Acampada con Manuel
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por lenuma2.
Acampada con Manuel
Hola, soy Julia.
Tengo 26 años, soy enfermera, Vivo con mis padres y mi hermano Manuel en un pueblo pequeño de la costa sur de Galicia.
Trabajo en un gran hospital público cerca de mi casa.
Estoy soltera, sin compromiso ni ganas de nada serio de momento.
Tengo mis amigos y algún ligue esporádico, pero no me gusta andar por ahí rozándome con cualquiera.
Digamos que soy un poquito recatada o si queréis, mojigata si me comparáis con alguna.
Tengo una experiencia curiosa que me pasó con mi hermano hace unos días.
Os la cuento.
En el norte de Portugal organizan un festival musical muy bueno en Paredes de Coura.
Actuan grupos internacionales de calidad y lo mejor es el ambiente que lo rodea.
Se realiza en un valle muy bonito a la orilla del rio Coura, con una gran campiña donde montan una zona de acampada en la que se pasa muy bien.
Yo había estado el año anterior y como lo pasé tan bien, organicé repetir este.
Iría con Carmen, mi gran amiga desde niñas, con la idea de montarnos otra juerga como la del 2014 que fue tremenda.
El permiso de acampada se reserva con antelación junto con la entrada al recinto musical.
Ya lo teníamos reservado y pagado.
La tienda y los sacos preparados, las ganas, todo.
Todo menos la amigdalitis que le apareció a Carmen dos días antes de salir.
La pobre se puso malísima, con 40 de fiebre y lo menos adecuado era marchar de acampada.
¡Adiós festival!
Lo comenté en casa mientras comíamos: ¡Qué mala pata! Se puso enferma Carmen y nos perdemos el festival, con las entradas pagadas.
¡Me da una rabia!
– ¿El festival de Paredes de Coura? Preguntó Manuel.
– Si, al que fui el año pasado y vine tan contenta.
Empieza mañana.
– De buena gana iría yo.
Llévame en el sitio de Carmen.
– Es una fiesta marchosa, no un parque de atracciones para llevar los niños, dije yo.
– Vete a la mierda, cretina.
¿Te crees que no sabría estar a tu altura?
– Perdona Manu, así de pronto no me hago a la idea, aunque.
pensándolo mejor, puede ser.
Desde luego es mejor ir contigo que quedarme en casa, perdóname la faltada de antes, cielo.
– No sé que puedo hacer yo llevando a la madrastra de Blancanieves de acompañante.
– Venga, hagamos las paces y pensémoslo bien.
¿Vamos los dos juntos?
– Vale, por mi vale.
¿Qué necesito llevar?
– Nada, bueno, una muda y algo de abrigo por si llueve.
La tienda, las colchonetas y los sacos de dormir ya los tengo en el coche desde anteayer.
– Qué tienda llevas, ¿la grande de papá?
– No, que es un armatoste.
Una pequeñita que compré el año pasado, se monta en nada y es suficiente, ya verás, lo pasaremos bien.
Me está gustando la idea de ir contigo.
Salgo ligada de casa.
– Bueno, no te pases.
A ver si me vas a ir espantando las truchas… Tengo que pillar algo que valga la pena y me saque del celibato… ¡Paso mucha hambre!
– Jo, ¡qué miedo! ¡Escápense chicas que llega el sátiro!
Manuel es un chaval muy majo.
Tiene 18 años y acaba de aprobar el Bachillerato y la Selectividad, quiere hacer Ingeniería Industrial.
Físicamente no es Rambo pero tiene buen pasar, mide 1,82, pesa unos 78 Kg, de pelo rizo moreno y la piel algo oscura, a veces para enfadarlo le llamo “morito”; atlético, juega en un equipo de fútbol y toca bastante bien el saxo.
Le gusta el Jazz y anda montando un grupo musical con otros colegas.
Por la diferencia de edad nuestro trato es cariñoso, pero nunca hemos coincidido en nuestras diversiones ni amistades.
A mi me parece que sigue siendo el niño de casa y sin embargo, ahí lo tenéis, 18 años, todo un hombre, mi compañero de viaje.
Viernes, 11 de la mañana, todo preparado.
Mamá preparó unos bocatas de esos antológicos con tortilla, filete, tomate, etc.
¡no sea que pasen hambre mis niños!
– Julia: ¡sentidiño! Dijo mi madre, cuidame el niño.
– El chupete, me falta el chupete, dijo Manuel.
– Todos como cabras, dije yo.
¡Vamonos!
Dicho y hecho.
En una hora llegamos.
Hacía un día espléndido, la temperatura alta sin agobiar, nada de viento.
La zona de acampada estaba bastante ocupada pero no tardamos en acomodarnos en una parcela que nos gustó.
Montamos la tienda en nada de tiempo y nos fuimos a dar un paseo, a reconocer el terreno.
Había un ambiente fenomenal, mejor aún que el año pasado.
Enseguida encontré algunos conocidos que saludamos.
Manuel estaba muy a gusto y también encontró gente conocida, unos del equipo de fútbol y otros del instituto.
Claro, como queda cerca, media provincia de Pontevedra se cae por aquí.
Mejor, así si queríamos podríamos separarnos y acoplarnos con nuestra gente.
– Manu: si quieres marcharte con alguna gente, no te preocupes por mí, que creo que me podré arrimar a algún grupo.
– Lo mismo te digo, Julia, pero yo de momento estoy muy bien contigo.
Cuando te empiece a molestar, ya sabes: ¡Niño…! Y el niño vuela.
– No creo.
Lo mismo te digo…
Nos pasó el tiempo muy rápido.
Empezó el concierto y seguimos los dos la marcha felices con nuestras cañas y nuestras risas.
– Manu, me gusta para tí esa de la camiseta verde moco…
– Malvada, me gustan mas con pata de palo y un ojo de cristal.
El oso peludo aquel si que le iría bien a mi Julita.
– Bueno, bueno.
No me cabe en la cama.
Ese es para compartir.
– ¿Tomamos otras cañas?
– Vale, tu aguantas o te me vas a estropear.
– Cuatro o cinco las llevo bien, ademas, tengo niñera.
Sin apenas darnos cuenta, como en la canción, nos dieron las doce, la una y las dos… nos acostamos cerca de las cuatro.
La noche estaba fresca, mas que fresca.
Fuera del gentío estaba francamente fría.
Nos metimos en la tienda, dentro de los sacos con intención de dormir pero yo no era capaz de entrar en calor, estaba tiritando.
– Manu ¿duermes?
– Aún no, tengo algo de frio, debimos traer los sacos gruesos, este no abriga nada.
– Eso te quería decir yo, estoy tiritando.
Necesito calor, ¿qué podemos hacer?
– Lo único es abrir los sacos, juntarnos y taparnos los dos con los dos sacos abiertos.
– ¿Funcionará?
– Por lo menos juntos nos damos calor, yo así no soy capaz de dormir.
– Probemos.
Abrimos los sacos y nos tapamos bien con ellos al tiempo que nos pegamos uno al otro.
Yo me puse abrazando a Manuel por su espalda, tratando de entrar en calor, tiritaba de frio.
– Parece que así está mejor, gracias a tu calorcito voy mejorando.
– Si, yo también, creo que ya me voy a dormir.
– Yo aun necesito mejorar algo mas.
Hasta mañana, no me destapes.
– Unnn…
Manuel ya se durmió y yo no tardé mucho.
No sé cuanto tiempo pasó, pero me desperté con una sensación rarísima.
¿Que pasa? ¡Coño! Manuel pegado a mi espalda.
Su mano izquierda estrujándome una teta y lo peor, su polla, que al parecer tenia un buen tamaño, aplastada contra mis nalgas.
Estaba profundamente dormido pero al parecer, entre sueños se estaba montando una fiesta.
Se apretaba a mí, suspiraba y ronroneaba como un gatito.
¡Cabrón!
– Manu, despierta cerdo, que me estás metiendo mano.
– Jo, perdona, no me enteraba.
– Pues te lo pasabas muy bien.
– Perdona, con el calorcito me debí de ir animando, pero fue dormido.
– Échate para allá, pervertido.
Buenas noches.
– Buenas noches.
Manuel se dio la vuelta y yo me fui tranquilizando y pensando: pobre, no debí de tratarlo así, con el contacto seguro que se fue excitando en sueños y yo menudo despertar le dí.
Además, ahora el pobre, tendrá un dolor de huevos… ¡Cómo estaba! ¡Menudo palo! No debí ser tan brusca, teníamos frio y nos juntamos.
Al darnos la vuelta, su paquete empezaría a notar calor y ….
Debería tener consideración con él, seguro que está pasando una vergüenza… Voy a calmarlo un poco.
– Manu, ¿duermes? Le dije tocándole el hombro.
– No, no duermo.
– Perdóname los modales, no debí tratarte así.
– Si, me lo merecía.
– No, son cosas que pasan, el frio, el arrimarse, es hasta natural.
– Pero eres mi hermana.
– Pero el cuerpo no entiende de eso, quitémosle importancia.
No ha pasado nada.
– Sí que ha pasado, no voy a poder mirarte a la cara.
– Calla bobo.
Pasado el momento no tiene mas importancia.
Ahora me preocupa mas lo tuyo.
Estabas empalmado como un burro y ahora te van a doler los huevos.
¿Sigues empalmado?
– Es lo que mas rabia me da, no me bajó nada, parece que la polla no tiene vergüenza.
– A ver, a ver.
Menuda tranca tienes, dije echando una mano.
– Quita, déjame en paz.
– Déjame tocarla que tu ya me tocaste a mi.
Dios, es la mas grande que he visto.
– Julia…
– Déjame que la admire, caramba, no te la voy a arrancar.
– No, pero me pones peor.
– Estoy planeando ponerte mucho mejor.
Tu antes me quitaste el frio, yo ahora te voy a sacar la calentura.
Uno por otro.
– Pero Julia, no podemos…
– Quién lo dijo.
Verás si puedo.
Soy enfermera y te voy a curar.
– Uff.
Me da reparo…
– Déjame trabajar, pillín, dije mientras le acariciaba el rabo por encima del pantalón del chándal.
Te voy a enseñar cómo se le hace un pajote a un tío.
Según me han dicho soy muy buena en esto.
– Me siento muy raro, Julia.
No sé si podré dejarte trabajar, me da mucha vergüenza, mañana no podremos mirarnos a la cara.
– ¡Joder con el niño! Déjate hacer y no des la vara.
¿Te lastimo? Mejor lo haré por debajo de la ropa.
– Ostras Julia, qué gustito da que te la toquen.
Ahora me gusta mas aún, sentir tu mano me está poniendo muy caliente.
– Te dije que soy muy buena en esto, No así en otras cosas.
– Yo tengo muy poca experiencia, la verdad es que casi nada, pero me está gustando mucho mas que cuando me lo hago yo solo.
– Mi hermanito el pajerito está sintiendo gustito.
– Te perdono porque me lo estás haciendo muy bien pero no te rías de mí.
– Me está gustando hacértelo y me estoy calentando yo.
Creo que tu también vas a tener trabajo esta noche.
– Después de lo que me estás haciendo, quedo en deuda contigo y haré lo que me pidas y mas.
Lo peor es que no sé casi nada.
Las dos veces que me metí en la cama con una tía, me corrí casi antes de empezar y fue un fracaso.
– Tranqui nene que conmigo no va a pasar eso.
Para empezar, primero te voy a sacar la prisa, luego me tocará a mí y si sobra, lo montamos los dos juntos.
Tu de momento disfruta.
¿Te lo estoy haciendo bien?
– De puta madre.
Déjame sacarte la camiseta que quiero tocarte las tetas y la espalda.
– Saca todo lo que quieras.
Tu también estarás mejor en pelotas, vamos a desnudarnos.
Paramos la faena y nos pusimos de pie para sacarnos la ropa.
Yo también estaba asombrada de mi atrevimiento, pero me encontraba muy a gusto.
Descubrir a Manuel desnudo me produjo un morbo especial.
Tenia un cuerpo precioso, con la musculatura justa, y lo mejor, su tranca.
Me quedé mirando para él un rato, sin darme cuenta que él estaba haciendo lo mismo, me miraba embobado.
– Hostia, Julia, ¡Qué buena estás!
– Lo mismo estoy pensando yo, estás buenísimo.
– ¡Como no me había fijado antes! ¡Qué tetas! ¡Qué culo!
– No seas bestia, dime cosas bonitas, a las chicas no nos gusta que nos hablen de nuestro culo, siempre lo vemos feo.
– Pues el tuyo está para comérselo.
Ven aquí que quiero tocarlo, manosearlo, apretarlo…
– Ja, ja, ya se lanza la fiera.
Tienes que esperar.
Trae para aquí esa pirulita linda que la tengo que estudiar mejor.
Manuel tiene una polla de unos veinte centímetros, recta y lisa.
El prepucio se le mantiene tapando la cabeza.
Me encantó jugar a descapullarlo dejando al descubierto su cabecita puntiaguda
y coloradota.
– Vas a hacerme correr si sigues jugando.
– Eso espero, para eso lo hago.
Me agaché hasta acercar mi boca a su miembro.
Manuel no daba crédito.
– ¡Oh! Dios… ¡Qué me haces! ¡Qué gusto!
Seguí chupando y haciendo que se retorciese de gusto.
No tardaría en correrse.
No era mi primera mamada y esta vez no me dio asco pensar, como otras veces, que se viniese en mi boca, al contrario, deseaba recibir sus chorros y saborearlos.
Manuel me estaba haciendo sentir muchas cosas nuevas para mí, de hecho, sin que apenas me tocase, yo me sentía húmeda y deseosa.
– Julia, que me corro.
Para, para, me decía Manuel al tiempo que intentaba separarse.
Yo no podía contestarle, tenía la boca llena pero mis manos eran convincentes: lo tenían atrapado y no dejaban que se saliese de mi boca.
Así seguí un poco mas y Manuel, entre exclamaciones, suspiros y bendiciones descargó todo lo que traía.
Poco a poco nos fuimos calmando.
– Coño, Julia, ha sido tremendo.
Menudo gustazo, pero me fastidiaba mucho correrme en tu boca.
¿Cómo pudiste obligarme? ¿No te da asco?
– No.
Es la primera vez que no me dio asco y es mas, quise comerlo desde el principio, me estás haciendo sentir cosas que nunca sentí.
Lo estoy pasando muy bien contigo.
– Ya, pero ahora yo ya me corrí y tu no.
me siento mal.
– Hay caballero, está usted algo equivocado.
Se sentirá satisfecho y relajado pero no mal.
Además, está en deuda conmigo y ahora mismo tiene que empezar a pagarme los favores recibidos.
Aplíquese bien que me lo merezco.
– ¡Que si lo mereces! Ahora me preocupa no estar a tu altura, Ayúdame, dame ideas que yo soy un patoso.
– Verás como lo vas a hacer muy bien, para empezar, abrázame fuerte y acariciame.
Quiero sentirte, que tus brazos me aprieten, que mi cuerpo se estruje contra el tuyo.
– Si, mi amor, quiero tenerte toda para mí.
Este culito, esta espalda, este cuello.
Quisiera ser un pulpo para tener ocho brazos y poder tocarte cuatro veces más.
Manuel estaba resultando mucho menos patoso de lo que había dicho y hasta me decía cosas agradables que en un tío es bastante raro.
Sus manos fueron recorriendo mi cuerpo.
Sin tener que decirle nada, su boca también empezó a trabajar, me besaba un pezón, me mordía un poquito el otro, me lamía el ombligo.
Yo también correspondía, le besaba por donde cuadrase, le tocaba y acariciaba.
En fin, que mi calentura fue aumentando sin parar.
¡Que bien estaba con Manuel!
– Me pones loca, Manu.
Me das mucho gusto, lo haces muy bien.
– Eres tú que me inspiras, cielo.
Me encanta darte gusto.
– Sigue así, cómeme, cómeme toda.
– Si, mi vida, te voy a poner en las nubes.
Mientras decía esto, Manuel iba bajando su boca por mi cuerpo, anunciando un destino ansiosamente esperado por mí.
Sus manos recorrían mis muslos y mis pechos mientras su boca jugaba con la matita de vello que a modo de bigotito anunciaba mi sexo.
– Joder, como me tienes.
Ardo, me derrito, sigue, sigue.
– No me apresure, que estoy aprendiendo y me puedo distraer.
– Nadie hasta ahora me trató tan bien como tú, Manu.
Eres un crac.
¡Hazme gozar!
– Es mi primer coñete, pero he visto mucho cine.
Te van a tener que llevar a Reanimación.
– Contigo voy a donde sea.
Cómeme.
Manuel estaba ya jugando en mi entrepierna, su lengua me repasaba todos los rinconcitos.
¡Qué cabrón! Nadie diría que era su primer coño.
Recorría los labios, jugaba con mi clítoris, encontraba la vagina, hasta se paseaba por el perineo casi hasta llegar al ano.
– Qué gusto me das, cabrón.
Me estoy poniendo a punto.
Entra un poquito en la vagina, ¿la encuentras?
Parecía Catedrático de Anatomía, antes de terminar de decírselo ya estaba allí.
Su lengua entraba y salia poniéndome en trance.
No paraba entrando, chupando, comiéndome el botón, mientras sus manos tampoco estaban quietas.
Me tocaba las tetas, la barriga, todo.
– ¡Hay Manu! ¡Hay!
Ya no aguantaba más.
Un relámpago me recorrió el cuerpo de los pies a la cabeza mientras brazos y piernas se me crisparon.
El cuerpo no me obedecía.
¡Solo Placer!
– ¡Ah! ¡Me muero! ¡Qué gusto! ¡Sigue, sigue!
Estuve disfrutando un buen rato mas, hasta que poco a poco el placer se fue transformando en hartazgo y casi en dolor.
– Para ya mi amor, no sigas que me duele.
Abrázame fuerte.
Me has hecho muy feliz.
– ¿De veras lo he hecho bien?
– ¿No me ves? Me llevaste a la locura y me preguntas si lo has hecho bien.
Si me das mas gusto me matas.
Gracias Manu, eres un artista.
– Me alegro que te gustase.
Te confieso que tenía mucho miedo de hacerlo mal.
Con las dos chicas que estuve no supe hacer o lo que sea, las dos me mandaron al carajo, ¡las dos!
– Serán unas gilipollas.
Yo tengo experiencia con ocho o diez y ninguno como tú.
¡Cómo será cuando aprendas!
– Oye, por mi podemos empezar el segundo tiempo.
Ver como te corrías me puso a cien.
– Pégate a mí.
Bésame.
No tengamos prisa.
Ponte boca arriba.
– Ven a mí, Julia.
Te quiero encima.
– Si mi amor.
Déjame tocarte.
Me gusta tenerte así entre mis piernas, sentir tu polla, ver tu cara.
Eres mio, solo mio.
– Soy tu prisionero, tu esclavo.
Abusa de mí.
– Esa cosita dura me está poniendo cachonda otra vez, habrá que hacer algo por ella.
– Con tu calorcito se pondría muy contenta.
– No va a saber el camino.
– No tengas miedo, si se pierde pregunta.
– Parece que sabe… despacio, despacio.
Deja que le ayude.
– Qué gusto estar dentro de tí.
Te deseo, quiero que te corras conmigo dentro.
¿Podemos?
– Que gusto tenerte dentro.
Te deseo otra vez, quiero sentir tus chorros mientras me corro, no tengas miedo que tomo pastillas.
– Qué bonitas tetas tienes, son como me gustan a mí.
Dame tus pezoncitos que te los aprieto.
– Me gusta que me los aprietes, los tuyos también se endurecen.
– Me gusta como te depilas el coñete.
– Pelado del todo no me gusta, así está simpático.
– Desde aquí perece el bigote de un señor.
Así seguimos un ratito hablando, tocándonos, besándonos hasta que poco a poco me fue subiendo la excitación.
Comencé a pasearme sobre Manuel de atrás a delante, sintiendo su duro miembro dentro de mí.
Lo sentía llegar al fondo.
Otras penetraciones me habían producido dolor llegando a impedirme disfrutar.
Hoy, sin embargo, con el pene mas largo de todos, estaba en la gloria.
– ¡Qué bien, Manuel! Te siento muy adentro y me está gustando.
– Julia, me cuesta creerlo.
Estar aquí contigo dándote gusto y disfrutando.
– Me estoy poniendo, me viene.
– Aguanta, disfruta mas.
– Manu me corro, dame fuerte.
– Me corro yo también.
¡Ahhh! No aguanto mas, toma mi leche.
– Te siento, sigue, sigue.
– Toma mas, córrete conmigo.
Ponte loca.
– ¡Ahhh! ¡Como me pones, cabrón! Tócame el culo, aprieta.
– Culo, tetas, todo el cuerpo.
Siénteme por todas partes.
– Te siento, me llenas y me haces muy feliz, no pares.
– Si, mi vida, pide lo que quieras.
– ¡Ahh! Me muero, no aguanto mas, quiero descansar.
– Descansa sobre mí, así.
Relájate.
Vamos a taparnos.
– Sí Manu, así estoy muy bien, ¿Te peso?
– No, estoy muy bien,
El solete de Manuel me tenía tendida sobre él, rendida de cansancio y recibiendo sus mimos y caricias.
¡Qué mas podía pedir! Debería levantarme para limpiarme pero eso suponía romper la magia del momento.
– Debería limpiarme.
– No te muevas, estamos en el cielo así.
Ya nos limpiaremos mas tarde.
Ahora podemos dormir un poco que ya ha amanecido.
– ¡Que amanecer mas bonito he tenido!
– ¡Anda que yo!
– Jajaja, estoy pensando en lo locos que estamos, quién nos lo iba a decir, nosotros dos enrollándonos en la cama.
Yo, la estrecha de Julia, follando como una puta con su hermanito pequeño, y pasándoselo bien, muy bien.
– Calla que cuando me despertaste porque te estaba metiendo mano, estuve a punto de llorar por ser un pervertido y un salido.
Menos mal que me consolaste, y que consuelo mas rico…
– Pues en serio te digo que resultas un amante muy bueno.
Ha sido el mejor polvo de mi vida.
No quiero plantearme ahora cuestiones filosóficas ni morales pero te juro que si puedo, si tu lo permites, no será la última ves que esté en tus brazos.
– Bueno, bueno, no exageres.
Te habrán tocado unos patanes porque a cariñosa y sensible no creo que te ganen muchas.
Lo de “si tu lo permites” me ha gustado.
No sé si podré, déjeme mirar en la agenda… Te quiero Julia.
– Te quiero Manu.
– Gracias por traerme.
– Gracias por venir.
Gracias a vosotros por leerme.
Julia
Redondela, agosto 2015
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