sobresalían los regordetes y peluditos labios vaginales, espectáculo que puso todos mis sentidos en estado de alerta, al moverme para buscar un mejor ángulo, hice un pequeño ruido, haciendo que mi hermana volteara a verme.
– Perdona Omar, no quería despertarte…
– No hay problema, de todas formas tengo que levantarme, dime que buscas…
– Unas pantaletas, ya que las mías están sucias y como Olga yo somos de la misma talla, pensé…
– Busca en la última gaveta, allí hay un paquetico, con unas pantaletas nuevas…
– Como se ocurre que voy a tomar prestadas unas pantaletas nuevas…
– Ni pendiente, a ella no le gustaron… cuando las vio me dijo que esas eran pantaletas de puta.
Karen con una sonrisa, se agacho sin caer en cuenta que al hacerlo sus piernas se entreabrieron lo suficiente para darme un primer plano de su peludita cucharita.
– Karen, no me explico, como es que tu…
– Que es lo que no te explicas…
– Que una mujer como tu, que se la pasa ponderando las virtudes de la depilación, tenga la totona peludita
– Oye, oye como sabes tu… que yo tengo la tengo peluda, que coño hiciste anoche mientras dormía…
– Calma, calma, si lo sé, no fue porque anoche hice algo indebido mi querida y desconfiada hermana, simplemente cuando te agachaste me la enseñaste en todo su esplendor ja ja ja
Mi hermana se lanzo sobre mi, tratándome de ahorcarme con sus pequeñas manos, comenzó una pequeña lucha, ella tratando de dominarme y yo de abrir la camisa que usaba, la fraternal contienda continuaba, Karen en su afán, no se daba cuanta que ya la camisa estaba completamente abierta, sus pequeñas tetas se bamboleaban al compás de sus enérgicos movimientos, su cara reflejaba la determinación de su acción, su enmarañada cabellera servia de marco perfecto a su severo pero encantador rostro, sentada a horcajadas sobre mi cintura, lo que me permitía rozar con mi enhiesto pene a través de la sabana sus desnudos labios vaginales.
Karen ya cansada de forcejear sin ningún resultado se echo a mi lado, la agitada respiración era signo inequívoco de su cansancio, la camisa permanecía abierta, la piel de sus senos y vientre brillaba producto de una ligera sudoración. Cuando nuestras respiraciones se normalizaron, me coloque de lado, el rostro de mi hermana todavía encarnado por el esfuerzo realizado estaba muy cerca de mío.
– Entonces hermanita aun no me has respondido…
Karen dándose cuenta de su desnudez total trato en vano de cubrir su cuerpo, por supuesto que no la deje, comenzando nuevamente un suave forcejeo.
– Quédate tranquila… total ya te vi desnuda… de que vale seguir luchando.
– Además como es eso de acusarme que hice algo indebido contigo, tu estabas algo consiente cuando nos fuimos a dormir o no
– Bueno, quizás… la verdad es que no me acuerdo de nada… te voy a confesar algo pero cuidadito con decir algo… la verdad es que cuando tomo me vuelvo un poquito caliente y a veces hago cosas…
– Que tipo de cosas…
– Tu sabes… no te hagas el pendejo…
Karen con cara de resignación, que contrastaba con su picara mirada, lanzo un fuerte suspiro, dejando caer sus brazos en clara señal de rendición.
– Bueno… yo no soy muy amiga de tener la tener la gatica peluda, pero como a mi ex le gustaba…
– Lo que me faltaba mi hermana una sometida, ja ja ja
– No, sometida un coño! lo que pasa es que a veces hay que complacer a la pareja.
Sin dejar de ver directamente a los ojos a mi hermana, mi mano se deslizo por su terso vientre, hasta que mis dedos se enredaron en sus cortos vellos vaginales, ella se mantenía quieta, sus piernas cerradas me impedían el acceso a su vagina.
– Sabes una cosa, mejor dicho te voy a decir dos cosas… la primera es que eres el segundo hombre en mi vida que me ve la poncherita en la primera curda.
– Ahí te equivocas mi querida hermana, porque si es por curda… creo que tenemos unas cuantas borracheras juntos… y cual es la segunda cosa que me vas a decir…
– La segunda… mira no se, cuales son tus malintencionadas intenciones…
– Yo, con malintencionadas intenciones, si solamente me provoco acariciarle los pelitos de la cuca a mi hermanita mayor… las malas ideas las tienes tu…
– Pero a diferencia de ti, yo estoy muy clara en que eres mi hermano, el preferido, pero mi hermanito al fin… que te permito muchas libertades es verdad… así que cuidadito y no te equivoques…
Cuando me disponía a refutar en parte sus argumentos, comenzó a repicar el celular, al ver el número, era mi esposa, con cierta desgana atendí, la llamada. Mientras hablaba con Olga, Karen trato de incorporarse, pero con silenciosos gestos le indique que se quedará, ella recostó su cabeza sobre mi hombro, sus pequeños pechos estaban aprisionados contra mi torso, mientras sus delicados dedos acariciaban mi pecho colocaba su bien torneada pierna sobre las mías, muy cerca de mi erecto pene. Olga me dio un resumen sobre la salud de su madre y lo que mas me extraño fue su tono voz suave, conciliador, hablamos por espacio de unos 10 minutos, confirmándome una vez más que la estadía con su madre estaría cercana al mes y que aprovecharía el tiempo en pensar en lo conveniente ó no del divorcio.
Al terminar de hablar, nos levantamos, Karen con un suave movimiento de hombros se termino de despojar de la abierta camisa, con gran naturalidad a pesar de estar totalmente desnuda camino hacia la cómoda, tomando entre sus manos el paquete que contenia las panteletas examinándolas con detenimiento, luego con gran complacencia fijo su mirada en mi enhiesto pene, ya que tengo por costumbre dormir desnudo.
– Mira que buena estaca se gasta mi hermanito…
– Esta a la orden, para cuando gustes…
Karen miraba fijamente la erecta verga, en sus ojos se pintaba el deseo de asirla, pero no se decidía, así que tome su delicada mano poniéndola sobre el erecto falo, sus dedos se cerraron alrededor del tronco, apretándola suavemente. Estábamos parados frente a frente, ella con pene entre sus dedos, acariciando el falo con delicadeza, aprovechando este momento de embeleso lleve mi mano a su entrepierna, palpando con verdadera calma sus labios vaginales.
– Papito… yo creo que vas a tener que masturbarte, porque despues te van a doler las bolitas.
– Y para que tengo a una linda hermanita…
– Y ahora que te quieres aprovechar de lo que te conté…
– No, como crees además tu dijiste que era cuando tomabas… y ahora no estamos tomando, pero igual dime que te cuesta, solo tienes que mover un poquito las manos…
Karen se separo un poco para agacharse, sin soltar la verga, los suaves movimientos adquirieron cierta velocidad, la desvergonzada cadencia de la fraternal mano sobre mi pene tuvo sus frutos a los pocos minutos, un potente goterón de semen salió disparado con gran fuerza estrellándose muy cerca de la boca de mi hermana, el segundo y el tercero salieron con menos intensidad. Karen embadurno sus manos con el perlino liquido, como si fuera una crema suavizante. Mientras yo casi desvanecido estaba sentado en la cama, Karen acariciaba mi cabellera, colocando mi cara entre sus tetas, automáticamente mis manos se posaron sobre sus redondas nalgas, mis dedos buscaban entre las posaderas el oscuro agujero anal.
Karen suspiraba mientras con suavidad entreabría sus bien torneadas y fuertes piernas permitiéndome un mayor y mejor desplazamiento de mis curiosos dedos entre sus duras y firmes nalgas. Con cierta renuencia Karen intentaba separar su cuerpo de mío, yo intentaba retenerla.
– Anda Karencita un poco más…
– Estas viendo porque casi no bebo, la bebida para mi es como un afrodisíaco, me vuelve medio loca, me nubla el pensamiento… creo que tu esposa tiene razón…
– Oye, espera un momento en que tiene razón Olga…
– Ella dice, al menos es lo que ha llegado a mis oídos que yo estoy enamorada de ti… y que te consiento todos tus caprichos con la vana esperanza de que te fijes en mí.
– Esas son puras idioteces… es verdad que siempre trato de estar contigo… tu eres lo mejor de lo mejor… pero debiste haberme dicho para darle un parao, estas viendo porque quiero divorciarme…
– Te imaginas si nos pudiera ver…
– La cantidad de pendejadas que diría…
– Y con toda razón… aquí estoy desnuda en tu cuarto, tus manos acariciándome el pompi…
– Y yo con unas ganas locas… de hacerte amor.
Karen ya con más decisión se termino de separar, dándome la espalda para recoger del piso las pequeñas pantaletas, luego caminando muy sensualmente hacia la salida, se volteo sonriendo. Su mirada, su caminar, pero sobre la cómplice sonrisa eran una clara invitación la cual no pensaba rechazar, la seguí hasta el cuarto de mi hija, Karen parecía absorta en sus pensamientos mientras se maquillaba, para despues vestirse, los 2 0 3 intentos que hice por abordarla fueron rechazados con una amable firmeza. Solo cuando totalmente vestida.
– Papi, te prometo que esta noche hablamos… no te olvides que me tienes que hacer un favor… ayer con la curda se me olvido decírtelo
– Ok… te espero esta noche…
Cuando Karen se marcho, me duche, vestí, para depuse comer algo de las sobras de la noche anterior, con una cerveza en la mano me senté frente al computador. Al final de la tarde, luego de varias horas de trabajo sin interrupciones, puse punto final a mis labores, coloque otra cajita de cervezas en la nevera y con toda calma procedí a preparar una cena ligera. En vista de que eran las 8 de la noche y mi hermana no llegaba, volví al trabajo, finalmente a las 11 de la noche sonó el timbre de la puerta. Al abrir Karen se lanzo a mis brazos besándome ligeramente en los labios, con un ligero maletín de viaje entro.
– Ya pensaba que no vendrías
– Como crees, si mañana nos vamos de viaje…
– Como que de viaje… mira yo tengo varias vainas que hacer
– Yo no te dije ayer… que te iba a pedir un favorcito…
– Si, pero si me hubieras adelantado algo, como era tu deber, yo por supuesto me habría preparado… pero así de sopetón, ni camisas tengo limpias
– Acaso la perfecta de tu mujer no te lava la ropa…
– Pues no, y ese es otro de los motivos.
– Bueno, entonces mano a la obra… vamos a lavar, porque igual mañana nos vamos.
Karen se comportaba con naturalidad como si nada hubiera pasado entre nosotros, me acompañaba mientras yo me tomaba mis cervezas, pero ella nada, de repente sentimos un ruido extraño seguido de un chorro de agua que inundaba el piso de la cocina.
– Lo que faltaba -exclamo Karen mientras soltaba una alegre carcajada
Con gran animo ambos nos dedicamos a recoger primero el agua, para luego ver que paso con la lavadora, Karen vestía una corta falda tipo escocesa, así cada vez que se agachaba me mostraba las pantaletas.
– Hermanita, hermanita, mejor no me sigas provocando, mira que cuando tomo cervezas me vuelvo una maquina de placer.
Karen que para ese momento estaba agachada coleto en mano, me miro algo sorprendida por mi comentario, luego siguiendo la trayectoria de mi mirada, sonrío y sin variar la postura.
– Por lo que veo no estas viendo nada nuevo, es más esta mañana tuviste una mejor visión.
– Pero tu no te imaginas el morbo que da verle las pantaletas a una hermosa mujer.
– En eso tienes razón, porque a mi ni frío ni calor me da verle las pantaletas a otra mujer. Pero si tanto placer te da…
– Más placer me daría si te las pudiera quitar.
– Eso va estar un poco difícil… por si no te has dado cuenta, hoy no estoy bebiendo.
– Tu lo acabas de decir un poco difícil… pero no dijiste que seria imposible…
Eran cerca de las 4 de la madrugada cuando terminamos de lavar, ya que la reparación de la manguera de la lavadora se complico más de lo esperado. Estábamos realmente agotados, ya que mientras yo lavaba y secaba la ropa Karen se dedicaba a planchar. Pasados unos minutos de haberme acostado, entro Karen a mi habitación, envuelta en un suave albornoz.
– Omar podemos hablar 4 o 5 palabritas
– Por supuesto… pero despues no vengas a despertar a la 6 de la mañana
– Tonto, ya te dije que por tu culpa, vamos a salir mas tarde de lo pensado.
Con suaves movimientos se despojo de la fina chilaba, dejando a la vista una delicada combinación color salmón, de elegantes encajes color ladrillo por los bordes y unas atrevidas ranuras por los lados que dejaban ver parte de sus caderas al descubierto, con la tranquilidad que la caracterizaba se acostó a mi lado, acurrucándose sobre mi pecho.
– Tu me dirás… de que vamos hablar…
– Omar… mira como vamos a enfrentar lo que estamos viviendo… tu todo lo tomas a la ligera, no piensas en el futuro…
– Karen, primero dime que estamos viviendo o mejor dicho como ves tulas cosas…
– Anoche, la verdad no se que paso… si me desnude y me dormí dentro del cuarto, o por el contrario lo hice en la sala y paso algo que tu por caballerosidad no me quieres decir… la verdad no se… lo que si se… es que esta mañana estuve desnuda en tu cama, me acariciaste… te masturbe y si no hicimos el amor, fue porque me dio miedo… resumiendo me gusto… si, me agrado enormemente que me vieras… que me acariciaras, tu no sabes, tienes ni la mas puta idea de los momentos que me hiciste vivir… verte excitado, sentir entre mis manos tu verga, ver como brotaba tu semen… Todo el día esas escenas han estado rodando mi mente todo el día, deseando con toda mi alma que llegará la noche para verte de nuevo.
– Entonces dime que es lo que te da miedo, porque según tus palabras todo fue perfecto.
– Que despues… no sea lo mismo, que tu cambies, que te alejes de mi.
– Aja y ahora me dices porque voy a cambiar
– Es que si te fallo como mujer, lo más seguro es que se vea afectada nuestra relación.
– Bueno es ese caso déjame explicarte algo muy sencillo, primero que nada nosotros tenemos una ventaja sobre muchas parejas por no decir sobre todas, nos conocemos de toda la vida, sabemos que nos gusta, que nos molesta, lo unico que nos falta es hacer el amor y lo demás se lo dejamos a la vida…
Sin dejarla responder metí una mano por el amplio escote de la provocativa combinación, acariciando la maciza y redonda masa carne de su seno.
– Cuidado la rompes, que la compre hoy…
– Así que la niña venia dispuesta a seducirme…
Nuestros labios se unieron en un fogoso ósculo, nuestras lenguas se enfrascaron en una fraternal lucha, con delicadeza la fui despojando de la finas prendas, hasta dejarla completamente desnuda. El hermoso cuerpo de mi hermana estaba ante mis ojos completamente desnudo, la hermosa cabellera negra toda desordenada adornaba la amplia almohada, el agraciado rostro era el retrato vivo de la pasión y la entrega. Los turgentes senos, las globulares masas de carne coronadas con esos altivos y oscuros pezones rosados apuntando hacia el techo; el terso y aplanado vientre como preámbulo a su afeitado y arregladito pubis, los regordetes labios vaginales rodeados de aquella recortada pelusa negra era una visión súper excitante, los bien formados y rollizos muslos rematados en unos bellos y pequeños pies, con las uñas de los delgaditos dedos esmaltados en rojo intenso.
Karen con una elasticidad prodigiosa levanto y abrió sus muslos, tomando entre sus manos las pantorrillas, acerco las rodillas a su pecho, la panorámica era enardecedora, la visualidad de ambos agujeros me tenia pasmado. Los entreabiertos labios vaginales dejaban ver el inicio de las acuosas y rosadas mucosas, el apretado y arrugado ojete anal circunvalado por un halo de piel algo mas oscura, como un exordio al misterio que siempre a rodeado esta parte del cuerpo de las mujeres.
– Yo sé que tu me querías ver completa… espero estés complacido…
– Complacido es poco, esto es grandioso
Sin esperar una segunda invitación, acerque mi rostro a la entrepierna de mi hermana, el lujurioso aroma que despedían ambos agujeros, enardecía aun mis sentidos, mi boca se prendo con delicadeza de los regordetes labios vaginales, saboreando con deleite los zumos que comenzaban a brotar de la voluptuosa grieta. Las manos de Karen se aferraban con fuerza a mi cabeza, tratando de meterla en su vagina como si eso fuera posible. Mi lengua recorría con parsimonia toda la superficie de la exquisita abertura vaginal, para luego introducirla hasta donde fuera posible, tratando en lo posible de recoger la mayor cantidad de jugos. El exquisito clítoris también fue agasajado en toda su corta dimensión, mientras mi hermana gemía, sollozaba, gritaba, brincaba y hacia todo aquello que el placer le dictaba, mis dedos profanaban con ahínco y placer el angosto boquete anal.
La amalgama compuesta por mi saliva y los fluidos lubricantes de la vagina humedecían la piel del pirineo siguiendo su libidinoso camino hasta el apretado agujero anal, aprovechándome de esta fortuita circunstancia fui lubricando el pequeño ojete, Karen fue cediendo poco a poco a las atrevidas caricias, el esfínter ya dilatado permitía la grosera intromisión de mis dedos en la angosta cavidad intestinal. Karen por momentos se encabritaba, los músculos de las piernas se distendían apretando el mi cabeza y cuello, para luego irse relajado, estas fuertes contracciones musculares aumentaban la intensidad en proporción inversa al tiempo cada vez más corto entre una y otra. Una sutil capa de sudor cubría totalmente la epidermis de Karen, haciendo que sus piernas y caderas se deslizaran entre mis dedos dificultando el contacto oral.
Los agitados y desordenados movimientos de caderas están en perfecta concordancia con su alterada y entre cortada respiración, los sonoros gemidos eran como un canto de ángeles en mis oídos, los finos dedos rematados en uñas largas y esmaltadas se aferraban con fuerza a las arrugadas sabanas, las piernas abiertas en señal de entrega total, era todo un espectáculo que bien valía la pena vivir toda la vida, por tan solo ser parte unos instantes de ese glorioso momento. Los espasmos corporales de Karen eran sumamente intensos, su rostro ligeramente contraído, los ojos herméticamente cerrados, la boca entreabierta, la saliva deslizándose por las comisuras, los gemidos entre cortados eran algunos rasgos que dibujaban fielmente el placer que estaba recibiendo, en la parte más sensible de su cuerpo.
Finalmente Karen alcanzo la plenitud de su orgasmo, los delicados y fuertes músculos se tensaron al máximo, levantando las caderas, hasta dejar su sensible cuerpecito solamente apoyado en los finos hombros y las plantas de sus pequeñas extremidades inferiores, los dedos de las manos y pies estaban fuertemente agarrotados. Lentamente los entumecidos músculos se fueron relajando, la presión que ejercían los rígidos muslos sobre mi cuello cedía paulatinamente, el cuerpo desmadejado de Karen quedo tendido en medio la cama, los brazos extendidos, las piernas destensadas, estaba totalmente desganado, el orgasmo vivido fue arrasador dejándola sin fuerzas, la única señal de vida era su alterada respiración, pasados unos minutos comenzó a reaccionar.
La delicada mano de Karen acariciaba suavemente mi rostro, en sus ojos se reflejaba la serenidad.
– Gracias…
– Solo espero hermanita que ahora me dejes dormir un poco antes de…
– Dormir… tu crees que yo… te voy a dejar así… estas muy equivocado… ahora me toca a mí… faltaría más… yo me paso por la piedra a esa hermosa pinga…
Sin decir más Karen se fue deslizando su pequeña boca por el pecho siguiendo por el vientre, lamió con verdadera lujuria los escasos vellos pubicos, empapándolos totalmente de saliva, luego sus labios fueron ascendiendo poco a poco por el endurecido tronco hasta apoderarse del glande, alojándolo en su húmeda y cálida cavidad bucal. Karen succionaba con vehemencia el agradecido bálano, su lengua jugueteaba con gran destreza sobre la delicada piel, ensalivándolo profusamente. Mientras los delicados dedos de sus manos se desplazaban a lo largo y ancho del tronco, por momentos las esmaltadas uñas acariciaban suavemente la rugosa piel del escroto, provocándome ligeros escalofríos en todo mi cuerpo, la inquieta lengua estimulaba de manera persistente el meato, tratando infructuosamente de penetrarlo. Ahora era yo quien sufría los agradables embates de los espasmos del placer, los músculos mis piernas al igual que los del vientre se tensaban por momentos, produciéndome un leve pero atrayente dolor.
La rigidez de mi cuerpo, los ahogados gemidos, la excesiva sudoración, eran signos inequívocos de la proximidad del clímax, allí fue cuando paso lo inesperado, al menos para mí, Karen se detuvo completamente, separándose para sentarse a mi lado observándome desde arriba, con una amplia sonrisa en los labios.
– Karen… por favor…
– Cielito disculpa pero es que tengo antojito…
– Dime cual es y…
– Primero te vas a calmar un poco… luego me voy a montar y me voy a meter ese pedazo de carne en mis entrañas hasta hacerte acabar, esa primera lechita la quiero dentro de mí.
– Lo que tu digas… solo espero que no se haga costumbre…
– Costumbre va a ser que duermas conmigo y me hagas el amor todas las noches…
Sin más Karen se monto sobre mí, apoyando una mano sobre mi pecho y tomando con la otra mi henchida verga llevándola suavemente a la entrada de su vagina, luego se fue sentando lentamente disfrutando al máximo la incestuosa penetración. La verga se abría paso parsimoniosamente, las lubricadas mucosas se dilataban ante la presencia del falo, para cobijarlo amorosamente. Karen comenzó a moverse primero lentamente para ir incrementando pausadamente la cadencia de su cimbreante cadera. Las pequeñas y redondas tetas se bamboleaban rítmicamente, los erectos pezones invitaban al beso. Mis manos se deslizaban de la cintura hasta las duras nalgas, sobando con lujuria las turgentes masas, que guardan en su centro el oscuro agujero anal, mis dedos agasajaban con lascivia la arrugada abertura, ayudado por el delicado meneo de la grupa el dedo medio se iba incrustando suavemente, distendiendo el apretado esfínter, dando cobijo en su interior el apéndice dactilar hasta la segunda falange.
El cuerpo de Karen se movía en sincronía con mis embates, las diminutas gotas de sudor despidiendo variados fulgores al compás de sus lujuriosos movimientos de caderas, el pene entraba y salía a la velocidad impuesta por mi hermana. Los espasmos pre-eyaculatorios se adueñaban de mi cuerpo, los músculos se tensaron al máximo, la inesperada y profusa descarga tomo por sorpresa a mi hermana, el caliente liquido bañaba sus ovarios, Karen en respuesta acelero su meneo buscando su orgasmo, a los pocos segundos sus esmaltadas uñas se clavaban, lanzando un ronco y largo suspiro, quedando totalmente desmadejada, solo nuestra agitada respiración quebrantaba el silencio reinante en la habitación.
Las primeras luces de la mañana se dejaban colar a través de la ventana, nosotros permanecíamos abrazados, Karen a horcajadas sobre mi sudado cuerpo, su cabeza sobre mi pecho, con una mano acariciaba su espalda mientras que con la otra sobaba sus rotundas nalgas.
– Omar… no tienes idea de lo feliz que soy… soy tu mujer desde y para siempre… mira que amanecer más bello, aquí estamos los dos viendo desnudos viendo las primeras luces del alba…
Sin darnos cuentas nos quedamos dormidos, cuando me despabile eran cerca de las 12 del mediodía, Karen continuaba en la misma posición, su sereno rostro era una oda a la felicidad, con ligeros toques en el hombro desperté a mi hermana, le dolían las piernas por la incómoda posición. La flojera dominaba nuestros lentos movimientos, luego de bañarnos y pensarlo mejor decidimos aplazar el viaje para el día siguiente. Karen hizo varios emplazamientos telefónicos, yo recibí la acostumbrada llamada de mi esposa, siempre desnudos, nos sentamos a comer algo ligero antes de volvernos acostar.
– Omar… tengo una pequeña duda…
– Tu dirás…
– Siempre nos vamos a comportar así…
– Así como…
– Andar por la casa, comer y acostarnos desnudos…
– Por mi siempre… claro si tu sientes vergüenza de andar desnuda…
– Vergüenza… nada de eso… entonces cuando estemos en casa…
– Como Dios nos trajo al mundo.
Luego de hablar con la familia sobre lo inevitable que seria mi divorcio, a nadie le extraño que me mudara al apartamento de Karen, allí hicimos realidad nuestra fantasía de vivir como una pareja de recién casados, haciendo el amor a cada momento y en cada rincón de nuestro hogar. Olga un día llamo, su voz sonaba como si sintiera verguenza por lo que iba a decir. En pocas palabras me puso al tanto sobre su madre, encontraba en franca mejoría mejor, luego con palabras entrecortadas me informo, que se sentía nuevamente atraída por un vecino, con el cual había tenido una relación cuando tenía 15 años. La noticia lejos de molestarme me alegro, así que con mucho tino le di ánimos a continuase y si todo funcionaba yo estaría aquí para firmarle el divorcio, cosa que agradeció enormemente, despues me pidió que fuera a buscar a la niña.
A los 3 días me presente en casa de mi suegra con Karen, fuimos recibidos con cierta frialdad por parte de Olga, al preguntarle el motivo de su conducta me explico de manera muy somera, que no tenía problemas en firmar el divorcio y de renunciar a la guardia-custodia de la niña, y aunque sabía que no habría una mejor persona para cuidarla, que mi hermana, seguía sin soportar su presencia, porque sospechaba que siempre había estado enamorada de mí, y cual es el problema le respondí, total tu y yo estamos en camino de divorciarnos, así que abrazándola para que nadie oyera, le dije al oído, ella ahora es mi mujer, y no digas nada porque todos saben que la odias y no te creerían nada. Olga se separo un poco, dándome un ligero beso en los labios para luego decir, que tengas mucha suerte.
Han pasado 4 meses desde que la niña vive con nosotros, somos una familia feliz, Karencita, así se llama mi hija en honor a mi hermana, se adapto rápidamente a la nueva situación, Olga fiel a su palabra empeñada a su nueva pareja se mantenido alejada de nosotros. Karen y yo estamos esperando nuestro primer hijo, todos sueños y fantasías hasta ahora las hemos cumplido una por una, la única limitante es que solo podemos andar desnudos en la intimidad de nuestra habitación.
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