Ahora con mi sobrina Montse (Segunda parte de La pequeña Emily)
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por arteomx.
Aquel día en que cogí tan rico con Emily, mientras Montse se masturbaba viéndonos, mi hermana Vero me hizo una petición que me cayó de maravilla. Ya se había dado cuenta de lo caliente que había resultado ser su hija y quería que yo la desvirgara ignorando que hacía apenas unas horas estuvimos tan cerca de haberlo hecho.
-¿En serio quieres que yo lo haga? –Le pregunté. – ¿Y si ella no acepta?
-No creo que sea algo que tú no puedas controlar. Habla con ella y convéncela.
-Pero tendrá que ser después, porque acabo de recibir una llamada y tengo que ir a cantar mañana. Debo salir de madrugada y después de mi evento me quedaré allá para una grabación que tengo programada. No puedo cancelar a mis clientes.
-¿Pero sí puedes hablar con ella antes de irte? –Preguntó ansiosa.
-Ah, eso sí puedo hacerlo pero, ¿Lo haré solo o tú estarás con nosotros cuando me la coja?
-Me gustaría estar ahí viendo. Debe ser rico verte cogiendo con mi hija
-Y… ¿Te interesa que ella pierda su virginidad y conozca el sexo o quieres realizar una fantasía?
-Las dos cosas. Quiero que las dos juntas te hagamos gozar a ti. Te lo mereces por tanto que has hecho por nosotras desde que me divorcié.
Me pareció un buen argumento aquello que me decía, pues después de su separación, mi hermana había caído en una dura depresión que yo aproveché para seducirla. Al verse sola, pasó un mes entero sin salir de casa y a veces ni comía. Un día la abracé y le dejé llorar en mis hombros. Besaba sus mejillas y bebía sus lágrimas, y poco a poco comencé a acariciarla hasta que el llanto y la necesidad de sentirse cobijada se convirtieron en excitación que culminó en un rico e incestuoso acostón. Aparte de sexo, yo absorbí los gastos de manutención de las dos de manera más generosa que su ex marido, pues tengo la fortuna de ganar más que él.
En cuanto mi hermana me dejó solo, corrí a buscar a Montse para decirle lo que su madre me había pedido.
-¿Qué opinas de esto? –Pregunté después de platicarle. –Creo que no lo harás con Luis o tu tío Javier. Tu mami quiere que lo hagas conmigo.
-¿Y porqué quiere eso ella? ¿Por qué decide por mí? –Preguntó indignada
-Creo que es por agradecimiento por todas las cosas que les he comprado y todos los meses que les he dado para el gasto.
Montse mostraba una mirada de incredulidad, así que tuve que tomar otra estrategia.
-Tú y yo tenemos un secreto junto con Emily, y tenemos que hacer creer a mamá que nada ha pasado entre nosotros. Yo nunca le diré que ya jugamos juntos un ratito.
Yo tampoco le voy a decir nada.
Bueno… Entonces hagamos de cuenta que no ha pasado nada y que todo será sorpresa para nosotros. Recuerda que Emily disfrutó mucho… y tú puedes disfrutar lo mismo.
La mirada de Montse cambió y su rostro mostró una sonrisa de aprobación. La había convencido.
-Volveré el próximo domingo y nos divertiremos. ¿Quieres que mamá esté con nosotros o quieres que lo hagamos solos?
-Que mamá decida.
Con la promesa hecha, nos despedimos y ambos nos fuimos a dormir. Al día siguiente regresé a México a trabajar y volví al rancho cuando mis compromisos estaban cumplidos.
Ya de regreso en el rancho, lo primero que hice fue ir a buscar a Montse, y en lugar de hallarla a ella, la que apareció fue Emily, que brincó de gusto y me pidió que la llevara a mi cabaña a jugar de nuevo. Como es de suponerse, no me negué y la llevé sabiendo que tendríamos un muy buen rato de placer a solas, sin embargo, en el camino encontré a Montse y se nos unió. Al llegar a la cabaña, nos dedicamos, completamente desnudos, a recorrer nuestro cuerpo con caricias y besos, al mismo tiempo que poníamos al tanto a Emily sobre lo que Montse y yo haríamos, a lo cual no se negó. Sin embargo, quedamos de acuerdo que nadie sabría lo que pasaba entre Emily y yo y sobre lo que haría con Montse supuestamente Emily tampoco sabía nada. A mi hermana Vero le diríamos que Montse había decidido estar conmigo a solas en el momento de hacerlo.
Nos pusimos a jugar a los castigos con un blanco para dardos. Quien sacara la puntuación más baja tenía que pagar. Emily fue la primera en perder y Montse le pidió que usando su lengua le diera placer por tres minutos. Emily se colocó entre las piernas de Montse y comenzó a lamer mientras yo me deleitaba con la imagen. Emily estuvo ahí casi por diez minutos en lugar de tres que le correspondían por su castigo, y por ello, al ver que no se retiraba, la coloqué en cuatro con las nalguitas hacia arriba y mientras ella lamía a Montse, yo lamía su culito al mismo tiempo que mis dedos hurgaban en su conchita.
Cuando los quejidos de Montse me anunciaron que estaba por llegar al orgasmo, les recordé que había que poner más castigos y cumplirlos. Quien perdió en ésta segunda vez fui yo. Emily fue la encargada de ponerme el castigo y simplemente me empujó para que quedara tendido boca arriba sobre la alfombra y se montó en mi cara queriendo recibir el mismo placer que Montse tuviera antes. Lógicamente, mi lengua con más experiencia la elevó en menos tiempo hacia el cielo del placer. Montse se entretuvo acariciando mis testículos y de vez en cuando metía mi pene en su boca. Dejé que Emily se viniera libremente en un orgasmo que la tumbó de lleno sobre mi cabeza y sentí su vientre caliente sobre mi frente. Sin dejarla reponerse, le hice lanzar el dardo, que simplemente no se clavó en el blanco y su tiro contó cero puntos. Emily perdía de nuevo.
Le puse de castigo ponerse de nuevo en cuatro y levantar el trasero para frotar mi pene en su rajita, recorriendo desde el hinchado y sensible clítoris hasta el ano que palpitaba como adivinando el asalto. Empujé en su culito lentamente y cuando comenzaba a dolerle lo saqué y me acomodé para lamer de nuevo. Montse tiró un dardo y para mi sorpresa, se clavó en el centro del blanco. Lancé el mío con toda la intención de perder a propósito.
Las dos niñas se montaron en mí como castigo. Montse en mi cara, tal cual lo hiciera Emily para recibir lengua también y Emily se sentó de nuevo por su propia decisión sobre mi dura tranca. Con muy pocos vaivenes, alcanzó su segundo orgasmo. A Montse no la dejé terminar de nuevo, pues cruelmente, quería atormentarla un poco para que su vagina se mantuviera caliente y lista para ser invadida.
El siguiente juego fue el definitivo. Montse perdió y su castigo sería ser penetrada por fin. La coloqué sobre el brazo del sofá y su conchita apuntaba directamente hacia mí, que tomándola por la cadera y nalgas, le acercaba el miembro a su entrada tocando y retirando. Cada vez más, mi verga entraba en la dulce cuevita y así se alejaba. La pequeña me pedía que terminara de una vez.
-Ya, tío. Métemela. –Suplicaba.
-Espera –Le decía. Debe ser despacio para no lastimarte.
Emily comenzó a lamer los oscuros y levantados pezones de Montse para no quedarse sin acción, cosa que ayudó mucho, pues ella se olvidó por un momento de la penetración y olvidó un poco el temor al dolor. Mi verga entró por fin lo suficiente para comenzar a expandir el himen. Montse apenas y se quejó y abrió más las piernas. Sin detenerme, empujé y empujé hasta que un ligero click se dejó sentir en su interior. Montse ahora sí se quejó y yo detuve mi embate para dejarla acostumbrarse al intruso en su cuerpo. Emily continuaba golosa sobre su pecho y la excitación se apoderaba con fuerza de Montse. Comencé a moverme dentro de ella y de pronto preguntó asombrada:
-¿Ya está dentro?
-Completita. . Respondí –Puedes verlo tú misma.
Emily se incorporó y ambas se colocaron para ver la penetración. La pequeña mata de vello de Montse se confundía con la mía, y haciéndola a un lado con los dedos, Montse pudo ver apenas una porción de mi pene, manchada de sangre, que permanecía fuera de ella. A las dos niñas les excitó ver eso y siguieron disfrutando del momento. Emily se colocó sobre Montse frotando su pubis en el ombligo y vientre de ella, dándome un grandioso espectáculo. Claramente podía ver el culito de Emily sobre la misma línea visual que la concha de Montse. De pronto, Montse pegó un gritito de placer y se desarmó en un grandioso orgasmo que provocó fuertes contracciones en su vagina que yo sentí deliciosas. El orgasmo de Montse, la visión que me presentaba Emily y mi propia calentura me hicieron sentir muy próximo mi propio orgasmo, pero no quise terminar tan pronto. Tenía que enloquecer a las niñas.
Las tumbé a ambas en la alfombra y mientras a una le daba lengua, a la otra le metía los dedos y luego de un rato cambiaba de lugar para darle lo mismo a cada una. Poco a poco, las llevé a nuevos orgasmos y entonces sí me dediqué a mi placer.
Las dos colocada en posición de perrito, penetraba una y luego a otra por largo rato hasta sentir el pene estallar. Me coloqué frente a ellas y les pedí que ambas mamaran hasta sacar toda la leche que pudieran. Con las mejillas juntas, recibieron el primer chorro de semen justo en donde los labios de ellas se unían, y golosas movían la lengua para tratar de beber la mayor cantidad posible como compitiendo entre ellas. Al final, se turnaron para dejar mi verga completamente limpia. Después, caí en cuenta que hasta la sangre que brotara de Montse al perder su virginidad, había sido bebida en su afán de mamar.
Después de todo esto, entre los tres continuamos con caricias, besos mamadas y penetraciones hasta conseguir orgasmos al por mayor. Montse era la más feliz de todas y mientras la cogía de frente me susurró levemente:
-No lo haré nunca con mi tío Javier ni con Luis. Me gustó mucho cómo me lo haces tú. Siempre que vengas al rancho quiero jugar a esto contigo y con Emily.
Una rica promesa que estoy seguro será realidad durante algún tiempo. Por desgracia, como Montse ya está en la escuela secundaria, es probable que uno de sus compañeros me la robe, pero eso no es problema. Yo me comí su virginidad y eso nadie me lo quita.
En el próximo relato les contaré algo sobre mi hermana Vero, Mamá de Montse.
DELICIOSO