Anita
Jessy, mi pareja .
Ése verano lo pasamos recorriendo la hacienda en la mañana, ya Jessy estaba aprendiendo a montar, y en la tarde en la laguna. Lo disfrutaba y ella más. Decía que me amaba y le decía lo mismo. Ahora ya me podía contener y la dejaba a ella hacer lo que quisiera. Tenia orgasmos seguidos hasta quedar agotada y yo mantenía mi erección para que ella lo disfrutara.
– Me siento débil, estoy agotada – me decía acostada encima mío.
– Tranquila, descansa un rato – le decía mientras besaba su frente y acariciaba su pelo.
– No puedo, lo siento duro dentro de mi y no puedo parar, mi pelvis se mueve instintivamente –
– Será porque no he acabado? Quieres que eche mi leche dentro de ti? –
– Si, por favor, échamela toda – suplicó.
Entonces me subí arriba de ella y cruzó sus piernas por mi espalda. Comencé a moverme lento al principio y después cada vez más rápido y profundo para venirme dentro de ella. Así lo hice, me descargué completamente, no si ella haber tenido dos orgasmos más.
Quedó con los brazos y las piernas abiertas. Me quedé un rato encima de ella, apoyado en los codos y aplastándola sólo con la pelvis.
– Estás bien? – le pregunté.
– Si, muy bien –
– Me voy a bajar, si? –
– No, quédate así un ratito más –
– Me gusta estar así contigo, veo el cielo azul, los árboles moviendo sus ramas con la cálida brisa, a ti, mirándome con tu bella sonrisa, tu pene adentro, todo me hace feliz y no quiero que termine –
– Pero estoy cansado y me duelen los codos, me voy a bajar un ratito –
– Bueno, si, está bien, descansa un rato –
Teníamos una adicción por el sexo. A ella nada le daba más placer. Y ahí quedamos los dos, tirados en el pasto, desnudos y agotados.
Reencuentro con Francisco
Todos años, terminado el verano, volvía a mi casa. Pero ese año fue diferente. La Jessy saltaba de alegría cuando vio que mis padres si iban y yo me quedaba.
– No vas a echar de menos tu casa? – me preguntó mientras se abrazaba a mí.
– Ahora esta es mi casa – le dije acariciando su cabeza.
– Y yo soy tu novia? –
– Si, tu eres mi novia y te amo –
– Yo también te amo – habíamos quedado sólos en el porche. Los abuelos y Anita se había entrado.
La semana siguiente la dedicamos a preparar su vuelta al colegio. Le compré el uniforme, blusas, zapatos calcetas y hasta calzones. Todos útiles escolares, iba a 5.º año.
En las mañanas nos duchabamos, tomábamos desayuno y la iba a dejar al colegio. De vuelta salía a caballo a ayudarle al abuelo en la hacienda. Al almuerzo iba a buscarla en la camioneta y después de almorzar, dormíamos siesta si el día estaba frío. Así llegaron las lluvias y no fuimos más a la laguna.
– Echo de menos ver el cielo azul – dijo una tarde cuando hacíamos el amor en mi pieza y ella de espaldas mirando el cielo raso.
– Pero todo lo demás sigue igual – dijo riendo y besándome.
Era el primer cumpleaños que pasaba con ella. Con Anita hicimos los preparativos y se lo hicimos en su casa. Cumplía 11 años y el vestido le quedaba hermoso.
– Está cada día más grande y más hermosa – le dije a Francisco a mi lado.
Hacia años que no veía a Francisco, estaba feliz de verme. Me dio un efusivo abrazo y me preguntó cómo estaba. Le dije que bien.
– Y tú? Todavía soltero? – le pregunté sonriendo y con una copa en la mano.
Entre otras cosas, el abuelo me había enseñado a disfrutar de un buen vino y eso hacía en ese momento.
– Si y no me pienso casar –
– Y porqué no ? –
– Primero, no he encontrado a la mujer ideal, las dos mujeres que amo, las tienes tú – me dijo en tono de reproche y bebiendo el resto de su copa.
– Te refieres a tu hermana y tu hija? – le pregunté.
– Si, las amo y me hubiera gustado hacer una familia con ellas – sirviéndose otro vaso.
– Sabes que no puedes, aún cuando yo no estuviera, así que sácate de la cabeza cualquier idea parecida a éso. Entendiste Francisco? – seria por las copas, los celos o lo que fuera, pero le hablé golpeado.
– Si, patroncito – me dijo sonriendo.
– No es chiste, Francisco. Ahora si quieres trabajar conmigo, necesito una persona de confianza y ese eres tú. Te interesa? –
– Volver al campo? – me preguntó.
– Ya te hice una oferta, piénsalo y después decides. Te parece? – no dijo nada. En realidad lo estaba tratando como si fuera su patrón. Esa es otra de las cosas que me enseñó el abuelo, a tratar a los peones. Aunque yo encontraba que el era muy duro con ellos.
En los días de lluvia no había mucho que hacer, la Jessy en el colegio, el abuelo durmiendo después del desayuno la abuela en la cocina, que aunque estaba Anita, a ella le gustaba cocinar, hacer pan o algo de repostería.
En esos ratos nos íbamos a la pieza de Anita que es la que estaba más lejos.
– Me haces tan feliz – me decía en la cama después de una buena sesión de sexo.
Anita con sus 23 años estaba bastante bien. Había ido recuperando su figura. Al principio estaba más bien gordita, y trataba de que no la viera desnuda o lo menos posible.
– Te ves muy bien – le dije acariciando sus mejillas.
– Tu crees? –
– No es lo que creo, es lo que veo –
– Que lindo eres, te amo y lo sabes –
– Si, lo sé y también te amo – estaba arriba de ella y aunque había acabado, mantenía mi erección.
– Lo que más me importa es la ames a ella, que la hagas feliz y que nunca sufra. Lo harás? –
– Si, te lo prometo, la amo más que a mi vida –
– Éso es lo que más feliz me hace –
– Aveces los veo durmiendo juntos y me da gusto verlos, ella te ama y disfruta cada minuto a tu lado y si ella es feliz yo soy feliz –
– Y cuando hacemos el amor no te molesta? –
– No, todo lo contrario, me gusta ver como ella lo goza –
– Y no te dan ganas de acostarte con nosotros? –
– Muchas, pero prefiero no molestar, me conformo con ver cómo ella los disfruta. Aveces pienso que esa pude haber sido yo, si me hubiese ido contigo –
– Tengo que ir a preparar la once – me dijo empujándome para que me bajara.
– La última? – le pregunté antes de sacárselo.
– Me encantaría, pero la abuela debe estar echándome de menos – dijo tomando mi cara con las dos manos y besándome apasionadamente.
Se lo saqué y me acosté de espaldas. Ella se levantó, dio vuelta alrededor de la cama y me besó, mientras que con la mano agarraba mi miembro, lo apretaba y lo movía.
– Que rico que está – dijo antes de tomar su ropa y dirigirse al baño.
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