AMANTE DE MI PADRE II
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
En efecto, como referí en mi anterior relato, teniendo yo 12 años mis padres se separaron, mi madre abandonó el hogar y se fue a vivir al exterior con su nueva pareja, no volviendo a tener contacto conmigo ni con mi padre. Fue allí que él y yo comenzamos nuestra relación íntima, de sexo y mucho amor, convirtiéndonos en secreto en una verdadera pareja. Copulábamos a diario, y hasta varias veces por día.
Pero cuando yo tenía entre 16 y 17 años, sucedió que mi madre reapareció en nuestras vidas. Había terminado su relación con el hombre con el cual se había ido y regresó a la ciudad intentando reconciliarse con mi padre y conmigo. Mi padre, si bien había sufrido mucho a causa de ella, también había estado muy enamorado. La reaparición de mi madre lo perturbó y noté que cavilaba la posibilidad de perdonarla y rehacer su relación.
Cuando ella tomó contacto conmigo le hice notar muy duramente mi rechazo, motivo por el cual no insistió en verme con frecuencia. Supe que ella y mi padre se encontraban fuera de casa para sus negociaciones de reconciliación. Observando que mi padre estaba emocionalmente muy confundido, me entró temor de que por el regreso de ella perdiera yo mi relación íntima con mi padre, perdiera mi macho. Digo así porque desde mis 12 años que éramos prácticamente una pareja en secreto.
Para colmo, mi padre estaba más hermoso que nunca: desde siempre había sido deportista e incluso se entrenaba en gimnasio. Rostro viril y bellísimo, lucía un cuerpo fuerte, musculoso y muy atractivo. Me propuse luchar por mi hombre y no permitir ese reencuentro. Así, día a día le hablaba y le recordaba la frialdad con que ella nos había abandonado, la pésima convivencia que teníamos cuando estaba en casa y el hecho que durante tantos años ni se había preocupado por nosotros. Mi padre seguía en su confusión y perturbación, tal es así que durante los días de sus encuentros con mi madre se abstuvo de tener sexo conmigo como siempre. Pese a desearlo tanto, no lo presioné, dejé que fluyeran sus pensamientos y no dejé de insistir mi campaña contra ella.
Finalmente un día volvió a casa y me contó que había roto definitivamente toda conversación con mi madre, quien ese mismo día se iría de la ciudad. Esa noche cenamos en silencio, observé que él lucía una mezcla de tristeza y tranquilidad propia de haber resuelto un conflicto. Pero yo entendí que faltaba aún el broche de oro de toda esa situación.
Más tarde fuimos a dormir, como siempre compartíamos la misma cama. Dejé que primero se acueste él y a los pocos minutos entré yo a su lado, lo hice completamente desnudo. Me recosté sobre su cuerpo macizo y lo besé profundamente en la boca, acariciándole el pelo y frotando mi cuerpo en el suyo con frenesí. Le retiré el calzoncillo dejándolo desnudo, luciendo erecta su gruesa verga. Sin dejar de frotarme en él, lamí sus axilas, mordí sus bíceps, seguí lamiendo su pecho, su vientre, sus pendejos, hasta ensañarme con sus bolas chupándolas intensamente. No le dí tregua, mamé su enorme verga hasta que quedó empapada por mi saliva y el abundante líquido pre seminal que soltaba. Me senté sobre su verga y yo mismo hice que me fuera penetrando hasta tenerla totalmente dentro de mi recto caliente y apretado. Así me moví, lo cabalgué murmurándole "macho, macho, sos mío, mío". Él, enloquecido de excitación, se sentó en la cama y me apretó contra su pecho acompañando con el movimiento de su cadera mi propio movimiento, mientras entre gemidos me decía "siiií, sos mi nena, mi perrita". Seguimos en ese frenesí hasta que sentí su poderosa y abundante eyaculación en mi recto. Estaba feliz, en mi lucha contra la hembra había ganado y conservado a mi macho.
Esa noche no le dí descanso, y tampoco durante todo el día siguiente. Pasamos toda la jornada desnudos, copulando ferozmente en la cama, en el suelo, de pié contra las paredes, en los sillones, en el cuarto de baño. Le demandé, le requerí su esperma, el mismo con el que me había engendrado y que ahora me alimentaba. Por momentos extenuados, seguía succionando y lamiendo su verga y sus bolas, disfrutando su calor, sus olores. Me pertenecía, y mi cuerpo exigía todos sus líquidos viriles, sólo para mí.
Reconstruida de esta forma nuestra relación íntima, continuamos una vida afectiva y sexual muy fuerte e intensa hasta que a mis 18 años las cosas comenzaron a cambiar. Pero eso será materia de un futuro relato. No sé si esta historia es de "incesto", yo lo viví como una historia de pasión y de amor.
Hola, de donde eres ? Aun siguen juntos?