¡Al paso, al trote, al galope!
Una mujer, jugando al caballito con su pareja, rememora el juego con su padre..
¡Al paso, al trote, al galope!
© María P
Cuando desde la silla donde te sientas me llamas con un dedo, te palmeas los muslos y me invitas a sentarme en ellos, me alcanza el recuerdo de la niña que fui, sentada sobre las rodillas de mi padre, que recita alegre: “Al paso, al paso, al paso”.
Tomándome la cara la acercas a tu boca y la besas, despacio, dulcemente, rodeándome los labios con los tuyos, humedeciéndolos con tu lengua. Paladeas mi boca mientras tus manos se deslizan por mi cuello, mis brazos…; las siento acariciando mi cintura y mis nalgas. En mi mente mi padre ríe conmigo que, nerviosa, anticipo la parte más excitante del juego. «Al paso, al paso, al paso» sigue mi padre recitando.
Te acercas a mis pechos, los acaricias, los pellizcas y vas liberándolos de la blusa. Me pego más a tu torso, mi sexo siente el tuyo a través de la ropa. Siempre despacio, me quitas las bragas. Los dos sexos son ya uno y se mezclan con el sudor y las ganas. Me penetras. El deseo hace que mi cuerpo se mueva sobre el tuyo. Pegada a tu pecho, sintiendo tus manos calientes, me muevo ansiosa.
El eco de mi padre sigue en mí, le oigo subir la voz, acelerar el ritmo -«al trote, al trote, al trote»- mientras nuestro ritmo se acelera entre jadeos. Tus manos oprimen mis caderas acompasando, dirigiendo el movimiento. Te escucho gemir mientras yo gimo. Nuestros sexos acoplados, llenándose el uno al otro; nos apuran los latidos, ascienden por todos los poros, los nervios, nos arrincona contra el placer.
«¡Al galope, al galope, al galope!», resuena el eco de mi padre mientras río desenfrenada y brinca mi pequeño cuerpo hasta que lo siento suspendido en el aire en cada impulso de las piernas.
«¡Papá, papá, papá!», me oigo decir entrecortadamente, mientras miro tus ojos vidriosos y entornados, y me clavo a ti desbocada.
Dejar un comentario
¿Quieres unirte a la conversación?Siéntete libre de contribuir!