Anita
Conociendo a mi hijo.
Como todos los años, mis vacaciones comenzaban en la hacienda del abuelo y en navidad.
Llegábamos un par de días antes para prepararlo todo, mis abuelos no podían estar mas felices.
Había movimiento en la casa, el árbol las luces los regalos, en fin, hasta la cena era planificada, a pesar de ser todos los años la misma.
Mi tía Paulina llegó el mismo 24 a medio día, estaba todo preparado, esperándola para almorzar, ya que había conversado con mi mamá justo antes de salir de la capital.
– Llegaron! – dijo me mamá cuando sintió entrar el auto por el portón.
En ése lugar eran pocos los vehículos que circulaban, la mayoría de las personas que no lo hacía a pie, lo hacía a caballo.
Salimos al estacionamiento justo cuando Ariel se estaba bajando.
Mi tía que venía de copiloto, se bajó por su lado y abrazó a mi mamá, mientras mi papá y el se saludaban.
Luego saludé a Ariel, no muy efusivamente, pero ahora me caía mejor.
Mi papá abrazaba a mi tía y mi mamá con en bebé en brazos.
El abrazo con mi tía no fue muy efusivo, pero sí, emotivo, nos abrazamos sin decirnos nada, su perfume y su cuerpo pegado al mío me tenían tenso. Su beso, cálido y húmedo en la comisura de los labios me aceleraron el corazón, un minuto más de lo normal, sería muy notorio en ese momento.
– Toma – me dijo mi mamá, pasándome al bebé.
El bebé, de poco más de un año, era rubio de ojos celestes como los la Pauly, mi abuela tenía el mismo color de ojos, un celeste pálido, que aveces se veían verdosos. Lo rubio, venia de mi abuelo, un viejo alto y fornido de entre 65 y 70 años, el era rubio de ojos trigueños. A él se parecía mucho mi mamá. Yo me parecía a él, pero no tenía su estatura, de pelo castaño claro, ya lo había dicho y los ojos de él.
Después de terminados los saludos, la Pauly vino hacia mí, qué estaba con el bebé en brazos.
– No es lindo tu hijo? – me sobresaltó y miré alrededor que nadie hubiera escuchado.
El año pasado lo conocí con casi 2 meses, no me dijo nada, pero sacando la cuenta por la fecha, como que calzaba.
El año pasado vino sólo para navidad y se fue.
– Se parece mucho a ti – le dije como para desviar la atención.
– Cada día se parece más a ti, yo le digo a Ariel que es igual a mi papá. Aunque en realidad no importa – dijo tomando el bebé en sus brazos.
– Nos ha hecho muy felices a ambos. Con decirte que ahora hacemos el amor con amor. No teniendo sexo por fecha, horas ni temperaturas –
– Te estoy muy agradecida y quiero otro hijo – dijo mirándome a los ojos.
La conversación se volvió generalizada, lo feliz que estaba la familia con la llegada del nuevo miembro. Mi primo y mi hijo.
Tengo otros dos primos que viven en NY con mi otra tía. Un par de años vinieron para navidad. Pero prefieren pasar la navidad allá y lo entiendo, es otro mundo.
La última vez que vi a mi prima norteamericana, tendría 4 o 5 años, sólo hablaba ingles. Hace como 15 años. Si la viera en la calle no la reconocería, talvez porque dicen que se parece a su mamá y ella se parece a mí mamá.
Pasados la Navidad y Año Nuevo, la Pauly se fue con su esposo y su hijo.
Mi mamá se quedó una semana más junto con mi papá. Así que no pudimos ir a la laguna, como ella y yo queríamos.
Mi abuelo me había regalado un caballo para la navidad.
– Hazte amigo de él antes de montarlo o te tirará – me había dicho el abuelo.
De manera que ésa era mi nueva entretención. La daba su alfalfa, agua fresca, lo cepillaba, le hacía cariño y le hablaba.
Conversaba con él todos días. Paraba las orejas y me miraba como si me entendiera. Era de un color café moro brillante, muy hermoso, un ejemplar de un año que le había salido caro. Tenía una raya blanca en la frente, por lo que le puse Rayo.
Me seguía a todas partes, hasta a la laguna, donde tomaba agua mientras yo me bañaba.
Un día me subí sin montura, para ver su reacción. No le pareció bien, por lo que le hablé le hice cariño y me bajé. Me fui caminando y el me siguió, como siempre.
Íbamos a comer fruta, las manzanas eran las que más le gustaban, pero también los melones y las sandías que tenía el abuelo en el huerto.
Le conté al abuelo que varias veces había montado a Rayo a pelo. Me dijo que estaba bien, pero que a los caballos no les hacía bien montarlos sin montura.
De manera que poco a poco le fui poniendo la montura, se la dejaba puesta y salíamos a caminar.
Al final entendió que para salir a caminar tenía que tener montura.
Esas vacaciones las reparti entre la laguna, donde pensaba en Anita y Rayo, al que finalmente monté y salimos a caminar, conmigo arriba de él ahora.
Se terminaron mi vacaciones, me despedí de los abuelos, de Rayo, de la hacienda y de Anita, un año más sin verla.
De vuelta a clase y de tomar la malla, me encontré con Esteban, estaba feliz de verme.
Conversamos de todo un poco, de lo mucho que ma había echado de menos, acariciando mi pierna disimuladamente. Le dije que también me había acordado de él. Aunque a decir verdad, nunca me acordé de él. Pero quedó féliz.
Después del trámite burocrático de la universidad, no habían clases hasta el otro día, así que estábamos libres.
– Vamos a mi casa? – me invitó. Nunca había ido a su casa y menos antes de almuerzo. Llegar de improviso a molestar. Le dije que no, gracias, pero que me iría a mi casa.
– Mi mamá me deja almuerzo, sólo lo caliento y listo – le dije
– Y si compro una pizza y la comemos en tu casa? – ya sabía que rumbo tomaría la situación. No tenía mucho tiempo para pensar una alternativa o una salida justificada.
– Si? Te parece? – parecía un niño ansioso.
– Si, está bien, vamos –
Compramos la pizza la comimos en la casa, después nos acostamos en mi cama y sin previo aviso me dio un beso en los labios mientras su mano acariciaba mi pelvis y todo lo demás.
No me importa tener sexo con un hombre, pero lo que no puedo hacer desde hace tiempo, besar en la boca. Pueden ser roces labio con labio, pero besos apasionados y con lengua, no, no puedo.
Sólo mujeres beso así y no han sido muchas.
Terminó por desnudarme entero, lo dejé que lo hiciera porque vi que le gustaba hacerlo, prenda por prenda, acompañada de besos. Obviamente dejó para el final mis slip donde sus besos y caricias fueron de gran abundancia.
Me chupó todo, después de desnudarse completamente se subió arriba y se sentó lentamente, como disfrutando cada centímetro. Tomé se erección y lo masturbé suavemente, siguiendo el ritmo de la penetración. Subía y bajaba al tope, cada subida y bajada era un gemido. De pronto tomó mi mano y la sacó, comenzó a moverse más rápido y vi lo que venía. Comenzó a eyacular en mi pecho y mi estómago. Pero me gustaba verlo cómo lo disfrutaba.
– Terminaste? – me preguntó.
– No, me gusta ver como lo disfrutas –
– Si, está muy rico – dijo moviendo las caderas.
– Pásame papel – le dije indicándole un rollo de papel higiénico que tengo en el velador.
Se hizo hacia adelante tratando de que no se le saliera, pero no alcanzaba, por lo que tomó el rollo con una mano, con la otra puso mi miembro en posición y se sentó. Le pedí el papel.
– Déjame hacerlo a mí, yo quiero hacerlo – dijo. Sacando trozos de papel me fue limpiando, trozo a trozo hasta la última gota que la sacó con su lengua.
Mientras conversábamos movía sus caderas suavemente, de un lado a u otro y yo sentía como me apretaba y me estrujaba. Cuando bajaba lentamente sentía su suavidad, cuando subía apretaba su esfínter lo que hacía que fuera delicioso. Era como una mamada con su ano.
Finalmente tuvimos un orgasmo juntos, lo llené con mis jugos y él volvió a llenarme el pecho con los suyos. Volvió a limpiarme con papel y sin levantarse un centímetro.
– Vamos a ducharnos – le dije.
– No, no quiero perder ni una gota – me dijo moviéndose lentamente en círculos.
Crucé mis manos por detrás de mi nuca y lo dejé hacer. No pasaron más de 10 minutos y comencé a tener otra erección.
– Ah, qué rico – dijo al sentirlo duro de nuevo. Al mismo tiempo que comenzaba a tener una erección.
Comencé a masturbarlo a su ritmo. Me miraba con ojos de ebriedad, semi cerrados. Los abría sólo cuando se levantaba mucho y se le salía, entonces abría los ojos y rápidamente lo introducía nuevamente.
Estuvimos toda la tarde » conversando «, al final nos duchamos, se vistió y se fue.
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