AHORA SON DOS III
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Ahora que mis propios hermanos ya no me veían con ese rasgo familiar y que a pesar de que ya sabían mi debilidad en el sexo, significaba buscar nuevos placeres, nuevos retos, en fin innovar en el arte del sexo, estoy consciente que mi forma de vestir me hace más destacable para ser manoseada, simplemente me gusta vestir de esta manera.
Los días pasaban envueltos en un sinfín de placer que ganaba mi deseo, mi propia voluntad para entregarme a la lujuria del pecado, en aquel sábado me baño, me arreglo, tengo ganas de estar guapa. Me pongo una falda burdeos muy elegante, de estas ceñidas que parecen de traje, que se abre con una cremallera situada atrás. Me llega a medio muslo y tiene una abertura a la izquierda. Con esto me pongo una camiseta negra de tirantes que se me pega al cuerpo. A la hora de elegir la ropa interior estoy indecisa. Al final decido no llevar tanga. Me pongo unas sandalias de tacón (no muy largo) negras y me llevo un bolsito, negro también. Y así muy guapa y sexy decido dirigirme al Centro comercial. Tengo ganas de ir a muchas tiendas de ropa de todo tipo. Cuando me bajo del coche, noto esta sensación de frescor entre mis piernas. Me encanta, me siento como si estuviese en mi piso paseándome desnuda. El único inconveniente de esta mini falda es que tiene tendencia a subirse y debo de estar constantemente bajándola para no quedarme al aire.
Cuando entro en el centro comercial, está lleno de gente por todas partes. Claro, es sábado. Noto como muchas personas se fijan en mí. ¡Y eso que no sabe que no llevo más de lo que ven! Ahí, en medio de toda esta gente me doy cuenta de todas las posibilidades que me ofrece estar aquí en este momento. Tanta gente que es imposible que ninguno no se fije en mi culo, por ejemplo, pero también tanta gente como para pasar desapercibida pase lo que pase.
Me siento en una terraza, interior, claro, estamos en un centro comercial, al sentarme me doy cuenta que con esta falda me es generalmente imposible no enseñar de vez en cuando el color de mis bragas. Así que hoy, en el desayuno, veo a la gente pasando delante de mí. Algunos me miran fijamente. Me doy cuenta también que 2 jóvenes que no tendrían más de 17-18 años sentados una mesa más allá, enfrente de mí no cesan de mirarme y de reírse. Uno deja caer algo al suelo y se agacha para recogerlo, pero en realidad es una tonta maniobra para ver el color de mis bragas. Su tentativa resulta ser un fracaso, no logra ver nada, claro. Entonces decido echarle una mano separando un poco mis piernas. Les dejo contemplar lo bien afeitado que tengo mi coño. Se quedan estupefactos. Ver como disfrutan de mí viéndome me hace sentir una pequeña ola entre mis piernas. Cruzo un par de veces las piernas para alegrarles más el día y me levanto ajustándome la falda.
Me dirijo a la primera tienda en la que elijo un par de vestidos, un suéter, dos faldas y una chaqueta y entro en un probador. Es uno de estos probadores con una cortina y nada más. Cierro la cortina y, claro, me desnudo para poder probarme lo elegido. No obstante cuando me quito la camiseta y luego la falda me veo en el espejo, desnuda con tan solo mis zapatos de tacón. Me acaricio un poco los senos pensando en todo el alboroto que hay a mí alrededor, pero nadie para verme. Me pongo el primer vestido, y salgo del probador para ver mejor en el espejo como me queda. No me convence. Al meterme otra vez en el probador decido no cerrar del todo bien mi cortina. Me pongo de espalda a la abertura y me quito el vestido. Cualquiera que mirase ahora me vería. La abertura no es muy grande, pero suficiente como para verme toda. No me doy la vuelta, me pruebo el otro vestido, me lo quito pensando que quizás alguien me esté viendo y eso hace que mi entrepierna se humedezca. Como me excita la idea de una chica o quizás del novio de una chica pasando por ahí y viéndome. Repito la operación con las dos faldas y el suéter. Luego salgo. No parece que nadie se haya fijado.
Voy a otra tienda, ahí también elijo unas prendas y me meto en el probador. Es igual que el de antes. Esta vez dejo una ligera apertura y me coloco frente a ella. Me quito la camiseta, la falda y me quedo en tacones, me empiezo a probar la ropa cuando oigo que en el probador continuo un chico acompaña a su novia. Se queda fuera. Al quitarme el vestido que me había probado me doy la vuelta y veo como él me está mirando, no obstante se da la vuelta cuando se cree descubierto. Ni caso, sigo quitándome el vestido sin mirar hacia el pensando que no podrá evitar echar un vistazo y verme. Mi excitación sube cada vez más. Cuando me vuelvo a colocar mi ropa noto al ajustarme la falda como él me está mirando, pero quizás sea solo mi imaginación. ¿Me vio? Estoy ya con una excitación difícilmente aguantable.
Me voy a otra tienda. Y en otra, en todas hago lo mismo. En la quinta o sexta tienda la música, como en muchas es ensordecedora, hay muchísimas chicas, mujeres, novios y maridos. Elijo unas prendas, principalmente faldas (quiero comprarme una de invierno que me llegue por debajo de las rodillas) y vestidos. Cuando entro en el último de los probadores compruebo que este también tiene una cortina, un taburete, y un espejo en cada pared. Esta vez también dejo entreabierta la cortina. Nada exagerado, pero lo suficiente para que se me vea con claridad desde cerca. Me fijo que al lado hay una pareja de unos 35 años. El hombre hace idas y vueltas cambiando las tallas de las prendas, el color, lo que sea. Me quito mi falda y me pruebo las faldas, primero una, luego otra, y otra. En un espejo noto como el hombre me está mirando cada vez con más atención. Estoy muy, muy, muy excitada. Ese hombre desconocido me ha visto toda desnuda y lo sigue haciendo. Cada vez que me quito una falda sé que él me está mirando. Seguramente que no se perderá ningún detalle de mi anatomía visto la cantidad de espejos. En cuanto más me exhibo a ese hombre más sube mi excitación y en cuanto más sube mi excitación más ganas tengo de exhibirme. Ahora me tengo que probar un vestido. Para ello me tengo que despojar de toda mi ropa y una vez más quedarme totalmente desnuda.
Tengo muchísimas ganas de tocarme así que al bajar mi vestido me rozo los labios, mmmmmmm. En ese momento le miro. Habla con su mujer pero me mira. Creo que sabe que le he descubierto, pero le da igual. Al fin y al cabo nadie me impide cerrar esa cortina.
El vestido es sencillo pero elegante, me gusta. Es corto, con unas medias me quedaría estupendamente. Al levantármelo me doy la vuelta de manera a que mientras mi rostro está cubierto por el vestido mis senos, mi coño se encuentre frente a él. La humedad entre mis piernas es ya evidente, diría que incluso para él. Sus miradas son cada vez más descaradas. No puedo más y decido rozar mis labios con mis dedos, quiero más. Me empiezo a acariciar los senos con una mano mientras que con la otra empiezo a jugar con mis labios y mi clítoris. Estoy ahí de pie, desnuda a menos de un metro de el pero tan solo me puede mirar. De vez en cuando pasa la cabeza en el probador de su mujer pero enseguida vuelve a mirarme. Ahora me siento, frente a él, en la esquina opuesta. Estoy en un estado en el cual ya he perdido una parte de mi control. Sé que ya estoy haciendo ruidos más que sospechosos, pero por suerte está la música tan alta.
Me abro las piernas todo lo que puedo y le ofrezco el espectáculo de mi coño abierto, depilado, mojado. Con una mano separo mis labios y con la otra me empiezo a acariciar. No tardo en introducir un dedo en mi vulva. Ver a ese hombre mirándome de reojo pero fijamente, verme a mí misma reflejada en los espejos, todo ello me transporta. ¡No te imaginas lo excitada que estaba! Luego apoyo mis 2 sandalias en el taburete en el cual estoy sentada y abro todavía más si caben mis piernas. Le sonrió a la vez que me introduzco un dedo en mi coño, luego lo saco y me lo meto en el ano, luego otra vez en el primer orificio, de vez en cuando en la boca, así varias veces. A la vez me acaricio los senos, juego con mis pezones. Decido meterme dos dedos en mi coño, luego tres, jadeo cada vez más deprisa, ¡bendita música! Dejo de acariciarme los senos y decido utilizar esa mano para forzar mi ano con un dedo a la vez que no ceso de mover los otros tres dedos y de acariciar mi clítoris. En alguna ocasión el hombre desaparece y vuelve con más ropa para su mujer. Estoy ya tan mojada que se deslizan mis jugos por mis nalgas. Me muevo cada vez más deprisa, ya me voy a correr, lo sé, falta poco. Mmmmmmmmmmmmmmmmmmmmm empiezo a convulsionarme pero no saco los dedos de mi coño, los sigo moviendo, poco, mientras rozo mi botoncito, eso si mi otra mano libera mi ano y viene a tapar mi boca. Para reducir la violencia de mis gemidos me muerdo el puño. ¡Que gozada! Me recupero poco a poco. El hombre ya no está. No sé si se perdió el final. Estoy sentada en el suelo, empapada, oliendo fuerte a mis jugos. Sigo disfrutando del orgasmo que he tenido gracias a este hombre, al de la otra tienda, los chavales de la terraza, etc.
Después de unos minutos me reincorporo, me limpio un poco con un pañuelo, me visto, y salgo de ahí. Al llegar a casa veo a mis tres hermanos tomando mucha cerveza, Juan Carlos fue el primero en sufrir por los estragos del alcohol que lo tuvieron que llevar a su habitación, Toño y Chuy mientras tomaban se fueron poniendo cariñosos, eeeeeh, zorrita, ven aquí con esa conchita, a ver como la tienes… ha de estar mojadita, se ve que tienes ganas de tener un macho adentro. Sí, hermanito, quiero una verga bien sabrosa en la concha. Quiero que me hagan su perrita.
Toño y Chuy se sentaron en el sofá y sacaron sus vergas. Olían fuerte, a hombre, Antonio me agarró del pelo y me metió la verga en la boca. Se puso de pie, obligándome a arrodillarme y empezó a cogerme la boca con su pito. Vamos Valery, chupa este pedazo de carne. ¿Querías verga? Acá tienes una verga, tragártela toda, tanta verga no me entraba en la boca, me estaba ahogando con ese pedazo de carne. Chuy se levantó, me arrancó la ropa y levantándome en el aire me ensartó la verga en mi conchita. Quedé totalmente en el aire. Agarrada con los brazos de las caderas de Toño y chupándole la verga, mientras Jesús me sostenía de las caderas y me obligaba a enrollar las piernas alrededor de su cuerpo. Ay, hermano, no sabes lo que es la concha de nuestra hermanita, el culo me lo dejas a mí, ahora pruébale la boca ¡no sabes cómo chupa! Ay, Valery, me estás exprimiendo toda la lechita.
A esa altura ya estaba extremadamente caliente, tenía una verga que me estaban llenando toda, la verga de Toño estaba latiendo en mi boquita. A ver, Valery, ¿quieres tu lechita? Sí, pero te la tienes que tragar toda, ¿escuchaste? Ayyyy, pendeja, así, trágate la verga hasta el fondo y lamela. Así, así, así, ahhh. Ahí empezó un mete y saca frenético, agarrándome la cabeza y metiendo su verga hasta mi garganta. De pronto sentí una explosión en la boca y una sustancia deliciosa me invadió. Mmmmmhhh era lo más rico que había probado! Toño me estaba dando su lechita rica de macho y yo la estaba disfrutando. Muy bien, la nenita, mira como se relame. Dijo Chuy que me bombeaba la concha desde atrás. En ese momento cambiaron de posición. El Jesús se sentó en el sillón y me puso frente a él, para que lo cabalgara. Ahora vamos a cogerla los dos al mismo tiempo, dijo. Yo se la pongo por el frente a la pendeja y tu anda preparándole el culito. – No le preparo nada, dijo Antonio. Esta es tan puta que se va a tener que tragar mi verga así como va. Nada de preparación para esta zorrita. Que aprenda que tiene que hacer todo lo que los machos le pidan.
Mientras Chuy seguía dándome fuerte en la concha, Toño me obligó a masturbarlo hasta tener el pene duro como un mástil. Se puso detrás de mí, y de una sola embestida me ensarto mi culito. Pegué un grito e intenté zafarme, pero después comprendí que no podía hacerlo, tenía que ser una buena perrita para mis dos machos. Sentía el cuerpo de mi hermano Jesús delante, me mordía las tetas lastimándome los pezones y me encantaba, por detrás Toño me apretaba con fuerza, me sentía en un sándwich de machos, llena de verga, con sabor a leche en mi boca, era una delicia. La conchita me chorreaba jugo mientras estos hombres me cogían hasta el fondo gritándome puta y pegándome palmadas, me tiraban del cabello, me apretaban las nalguitas y las tetas. ¿Vamos a acabar ahora? Si, hagámoslo al mismo tiempo para llenar a esta puta de leche. Ay, putita, vas a quedar llenita de leche. Ah, ah, ah siiiiiiii, perra, toda la colita y la concha deshechas te van a quedar. Ay si! métanmelas bien adentro. Vamos! Quiero sus vergas ahí, así, así, ahhhhhhh, ahhhhhhh voy a acabarrrrrrrrrrr, denme massssss, massssssss! Mis machos gritaron y me apretaron con fuerza, sentí dos chorros poderosos de leche caliente golpear en mi interior, eso fue suficiente para acabar en un orgasmo enorme.
No sé qué tiempo me estuvieron cogiendo, rendidos acabamos, esperamos unos minutos y cada quien se fue a su habitación agotados por tremenda faena, en fin ya el deseo de la lujuria nos poseía.
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