ANA MI SOBRINA HERMOSA
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Ana tenía 6 años cuando despertó en mí el demonio de la lujuria incestuosa.
Yo era un hombre de mediana edad en ese entonces pues contaba con 32 años, mi esposa de 29 y 2 hijos, una niña de 8 y un niño de 6 años los cuales son mi adoración.
Vivo en otra ciudad y estaba hospedado en casa de mi hermana por asuntos de trabajo.
Una tarde mi hermana salió a una reunión de colegio de Germán su otro hijo mayor que Ana y me encargo que cuidara a la niña por unas dos horas.
Vete tranquila que no tengo que salir, le dije.
Me entretuve viendo una película cuando me acorde de la niña y salí a buscarla, la vi en la sala escondida tras el sofá, sentadita abierta de piernas, ¡se estaba masturbando! con una mano sostenía las bragas hacia un lado y con la otra se acariciaba la vagina, tan concentrada estaba mirándose que no se dio cuenta de mi llegada, yo me acomode detrás de una cortina para espiarla, se sobaba con tal deleite que se me paro el miembro, la vi meterse un dedito entre su rajita follándose con el, después se sobaba el clítoris cada vez más rápido hasta que exhaló un suspiro profundo y quedo como desmayada.
Aproveche y en silencio me fui a seguir viendo la película con una excitación tremenda.
Espere un rato calculando que ya se hubiese calmado y la llame:
– Ana, ¿Dónde estás?
– Aquí tío jugando, me respondió.
Cuando apareció la vi con otros ojos, parada frente a mí meneando la caderita de lado a lado y con las manitos agarrando el canto de su falda lo subía y lo bajaba como ventilándose, yo la miraba absorto porque a veces la subía tanto que me dejaba ver sus braguitas mojadas, ella se dio cuenta de mi mirada y con malicia la dejó alta para que le observara con detenimiento los pantys. ¡No me lo podía creer! ¡Me los mostraba descaradamente!…. y yo no sabía como salir de esta situación.
El respeto, el cariño que le tengo a la familia, el ser una niña tan pequeña con la libido tan desarrollada, temor a ser descubierto, el amor que le tengo a mi propio hogar, estando pensativo se me acerco.
Coqueta, insinuándose, con su carita aun ruborizada, me dice:
– Tío tóqueme.
– No, como se te ocurre, tesorito.
– Por fa… tío no sea malito, yo no le digo a mi mamaaa.
Tomo mi mano y la acerco a su entrepierna.
No tuve fuerzas para resistirme, la subí como si fuera una araña haciéndole cosquillas, llegué a su vagina y la abarque con toda mi mano, haciendo achuchones sobre el pantys.
– Ya, suficiente, no más, le dije.
– Tío, otro poquito pero como mi primo “Suso”
Atónito le pregunté:
– ¡Y! ¿Como te hace tu primo?
– Así tío, se quito la braguita y llevo mi mano a que la acariciara.
– En el botoncito tío, siiii… Asiiiiiii métame un dedo esooo…. Masss hondoooo…… masssss…… tioooooooooo.
Desperté como de un sueño con mi mano mojada.
– Anita, se siente muy bien, pero no tienes que seguir haciendo eso, fue lo único que atine a decir, vete a tu alcoba, te arreglas y no digas nada de esto a nadie, ya oíste a nadie.
– Tío, ¿pero me vuelve a hacer?
No, quizá cuando estés mas grande, le dije como para no matar sus esperanzas, además yo me Tego que ir para mi casa mañana.
Pase todo el resto de tarde pensando si contarle a mí hermana lo que estaba pasando con “Suso” (que ya tiene 10 años) y la niña, pero eso implicaría contarle también que yo la había manoseado y eso sería traicionar la confianza de Anita y el meterme en un problema que no había buscado, pensé que lo mejor era hablar con “Suso” después, y guardar el secreto.
Por la noche, como uno es humano caí en la tentación y me masturbe recordando mi dedo explorando entre esa grutita calida y lubricada por su babita infantil.
Paso un año para volver a ver a Anita ya con siete años, pero antes le había recriminado a Jesús el comportamiento con su prima:
– Tío, pero si a ella le gusta y a mi también, fue lo que me respondió con la cabeza agachada.
– Pero eso no esta bien, tu eres un niño grande y ella es una niña, no vuelvas a hacer eso.
– Bueno tío, pero no me haga regañar, dijo sin mucha convicción.
Mi hermana iba con su familia a pasar vacaciones a la costa, y pernoctaron un día en mi casa.
– Tioooooooooo fue el saludo de Anita cuando me vio colgándose a mi cuello y rodeándome con sus piernitas, salude a mi hermana, a mi cuñado y a Germán su otro hijo.
Contentos nos bañamos en la piscina pero entre juegos Anita me lanzaba miradas cómplices, después de la comida busque la manera de quedar a solas con ella.
– ¿Qué ha pasado con Jesús?, le pregunté.
– A veces nos visita o mi mamá me deja ir donde la tía Leonor, y con cara de misterio en su infantil rostro me dijo al oído: -“Suso” ya me metió el pito en mi cosita.
-No les dije que dejaran eso, ¿Cuándo?
– Como a los 2 días de usted venirse, mi mama me dejo en su casa mientras hacia unas vueltas y nos pusimos a jugar en su cuarto al papá y a la mamá y me lo metió, me gusto mucho.
– Y ¿no te dolió?
– Que va, si es más delgadito que tu dedo, cada rato lo hacemos.
– Y ¿te echa lechita?
– No tío, ¿Qué es eso?
– Bueno no hablemos más que nos pueden oír, vamos a seguir jugando con todos.
Así como a cuentagotas me fui haciendo cómplice de los devaneos amoroso- incestuosos de mi sobrina, la volví a ver 7 meses después, número cabalístico, ella con 7 años y 7 meses, 7- 7- 7.
A la primera oportunidad me contó que Jesús ya le echaba lechita bien adentro.
– Ten cuidado mi amor que si te pillan se va a armar la del copón, le dije.
– No tío, nosotros somos muy cuidadosos, me contesto, tío acuérdese que usted me prometió que me volvía a hacer cuando estuviera más grande.
– Mi amor, usted sabe que yo la quiero mucho, pero va a ser que no.
– Porque no, si yo lo quiero mucho, además ya estoy empezando a sentir cosquillas en los botoncitos del pecho, míremelos, dijo levantándose la blusa.
Pero si no tienes nada, le dije riéndome.
– No se burle tío, que las cosquillas son por dentro.
– A cenar, grito mi hermana desde el comedor.
– Esta noche me paso para tu cuarto, afirmo contundentemente.
– Ni se te ocurra semejante locura.
El caso es que esa noche me fui a jugar billar con mi cuñado y regresamos tarde, Ana ya estaba dormida y al otro día regrese a mi ciudad.
El primer día que Ana llego a mi casa de vacaciones como premio a su 9º cumpleaños y a las buenas notas de la escuela quede asombrado con el cambio producido en su físico, más alta y delgada, más amplias sus caderas, más redondo su culito, su rostro con facciones adolescentes y las areolas de sus pechos ya hacían bulto entre la delicada blusa de algodón, en su ajustado short se notaba una vagina abultada que me puso a pensar cuando me hizo acariciársela hacía 3 años.
– ¿Cómo me ves tío? Me dice dando una vuelta coquetamente.
– Muy hermosa y has crecido mucho.
– Tío me voy a quedar 15 días con ustedes.
– Muy bien, pero te tienes que comportar, que ya te conozco.
– Tranquilo tío y se fue a bañar con mis hijos a la piscina.
Al otro día me rogó que la llevara a conocer el centro de la ciudad, aprovechando que tenía unas diligencias que hacer me la lleve, iba con una blusa de tirantas que se pegaba a su cuerpo y una minifalda que en un principio sentí aprensión porque le quedaba demasiado corta, en el carro se la subió para que le viera los pantys.
– No empecemos con tus cosas, le dije.
– Tan rogado, me dijo riéndose, “Suso” antes me busca.
– Eso es él, yo soy yo.
– Como le parece tío que yo le gusto al profesor de geografía.
– ¿Por que lo dices?
– Porque el siempre me mira como con ganas de algo, una vez en clase nos puso un examen, levante la cabeza de la hoja y lo vi mirándome, entonces separe las rodillas para que me viera la braguita, se puso unas gafas oscuras pero yo sabía que me estaba observando, yo abría y cerraba las rodillas y le vi crecer el pito entre los pantalones, cuando entregue la hoja me dijo que teníamos que hablar a solas.
– Y ¿Ya hablaste con él?
– No, que después de vacaciones.
– Te prohíbo que tengas alguna relación con él.
– Ummm…, eso depende de usted, me contesto con un tonito de chantaje.
Termine mis vueltas y la lleve a comer helado y a conocer algunos sitios, regresamos a casa como a las 3 de la tarde y no había nadie, en la nevera una nota de mi esposa que también leyó Ana: -Amor me fui a cine con los niños, en el horno os dejo la comida, regresamos a las 7, besos-.
En la comida mirando a mi sobrina pensé que el destino se estuviera confabulando para tirarme en brazos de ella, como un corcho en un remolino sin poder salir, dándole vueltas a la cabeza y esperando el ataque felino que se veía venir al cruzarse nuestras miradas, pero esta vez sin decir nada, como ejerciendo un derecho adquirido hacía 3 años se me acercó quitándose la blusa.
Por un instinto primitivo clave la mirada en esas tiernas protuberancias y empecé a sentir un hormigueo en mi sexo.
Como si fuera lo más natural en ella me bajo la cremallera y empezó a hurgar en busca de mi pene, le costo trabajo sacarlo porque ya estaba erecto.
– Ah! Con que no te gustaba, mira lo que he aprendido y empezó a hacerme una mamada que me transporto a los límites del paroxismo.
El tocarle sus pechitos y el sentir los primeros impulsos de mi pene, nublo los últimos resquicios de conciencia que me quedaban y mande mi mano frenética para acariciar la suave pero dura piel de su vagina por entre sus pantys y penetrarla con un dedo, al sentir sus primeros espasmos, me descargue en su boca creyendo enloquecer, parte del semen se lo bebió y parte empezó a escurrir por la comisura de sus labios.
– Vamos a tu cama le dije.
Verla caminando delante de mí con el meneo rítmico de sus caderitas y con solo esa excitante minifalda no dejo que mi miembro decayera,
Ana se sentó en la cama con decisión, con alegría, con cara de triunfo por estar a punto de conseguir lo que tanto había rogado, mientras se quitaba la braguita miraba con curiosidad el proceso de desnudarme.
– ¡Oh! Tío el pene de “Suso” no tiene punto de comparación con el tuyo, dijo y se tendió cual larga a esperar mi acometida con las piernas abiertas.
Me puse a horcajadas sobre ella para primero mamarle las teticas y luego bajar dándole besos, pasar por su ombligo, llegar a deleitarme con su clítoris y beberme el néctar de su orgasmo.
Luego la penetración, mi pétreo miembro se habría camino a duras penas.
Sus quejidos que se mezclaban con sus gemidos hicieron que el tiempo se detuviera.
– Tíoooo, despacio que tu miembro tan cabezón me esta partiendoooooooooo, siiiiiii asiiiiiii maaaaaas maaaaaaaas.
Sus orgasmos y la explosión de mi eyaculación culminaron el acto mas sublime de la humanidad.
– Gracias tío, me dijo cuando recobro el aliento.
– No mi amor, gracias a ti y ten por seguro que de ahora en adelante te complaceré cada que tú quieras.
Disfrútenlo.
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