Anita
De la saga de Francisco y qué pasó después. .
La Pauly se quedó toda la semana, íbamos todas las tardes a la laguna, después de la cena nos quedamos conversando o viendo televisión.
Como los abuelos se acostaba temprano, sentados en el sofá comenzaban los besos y caricias como dos enamorados. Su cabeza apoyada en mi hombro y su mano acariciaba mi erección por sobre el pantalón. Me besaba en el cuello y me decía que me amaba, yo la besaba en la frente o los labios.
Ella me miraba con sus ojos entrecerrados y sus labios palpitantes ebria de amor.
– Sácalo! – me decía al oído. Me bajaba el cierre y lo sacaba. Ella lo miraba y acariciaba tiernamente. Luego se agachaba y lo metía a su boca. Yo le hacía cariño mientras miraba la televisión sin ver. Para ella era sólo un juego, un dulce que disfrutaba, tratando de no excitarme demasiado, me mantenía al límite, lo que era un suplicio. Aveces se lo pedía por favor, entonces me hacía acabar y se tragaba todo dejándome seco. Si hasta mis testículos me dolían.
– Vamos a acostarnos – le decía.
Me iba al baño y después a mi cama, con sólo una polera y tapado con una sábana solamente.
Al poco rato llegaba ella y volvíamos a coger hasta la madrugada.
– En todos mis años había echo tanto el amor como ésta semana. Ha sido una semana maravillosa – me dijo ella.
– Y la calidad, la calidez y el amor con el que lo hicimos. Piensa que la mayoría de las veces fue sexo para quedar embarazada. Después al ver que no daba resultados, comenzamos con la implantación de embriones y el sexo, de cualquier tipo pasó a segundo plano y si lo hacíamos yo ya no tenía orgasmos, sólo cumplís mi deber de esposa. Y para que decir de sexo anal, si contigo descubrí lo que era un orgasmo anal. El quedar con el estómago contra la cama, mi cara contra la almohada, tú apladtandome y sintiendo como chorro a chorro me llenabas por dentro. Quedarnos así largo rato y comenzar de nuevo, era fabuloso, nunca podré olvidar algo así. Han sido mis mejores vacaciones. Me dejabas temblando.
En las mañanas, después del desayuno y mientras hacia mi cama me mojaba al punto de tener que cambiarme calzones y usar una toallita para la regla, con sólo verte y pensar en cómo habíamos cogido en la noche.
El sábado a mediodía llegó Ariel. Teníamos todo preparado para cuando llegara, la carne en la parrilla, la mesa preparada y las ensaladas listas.
Mi mamá lo quería mucho, por la forma como lo saludó Pauly me di cuenta de que ella lo amaba. El abuelo le dio un abrazo y yo le di la mano y unos palmoteos.
Él sabía y lo sentía que entre nosotros no podía ser más que éso. Lo que no quitaba que pudiéramos conversar como amigos.
Él amaba a la Pauly, la cuidaba y la trataba con cariño, sólo por éso lo aguantaba, sabía que ella estaría bien con él. No era muy bueno para tomar cerveza, para tomar en general.
Como ya dije, era un tipo educado, inteligente, se podía conversar con él cualquier tema y sabia de todo yo aprendía de él.
Al día siguiente, domingo, después de la sobremesa se prepararon para irse, ella entró a mi pieza y nos abrazamos y nos besamos.
Los acompañamos hasta el auto y se fueron, sentí un pequeño dolor en mi corazoncito pero nunca tuve una gota de celos. Ella era de él, no mía, yo sólo la disfruté una semana.
El resto del mes comencé a interiorizarme del funcionamiento de la hacienda. Al abuelo le gustó mi interés y comenzó a enseñarme.
En las tardes me iba a la laguna a sacarme el calor y el polvo. También a recordar los gratos momentos pasados y a masturbarme hasta regar el pasto con mis chorros de semen, que eran éso, literalmente unos chorros que podían alcanzar más de dos metros.
Y bueno, llegó el momento, había obtenido un buen puntaje que me permitía escoger cualquier carrera.
Medicina quería mi mamá, ingieneria quería mi papá. Pero yo, pensando en mi abuelo, escogí agronomía.
– Mamá, lo hice por el abuelo, el necesita a alguien que le ayude, ya está cansado y viejo –
– Si, lo sé mi amor y no sabes cuánto te lo agradezco – no sé porqué, cada vez que estábamos abrazados con mi mamá y me hacía cariño, tenia una erección.
– Eres incorregible – dijo al oído cuando me sintió, pero no me soltó, todo lo contrario, me apretó y me besó suavemente. Luego bajó su mano y me lo acarició por encima del slip. Me encantaba cuando hacía éso.
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