Ahora soy legal internacionalmente (2)
Segunda parte de la historia del encuentro con la sexy niña rubia que trastocó su vida, el juego del destino empezó mucho antes que pudieran imaginarlo.
- Hola!!! Yo te conozco…
Se ríe, yo insisto en hacerme el desmemoriado
-¿Sí? ¿De donde?»
– Yo era bailarina en un programa infantil. Tú trabajabas ahí»
se ríe, está totalmente ebria, se acerca y me lo suelta
- Ahora soy legal Internacionalmente, ja, ja ,ja …
Si era ella, la niña rubia con cuerpo de mujer, claro que la recordaba. Su cuerpo era muy diferente, vestía una especie de enterizo color negro, con piernas cortas, muy cortas, apenas le cubrían su voluminoso trasero, no media más de metro cincuenta. Ese traserito no parecía muy natural, al igual que sus grandes tetas, q se transparentaban en la blusa de tul negro, prisioneras en un corpiño negro.
De la niña no quedaba mucho, pero sus ojos azules, su carita redonda y su boca grande era la misma. Sentía que me estaba dejando como un pedófilo ante todos y la verdad nunca pasó algo, es más, es cierto que yo trabajé en el programa infantil, pero nunca intenté darme rienda suelta. Sólo la observaba, con morbo, con deseo, pero era eso sólo una fantasía erótica. Una fantasía por la que tuve que terminar con mi novia y salir del país.
Nuestros destinos parecían estar marcados, algunos días después de la primera vez que la vi, la reconocí en mi trabajo, pero me hice el desentendido. En la noche cometí el error de comentárselo a Milagros. Su silencio, me hizo pensar en una falta de aprobación, aunque tal vez podría ser que tenía una culpa escondida, ya les contaré a su momento. Como fuera, pienso que no debí hacerlo, pero ya era tarde.
Milagros y yo casi teníamos año y meses de relación, estábamos muy enganchados, sobre todo en lo sexual. Cuando la conocí, yo tenía una gira de conciertos. Ella se había quedado en el balneario como de vacaciones, después de un largo divorcio. Aprovecho la sesión de fotos de una de sus niñas y decidió quedarse hasta el fin de semana, ella, las niñas y su nana. Ya no era una jovencita, pero su cuerpo decía lo contrario, a pesar de sus 30s, uno podría darle no más de 25. Sus niñas parecían más sus hermanas que hijas suyas.
Después del último concierto salí a caminar, cerca al hotel había un malecón, la noche estaba fresca, tal vez eran pasadas las 3 am, los ánimos se habían calmado. Aproveché de prender un porrito. No había mucho público, la Semana Santa aún no empezaba. Milagros se me acerca, vestida con una malla blanca bordada, casi transparente, unos pantaloncitos cortos de jean bordados casi del color de su piel broceada y una toalla.
– Hola, me invitas a un poco?.
Yo no la sentí venir y me sorprendió, pero la vista era demasiado agradable para negarle algo. Compartimos el porro y conversamos, no recuerdo cuanto tiempo, pero fue como si nos conociéramos de siempre, como viejos conocidos y aún no sabíamos ni nuestros nombres. Yo soy de piel cobriza, mestizo, pelo negro, ensortijado cuando esta largo, espaldas anchas. Mi sonrisa y disposición a la conversación son mi arma de seducción. No soy muy atlético que digamos, pero estoy en forma. Me cuido en lo que me alimento, me gusta nadar y voy a todas partes en bicicleta, tengo varias para movilizarme según el caso.
Milagros se pone de pie y me invita a bañarnos en el Mar. Para eso salió, con la intención de darse un baño, relajarse y echarse a dormir. Yo tenía un traje corto de baño, bajo mi bermuda de trabajo. Sonaba interesante la idea.
Caminamos hasta la orilla, mientras de un bolsillo saca un pasador de zapatilla y se amarra el pelo, deja caer la toalla, se saca el pantaloncito, y lo coloca sobre la toalla. Corre hacia el mar para zambullirse.
Era de Noche, pero la malla mojada transparentaba sus tetitas en punta y su sexo depilado. Tenía un cuerpo espectacular, una cintura fina y quebrada, un abdomen plano y unas nalgas perfectas, definitivamente un cuerpo trabajado. Una auténtica tentación. Me pide que me acerque, mi trusa de baño, apenas podía disimular mi erección, así q me metí al agua para calmarla, pero el agua no estaba tan fría como pensé. Ella lo sabía, ya que había crecido en la zona. Entonces me pide subirse a mis hombros para saltar al agua. Yo accedo, siento como sus piernas se depositan en mis hombros y su entrepierna se frota con mi grueso cuello. Puedo sentir sus labios vaginales abrirse y un calorcillo en el medio de ellos. Se tira al agua y al salir pega su cuerpo al mío, ya no puedo disimular mi erección, ella se apoya en mis hombros y me atenaza con las piernas, nuestros sexos se tocan y esta claro lo q va a pasar. Yo acerco mis labios a su cuello, la beso suavemente y deslizo mi lengua hasta su oreja. Ella tira la cabeza hacia atrás mientras masajea mi pene con sus labios vaginales. Una ola nos empuja y perdemos el equilibrio. Salimos hasta la orilla. Toma la toalla y se envuelve en ella, la tomo por la espalda y pega su trasero a mi pelvis. Es algo mas pequeña que yo, así que se empina y saca el trasero para estar en posición. Bajo las manos a su vientre y la pego más a mi, colocando mi pene entre sus cachetes, una toalla y su malla, nos separan, pero se siente como que no existieran. Es el trasero mas delicioso que he sentido.
Se quita la toalla y la extiende en la arena y se hecha extendiéndome los brazos y abriendo las piernas. Me arrodillo entre ellas y tomo con ambas manos la parte trasera de sus rodillas. Sus piernas son bien formadas, sus muslos son duros y tiene un Monte de Venus elevado.
Yo recorro con la punta de tres dedos el lado interno de una pierna, mientras paso mi lengua por el otro, separo la entrepierna de su malla con los tres dedos y paso mi lengua sobre sus labios vaginales. La sal del agua de mar y la viscosidad de sus secreciones vaginales son un coctel delicioso.
Me coloco entre sus piernas y ella me atrapa con las suyas, empieza a masajear mi pene con movimientos ondulantes, no tiene nada de barriga. La malla totalmente empapada es casi imperceptible, siento su pelvis estrujarme con un apetito voraz.
Mi mano derecha se desliza hasta uno de sus glúteos y logro meterla bajo su malla de baño, la giro hacia un costado, le sujeto la vulva sobre la malla, busco con los dedos un acceso a su cavidad y consigo introducirle una porción del dedo medio. No es muy estrecha, entra fácil, busco la pared anterior de su vagina y encuentro una rugosidad que empiezo a estimular. Esta muy lubricada, sus gemidos son como los de una niña, bueno en ese momento aún no lo sabía, pero eran muy excitantes. Libero mi pene, coloco la malla a un lado y la penetro, en tres tiempos, pero si darle respiro. Encajo de maravilla. Y se lo hice cual animal, sin mucha pretensión, solo quería eyacular, pero ella me ganó por algunos segundos. No me distraje y continué en lo mismo. Yo, casi sin respiración
- Voy a terminar.
Ella algo más relajada
- No la saques, dame toda tu leche.
- : “Oye…Oye… te dormiste”.
De pronto siento como que me despiertan. Después de esa vez me ha pasado en algunas ocasiones, como que perdiera el conocimiento.
Nos echamos sobre la arena y ya más relajados
- Hola me llamo Milagros, creo que te usé, gracias.
Bonita forma de presentarse
- Vaya, yo soy Bastián, de nada… de igual manera.
Una sonora carcajada de ambos selló, el inicio de una satisfactoria relación.
Pero volvamos Renata, Uds. Disculparán, es que me suelo ir por las ramas.
CONTINUARÁ.
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