Abuse de mi madre y ahora somos amantes. Parte 1
No esperaba hacer lo que hice, pero perdí el control de mis impulsos y cometí un gran pecado: violar a mi madre..
Mi nombre es Manuel y tengo 28 años.
Soy el mayor de 3 hijos, dos varones y una nena, Romina, que es la menor y está por cumplir 20 años, y se encuentra estudiando la carrera de doctora en Buenos Aires.
Mi hermano menor, Gustavo, ya está casado y vive con su familia en la provincia de San Juan, mientras mi madre y yo seguimos viviendo en Mendoza.
Todo comenzó con la pandemia.
Yo solía vivir solo, tener mi trabajo.
Pero llego la pandemia y nos cago a todos.
Mi hermanita se quedó atrapada en Buenos Aires, y bueno, seguro ustedes vivieron todo el asunto y saben lo difícil que se pusieron las cosas, especialmente en la parte económica.
Como yo alquilaba, y trabajaba en un taller metalúrgico, me quede sin trabajo, lo que me llevo a joderme el alquiler también.
Por suerte, mi madre, Sofia, me llamo y me pidió que me mudara con ella, y así compartir y reducir gastos.
Con mi madre nos llevamos poco más de 13 años.
Sí, mi madre quedo embarazada de mi cuando tenía solo 12 años.
No, no abusaron de ella, no la violaron, ocurrió que desde chiquita siempre fue precoz.
Mi padre biológico fue un pendejo de 15 años que obviamente no se hizo cargo.
Se hicieron cargo mis abuelos, con quienes nos criamos.
No fue hasta que mi vieja cumplió los 16, que estando de novia, volvió a quedar embarazada, esta vez de mi hermano Gustavo.
El padre de Gustavo, y quien es mi padre adoptivo, Carlos, siempre fue un buen tipo.
Tenía 23 años cuando conoció a mi vieja, y bueno, luego de embarazarla, se juntaron.
Con el tiempo llego mi hermanita, Romi.
El tiempo paso, y Carlos fue un tipazo, un groso. No me trataba diferente de mi hermano o mi hermana… aunque por… no sé, cuestiones raras nunca lo pude llamar papá.
Es una de las pocas cosas que me arrepiento antes de su muerte.
Trabajaba de camionero, cuando por asistir ayudando en un accidente en medio de la niebla, se lo llevaron puesto a él y al que intentaba ayudar.
Eso nos afectó mucho, pero especialmente a mi madre, mi vieja.
Como los turnos de Carlos eran esporádicos y estaba cada tiempo afuera y cada tiempo en casa, las veces que volvía a casa cogían como locos mis viejos.
Se encerraban en la habitación y le daban duro.
Y es que como dije, mi vieja siempre fue una chica precoz, caliente.
Sin embargo, nunca le metió los cuernos a Carlos, siempre le fue fiel.
Prefería bancarse semanas matándose a pajas por lo que sabía, antes que serle infiel a su gran amor.
La muerte de Carlos, pues nos afectó bastante como dije.
Eso nos hizo madurar bastante, sobretodo a mi hermano Gustavo. Creo que maduro antes que yo, porque ya a los 23, se casó con su novia de hacía 3 años.
Y bueno… en mi caso, no me case, porque… supongo que a mí me afecto de manera diferente la muerte de Carlos.
O bien estoy meado por un elefante porque me cuesta encontrar y mantener una pareja.
Si, salí igual de caliente que mi vieja y me encanta coger…
Tuve muchas amigas a las que me cogí en su momento, y quizás… solo quizás, es posible que tenga un hijo no reconocido por ahí.
Pero bueno, ni yo quiero saber nada al respecto, ni la flaca que tuvo al pibe me busco.
Y es que como dije, estoy mal en cuestión de amores.
He tenido varias parejas sexuales pero cuando yo he querido avanzar a una relación más estable, se pudre todo. Se arruina la magia del garche y me quedo solo.
Los primeros meses en que me mude con mi vieja, no pasó nada raro, todo era mas o menos normal con algún pequeño incidente.
Nomás el acostumbrarse de nuevo a la convivencia diaria y estar encerrados.
Yo aproveche el patio de la casa para armar un tallercito improvisado y así poder hacer unos trabajitos simples de soldadura y reparación, y poder obtener unos pesos extra que eran muy necesarios.
Alguna que otra vez, no voy a mentir, ocurrieron esos típicos incidentes por falta de costumbre, como que mi vieja no cerrara la puerta del baño o de su habitación cuando se estaba cambiando o bañando.
A lo mucho que la pude ver, fue una vez que estaba masturbándose.
Yo iba camino al baño y pase por delante de la puerta entreabierta.
Fue poco, fugaz, pero la pude ver con los pantalones abajo, de piernas abiertas, con su vulva peludita al aire, y metiéndose los dedos.
No, no me calenté al verla, sentí vergüenza, pena, y pase de largo borrando ese recuerdo de mi memoria.
Me metí al baño a cagar, y me puse a pensar en otra cosa.
Luego sentí como ella se dio cuenta y se escuchó que cerró la puerta.
No hubo mención alguna al respecto.
Para ambos era algo normal, yo también me pajeaba en mi habitación, ambos éramos calentones, estábamos necesitados.
Claro que mientras yo estaba justificado por ser hombre activo, yo creía que luego de la muerte de Carlos estaría calmada o incluso se habría puesto en modo monja o algo así.
Paso el tiempo, todo un año, cuando comenzaron a aflojarle con las restricciones.
Ya se podía volver a salir, a trabajar un poco, y sobre todo, a tener más contactos humanos. O bueno, lo que era permitido como “contacto” humano.
Yo venía recaliente y quería garchar, quería cogerme a alguna mina… pero no había, había sequía.
Y lo peor, las pocas que estaban calientes o antes estarían dispuestas a dejarse coger, ahora estaban como medio paranoicas.
O sea, si… yo entiendo las circunstancias, no soy boludo… pero algunos se pasan.
Así que directamente no había garche, no podía coger, y sentía los huevos hinchados de estar caliente.
Y bueno, como tenía más libertad, nos juntamos medio en secreto con los muchachos del taller una noche para charlar y ponernos al corriente mientras nos tomábamos una birras.
Extrañaba muchísimo ese contacto con los compas, las jodas, los chistes y demás.
Y claro, tanto extrañar a los amigos, nos pasamos de birras y nos agarramos un pedo.
En un momento salí del taller para ir al baño, que estaba afuera, y me agarro el vientito fresco de la noche y me hizo mierda.
Borrachera total.
Así que luego de luchar un poco y descargar mi vejiga, volví al taller en donde me senté para contenerme un poco y luego irme a la mierda.
Recuerdo haberme despedido de los muchachos, quienes varios también estaban tan entonados como yo.
Tengo flashbacks del camino de regreso.
Eran una pocas cuadras de casa, pero el ir en pedo, y no reconocer de todo el lugar…y encima de noche, se me complico mucho.
Tuve que preguntarle a una de las pocas personas que me cruce ahí, un par de vagos que también habían salido y ahora regresaban pasada la hora de salidas… eran casi las doce de la medianoche.
—Muchachos… ese de allá es el almacén… del Hernández…?
— Si, si…
El Hernández. Así se le conocía al almacenero del barrio. Era mi único punto de referencia.
Llegaba a esa esquina, y doblaba a la derecha y listo, era inconfundible la casa de rejas altas que yo mismo arme y coloque.
Mi madre ya estaba durmiendo, estaban todas las luces apagadas.
Entre haciendo el mayor silencio posible, pero creo que no era muy sutil u obvio.
Digo, iba en pedo.
Lo peor, es que el pedo me afecto en lo de no poder coger, así que estaba en pedo y bastante caliente.
Entre por la puerta de la cocina y me pareció ver la botella de vino en la mesa, bastante baja.
No me quedo claro por qué los recuerdos eran medio borrosos, como en un sueño.
Pase por el pasillo directo a mi habitación, cuando al pasar por delante de la habitación de mi vieja, la puerta estaba media abierta.
Entraba la luz de la Luna por la ventana, y con mi vista ya acostumbrada a la penumbra, pude ver claramente como mi madre se había estado pajeando, y se quedó dormida, desnuda vistiendo solo una vieja remera mía de los Rollings, que le quedaba grande.
Ahí podía percibir claramente su vulva, peluda, morena, mojada.
Tenía la remera levantada y se le veía una teta.
No recuerdo en que momento decidí entrar a la habitación, solo tengo flashes de que estaba encima de ella, en su cama, y luchando por bajarme los pantalones sin hacer ruido para no despertarla.
Luego, solo recuerdo la sensación de humedad de su conchita, como mi pija le entraba y le salía con cada movimiento de cadera mientras ella se quejaba.
Lo siguiente que recuerdo, es a mi madre resistiéndose debajo mío, y yo forzándola, sujetándola de las manos con un brazo, y con el toro tratando de aferrarme a sus caderas para que mi pija no se le saliera.
No recuerdo que sus quejidos hayan sido gritos… supongo que porque yo era su hijo, eso la dejo en shock y se debatía entre el no ser violada y al mismo tiempo, no querer llamar la atención de los vecinos y que vean a su hijo ensartando a su madre.
Si recuerdo que sus movimientos, sus forcejeos, no le ayudaban a ella, sino a mí: con cada forcejeo, movía sus caderas arriba y abajo, a los costados y no hacía más que meterse mi pija más adentro de su zorra.
No tarde mucho en acabar, aunque no lo disfrute o no lo recuerdo mucho.
Y ahí mismo, dejamos de forcejear y nos quedamos dormidos, lo que deduzco, ya que los primeros rayos del sol me despertaron, y yo aún seguía metido dentro de mi madre.
La cabeza me daba vueltas, y al recuperar poco a poco mi conciencia y comenzara moverme y darme cuenta de que mi verga estaba metida profundamente dentro de la vagina de mi propia madre… me entro el pánico, las náuseas.
Mis movimientos despertaron inmediatamente a mi madre, quien me ayudo a pararme, y salí corriendo hacia el baño a vomitar.
Ahí en el baño, pues quede en shock.
No tenía mis pantalones puestos, solo la camisa con algunos botones rotos, producto del forcejeo nocturno.
Mi pija aún estaba mojada y escurría la mezcla de jugos de mi madre y mi leche.
Me quede en el baño un largo rato, shockeado de lo ocurrido.
No me atrevía a salir, además de que podía escuchar a mi madre en su habitación, llorando por lo sucedido.
Estando borracho, había violado a mi madre.
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