Ángela
Mi Familia .
Mi Hermana
– Y cómo está tu novia? – me preguntó una noche mi hermana.
– Bien – ella me había dicho varias veces que quería conocerla. El primer día que conocí a Ángela se lo conté.
Sólo le había dicho que era una hermosa chica que había conocido.
– No te conocía tan romántico – me dijo ella.
– No sé si soy romántico, lo que sé es que nunca había conocido a una chica más hermosa que ella – le respondí.
– Y yo? – dijo riendo
– Después de ti. Bien sabes que eres la mujer más linda, que te amo y que te amaré toda la vida, hermanita – dándole un tierno beso.
– De verdad? Todavía me amas? –
– Si, siempre. No porque ahora no hagamos el amor voy a dejar de amarte –
– Yo también te amo – dándome un beso en la boca.
– Oye! Y éso? – le pregunté.
– No sé, será que estoy celosa –
– Pero si sólo somos amigos, ni éso, no estoy seguro de que nos vayamos a ver de nuevo –
– Y porqué no ? –
– No le pregunté. Es que después del beso quedé como para adentro –
Era muy tarde, ella estaba viendo una película cuando llegué. Ya eran más de las 3 de la madrugada.
– Bueno, me voy a acostar – dijo ella.
– Si, también yo –
Apagamos la televisión y nos fuimos cada uno a su pieza no sin antes despedirnos con un beso.
– Oye, mira como estás? –
Con la conversación y con el beso se me produjo una erección y ella lo notó. La tomé de las nalgas y la apreté contra mi.
– Porqué? Te molesta? – mi hermana siempre me calentó, de chica. Ahora a sus 17 era una chica que no le faltaba nada y todo en la medida precisa, sin ser exultante.
– No, no me molesta, todo lo contrario. Sabes que siempre me ha gustado. Pero ahora estamos grandes y seguimos siendo hermanos – me dijo al oído sin separarnos.
Me gustaba su perfume. Pero más me gustaba cuando salía de la ducha, sentir su olor, su cuerpo desnudo con su olor natural.
– Déjame, que tengo que acostar – dijo
– Acuéstate conmigo – le pedí.
– No sé, pero suéltame –
La solté, entró a su habitación y yo me fui a la mía. Me desnudé y me acosté pensando en Ángela.
– Estabas pensando en mí – me dijo entrando a mi pieza.
Traía puesta una remera que apenas cubría su ombligo. Su pelvis depilada, su pubis prominente y sus labios rosados me invitaban a chuparlos.
Apagó la luz del velador y se metió a la cama.
– Te acuerdas de la primera vez que cogimos? Que me cogiste, mejor dicho. Apenas tenía 10 – mientras su mano iba y venía. Sus hermosos ojos, a 10 centímetros de los míos, me desnudaron el alma. Siempre fue así, con sólo una mirada y ya sabia lo que quería. Si algo no le gustaba, le molestaba o le agradaba, lo notaba en su forma de mirarme. Si estábamos en una fiesta y se quería ir, me daba una mirada y yo la entendía.
Lentamente me puse arriba de ella, entre sus piernas. Ella no me soltaba, me dirigía con los ojos, puso el glande entre los labios vaginales, sus ojos me dijeron que estaba lista y después que era lo que estaba esperando. Cogimos en silencio, sólo se oía la respiración entrecortada y el latido de nuestros corazones.
Me indicaron que su orgasmo se acercaba rápidamente y yo solté el mío. Y nos hundimos entre unas certeras y firmes estocadas a fondo entre quejidos ahogados con un beso.
– Que hacia tiempo que no lo hacíamos – dijo acostada con su pecho desnudo contra mi pecho, su frente en mi cuello, su pelvis contra la mía y sus piernas entre mis piernas.
– Sólo quiero dormir – dijo susurrando.
– Duerme – le dije acariciando sus cabellos.
Cuando desperté, a la mañana siguiente, estaba sólo en mi cama. Habrá sido un sueño? Me pregunté – no, no había sido un sueño, aún me quedaban restos de semen en mi bello púbico.
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