Alojando a mi hermano.
Olas y olas de delicioso placer incestuoso, comenzaban a incrementarse en un bestial tsunami de lujuria. Quería correrme..
Mi lengua recorría centímetro a centímetro, de abajo arriba y de arriba abajo con lánguidos y lascivos lametones el grueso y nervudo pene de mi marido, como si fuera un exquisito helado de chocolate y vainilla, luego me monté con mi boca como si fuera un delicioso barquillo con crema. Estaba un poco lacio, reblandecido, ya que acababa de llenar mi boca con su lechita en potentes y dulzones borbotones. Ahora se lo estaba dejando limpiecito mientras le acariciaba sus bolas vacías y livianitas. Lo tomé en mi mano y regalándole una cachonda sonrisa, estampé un ruidoso beso a su cabezota que lentamente se desinflaba. Me miró con una cálida sonrisa de hombre satisfecho y me espetó:
—Entonces … ¿Qué es lo que quieres? …
Me acerqué todavía de rodillas ante él y masajeé su verga en mi mejilla con adoración, moví mis pestañas seductoramente mientras pasaba mi lengua por mis labios saboreando su esperma, y entonces le respondí:
—¿Porqué? … ¿Qué quieres decir, querido? …
Me sonrió con esa sonrisa que me vuelve loca, se le hicieron esos hoyuelos en las mejillas y me mostró sus blancos dientes.
—No te hagas … ya te conozco … cada vez que me recibes desnuda y me haces una de tus mamadas excelsas y de lujo … siempre viene acompañada de una petición onerosa … o te mandaste una cagadita que me va a costar un dineral … habla … ¿De qué se trata? …
Y bueno, el hombre me conocía muy bien y tenía toda la razón. Me encantaba chupar su pija, pero siempre me empeñaba un poco más cuando necesitaba que me comprara algo costoso. También cuando choqué su BMW y tuve que hacerle dos chupadas sin detenerme entre una y la otra.
—Es mi hermano …
—¿Miguel? … ¿Qué le ha sucedido? …
—Su mujer lo acaba de echar de la casa y no tiene donde ir …
—¿Y? …
—¡Es tú cuñado! …
—No me digas cosas que yo ya sé … dime que quieres …
—Quisiera que le diéramos alojamiento mientras el busca donde irse … algo así como un mes …
—¡¡Un mes!! …
—¡Qué rico que se ve esto! …
Su cara de irritación cambio de inmediato cuando me volví a echar su verga a la boca y le di unas cariñosas y amorosas lamidas. Cerró sus ojos, puso sus manos en mi nuca mientras follaba suavemente mis labios, su pija comenzó a crecer rápidamente. Mi hermano se mudó al día siguiente.
Mi hermano es guapo, si lo pudiese comparar con un hombre contemporáneo, podría decir que está entre George Clooney y Bradley Cooper, tiene un rostro de desgraciado truhan cachondo, con una sonrisa que hace que las bragas de las chicas se caigan solitas. Entonces no me explico porqué esa zorra y puta de su mujer le ha dado un puntapié en el popo que lo tiene durmiendo en mi cuarto de huéspedes. Lo vi tan deprimido que sentí pena por él cuando se presentó a mi puerta y me dijo que su matrimonio estaba tan muerto como el pollo a las brasas que traía en una bolsita.
Le ayudé a desempacar y luego nos fuimos a la cocina a comernos el pollo asado. Mi marido fue educado y acogedor, pero me di cuenta de que demostraba un cierto arrepentimiento en su decisión de permitir la estadía de mi hermano. Pensé que iba a tener que pasar mucho tiempo de espalda con mis piernas abiertas y mi bocacha dispuesta a todo para hacer que mantenga su promesa. Por ningún motivo dejaría que mi hermano se fuera a la calle.
Las cosas iban de maravillas, pero como se podía esperar, yo me llevaba todo el trabajo y mi marido solo se limitaba a quejarse de todo, hasta el culo le cedí una noche en que tuvimos una acalorada discusión. Pero tanto va el cántaro al agua que termina colmado, tenía olor y sabor a esperma en todos mis orificios. Una noche en que bebimos un poco no aguanté más y mientras enrollaba mis espaguetis al pesto con mi tenedor, se me salieron un saco de improperios y lo mandé a la mierda. No quería darle excusas para que echara a mi hermano de la casa, así que le dejé el lecho matrimonial para él solo y yo me fui al diván. En principio esa fue la idea, pero habituada a la comodidad de una cama, me fui al dormitorio de huéspedes donde dormía mi hermano Miguel.
No esperé nada, llamé y entré inmediatamente. Hubo un revuelo de sábanas y una mirada de sorpresa en el rostro de mi hermano.
—¡Oh! … ¡Hola! …
Me dijo con un acento sospechoso y nervioso, inmediatamente entendí por qué, acababa de encontrar a mi hermano menor pajeándose de lo lindo, me sentí muy avergonzada, pero no por mí, sino por él. No quise meterlo en embarazo, así que di vuelta mi rostro como si no hubiese visto nada y pregunté:
—¿Está bien si duermo aquí esta noche? … Me acomodaré en un rinconcito aquí en la alfombra …
—¡Oh! … ¡No! … yo dormiré en la alfombra … tú te quedas en la cama … y que no se hable más …
Discutimos un par de inútiles minutos sobre quien se quedaba con la cama, al final decidimos compartirla como cuando éramos niños, cada uno en su lado y al borde del colchón.
Sé que hasta ahí estábamos haciendo lo correcto, pero dentro de mi cabecita no podía quitarme la imagen de Miguel con su tremenda pija en su mano. Pensé que, si me demoraba un minuto más, podría haberlo encontrado disparando los borbotones de lechita tibia sobre su estomago y pecho, dejando charcos del perlado líquido seminal. Mi coño estaba tan mojado que podría haberlo usado de pecera confortablemente para cualquier pececillo, me estaban viniendo unas locas ganas de meter mis dedos y chapotear en esa laguna, pero estaba compartiendo la cama con mi hermano. Las mujeres de bien no hacen cosas así, pensé y, me contuve.
Ala mañana siguiente, no pude más y me restregué tres veces mi panocha con el redondeado y grueso jabón Le Sancy de aroma a manzanilla. Escuche a mi maridito que llamaba a la puerta desesperado, él orina temprano en la mañana, maldiciendo a los cuatro vientos lo escuche salir de casa, de seguro se fue al baño del bar que esta fuera de casa. Probablemente esto no contribuía en nada a solucionar nuestros problemas matrimoniales, pero enseguida yo me sentí fantástica y relajada.
Luego de que mi esposo se fue al trabajo despotricando contra el mundo, nos quedamos en casa solo Miguel y yo. No quise vestirme después de mis manoseos matutinos a mi panochita, comencé a hacer los quehaceres de la casa vestida solo con mi tanga y mi camisa de noche. Me crucé con mi hermano más de una vez, hizo todo el posible por comportarse de niño bien criado cuando me vio en mi transparente atuendo, pero lo sorprendí inspeccionando la mercancía, todas las veces en que pensaba que yo no le veía. ¿Qué diablos estoy haciendo? Después de casi una hora de exhibicionismo descarado, entré en razón y dejé de actuar como una majareta cualquiera.
Esa noche fumé la pipa de la paz con mi esposo, es decir se lo chupé bien chupado y luego le exigí que me follara y cumpliera con sus deberes de esposo por lo menos un par de veces. Cuando terminé con él, creo que estaba pensando en escapar a dormir con mi hermano solo para mantenerse lejos de mí.
Los días que siguieron fueron un tanto complicados para mí. Estaba obsesionada con los hombres y sus momentos más privados. Cada vez que veía un tipo en la calle, el Metro o en el supermercado, me lo imaginaba enloquecido magreando su larga polla hasta que le explotaran las pelotas en copiosos chorros de lefa. Me escondí en mi carro a darme algunos achuchones a mí encharcado coñito hasta poner los ojos blancos.
No había manera de saciar mi vulva inflamada. Todo lo que podía pensar me llevaba a las imágenes de Miguel jugando con su ariete de carne gorda y maciza. Estos pensamientos me tenían goteando como un sistema de riego automático, mi panocha estaba húmeda, con fluidos pegajosos y calientes durante todo el día.
Una tarde mientras me dirigía por el pasillo hacia la cocina, escuche el ruido del agua de la ducha proveniente del baño, un sudor frio me recorrió la espalda y, me temblaron las palmas de las manos, inmediatamente me imaginé a mi hermanito desnudo y enjabonado … quizás con su pollón en sus manos dándose placer bajo el agua caliente, me fue imposible resistir e intente abrir la puerta. El pomo giró sin hacer ruido y casi me desmayo con la visión que se presento ante mis ojos, se veía con sus manos lavando su verga, pero no estaba pajeándose, solo lavándose. Sin hacer ruido me quedé a observarlo y a deleitarme con la borrosa figura que se veía a través del vidrio empañado. Fingiendo un golpe de tos entré:
—¡Hu-Humf! … ¡Hola! … ¡Soy yo! … necesito coger algo de debajo del fregadero …
Dije tratando de sonar normal y despreocupada.
—¡Oh! … no importa … entra …
Me respondió Miguel en el mismo tono desenfadado y de buen humor, claro que él no sospechaba mis verdaderas y escabrosas intenciones de esta sorpresiva visita e invasión de su privacidad. Me senté en el piso y abrí el armario, saqué el detergente y el blanqueador fingiendo buscar algo indefinido, luego en forma casual y juguetona le pregunté:
—¡Oye! … ¿Recuerdas cuando éramos niños y nos bañábamos juntos? …
—¡Sí! … Pero creo que nuestros padres nos recriminarían si los hiciéramos ahora …
Me respondió a través del deslucido cristal manchado de agua y jabón en son de broma. Sentí maripositas en mi vientre y una cálida onda atravesó mis gruesos labios empapados e inflamados. No sé cuanto tiempo más resistiría sin saltarle encima. Me levanté de prisa con la intención de escapar a darme dedo en mi habitación, pero el estaba inclinado con su cabeza a mirar sus huevos, con la ducha los lavaba y enjabonaba acuciosamente, no pude apartar mi vista de esa aparición de ensueño.
—Tienes razón … ahora estamos grandes …
Dije sin siquiera escuchar las palabras salir de mi boca. Justo en ese momento él cortó el agua. Se quedó inmóvil como esperando escuchar si yo estaba todavía ahí. Rápidamente me moví hacia el colgador, tomé la toalla y en principio quise abrir la puerta y dársela, quizás ver, aunque sea fugazmente su polla, pero preferí arrojarla sobre el cristal. Mi corazón latía tan fuerte que sentía mi teta izquierda como caja de resonancia.
—Bueno … te dejo … a menos que necesites ayuda para secar esos lugares difíciles …
Dije coqueta y provocativamente.
—No te preocupes … creo que puedo arreglármelas solito …
¡Diantres!, no mordió el anzuelo. Salí a toda prisa y me lancé sobre mi cama ya con mis piernas abiertas y comencé a tironear de mis pezones y penetrar mi encharcada panocha con mis dedos. Miles de imagines giraban en mi cabeza, todas involucraban a mi hermano y su pija. Esa noche, otra vez mi marido se puso denso y discutimos pesantemente, así que lo dejé solo en el lecho matrimonial.
Esta vez no toqué a la puerta, simplemente entré en el dormitorio de Miguel. Me moví por la pieza y apagué la calefacción.
—Miguel … ¿Te molesta si duermo esta noche contigo? …
Mordí delicadamente mi labio inferior mientras le preguntaba.
—¡Claro qué no! … acomódate …
Dijo levantando las sábanas para hacerme espacio, luego agregó:
—Si están discutiendo por mi causa, me lo dices y me mudaré de inmediato …
Me acurruqué sintiendo la tibieza de su cuerpo y coloqué mi pierna sobre la suya diciéndole:
—¡No! … no se trata de ti … solo que ese estúpido a veces me saca de quicio y lo dejo durmiendo solo …
Inmediatamente me di cuenta de que mi hermano se sentía incomodo con mi proximidad, la situación lo turbaba, quizás sea porque estoy vestida con mi corto neglige rosado que apenas cubre mi ingle, mi coño cubierto solo por mi diminuta tanga y no suelo dormir con sujetador, así mis tetas brincaban como pelotitas de Flipper. Apretándome estrechamente a él le digo:
—¡Caray! … ¡Pero que frio hace aquí! …
Suspiré lanzando un gemido tembloroso y lo abracé, mis tetas se apoyaron en su pecho cuando le pregunté:
—¿Puedo quedarme un ratico así? … Solo mientras entro en calor …
¡¡Que malvada soy!!, pensé riéndome para mis adentros.
—¡Urgh! … por supuesto …
Respondió mi hermano ya realmente acalorado y perturbado.
—¡Gracias! … Es que tengo mucho frío …
Levanté ligeramente mi pierna moviéndola hasta tocar la morbidez de sus pelotas. Miguel se tensó aún más. Se esforzaba por no tener una erección y yo no se lo estaba poniendo fácil.
—Siento haberte disturbado la otra noche …
Le susurré suavemente al oído, mientras sentía con las yemas de mis dedos los vellos de sus pectorales.
—¿Qué me estás queriendo decir? …
Me dijo con una voz tensa.
—Recuerdo que mamá me sorprendió una vez haciéndolo …
Le dije como confiándole un secreto, mis manos tocaban sus pectorales en modo casual, continué:
—Quizás como te sentiste mortificado y avergonzado … pero no deberías estarlo … no existe razón alguna para ello …
—¡Ah! … ¿Dices? …
—¡Sí! … todavía yo misma lo hago … aún teniendo a mi marido …
Miguel no quería hablar conmigo de sus masturbaciones, siendo yo su hermana mayor no lo hacía sentir particularmente orgulloso de haber sido sorprendido haciéndolo. Pero no tuve piedad alguna y continué con mi amaño:
—Mañana mismo pondré una caja nueva de Kleenex …
—¡Urgh! … ¡Mirella! … ¿Podrías cambiar de tema? …
Dijo mi hermano algo exasperado, mi muslo sentía la calidez de sus bolas que al parecer se estaban calentando. Hubiese querido levantar las sábanas y meter mi cabeza sobre su vientre para tragarme su polla, pero me abstuve.
—¡Ay!, chico … ¿Pero si no he dicho nada? … ¡Pero que susceptible! …
—No me siento confortable hablando de eso …
—Está bien … Está bien, cariño … no hablemos de nada … además que tengo sueño … dormiré …
Con eso cerré los ojos y me acurruqué más a él. Por supuesto que no estaba dormida, pero soy una buena actriz. Mis bonitos y exuberantes pechos se acomodaron sobre su brazo y mi contorneado muslo subió unos centímetros más arriba para aplastar su dura polla.
Fingiéndome dormida esperé una quincena de minutos y mi mano se deslizó sobre sus boxers, su polla carnosa y dura como una roca continuaba a pulsar bajo mi muslo, podía apreciar que era más gorda y larga que la de mi consorte, hice un sonido ininteligible y moví mi mano sobre su pija.
—¡Umph! … ¡Hmmmm! … ¡Umph! …
Después de eso esperé ansiosamente para ver si retiraba mi mano. Para mí fue una grata sorpresa, porque no lo hizo. ¡¡¡Tenía mi mano en la verga de mi hermano!!! Sentí los fluidos de mi panocha rezumar y bañar mis cálidos labios. Estaba sintiendo los latidos del corazón de Miguel directamente en su pija, las yemas de mis dedos lo tocaban por sobre la delgada tela de sus boxers. Lo sentí hundir su vientre y mover su pelvis en un leve movimiento rotatorio. Le estaba gustando el tacto delicado y aterciopelado de mi mano. Debía tener mucho cuidado y paciencia, debía ser firme. Si hubiese estado al puesto de mi hermano, ya me estaría follando hasta echar un aluvión de esperma en el coño al que pertenece esa mano rozando la pija caliente, pero Miguel era demasiado caballero y noble para hacerlo … ¡¡Maldita sea!!
No sé en que momento me quedé realmente dormida, me desperté y mi mano ya no estaba a contacto con la polla de Miguel, pero había un ligero temblor en la cama. ¡¡¡Bravo!!! Mi hermano estaba estrangulando su serpiente y le estaba dando su merecido ahí a centímetros de mí. Me quedé quietecita como un cadáver. A través de la grieta de mis ojos entrecerrados, en la penumbra del cuarto pude ver su puño bombeando su arnés hacia arriba y hacia abajo. Mi mano estaba ahora paralizada en contacto con sus suaves y peludas bolas tiernas, así podía aún sentir cada delicioso latido de su carne. Tuve unas ganas locas de follar su pierna, pero me mantuve firme mientras su respiración se transformaba en jadeos y aumentaba el movimiento de su puño envolviendo su pija. Muy pronto estaría en la fase de no retorno y no podrá detenerse, explotando finalmente en su placer autoestimulante, lanzando su semilla sobre las sábanas. Percibí que estaba muy cerca de aquello, pero seguí haciendo mi papel de la bella durmiente esperando mi momento preciso, todos mis sentidos estaban sincronizados con su mano que tomaba la velocidad y frecuencia requerida. Justo cuando sentí que sus piernas se tensaron y su pelvis se alzó en el aire incontrolablemente, mis dedos se movieron hábilmente comenzando a acariciar su escroto peludo que envolvía sus bolas hirvientes, estiré tierna y parsimoniosamente esa rugosa piel.
Hubo un momento de estupor y horror cuando comprendió que no estaba dormida, pero él ya no podía hacer nada al respecto ya que su orgasmo era monstruosamente abrumador y lo atravesaba de pies a cabeza. El semen estaba por todas partes. Por su vientre, su puño, mis dedos. Por último, mi hermanito menor recupero sus sentidos y puso su mano sobre la mía queriendo así evitar que ordeñara su exquisito manjar con mi mano, me levanté ligeramente y besé su cuello diciéndole.
—¿Sabes? … ¡Ha sido maravilloso! … ¡Me has excitado tremendamente! …
Él refunfuño algo no muy contento.
—¡Demonios! … ¡Eres mi hermana y me he corrido encima de ti! …
Levantó mi mano bañada en su esperma lejos de su pija que se empequeñecía inexorablemente, pero no supo donde colocarle y la soltó sobre su vientre encharcado de semen.
—¡Ay! … ¡Pero no seas bobo! … ¡Que no hay nada de que avergonzarse! … Ha sido la cosa más bella y caliente que he presenciado …
—¡Pero eres mi hermana! …
—¡Oye! … ¡Cálmate! … ¡No ha sucedido nada! … no es que hayamos follado o algo así … ¿Qué es un poco de sexo inocuo e inocente entre hermanos? …
—¡Es que me parece demasiado! … ¡Perverso! …
—¡Ay! … ¡Ya! … ¡Déjate! … ¿Qué dices si me pajeo delante de ti para estar quedar empatados? … ¿Te va? … Así estaríamos en paz …
—¿Estás loca? … ¡Nooo! …
—No exageres ni hables tan fuerte … vas a despertar a mi marido …
—Eso también cuenta … ¡Tienes un marido! …
—Bueno … También tú tienes una esposa … Todavía …
—¡Mirellita, por Dios! …
—¡No me digas Mirellita que ya estoy bastante crecidita! … ¿o no te has dado cuenta cuando me miras? … Además, tu has tenido lo tuyo y yo estoy con todas las ganas …
—Pe-pero …
—Nada de peros … ahora es mi turno … me voy a quitar mi camisón y tú te vas a tumbar ahí tranquilito a mirarme … como el buen niño que eres … recuerda que soy tu hermana mayor … obedéceme … me voy a tirar una buena paja …
Antes de que pudiese emitir alguna otra queja, tiré de mi camisón por sobre mi cabeza y me recosté desnuda a su lado. La primera vez que una se desnuda delante a un nuevo chico, hay una sensación de nerviosismo y lascivia. Esta vez también fue así ante mi hermano, estaba desnuda totalmente, solo su mirada y las sórdidas sensaciones de pecado y lujuria bañaban mi piel.
Mi hermano estaba todavía un poco reticente, no quería mirar, pero él es un hombre al igual que todos. Sus ojos se posaron primero en mis amplias tetas, yo pasé un muslo sobre su muslo y abrí mis piernas ampliamente, se movió un poco inquieto.
—¡No! … Tú no te muevas … quédate quieto … yo hare todo el trabajo …
Deslicé mis dedos entre mis hinchados y empapados labios, en la penumbra se veían bañados en los fluidos que rezumaban abundantemente de mi coño, los separé y estiré para que pudiera apreciar mi boquete rosado y mojado, mis muslos se tensaron y los levante refregando con un dedo el ojete de culo. Mis labios, mi clítoris y mi hendedura vaginal estaban incandescentes y por mi mente pasaba la nervuda verga de mi hermano en forma alucinante. Cuanto más incomodo estaba él, más caliente estaba yo. Era una cosa perversa que me producía escalofríos.
Tomé una de sus manos y la coloqué en mi esponjosa teta derecha, la sensación me volvió loca. Me levanté y monté su musculoso muslo, su mirada era de sufrimiento, pero su pene comenzaba a reaccionar en modo natural. Tomé restos de semen de su vientre y comencé a restregarlo en mi panocha como una poseída. Metí dos dedos de mi mano izquierda en mi ojete vaginal, gimiendo como una puta y estiré mi mano para aferrar su pija semi erecta y bañada de esperma. Comencé a tirar de su impresionante verga y continué con mi enloquecido movimiento pélvico sobre su muslo. Me incliné y le susurré al oído gimiendo:
—¡Ya! … ¡Hazlo también tú! … ¡Mastúrbate para mí! …
—¿Qué? …
—Quieres que esto acabe pronto, ¿verdad? … empieza a pajearte y yo me correré en segundos … ¡muévete! … hazlo para mí …
Le agarré la mano yo misma y la puse sobre su verga que se había endurecido como el mármol, él todavía se rehusaba, así que empujé su manito arriba y abajo hasta hacerlo tomar un ritmo continuo. Poco a poco él fue entrando en la atmosfera y empezó a magrear su longaniza con gusto. Finalmente, mi fantasía se estaba haciendo realidad. Viendo las hebras de esperma en su pija que se convertían en cremita blanca suave y pastosa, mi coño se fue fuera de control, se contraía en modo demencial y con tanta fuerza que sentí que mis ojos se salían de sus orbitas. Miguel continuó a masturbarse mientras mi ingle giraba enloquecida sobre su muslo convirtiendo mis fluidos en una gelatina densa y pegajosa, como si saliera un budín exquisito de mi panocha.
Mis quijadas se apretaron con fuerza, mi rostro se desformó sicalípticamente, entonces supe que la frontera estaba cerca y mi vuelo estaba por terminar en un clímax terrorífico y de una envergadura alucinante. Solté los primeros gruñidos guturales como de animal herido, una enorme convulsión me sacudió los cabellos que cubrieron mi rostro, salté y me desplomé sobre la cama con espasmódicos movimientos de mi abdomen y pelvis. Una inmensa oleada de fuego concupiscente me encegueció, la sensación subió por mi espina dorsal se disparó por todo mi cuerpo haciendo sobresalir mis pezones duros como fierro. Había un barullo incomprensible en mi cabeza. Todas las explosiones de fuegos artificiales de fin de año estaban alucinando mi mente. Mi clítoris pulsaba y podía sentirlo hasta en mis sienes.
Al parecer toda esta algarabía de lujuria no había pasado inobservada por mi hermanito, me fije que estaba con los ojos cerrados y movía su mano derecha en forma caótica e increíble magreando su verga de tamaño gigantesco, que parecía haberle crecido un par de centímetros más, mientras gruesos borbotones salían disparados a gran distancia, hasta en sus cabellos aterrizaron varios chorros de semen.
Mi vientre ondulaba con olas de placer, mi clítoris palpitaba. Cuando las cosas se calmaron in poco me giré a besarlo, nuestras lenguas se unieron a bailar una danza erótica y caliente, me restregué en su cuerpo manchado de semen. No sé como totalmente rendida entré en un sopor, solo sé que a un cierto punto me sentí observada y abrí mis ojos justo para ver la sombra de mi marido cerrando sigilosamente la puerta. Cuando reaccioné, ahí estaba yo con mi muslo en la pierna de mi hermano y mi mano aferrando su verga rociadora, ¡¡Qué espectáculo para mi maridito!! Bueno, pensé, ya no hay nada más que hacer. Envolví los tiernos y peludos cojones de mi hermano y volví a adormecerme.
Después de nuestra extraordinaria sesión onanística mutua, las cosas estuvieron realmente tensas, mi marido ni siquiera me miraba y Miguel estaba huidizo y amilanado. Él sabía que en cuanto mi marido cerraba la puerta a follar con su secretaria, yo le iba a buscar con acrecentados deseos. Donde lo pillaba metía mi entera lengua en su boca para no permitirle ningún rezongo. Me encantaba hacerlo, no había lugar donde su pudiera esconder.
Por supuesto que él intentada de substraerse y reclamaba un poco mientras yo le quitaba la camisa y bajaba la cremallera de sus pantalones, pero la victoria era finalmente mía. Nos íbamos a la habitación a jugar, yo lo tomaba firmemente por su polla, me encantaba tirar de esa cosa dura y remolcarlo hacia el dormitorio. Sin embargo, Miguel se había mantenido firme en poner limites en lo que podíamos y no podíamos hacer, no quería por ningún motivo follar mi coño, mi culo estaba descartado, tampoco me permitía chupar su pija. Podía solo jugar suavemente con sus bolas mientras él se masturbaba para mí, luego montar su rodilla y restregar mi panocha hasta poner mis ojos en blanco. Cómo él se limpiaba con los Kleenex, al quinto día escondí la caja para que me dejara lamer su tibia lechita, aunque a regañadientes, me permitió inclinarme y limpiar los charcos de esperma de su vientre. Justo cuando estaba terminando, instintivamente rocé la capela lustrosa de su pene y sin poder contenerme le estampé un sonoro beso en la punta.
No les quepa la menor duda que a medida que pasaban los días, mi lamidas y besos en el pene de mi hermano, se hacían cada vez más extensos y apasionados. Me quedaba a lengüetear su pija hasta que sentía que estiraba su mano para detenerme, entonces me retiraba espontáneamente. Pero un glorioso día, me quedé allí a lamer, chupar y lengüetear su pija magnifica, él no me detuvo, sentí su polla tomar consistencia bajo mis carantoñas, crecía inexorablemente entre mis cálidos labios y jugosos besos. La sensación de su maciza carne endurecida en mi lenga, junto con el sabor agrio y salado mezclado con mi saliva, era como una ambrosía celestial. Generalmente al chupar una verga, pienso de estar dando placer al dueño, pero está vez el placer era todo mío. Era como mi alimento matutino. ¿Cómo algo tan exquisito puede ser considerado pervertido? Me revolqué colgada a su pija, restregando mis tetas en sus rodillas, bañando de saliva su verga, arremolinando mi lengua en una pecaminosa mamada. Si mi maridito pudiera verme ahora, pensaría que su cochina esposa se deleita maníacamente en un sucio y salvaje acto depravado e incestuoso, se lo chupa a su hermanito.
La grande y bulbosa cabezota del pene de Miguel, me estaba haciendo trapicar tocando el fondo de mi garganta, frenaba delicadamente su prepucio con mis dientes y chupaba toda la longitud de arriba a abajo de su maciza polla. Toqué suavemente su escroto afelpado, palpando sus cojones, hubiese querido que tintinearan como una campanilla, masajeé sus bolas y luego me las eche a la boca una a la vez mientras lo pajeaba con mis manos, lo masturbe hasta hacer salir algunas gotitas copiosas de liquido preseminal rezumando de su glande, entonces me lo volví a tragar para saborear ese delicioso manjar, no era posible resistirse ante tan deliciosa golosina. Siempre me ha gustado dar una buena mamada, pero sentir las contorsiones de mi hermano y los gemidos guturales que escapaban de su boca, hacían que lo labios de mi panocha vibraran como un acordado diapasón.
Estaba tan ensimismada con la pija de mi hermano en mi boca, que ni siquiera me percate de los signos que anuncian una corrida. La explosión era inminente, pero yo lo ignoraba, quizás inconscientemente, tal vez era lo que estaba deseando. Solo escuche unos gruñidos más elocuentes y sus manos de pronto agarraron mi cabeza y me hundió su pija hasta el fondo. Repentinamente, grandes y pegajosos chorros de semen incandescente se vertieron como un aluvión sobre mi lengua y mi úvula. Saboreé desde el principio su ambrosía, sintiendo esa textura densa, mientras mis dedos seguían jugueteando cariñosamente con su saco de bolas.
Mientras lamía mis labios, pensé que era oportuno hacerle saborear mi propia manduca, rápidamente puse mi coño a la altura de su boca y me incliné a tragar el resto de su lefa. Moví mi vulva sobre su boca, sintiendo que él se desesperaba por tragar el máximo de mis fluidos, parecía como si le hubiese acercado un recipiente con miel. No sé si me lamía pensando en mi o en la zorra de su mujer, pero se esmeraba el chico. Su lengua parecía un remolino, hizo que me corriera dos veces seguidas y una tercera un poco después.
Esa tarde sobrepasamos un límite. Chupar se convirtió en nuestro pasatiempo favorito. Se lo chipe en la ducha, en el sofá del salón, sentado en la cocina, incluso en mi propio dormitorio matrimonial. Ciertamente le dije que cambiaría las sábanas luego, pero me pareció una cosa perversa y depravada dejarlas y dormir con mi esposo en la misma cama donde le había chupado la verga a mi hermano y me había tragado media pinta de lechita.
Pero todas las cosas llegan a una encrucijada. Estaba mi esposo y yo tumbados el uno al lado de otro, mirábamos en la lejanía sin ver nada. Nuestra vida sexual se había vuelto opaca. Él no me follaba y yo tampoco lo instaba a follarme.
—¿Así que has estado follando con tu hermano? …
Preguntó en un tono neutro, con toda naturalidad.
—¡No! … no lo he hecho … solo chupo su pija un par de veces al día …
Respondí tranquila en el mismo modo neutro.
—Trato solo de mantenerlo desahogado hasta que encuentre una nueva novia …
—Bueno … entonces, no creo que debas dormir en esta cama … ¿no crees?
El muy bastardo me echo del lecho matrimonial, no estaba muy contenta de este hecho. Cabeza gacha partí de carrerita al dormitorio de Miguel. Se sobresaltó cuando me vio:
—No te asustes … pero mi marido sabe de lo nuestro …
El muy bobo se aterrorizo inmediatamente. Terminé durmiendo en el sofá. Mi hermano no me dejaba acercarme por ningún motivo. Vivía en una casa con dos pollas y mi coño no recibía ninguna atención. Fueron días terribles para mí. Pero me recordé de una vieja amiga, Luisa, ella siempre había querido meterse en mis tangas. Aceptó súbito mi invitación a tomar café. Hacía muchos años que no hacía el amor con una mujer. Luisa de seguro que estaría ansiosa por complacer mi chochito en pena. Me alegré de haber recurrido a ella, era una muy buena lamedora de coños me hubiese quedado algunos días con ella si no tuviera mi propia casa, así que después de nuestra sesión lésbica volví al redil.
Pasaron algunos días y me volvía loca el ver a mi hermano buscando un lugar donde irse. La zorra de su mujer le había congelado todas sus cuentas bancarias, así que no tenía un centésimo. Mi marido nos miraba con ojos tristes. Si no estuviera segura de que se está tirando a esa puta de su secretaria, me habría hasta apenado por él
Volví a encontrarme con Luisa, le conté de mi problema y de mi hermano, dijo que ella tenía un sótano amoblado y a veces sus padres se quedaban allí cuando venían a visitarla y me lo ofreció mientras Miguel encuentra solución a sus problemas, me pareció genial.
Era el momento justo para tender una trampa a mi hermanito y probar mis innatas dotes de mujer maquiavélica.
Miguel no quería nada conmigo, ya había probado a colocarme desnuda ante él con mis piernas abiertas y ni siquiera se había inmutado. Pero yo sabía que él se desahogaba en algún modo. Si no lo hace en su dormitorio, de seguro lo hace en la ducha, pensé. La mañana siguiente me escondí totalmente desnuda y lo sentí cuando salió de su cuarto al baño. Era solo cosa de tiempo. Escuché cuando abrió el agua. Le di exactamente dos minutos y entré sigilosamente al baño. La inconfundible ságoma de mi hermano se perfila detrás del empañado cristal de la ducha y está haciendo lo que todo hombre cachondo de su edad hace, magrea su verga a toda fuerza. Velozmente y con toda gracia me deslicé dentro de la ducha, mi hermanito se quedó con la boca abierta y su gruesa pija en su mano. Era importante no darle tiempo para pensar. Con los hombres eso no es un problema. No pueden caminar y comer chicle.
—Te he echado de menos, idiota …
Haciendo un guiño le bese en los labios y le quite esa maravilla de la naturaleza de sus manos.
—¡Déjate! … deja que tu hermana mayor se haga cargo …
Me apreté a él y me deslicé hacia abajo restregando mis tetas en su torso. Me sentía tan bien sintiendo la pija de la familia de regreso a mí. El agua caliente corría y mojaba mis cabellos, también su verga que palpita entre mi lengua y mis tonsilas, poco a poco lo llevé al punto de no retorno, pero no le dejé correrse, volví a levantarme y le di un largo y apasionado beso, luego le susurré al oído restregando mis tetas en su brazo:
—Quiero hacer un trato contigo … fóllame y te encontraré un lugar donde irte …
—¡Pero eso suena horrible! … ¡Es un chantaje! …
—¡Chico! … eres mi hermano y te quiero …
Le dije abrazándome y hundiendo mis pezones en su pecho, volví a besar sus labios y agregué:
—Escucha … he abierto mis piernas para algunos jodidos hijos de puta … ahora yo te necesito en mí … todo lo que quiero es ser follada por el tipo más dulce y maravilloso que conozco …
Volví a besarle con el alma en la mano y sus cojones también. Esta vez no dijo nada, solo me devolvió el beso con mucho ímpetu. Habíamos cerrado el trato. Desnudos y mojados corrimos al dormitorio, necesitaba su enorme polla en mi súbito. Cuando llegué a la cama me arrojé sobre ella con mis piernas abiertas, deslicé mi dedo en mi vagina y comprobé que estaba totalmente empapada.
—¡Vamos, bebé! … Folla a tu hermana mayor …
Él todavía me miraba con un poco de recelo, pero igualmente se subió entre mis piernas. Sentí su cálida piel sobre mí, aplastaba mis tetas y mi panocha pedía a gritos su verga. Casi me corro en el preciso momento en que empujo su glande apartando mis labios. Abracé su cuello y metí mi lengua profundamente en su boca, bajé mi mano y tomé posesión de su verga y la encaminé hacia mi ardorosa panocha. Por fin íbamos a hacerlo, yo y mi hermano. La sensación de su polla salvaje totalmente dura empujando mis pliegues rosados hacia el interior, me puso en ascuas, estaba demasiado caliente y sentí como su ariete comenzaba a hundirse en mí, empapé cada centímetro de su pija con los fluidos de mi conchita, hasta que su duro hueso pélvico hizo contacto con el mío, al momento siguiente, Miguel se levantó a mirar como su verga follaba mi coño, yo también miré. Comenzó a bombear su carne lentamente dentro de mi carne, aferré sus glúteos e hice que se hundiera más en mí. Era totalmente abrumadora la sensación. Olas y olas de delicioso placer incestuoso, comenzaban a incrementarse en un bestial tsunami de lujuria. Quería correrme.
—¡Dámelo más fuerte, bebé!
Le imploré haciendo contraer mi vagina alrededor de su polla tratando de ordeñar su lechita y que me inundara. Estaba tratando de concentrarme en mi dulce agonía, cuando me embistió en modo bestial y un torrente de esperma se reversó en mi útero, sus potentes chorros me llegaron hasta el cerebro, me borré. Mis espasmos pélvicos eran tan intensos que no podía respirar. Potentes chorros salieron de mi propia vagina. Era una ramera incestuosa ciega y abrumada por placenteras ondas orgásmicas. Se me escapó un chillido y un grito espeluznantes. Mi torso entero se contorcía salvajemente arqueando mi espalda y empujando mis tetas contra sus pectorales. Miguel también gruñía mientras continuaban a salir borbotones de su pija que impregnaban mi matriz, por un momento pensé en quedar preñada de su bastardo.
No podía dejarlo ir tan fácilmente. Todos los días lo obligué a follarme y todos los días él no cesaba de preguntarme si le había encontrado algún lugar donde mudarse. Finalmente cumplí mi palabra y le dejé ir donde Luisa, yo me haría cargo de sus gastos, ella en modo lascivo me dijo que no era necesario y que ella le cobraría como corresponde, entendí su estratagema y me reí para mi interior.
Lógicamente cuando le explique a Miguel el arreglo, se anduvo indignando, pero no tenía opción.
—¿Quieres que me folle a tu amiga a cambio de alojamiento y comida? …
—¡Chico! … ¡Despiértate! … es el mundo que funciona así … además … ella no es tú hermana …
Miguel se mudó al día siguiente. Luisa me dijo que estaba muy contenta con él, le dije cuanto le extraño y ella me invito a un trio … pero esa es otra historia …
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Fabuloso….!!!
Muy bueno, muy excitante
Espectacular relato , me encantaría una hermana así de puta , que deliciaaaaa!