Anita
Jessy mi compañera .
En las mañanas salía con Jessy a caballo a recorrer la hacienda o me quedaba trabajando en el huerto de la abuela y ella era mi ayudante.
La abuela no lo cuidaba mucho y el abuelo no tenía tiempo. Así que para mí fue ideal para ir aplicando las técnicas que iba aprendiendo.
En las tardes nos íbamos a la laguna a pasar el calor. Nos desnudábamos en cuanto llegábamos y nos metíamos al agua a jugar.
Después nos tendríamos el pasto. Ella, con sus 8 años estaba cada día más linda. Me gustaba verla desnuda a mi lado, con sus incipientes limoncitos y sus pezones levantados, su pubis prominente y sus labios vaginales gorditos y cerrados.
Ella se ponía a jugar con mi flácido miembro hasta que lograba dejarlo al 100 %.
– Te gusta? –
– Si, me gusta mucho. No te importa que juegue un ratito? –
– No mi niña, juegue todo lo que quiera –
Y así lo hacía, jugaba todo el rato, era realmente un juguete, lo miraba por todos lados, veía las reacciones a diferentes estímulos al punto que comenzaba a brotar mis jugos pre seminales. Incluso hasta cuando comenzaba a eyacular, seguía jugando.
Me dejaba descansar y volvía a jugar nuevamente. Yo no la tocaba, no quería que ella sintiera deseos. Ya me había costado convencerla de que no era bueno para ella porque era muy chica. Además que se lo había prometido a Anita. Ella sabía que íbamos a estar desnudos toda la tarde y que la curiosidad y el amor que ella me tenía, podía llevar a otra cosa.
– Anda con ella, no me importa que se bañen desnudos y todo lo que eso significa, sólo te pido que la cuides, no le hagas nada, sólo es una niña – me había dicho ella.
Como las niñas no tienen orgasmos, entonces es sólo un juego para ella. Ahora eso no significa que yo no pueda acabar en sus manos. Además de que me relajaba y disminuían mis pasiones.
Cada tarde era lo mismo, salvo los fines de semana. El sábado estaban mis padres y el domingo Anita con Jessy se quedaban en su casa. De hecho el sábado Anita trabajaba medio día.
Fueron unas vacaciones muy entretenidas, pero llegó el final. El viernes en la tarde, en la laguna, Jessy me dijo que me la llevara.
– Llévame contigo – dijo montándose arriba mío.
– Haré todo lo que tú me pidas –
Me senté y la abracé. Ella pasó sus piernas hacia atrás y nos quedamos abrazados. Yo sentía su vulva húmeda y caliente, ella debe haber sentido mi verga dura contra su vulva.
– Te quiero y me gustaría llevarte conmigo –
– Sí, por favor, llévame – apretándose más contra mí –
– No puedes dejar sola a tú mamá y a tú abuela y tu tío –
Ella no sabía que su tío Francisco era su padre. Pero eran una familia unida. Aunque yo pudiera llevármela, no podría hacerlo.
Se puso a sollozar en silencio, le hice cariño y le dije cosas bonitas.
– Me amas ? – me preguntó mirándome a los ojos.
– Claro que te amo y te voy a amar siempre – y era verdad, lo sentía en ese momento.
Me besó en los labios con sus labios húmedos por las lágrimas.
– Vamos, tenemos que irnos –
Ella me tomó del cuello y cruzó sus piernas por mi cintura. La tomé de las nalgas y doblé los pies hacia atrás para apoyarme en las rodillas. Al poner me sobre las rodillas ella quedó colgando como koala y al pararme se le escapó un gemido. Mi glande había chocado contra su vagina pero había resbalado hacia arriba, debido a lo cerrada de su vagina y lo mojados que estábamos.
– Te dolió – le pregunté
– Un poquito –
– Ves, eso pasa porque eres muy chica –
– El próximo año estaré más grande –
Llegamos a la laguna y nos lavamos, después salimos y la sequé con mi camiseta y la vestí. Luego me vestí yo con la camiseta húmeda y nos fuimos a la casa caminando.
Ya de noche y después de la cena fui a dejarlas. Nos despedimos con abrazos y besos con las dos en la camioneta y se bajaron.
Un nuevo año en la universidad. Me sacaba las mejores notas, yo sabía y me lo había dicho el abuelo, que después de que me graduara, me haría cargo de la hacienda.
Dos días antes de Navidad llegamos a la hacienda. Anita y Jessy ya estaban allí. Todo estaba listo y preparado para almorzar. Saludé al abuelo y la abuela con un abrazo, a Anita con un abrazo y un beso en la mejilla, pero Jessy me abrazó y me dio un beso en los labios sin importar si estaban mirando.
Pasamos la Navidad y el Año Nuevo con la Pauly su esposo y mis «sobrinos «. A todo esto sólo yo y la Pauly sabíamos que eran hijos míos. Aunque pienso que Ariel algo sospechaba porque su actitud conmigo era la de un amigo. Nuestros hijos nos habían unido en una linda amistad.
Yo iba todos los día a buscar y a dejar a Anita. Era en esos momentos en que podíamos hablar de nosotros, los tres. Después de despedirnos volvía a la casa.
El 3 de enero se fue la Pauly y mi mamá se quedó una semana más.
El domingo se fueron temprano, después de almorzar, como siempre. Y nos quedamos mirando como se iban. Anita en la cocina y Jessy a mi lado.
Los abuelos se entraron y yo me senté en el corredor a mirar la tarde, que es tan distinta a las de la capital. Jessy se sentó a mi lado y me abrazó. La abracé y le di un beso en la frente. Ella me lo devolvió en la boca, y sentándose en mis piernas me preguntó si íbamos a ir a la laguna, le dije era muy tarde, que iríamos al día siguiente.
Salimos a caminar y a ver cómo estaba mi laboratorio. Estaba bastante bien, Anita lo había cuidado mientras no estaba.
Al caer la tarde le dije si las iba a dejar.
– Estamos viviendo aquí, desde el año pasado – dijo Anita riendo.
– En serio? – pregunté.
– Si porque después de mandar a la Jessy al colegio, me venia caminando y llegaba estilando. Traía mojados hasta los calzones. Entonces me sacaba todo y me ponía un delantal mientras dejaba la ropa secando cerca de la cocina –
– Un día que se levantó la abuela me vio desnuda, sólo con el delantal. Entonces ella fue a buscar algo para pasarme para ponerme. Era un vestido tipo delantal con botones.
Ella me pasa el vestido, lo dejo en una silla cuando entra el abuelo y me queda mirando, totalmente desnuda.
– Llegó estilando la pobre, dejó su ropa secándose y yo le presté ése vestido – le dijo la abuela.
Me puse el vestido pero con los nervios no podía abotonarme.
El abuelo se sacó el sombrero y el poncho y los sacudió para botar el agua. Colgó en sombrero y el poncho y se sentó en la mesa cuando terminaba de abrochar el último botón y dejé caer el vestido
EI abuelo me había visto todo. Pero no le di importancia y le serví desayuno y a la abuela.
– Anita, tu tomaste desayuno? – me pregunto el abuelo.
– No patrón, pero yo tomo después – le dije.
– Sírvete una taza de té y toma desayuno con nosotros – era una orden.
Me serví el té y tomé desayuno con ellos.
– Y a la noche te quedas a dormir aquí, así que prepara una pieza – dijo el abuelo.
– Pero patrón como voy a dejar a mi hija sola, no puedo – protesté.
– Prepara una pieza para ella también, hay muchas piezas desocupadas – me dijo.
– Así que preparé dos piezas y en la tarde fuimos a buscar a la Jessy.
– Y desde ese día que dormimos aquí, salvo estas dos semanas que estaban todas las piezas ocupadas –
Y era cierto, el abuelo construyó la casa y después fue agregando piezas.
La casa tenía un recibidor grande con sillones y una chimenea grande. Hacia atrás estaba es comedor que en realidad era una gran cocina comedor y después un pequeño baño para cosas puntuales o visitas. Del recibidor o Hall central salían una galería para cada lado con tres dormitorios en cada ala .
Para un lado estaba la pieza de los abuelos y otras dos piezas que ocupaba la Pauly cuando venía.
La otra ala estaba la pieza de mi mamá, la mía y quedaba otra pieza desocupada.
Así que ahora estaba la pieza de mi mamá, que la ocupaba yo, en la semana, mi pieza que la ocupaba Anita y la última que la ocupaba Jessy. Al final de pasillo había un baño grande en cada punta.
– Qué buena noticia – le dije
– Así que vamos a ser vecinos de pieza? – le dije sonriendo maliciosamente.
Esa noche nos quedamos hasta tarde conversando los tres. El abuelo se acuesta temprano porque se levanta a las 4, porque a las 5 pasan a buscar la leche.
La abuela se acuesta con junto con el y la Anita se queda hasta más tarde por si se les ocurre algo.
El abuelo estaba tan contento con Anita, no sólo porque ayudaba a la abuela en los quehaceres sino que también le servía de compañía.
Y como le pagaba un sueldo por medio día, se lo duplicó por el día completo. No solo Anita, también la señora María estaba feliz.
Anita ganaba tres veces lo que ganaba Francisco y las cosas en la casa mejoraron bastante.
La señora María le lavaba la ropa delicada a la abuela gratis, el resto de la ropa la lavaba Anita.
Ésa noche nos fuimos a acostar, me despedí de las dos con un beso en la boca. Me sentía raro porque besaba a la mamá y la hija.
No había pasado ni una hora cuando entra Anita a mi pieza con un camisón blanco. La luz de la luna hacia resplandeciente el camisón.
– Me puedo acostar contigo – me preguntó en voz baja
Abrí la cama, ella se metió y me abrazó.
– No sabes cuántas veces soñé acostarme así contigo algún día –
Le hice cariño y la besé. Ella acarició mi erección mientras me besaba.
– Te necesito – me dijo al oído.
Me metí entre sus piernas, ella dobló las rodillas y apoyando los pies levantó el trasero sacando el camisón dejando su desnudez de la cintura hacia abajo. Me saqué la camiseta y le ayudé a terminar de sacarse el camisón. Me ubiqué encima de ella y con su mano lo guió a la entrada de su vagina.
La penetré suavemente mientras ella exhalaba un suspiro casi gimiendo.
– Muchas veces soñé contigo así como estamos ahora –
– Yo siempre recordé esas tardes en la laguna cuando hacíamos el amor – le dije.
– Si, yo también, pero ahora lo encuentro más rico – dijo ella mientras me movía lentamente entrando y saliendo.
– Yo tenía como tres orgasmo en una tarde – le dije.
– Yo tenía como 10 y aveces más – me dijo.
– Nunca te diste cuenta? – me pregunto.
– No, yo pensaba que las niñas de 11 años no tenían orgasmos – yo sí tenia y muchos, tenía uno cada 5 minutos. Si estábamos cogiendo durante 30 minutos yo tenía 6 órganos –
– Y ahora, cuantos vas a tener? – le pregunté.
– Todos los que me debes y son muchos – me dijo con su linda sonrisa.
Y realmente le puse atención y me di cuenta de los orgasmos, la besaba y le decía cosas lindas. Y comenzaba con otro orgasmo. Me di cuenta que me apretaba y me decía:
– Así, así, mételo todo…más rápido, más fuerte – y yo hacia lo que me decía después de un leve gemido se sonreía y me besaba. Y como no había acabado, seguía moviéndome lentamente hasta que ella empezaba a apurarme le conté 5 orgasmo, talvez más. La segunda vez le conté 6.
Nos quedamos un rato abrazados y después me dijo que iba al baño.
Estaba tan relajado que me quedé dormido
A la mañana siguiente sentí su trasero contra mi pelvis, me di cuenta que tenía una erección, estaba tan rico y yo casi no me movía. Le hice cariño en su muslo y lo encontré más delgada. Abrí los ojos y era Jessy.
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