AHORA SON DOS IX
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por XCITANTDLC.
Por situaciones de la escuela mis hermanos mayores tuvieron que ausentarse varios meses de casa, por ende, mi abstinencia, lo cierto es que extrañaba aquellos momentos de lujuria de los que éramos presos, la cachondez fortuita que era inigualable en cada momento que se apoderaba lo prohibido en nosotros.
Los días y noches pasaban desapercibidas solo era mis pensamientos encerrados ahogando las ganas de ser poseída por esos miembros que me volvían tan loca de placer.
Ese jueves por la noche mis hermanos llegaron de visita luego de una reunión de estudios en el estado vecino y como se presentaron sin avisar, así que ni siquiera me pude cambiar la bata de satén que me pongo para dormir, así que solo me puse una gabardina encima.
Mi hermano Juan Carlos les preguntó si querían cenar y ellos contestaron que si pero para no dar molestias, nos invitaban a salir a un restaurante.
Mi hermano Juan Carlos nos llevó a un lugar cercano a nuestra casa.
Al regresar sacó una botella del mejor brandy; y como si hubiera pasado mucho tiempo sin vernos, sé que mis hermanos son de buen beber.
Quise disculparme e irme a dormir pero por supuesto, no me lo permitieron.
Las copas circularon y yo estaba preocupada pues mi hermano estaba en exámenes y al otro día iría todo ebrio.
Cerca de las dos de la mañana todos estábamos bastante alegres y el cansancio desapareció.
Yo estaba muy divertida oyendo las ocurrencias de mis hermanos mayores.
Después de varias copas Juan Carlos, poco acostumbrado a beber, yacía en un sillón completamente dormido y roncando.
De pronto se pusieron tensos y Jesús me dejó perpleja cuando me dijo con descaro.
Entonces que hermanita, ¿de verdad no extrañas nuestras vergas? ¿Cómo crees?, y mejor cállate porque a lo mejor te está oyendo, a este no lo despierta ni un bombazo.
Ambos se rieron a carcajadas como para comprobar lo que decían, mi otro hermano ni siquiera se movió.
Empecé a ponerme nerviosa y cachonda, ellos eran hombres acostumbrados a mandar y nunca los había visto tan raros.
Traté de levantarme para ir a mi habitación pero me detuvieron.
No te enojes Valery, estoy bromeando.
Pero si lo miras con buenos ojos, mi hermano esta tan borracho que no oiría nada, ¿verdad tú?, dijo Chuy mirando a Toño.
De verdad hermanita, contestó, podrías hacer una pachanga si quisieras y él, seguiría dormido te, sus últimas palabras traían una intención muy extraña.
Antonio se puso de pie y se me acercó, lo vi mucho más grande de lo que en realidad era.
Puso una mano en mi hombro y me dijo en voz baja.
Si no quieres, pues ni modo, hermanita, pero no te pedimos mucho, mira, solo déjanos ver tus calzones, ¿va? Su petición me dejó sin habla.
Traté de escabullirme pero me detuvo de un brazo.
No seas malita, es solo un juego.
Miré a Chuy pero sus ojos estaban posados en mis piernas.
Mil cosas pasaron por mi cabeza, pensé que estaban demasiado borrachos.
Estaba nerviosa pero por alguna razón, la situación me parecía cachonda.
Jesús me miró a los ojos y dijo sin vacilar.
No te cuesta nada hermanita ha pasado mucho tiempo en sequía, te prometo que después nos vamos a dormir tranquilitos.
Los miré a cada uno tratando de ocultar la excitación que empezaba a apoderarse de mí, hay hermanita, tienes una nalgas, que para que te digo más si ya los sabes.
Ellos parecieron encantados.
Vamos Valery, danos ese gusto ¿Una miradita nada más? ¡Claro que sí, Valery! Caminé hacia el sofá que estaba justo frente a la mesa del comedor, donde estaban instalados.
Me senté y lentamente abrí la gabardina.
La bata azul se moldeó a mis piernas y el roce de la tela con mis senos hizo que mis pezones se endurecieran automáticamente.
Me miraban como si nunca hubieran visto a una hembra radiante de sensualidad.
Sus caras de tontos me ayudaron a relajarme y pensé para mis adentros: Así que quieren ver algo, pues lo van a ver.
Comencé a separar las piernas lentamente, casi podía oír sus respiraciones.
Dejé caer la gabardina, como al descuido pasé la mano por mis senos; sentí mis pezones hinchados y deseosos de ser succionados, y eso me hizo estremecer.
Comencé a levantar la bata, acaricié mis muslos y los miré de reojo.
Parecían niños asustados, sin embargo, pronto comenzaron a sobreponerse; sus miradas de machos volvieron a aflorar.
Abrí más los muslos y les dejé ver que no traía pantaleta, resaltando mis vellitos ensortijados.
Vi cuando Chuy puso su mano sobre el bulto que amenazaba con explotar entre sus piernas pero no me di cuenta en que momento, Toño había sacado su erecto pito.
Eso me hizo olvidar el pacto que habíamos hecho.
En ese momento supe que no podría detenerme.
Metí mi mano derecha entre mis piernas y comencé a acariciar mi conchita mientras la izquierda subía y bajaba por mis pechos.
Había olvidado por completo a mi otro hermano.
En ese momento solo era una hembra en celo esperando el momento en que esos dos machos se decidieran a hacer lo suyo y me montaran.
Y cuando estaba a punto de pedir a gritos que dejaran de verme y tomaran las riendas, Chuy pareció adivinar mis pensamientos; se levantó y vino hacia mí.
Se paró a mi lado y comencé a abrir la bragueta de su pantalón.
Ante mis ansiosos ojos apareció su enorme verga.
Sin mayor demora, comencé a mamársela sedienta de sexo.
Él agarró mi cabeza y me obligó a tragarla toda.
Toño se acercó e hizo lo mismo.
Con un tolete en cada mano comencé a alternar mis caricias.
Mi excitación era incontrolable en ese momento, quizá por el hecho de que nunca había tenido dos vergas en mi boca; por otro lado, el tener a mi marido a la vista lo hacía más interesante.
Antonio se detuvo y me ayudó a ponerme de pie.
Su actitud no permitía ninguna réplica.
Deslizó por mis hombros los tirantes de mi bata, dejándola caer al piso y dejando mi cuerpo desnudo ante sus ojos.
Sentí que me decoraban con su mirada.
Jesús caminó detrás de mí y comenzó a besar mi espalda, recorriendo palmo a palmo cada centímetro hasta llegar a mis nalgas.
Sentí una fuerte nalgada y de inmediato una mano empezó a separar mis pompas, su lengua empezó a lamer entre ellos.
Me agaché hacia Toño quien sostenía su endurecida y venosa macana en las manos.
Apoyé mis manos en sus muslos y volví a mamar su tranca que parecía estar más grande aún.
La sensación era inigualable.
La lengua de Chuy entraba y salía de mi vagina y de mi ano a su antojo, provocándome escalofríos de placer.
Después de unos minutos, abrió mis nalgas con ambas manos y comenzó a penetrarme.
Cada embestida era acompañada de comentarios obscenos que hacían crecer mi lujuria.
¡Qué culote tienes mamacita! decía: Jesús mientras me empalaba una y otra vez.
Mi hermano no sabe la clase de puta que tiene en casa, dijo Toño al tiempo que sacaba su chile de mi boca.
Yo no me atrevía a hablar pero casi me obligaron con sus preguntas.
¿Verdad que te gusta hermanita? ¿Verdad que te hace falta verga? ¡Sí, me gusta y me hace falta!, mis palabras salieron con algo de temor pues no sabía de lo que eran capaces, pero también lo dije porque era cierto.
Me acosté en el piso y se me vinieron encima como machos en celo.
Cada uno se apoderó de mis tetas y comenzaron a mamarlas con tanta fuerza que tuve que morder mis labios para que mis gemidos no despertaran a mi otro hermano.
Mientras tanto sus manos recorrían mis muslos y sus dedos entraban en mi cuevita que pedía a gritos más verga.
Antonio se acostó en el piso y no tardé en montarme y cabalgarlo, metiendo hasta el fondo su enorme estaca.
Parado a mi lado, Chuy me ofreció su fierro.
Se alternaron y llegó un momento en el que estando Jesús en el piso y yo encima de él, dijo: Esta cabrona quiere algo más duro.
Ni lo digas, se ve que es bien puta y le re encanta la verga.
Valery, ¿quieres sentir las dos vergas al mismo tiempo?, solo moví la cabeza afirmativamente.
Antonio pasó detrás y comenzó a expandir mi culo con los dedos.
Después de un momento, un dolor me los clavó en mi fundillo pero en vez de pedir que lo sacara, le supliqué que me diera más duro.
Me volvió a nalguear y siguió expandiendo mi culito, ¡Así papito, no pares! me vino un orgasmo como nunca antes.
Me sentí en ese momento como una gran puta.
No sé cuánto tiempo estuvimos cambiando de posiciones, sentí sus vergas en cada uno de mis orificios.
Me llamaron puta, perra, cabrona cogelona, y no sé cuántas veces les dije que sí, que me gustaba más como me cogían.
Me obligaron a mamar sus vergas hasta que se vinieron en mi boca.
Casi amanecía cuando se fueron a sus recámaras y yo me metí a la ducha.
Cerca de las diez de la mañana me levanté y fui a la sala.
Ahí estaba todo la botella, los vasos y una nota que decía: Valery despídeme de mis hermanos, me voy para la escuela a presentar mi examen y después me iré con mis amigos a divertir para que no estés pendiente llego por la noche, atte.
Juan Carlos.
Bueno la nota me daba tranquilidad pues en realidad no sabía si se enteró de lo que había pasado.
Me apure hacer el quehacer y al terminar veo a mis hermanos bajar.
Hola hermanita ¿cómo estás? Bien ¿y ustedes? Pues muy bien.
Sabes Valery, tenemos un desayuno y nos gustaría que nos acompañes, que dices: bueno no se hay que arreglar las casa y no sé, no te preocupes eso puede espera así que apúrate.
Al parecer tenían mesa reservada en un restaurante elegante de la ciudad.
Para la ocasión elegí un vestido ceñido negro, sujetador y tanguita de encaje y como calzado unos tacones negros de aguja.
Un poco de perfume y una última mirada el espejo.
Estoy perfecta, pensé.
Al salir por la puerta, me regocije al ver cómo mis hermanos no paraban de mirarme recorriendo todas las partes de mi cuerpo con gran descaro.
Esa sensación y el bulto de sus pantalones, no hizo otra cosa más que excitarme y desear con más fuerza ser penetrada por esos dos sementales.
Nos subimos al coche dirección al restaurante.
Toño y yo íbamos en la parte de atrás del vehículo, Jesús conducía.
Toño no paraba de acariciarme las piernas, de decirme lo guapa que estaba y yo no podía dejar de mirar su verga que amenazaba con salirse de su sitio.
Al ver que Chuy no me quitaba ojo por el espejo retrovisor y que Antonio deseaba con todas sus fuerzas hacerme suya, abrí mis extremidades dejando al descubierto mi tanga empapado por la excitación.
Posteriormente, lo retiré con mis dedos para que pudieran apreciar mi sexo.
Me sentía el objeto de deseo de esos dos machos que amenazaban con cogerme y eso me volvía loca.
Con gran habilidad, Toño introdujo un dedo en mi húmeda cuca y comenzó un mete saca frenético mientras le manoseaba el capullo.
Empecé a gemir y a removerme de placer en el asiento.
Pero quería más, necesitaba verga.
Me desabroché el cinturón, le bajé la cremallera y el bóxer y tras liberar su miembro lo introduje en mi boca.
Estaba muy dura y grande como a mí me gusta así que me coloqué a cuatro patas y la chupe con verdadera devoción, metiéndomela hasta la garganta.
Poco me importaba que estuviéramos en medio de un atasco, con muchos ojos pendientes de mis movimientos.
Sólo quería sexo.
Me sentía como una puta, eso sí, de lujo aunque pareciera de calle.
Antonio sabía lo que quería, Chuy también.
Estaba tan centrada en mi propio placer, que no me había percatado que mi hermano había estacionado el coche.
En ese momento, se abrió la puerta de atrás del auto y al levantar la cabeza para ver quién era, Toño me sujetó con firmeza para que siguiera mamándosela.
Hermanito, ya te había dicho que era muy zorra.
Mira qué cuca tiene.
Cógetela.
Dijo Antonio.
Al escuchar sus palabras sentí una mezcla de sensaciones, estaba tan excitada y cachonda que no solo quería, si no que deseaba ser penetrada sin compasión.
Dicho y hecho, Jesús me arrancó el tanga con furia y sin quitarme el vestido introdujo su verga en mi conchita perfectamente lubricado.
Sus embestidas eran fuertes, duras, sin piedad.
Yo movía mis pompis para recibir sus envites mientras entre gemidos no paraba de chuparle la verga a mi hermano mayor.
Cariño, ahora quiero que me cojan los dos.
Chuy, túmbate en el asiento.
Tu hermanita te va a montar mientras yo se la mete por el culo.
No hizo falta repetirlo dos veces.
Me desprendí del vestido y el sujetador quedándome solo con las zapatillas.
Besé fugazmente a mis sementales, me coloqué sobre Chuy y empecé a cabalgarle mientras Toño por detrás me tocaba el pecho y frotaba su sexo contra mi culo.
Sabía que el final estaba cerca pero no quería terminar sin ser penetrada a la vez por mis dos agujeros.
Antonio, reviéntame el culo.
Sin muchos preliminares, mi hermano, me enculo mientras un grito desgarrador salía de mi garganta.
Dolía, sí, pero solo al principio.
Después de las primeras envestidas, mi culo se fue acostumbrando y el placer superaba al dolor.
Estaba siendo follada por dos hombres a la vez, como animales, pero esa sensación me encantaba y tras unos empujones más, nos corrimos en un inmenso orgasmo, Toño en mi culo y Chuy en mi coño.
Nos vestimos rápidamente, me arreglé el maquillaje y llegamos puntuales al restaurante donde nos esperaban el resto de invitados.
Todo transcurrió tranquilo, con miraditas entre nosotros que nadie entendía pero que sabíamos perfectamente lo que significaban.
Al terminar nos dirigimos a casa, solo pasaron a dejarme y se fueron nuevamente.
Esa tarde me apure hacer el quehacer pues llegarían mis padres, sin mirar el reloj la noche me alcanzo, rendida, me fui a mi habitación para descansar.
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