ANA II (Conclusión)
Desenlace del relato anterior.
Poco a poco volvió a la normalidad, sus músculos hace breves momentos tensos, comenzaron a relajarse y por fin habló.
– Alex, yo creo que sí me curaste bien, sentí bien bonito, como si volará un poquito – dicho todo esto entre balbuseos y suspiros.
Yo seguía con el corazón a 1000 por hora, en parte por la eccistacion y en parte por el miedo de que mi abuela entrara al cuarto, todo fue tan repentino que no había ni cerrando la puerta del mismo.
Cómo pude, me contuve y evite penetrarla, se veía tan hermosa ahí acostada, con sus piernitas abiertas y aún hablando entrecortado por haber tenido su primer orgasmo. Recuerdo haber tenido un lapso de lucidez, y corrí rápido al pasillo para ver qué hacía mi abuela, ella estaba aún en la sala y continuaba viendo su telenovela, heche un vistazo al reloj y ví que tenía alrededor de 20 minutos para terminar lo que había empezado.
Cuando regrese al cuarto, Anita seguía acostada sobre la cama, con sus piernitas medio abiertas, aún no se había puesto ni sus calzoncitos ni sus shorts. Al entrar yo, se sobresalto un poco, me miró y pudo notar la tremenda erección que tenía bajo el pants.
– Alex tu pilín está otra vez gordo, que vamos a hacer? – Dijo preocupada.
– Me vas a curar como la señora de la película, y vas a ver cómo se me quita rápido – le contesté, preso de una desesperación y excitación que jamás, hasta ese momento había experimentado, mis hormonas parecía que se habían canalizado todas y cada una en irrigar la sangre hasta mi pene, que palpitaba y dejaba escapar unas gotas de líquido semanal a través de mi conducto orinal.
Me saque la verga y la sacudí de arriba a abajo con tal desesperación, que por un momento paracia que la quería arrancar de mi entrepierna, mis testículos estaba extremadamente contraídos. Me acerque a ella lentamente y con su consentimiento, le puse la verga en la boca y comencé con el baiben de atrás hacia adelante.
No daba crédito a lo que estaba pasando, y honestamente no me detuve a pensar en ello hasta tiempo después. Así estuve unos minutos, hasta que ella empezó a dar arcadas, al parecer, había activado su reflejo nauseoso, recuerden que ella era solo una tierna niña de 8 años, y yo a mis escasos 12, ya contaba con 12 o 13 cm de verga gruesa de 8 cm de espesor. Comenzó a salivar tan rico, que lo único que provocó fue que intensificará la profundidad de mis estocadas, fue hasta que comenzó a toser, que le saque la verga de la boca. Espere a que recuperará el aliento y se limpiará un poco la boca, cuando me dijo algo que de solo escuchar, casi eyaculó.
– Alex, tu pipí sigue muy gordo y se siente muy caliente, no creo poder curar con mi boquita, porque no le hacemos como los señores de la película, si no para decirle a mi abuelita que me ayude o te llevemos al doctor – le contesté que no le podíamos decir a mi abuelita, porque se hiba a enojar, que no se preocupara, que ahorita ella me curaba con su puchita.
La acosté de nuevo y me baje totalmente el pants, estaba estacionado con la imagen que tenía enfrente, Anita abría sus piernitas de par en par y me decía que me apurara, que sí no, no podríamos sacar el veneno y me hiba a enfermar.
Me escupí la mano y frote la saliva sobre el glande de mi pene, con mi los dedos pulgar e índice de mi mano izquierda abrí sus hermosos labios vaginales, que en ese momento estaban hinchados y con una coloración rosada, tome mi verga con la mano derecha y la guíe hasta la entrada de su puchita, quise penetrarla frenéticamente, pero era demasiado estrecha, además era una puchita virginal de 8 años, por pude introducir un poco el glande, pero ante eso ella cerró sus piernas y dió un leve quejido, – No Alex, eso me duele, creo no te voy a poder curar – Ante esa afirmación, supe que no la hiba a poder penetrar, así que le dije, – Claro que sí Anita, no ocupa entrar, mira, te enseño cómo –
Acto seguido, abrí de nuevo sus piernitas, volví a abrir esa hermosa rajadita, y puse el tronco de mi pene entre ellos, con la cabezota apuntando hacia su ombliguito, comencé a frotar mi verga por toda aquella rajadita, de pronto note que ella estaba con sus ojitos cerrados y sus mejillas enrojesidas, sin darme cuenta estaba rozando «su puntito», quite mi verga y tire dos escupitajos, uno a su puchita y otro a mi verga, me asegure de poner mi cabecita sobre su pequeño clítoris, y comencé de nuevo frotar mi verga en su puchita, como si no hubiera mañana.
Quisiera saber mentir, y decir que fuí un semental y estuve así horas y horas, pero la realidad, es que aparte de mis puñetas continuas, eso era hasta ese momento, lo más cerca que había estado de coger. Mi carencia de experiencia y la preciosidad normal de un niño de 12 años hicieron que terminara pasados unos 5 minutos.
– Haaaaagh, no mames – Fue mi única expresión cuando eyacule sobre el estómago de Anita, me quedé paralizado un momento, cuando reaccione, ví como mi joven esperma estaba derramando sobre ella, mi verga vibraba y goteaba un poco por el glande.
– Está calientita como la otra vez, si te pude sacar el veneno – Dijo ella mientras veía mi verga y se tocaba el abdomen.
Reaccioné al escuchar su vocesita entrecortada y fui corriendo a espiar que hacía mi abuela, mientras me subía el pants. Seguia viendo la T.V, no se había dado cuenta de nada.
Cuando regrese al cuarto, Anita ya estaba acomodando sus ropas y buscaba como limpiar su estómago, le di unas toallitas húmedas que tenía mi mamá para desmaquillarse y se limpio.
Cuando estuvimos por fin en condiciones le dije – No podemos decirle a nadie que me estás contando del veneno del animal, ni como lo hacemos, porque si no, se van a enojar y ya no vamos a poder curarnos, este va a ser nuestro secreto.
Fue así como desde ese día y hasta la fecha, Anita nos volvimos amantes, nuestras «curaciones» fueron cada vez más frecuentes, y al cabo de un par de años, por fin me dió su virginidad, pero ese recuerdo se los contaré a detalle en otra ocasión, así como otras andanzas con compañeritas de la escuela y amiguitas del barrio.
Saludos, y gracias por leer.
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