Anita
Una nueva experiencia en la universidad .
Con Eduardo, debido a que él estaba en otra universidad con otra carrera, poco teníamos en común. Sólo un par de veces en mi casa, en su cumpleaños y el mío. A mí cumpleaños fueron los dos, Sabina fue sin su novio, pero él la vino a buscar después y Eduardo se quedó conmigo. Ahí conocí al novio de Sabina, un tipo de unos 32 o 33 años, vestido deportivamente, buena pinta, un galán. Le dije a Eduardo que ese tipo no me daba confianza. Yo todavía sentía algo por Sabina y me dolía que la utilizaran.
Para el cumpleaños de Eduardo, en un momento le dije que quería hablar con ella. Me dijo que la siguiera en medio de tanta gente. Entramos a su pieza y me preguntó qué pasaba. Le dije lo que sentía y lo preocupado que estaba por ella.
– Estás celoso? – me preguntó sonriendo y haciéndome cariño en la mejilla. Eso me molestó porque lo sentí como un gesto de superioridad. Entonces me abrazó y me besó suavemente en los labios. Sentí sus pechos firmes contra mi pecho, una blusa sin sostenes que los pezones amenazaban romper. Su perfume suave y frutal, su cuerpo pegado al mío me hizo tener una erección, cosa que ella sintió a través de su delgada falda.
– Todavía me quieres? – me preguntó cómo insinuándose.
No supe qué responder, ni yo lo sabía y no estaba preparado para ésa pregunta.
– Yo también te quiero, pero no te preocupes, yo sé cuidarme sola – dijo soltándome y saliendo de la pieza. Me quedé un par de minutos ordenando mis ideas y mi erección. Después supe que se había ido, habían venido a buscarla. Es problema de ella. Me dije a mi mismo. Me dediqué a tomar para olvidar, nunca tanto, pero cuando la fiesta terminaba y ya me iba, Eduardo insistió en que me quedara con él.
– Pero si vivo cerca, me voy caminando – le dije.
– Entonces espera, voy a ponerme algo y te voy a dejar –
– No, si puedo irme sólo – como los curados que siempre están bien.
– Qué pasa? – preguntó la mamá.
– Es que se quiere ir y voy a ir a dejarlo – le dijo él.
– No, usted no va a salir a ninguna parte, y tú tampoco. Vayan a acostarse, ya es muy tarde – dijo ella.
Así que nos desnudamos, nos acostamos, nos acariciamos e hicimos el amor.
Me despertó una palmada en la nalga que me hizo saltar hacia adelante. Adelante tenía a Eduardo abrazada cucharita y con el envión me di cuenta de mi erección.
– Cómo estuvo la noche – preguntó Sabina que había echado las ropas hacia atrás dejándonos desnudos.
Di vuelta la cara y la miré. Una sonrisa burlona se dibujaba en su rostro. No podía girarme para que ella no viera mi erección. Pero ella sentándose en la cama acarició mi muslo, lo que hizo que me separara un poco de Eduardo. Ella aprovechó esa separación para meter su mano por entre medio y tocármelo. Entonces me puse de espaldas dejando expuesta mi erección. Ella comenzó a moverlo lentamente, de arriba a abajo.
– Hacia tiempo que no hacia esto contigo, casi se me había olvidado. Para tu consuelo, fue el primero que toqué y el primero que me penetró – dijo inclinándose hacia mí y besando mis labios su bata se abrió dejándome ver sus hermosos pechos blancos.
– Ya, sigue en lo que estabas dijo soltándome y parándose. En ese momento me di cuenta que andaba con una bata corta y sin ropa interior. Se veía muy linda con su lindo trasero.
– Ya se fue? – preguntó Eduardo
– Si, ya sé fue – dije abrazándolo.
– Vamos a ducharnos – levantándome.
Al llegar al comedor, Sabina ya estaba sentada tomando desayuno.
No volví a ver a Eduardo hasta fin de año. Después de la fiesta de alumnos en la universidad. Recuerdo que caminamos con compañero con una cerveza en la mano y nos acostamos en pasto mirando las estrellas, lejos del bullicio. Era una noche calurosa.
– La noche está como para bañarse en una piscina – dijo poniéndose de lado y apoyando una mano en mi muslo. Al sentir el calor de su mano sentí una pequeña corriente.
– Te has bañado desnudo en una piscina – ahora su mano acariciaba mi muslo provocándome una erección.
– No, en una piscina no, pero en una laguna si – le respondí.
– Yo en un rio, con un primo – ahora sus dedos recorrían mi erección.
– Disculpa, te molesta que te lo toque – dijo sacando su mano.
– No, para nada – le respondí para ver a dónde iba aunque ya me lo imaginaba.
– Qué rico. Te gusta? — ahora las caricias y apretones eran sin pudor.
– Si, está rico, me gusta – le dije.
Sus caricias siguieron y aumentaron. Sus dedos bajaron la cremallera y su mano entró en el pantalón.
– No soy gay, pero me gusta tocarlo – ahora su mano estaba debajo del slip. Trató de soltar el cinturón pero le costaba. Así que dejé la cerveza o lo que quedaba en e pasto y solté el cinturón y desabotonó el pantalón. Abrió el pantalón y bajó el slip dejando mi erección al aire. Se acostó de espaldas, soltó su cinturón, desabotonó el pantalón y se los bajó junto con sus slip.
– Te gustaría tocarme? – no respondí, sólo estiré mi mano y lo tomé. Nos acariciamos mutuamente, en realidad hacia tiempo que no hacia eso y debo reconocer que me gustaba.
– Te gustaría metérmelo ? – me preguntó.
– Quieres que te lo meta – le pregunté.
– Si, por favor – poniéndose de lado.
Lo penetré suavemente al principio, pero después le di duro. Se quejaba pero pedía mss. Y le di más, con todo lo que tenía.
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