Antonella y yo.
Vacaciones lúdicas y lujuriosas..
Acababa de colgar el teléfono, mi hermana Giórgia me mandaba a su hija a vacacionar como regalo por el buen comportamiento de la chica en el colegio, Antonella es mi sobrina y no la veo desde hace unos cuatro años, no sé en qué momento me pillo Giórgia que yo accedí a recibir a mi sobrina por el mes de febrero, estoy acostumbrada a vivir sola y una niña chica en casa no me resultaba para nada como una buena idea, pero el jaleo me lo había armado yo solita y debía ponerle el pecho a las balas, como se usa decir.
Yo soy Dalida y vivo en Reñaca, una localidad de la costa central de Chile, en verano tenemos un flujo de turistas de muchas partes de Sudamérica y otros sitios del mundo, me encanta vivir sola porque debo decir que tengo un carácter fuerte y soy una predadora, soy lésbica y me encanta solazarme con alguna muchacha extranjera en mi departamento lejos de miradas indiscretas, mi lugar de caza es el paseo marítimo donde hay una serie de pubs, bares y restaurants.
Tengo veintisiete años, soy la hermana menor de Giórgia que tiene trece años más que yo, si no recuerdo mal mi sobrina debería tener unos catorce o quince años, toda una adolescente rompe huevos, seguramente será una de esas rebeldes y tendré que hacerle de niñera por todo un mes, ya me estaba arrepintiendo de haber aceptado de alojarla conmigo.
El jueves fui al terminal de buses a recogerla y llevarla a casa, me esperaba a la flaca y remilgada colorina llena de pecas que había visto hace cuatro años atrás en una visita a mí hermana, me sorprendió ver llegar una muchacha alta de cabellos rojos cortitos y escultural silueta y sus grandes pechos como todas en la familia, somos todas pechugonas, me saludo con una mano ― ¡Hola! tía … como está … mamá mando muchos saludos y gracias por recibirme ― dijo, nos dimos un abrazo y nuestras tetas prácticamente se estrellaron, pude sentir la dureza de sus senos e inmediatamente me salieron cachitos de diablita que hicieron que mi tanga se humedeciera ― es mi sobrina y es menor de edad ― sonó la alarma dentro mi cabeza, después de saludarnos nos fuimos a mi carro y la conduje a casa.
Antonella se había convertido en una preciosísima muchacha, una señorita, le mostré el cuarto donde la alojaría y a ella le pareció encantador, la ayudé a desempacar y me di cuenta de que su lencería no era la de una adolescente, con tangas y sujetadores minúsculos, también me mostró sus bikinis y me sentí de repente vieja de frente a esta exuberante joven mujer, solo para cerciorarme ― Antonella … ¿Cuántos años tienes? ― le pregunté ― dieciséis, tía … ¿por qué? ― respondió ― pues por nada … sí que te has pegado un estirón … yo te recordaba cómo una niña … en cambio eres toda una señorita … sí que has crecido ― le dije ― es normal tiita … ahora nos desarrollamos más rápido las chicas ― dijo, la dejé que se acomodara y yo me fui a preparar un poco de café y jugo de frutas, con la prisa de ir a buscarla no había tomado desayuno.
― Antonella … está listo el jugo … ¿quieres un poco de café? ― le llamé ― ¡Oh! tía … te pasaste … está bien un poco de café ― respondió, se había cambiado y lucía una remera ajustada y sin sujetador que realzaba la belleza de sus enhiestos senos, me quedé embelesada mirando a mi sobrinita ― ¡ay! tía no me mires así ― dijo Antonella, yo estaba hipnotizada con sus mamas, no atiné más que a balbucear ― pero nenita, que con ese cuerpazo te devoraran en la playa ― ella se ruborizo un poco y sonriendo contesto ― tía si no es para tanto … tú debes estar acostumbrada a ver chicas lindas aquí en Reñaca ― me quedé observándola y me resultaba imposible convencerme que este bombón de mujer, fuese mi sobrina de algunos años atrás, completaba su atuendo un par de shorts de lycra super ajustados que se le veía claramente todo el chocho, mis bragas se me soltaron solas.
Pasamos el resto de la tarde ordenando sus cosas y charlando de mi hermana, su padre, sus estudios y cosas varias que interesan a las mujeres, le pregunte si tenía novio, me dijo que no tenía tiempo para eso y que los muchachos, más que nada la molestaban y no había encontrado ni uno solo que la hubiese atraído como para iniciar una relación, además, dijo ser muy joven para prestar atención a ciertas cosas y que prefería la compañía de sus amigas y se divertía con ellas, quizás porque, pero eso me hizo recordar que a mí me sucedía lo mismo cuando tenía más o menos su edad.
Estuvimos luego mirando la tele hasta tarde, yo me sentía cansada así que me levanté le di las buenas noches y me dirigí a mi dormitorio, una vez en mi cama me volvieron las imágenes de mi sobrinita, sus senos, sus caderas y el diminuto chocho se dibujaba en su ajustada lycra, mis manos abrieron mi almejita y extraje de mi velador mi consolador para fines especiales, diecinueve centímetros insertables de puro deleite, su color rosado siempre me ha causado una excitación extra, me unté abundante YES para lubricar mi concha, luego lo encendí y el ronroneo compinche me lleno de deseos y ansias.
Me provoque al menos un tres orgasmos casi consecutivos, levantaba mi pelvis en el aire empalada en ese falo de juguete, me metí tres dedos en el culo mientras me revolcaba en la cama, cabalgué uno de mis almohadones con el ronroneo suavizado por el cojín y la profundidad de mis carnes rosadas y trepidantes que no cesaban de vibrar, los temblorcillos de mi cuerpo me hacían lanzar gemidos y quejidos, los gritos con las convulsiones espasmódicas delataban mi lujuria y mi goce, entre las miles explosiones de colores y rociados de estrellas de mi cerebro obnubilado, me pareció ver la imagen de Antonella en el vano de mi puerta, fue tan fugaz que pensé fuese un sueño, desapareció tan rápido que pensé a un reflejo de mi mente enferma de orgasmos, cuando recuperé algo de mis sentidos estaba sola y la puerta de mi dormitorio ligeramente entreabierta, sin fuerzas de nada me adormecí.
Al rayar el alba, cuando las penumbras de la noche empiezan a retirarse correteadas por la luz del padre sol, me senté en mi cama sintiendo el alboroto de algunos gorriones y uno que otro zorzal, la bruma del océano se apreciaba por los ventanales, me levanté en sigilo para ir al baño, el departamento estaba temperado, cuando pase por la puerta del cuarto de huéspedes había solo silencio, pero al regresar del baño sentí los inconfundibles gemidos, quejidos y m de un orgasmo femenino, su puerta estaba entreabierta y pude ver el cuerpo desnudo de Antonella que todavía se contorsionaba con sus manos perdidas en medio de sus muslos, me sobresalté cuando vi que ella se giraba hacía la puerta, sin decir nada me retiré a mi alcoba.
― ¿Me habrá visto? ― esa pregunta rondaba por mi cabeza y no me daba paz, cerca de las ocho de la mañana, me fui a la ducha y luego de vestirme con un shorts y un polerón para abrigarme de la fría mañana, me fui a la cocina a poner a hervir agua para el desayuno, Antonella con una elegante chaquetilla albornoz, entro a la cocina y me saludo con un beso en la mejilla, su indumento cubría si y no sus desnudas nalgas, portaba una tanga con bordados, de esas preciosas pero poco practicas porque molestan e irritan los labios vaginales, se ven esplendidas sobre todo sobre el chocho de una chiquilla adolescente como mi sobrina, me sonrió y dijo que se iba a la ducha, se dio media vuelta y salió meneando sus coquetos glúteos duros y redondos, literalmente se mi hizo agua la boca.
Nos dedicamos a labores hogareñas de orden y limpieza, yo le mostré donde estaban los implementos y luego nos dedicamos a asear nuestros cuartos, yo me encargué de la cocina y ella muy colaboradora puso orden en la sala de estar, cerca de las once de la mañana con la temperatura más elevada, nos pusimos nuestros trajes de baño, túnicas y agarramos un bolsos de playa con las toallas y los artículos de playa, nos fuimos de a pie a la playa distante unos seiscientos metros, todavía no había mucha gente así que nos ubicamos a pasos del mar.
Nos despojamos de nuestras túnicas y Antonella una vez más me impresionó con su belleza, un bikini color turquesa estupendo, una tela muy fina y casi traslucida, sus delicados labios vaginales, restaban ocultos bajo su ingle, pero sus glúteos sobresalían atrevidos y prepotentes hacía atrás y hacía arriba, sus generosos senos se veían un tanto oprimidos bajo la suave tela que fatigaba a contenerlos, regia, totalmente bella mí sobrinita.
Nos espalmamos protector solar y nos dedicamos a gozar de los cálidos rayos del astro sol, conversamos del más y del menos, criticamos a algunos paseantes, flirteamos con quienes nos parecieron simpáticos e ignoramos a los que no lo eran, cuando el sol se hizo insoportable, recogimos nuestras cosas y regresamos a la casa, Antonella se fue primero a la ducha y luego me fui yo, nos juntamos en la terraza a disfrutar de la agradable temperatura y nos bebimos unos jugos naturales de mango y piña.
Antonella había conservado su bikini y yo me había calzado mis shorts y un top amarillo que cubría mis senos, pero que se ceñía y los resaltaban, ella me dio una mirada de aprobación y yo le dije lo estupenda que era en su mini bikini, luego me dispuse a leer un libro empezado la semana precedente, Antonella estaba sentada en una silla playera frente a mí, podía ver sus bronceados muslos que relucían con aceites naturales que ella usaba, por más que trataba no me podía concentrar en la lectura, su silueta era como un imán para mis ojos.
Al tener sus piernas ligeramente entreabiertas, los labios de su vagina era visibles en su totalidad, mis propios fluidos vaginales comenzaron a emanar de mi chochito y en breve me sentí mojada, no sabía si alzarme e ir al baño a refrescarme o alzarme e irme a mi cuarto a masturbarme, inconscientemente comencé a acariciar mi vientre y la orilla de mis senos bajo mi top, cruce mis piernas y comencé a apretar mis muslos refregando mis labios vaginales entre sí, tuve un mini orgasmo que se me soltó el libro de las manos y lancé un gemido.
― ¿Estas bien tía? ― sentí la voz de Antonella un tanto alarmada, mi rostro estaba rojo de excitación y jadeaba ― Estoy bien mi niña … creo que me quedé dormida … me iré a la cama a reposar … quizás allá sido mucho sol ― le dije para tranquilizarla, pero ella me dio una mirada suspicaz.
Me fui a mi dormitorio y corrí las cortinas, quería estar en penumbras y relajarme, el torbellino en mi cabeza me turbaba, estaba siendo atraída por mi sobrina y eso no podía ser, debo controlar mis impulsos, pero mi calentura era tanta que agarré mi dildo que había dejado bajo la almohada y encendiéndolo rápidamente lo empecé a refregar por la hendedura mojada de mi almejita, muy luego estaba con mis piernas abiertas y metiéndome mi juguetito hasta el fondo y lanzando chillidos de placer cuando mi orgasmo me hizo convulsionar y girarme a uno y otro lado, mis ojos estaban cerrados y la imagen del chocho de mi sobrina me daba vuelta bajo mis parpados, cuando los abrí, Antonella estaba atónita en las sombras de mí habitación ante mí.
― Estás bien tía? ― escuché que preguntaba con sus bellos ojos muy abiertos, todavía con mi consolador en lo profundo de mi chocho ― estoy bien mi niña … solo que me sentí un tanto turbada y no lograba desahogarme … este es mi modo de desahogarme … no te desconciertes … cuando serás adulta lo entenderás ― le contesté tratando de justificar mi estado y la exposición de mi cuerpo desnudo ― lo entiendo tía porque yo también me desahogo como tú … quizás sea una cosa de familia ― me dijo ella sonriendo relajada y acercándose más a mi cama, yo le hice espacio y ella no dudó en acomodarse sentada en sus talones, luego sentí su cálida mano en mi muslo ― ¿puedo? ― dijo tomando mi mano que mantenía mi ronronéante consolador en mi chochito, saqué mi mano y comencé a acariciar mi sensible clítoris mientras ella inició a meter y sacar mi juguetito, mi otra mano fue por su muslo hasta la delgada tela de su bikini, ella abrió ligeramente sus piernas y mis dedos trazaron la rajita de su vulva desde la cual rápidamente empezaron a fluir sus humores.
Ahí estábamos las dos con la calentura de nuestros cuerpos en aumento, Antonella con graciosos movimientos se despojó de su tanga-bikini y mis dedos acariciaron su conchita húmeda por primera vez, extraje de mi velador un segundo consolador un poco más pequeño que el que ella estaba usando en mí ― tía … soy virgen ― me dijo con su rostro hermoso de doncella de cuentos de hada, un poco atribulada ― está bien mi niña … no temas que no te haré daño ― dije metiendo el artilugio bajo mi almohada, tomé delicadamente su pierna y la hice colocarse sobre mi rostro, el brillo de su mojada vagina me hizo correrme ahí mismo lanzando un desgarrador grito de agónico goce, ella detuvo momentáneamente el mete-saca y se inclinó a besar mi vientre trepidante y se deslizó en un tobogán de lengua y sudor hacía mi inflamados labios vaginales.
Cuando me repuse un poco, abrí mis ojos y de su vulva pendían gotas de fluidos, me pareció el bocado más apetitoso de mi vida y procedí a degustarlo con voracidad, sus gemidos se tornaron chillidos y grititos, el movimiento de su ingle sobre mi boca me instaba a beber y lamer su chocho enrojecido de excitación, mis manos abrieron sus nalgas y su minúsculo ano me pareció el postre merecido de este banquete sensual, hice que alargara sus rodillas y tuve tan preciado orificio al alcance di mis lamidas persistentes, Antonella se alzó de pronto gimiendo y descontroladamente refregó su sexo en mi rostro moviendo sus caderas y chillando y boqueando como enloquecida, yo no soltaba sus nalgas y seguía propinándole golpes de lengüita a su chocho que era un diluvio de exquisitos fluidos, ella se aferró de mis senos y luego colapso a mi lado convulsionando y temblando completamente, yo la deje ir y me puse a su lado teniéndola estrecha sintiendo como sus senos copiaban el movimiento de su afanosa respiración.
No sé cuánto tiempo nos quedamos así juntitas, ella tenía su mano sobre su ceñuda frente como tratando de recuperarse de su orgasmo estremecedor, su boca era una mueca sensual de agónico placer, su lengua humedecía sus labios una y otra vez, y entre respiro y respiro ella mordía su labio inferior libidinosamente, pareciendo más hembra y más caliente, la observé todo el rato hasta que sus dulces ojos se abrieron, parecía un tanto perdida, desconcertada, yo me acerqué y la bese en la boca, no respondió mi beso pero al parecer se despertó del trance en que estaba, abrió su boca y su lengua se enfilo en mi boca y empujándome sobre mi espalda me dio un beso interminable.
Antonella estaba sobre mí, me había aferrado las manos hacía arriba y besaba mi boca con inusitada pasión, me estaba imponiendo su beso, sus duras tetas sobre las mías también me aprisionaban, su lengua extraía mi saliva y sus labios succionaban los míos, era un beso voraz, jamás nadie me había besado con ese ardor salvaje, tuve que empujar sus labios y recuperar mi respiración ― ¿qué haces? ― le pregunté un poco ansiosa ― tía … esto lo había soñado … jamás lo había hecho con nadie … no se si lo he hecho bien o si hice algo mal … ― me dijo con cierta preocupación ― ¡no! nenita … no has hecho nada mal … solo que al final, como que te excediste un poco y me desconcertaste ― le dije calmadamente ― tía tú eres muy linda y yo te deseaba de siempre … eras un sueño que se ha hecho realidad … quizás fui un poco efusiva … de niña que soñaba con vos ― me dijo con cierta emoción, esta fue una revelación para mí, me sentía seducida por esta pequeña y no me disgustaba para nada, aun el hecho de que es mi sobrina, tampoco era ya un dilema, éramos solo dos mujeres calientes la una por la otra, nada más.
Me liberé de sus manos y me senté a horcajadas a la altura de sus rodillas, en mi poca iluminada habitación, veía el bellísimo cuerpo de mi sobrina que no dejaba de recorrer mi cuerpo con su mirada ― daté vuelta ― le dije y ella obedeció al instante, comencé a acariciar ese culo perfecto.
Mi lengua iba y venía por la separación de sus nalgas le abrí sus piernas y separé sus prietos glúteos viendo finalmente mi objetivo, un pequeñísimo orificio un poco rugoso y coronado de rosado, mi lengua fue a por él, estaba embelesada lamiendo su ano y sintiendo los dulces gemidos de Antonella, extraje de mi velador la cremita lubricadora y unté su hoyito y mis deditos, uno a uno fui metiendo mis dedos en su culo hasta conseguir penetrarla con tres, su boquete anal se enrojeció forzado por mis falanges y luego saqué el consolador de debajo de la almohada y lo apunte a su trasero ― no te olvides que soy virgen también de ahí ― dijo Antonella en un susurro de voz y respirando con jadeos, poco a poco metí el arnés dentro de su culo, cuando estaba hasta la mitad lo eché a andar, ella se sobresaltó por un instante sintiendo el zumbido del falo de látex rojo, pero luego cubrió su cabeza con la almohada y paro su culito hacía arriba, la comencé a penetrar y a masajear su chochito, ella dobló la pierna izquierda y me dio mejor acceso a su vagina, abrí su conchita con mis dedos y luego inserí uno y pude palpar su himen intacto.
Mientras masajeaba los labios inflamados de ella, mi chocho lo refregaba en su muslo derecho, mi conchita se deslizaba sobre su piel bañada con mis fluidos, Antonella gemía más fuerte y su culo lo empezó a mover al ritmo que yo masajeaba su chocho, luego fue impresionante ver vibrar sus nalgas y ver como su orificio anal se contraía repetidamente alrededor del consolador, sus gritos guturales venían apagados por la almohada, le metí el dildo hasta el fondo y ella más empujaba su trasero para devorarlo con él, su orgasmo fue espasmódico, sus manos aferraban las sabanas con fuerza.
Su culito ya no era virgen y ahora era el turno de su panochita, la dejé con su trasero apuntando hacia arriba y me fui a buscar un par de toallas y unos Clínex, cuando volví estaba en la misma posición así que limpié su trasero con las toallitas húmedas y ella salió de debajo de su almohada ― creí que moriría ― dijo suspirando y estirando sus brazos, yo sequé sus pechos sudados y luego la atraje hacía mí para besarla ― para todo hay una primera vez tesoro … ahora haremos lo mismo con tu panochita ― le dije ― ¡uy! tía … sí … quiero que seas tú … toma mi virginidad … lo quiero ― dijo con fervor y decisión, como si fuera una tarea a emprender, un deber, una ofrenda religiosa.
Nos acariciamos, ella se colocó en medio a mis piernas y comenzó a comerme la concha ― Antonella … si continuas así yo no respondo de mí ― le dije aferrando mis sabanas y abriendo más mis muslos, su lengua me estaba volviendo loca, aferré una de sus manos y puse mi consolador en ella, luego sentí que me penetraba y sus labios se cargaban en mi clítoris, mil delicias comenzaron a recorrer mi cuerpo entero, temblorcillos de vientre, piernas y tetas, todo cimbraba, mis manos estaban empujando su boca contra mi concha en un violento orgasmo que me hacía contorsionar mis caderas sin mi propia voluntad.
Estaba exhausta pero no rendida, me tomé el tiempo necesario a recoger mis pedacitos diseminados por aquí y por allá y me recompuse, me dolían mis tetas por la fuerza de la estimulación, masajee mis pezones y me enderecé en mis codos, Antonella tenía mi consolador en su boca y lo lamía cual fuese una paleta de caramelo, desde mi bien surtido velador saqué un arnés de cinturón y elásticos me lo calcé y agregué un pene de látex blanco y lo monté en el artilugio, Antonella tenía los ojos muy abiertos y seguía todos mis movimientos entre divertida y nerviosa ― tía tienes un pene ― me dijo apuntando a mi miembro albino, yo me sonreí ― sí … y es todo para ti ― le dije.
Antonella estaba fascinada con mi pene y lo masturbaba mientras me devoraba mis senos que se habían endurecidos yo la empuje con dulzura sobre su espalda y me incliné a comer su almejita por varios minutos, hasta que la sentí que gemía y contorsionaba sus caderas deseosas de ser penetrada, arrodillada frente a su chochito ella levanto su pierna izquierda y abrió la derecha para dejarme espacio hacia su conchita, apoye la punta de mi pene en su vagina y Antonella emitió un grito y puso su mano en mi vientre, muy despacio mí verga plástica, comenzó a entrar en su chocho, luego hubo un poco de resistencia y con un par de grititos más, ella acepto la penetración, sujetándome para hacerlo lentamente, puse una mano en su cuello y ella acaricio mis senos y los suyos alternadamente, estaba completamente dentro de ella, me incliné a besar sus labios mientras ella gemía y me tiraba hacía las profundidades de su concha.
Puse ambas manos sobre la cama a la altura de sus hombros y comencé a follarla más rápido y con más energía, Antonella exhalaba quejidos y gemidos y tiraba de mis caderas para mayor penetración, estaba gozando con mi pene ficticio, ella chillaba y envolvía mí cintura con sus piernas, sus gemidos aumentaron y sentí sus espasmos cuando se corrió apretando sus muslos a mi cintura, pero no había sido suficiente, la tire hacia mí y ella con el impulso me hizo caer de espaldas, luego se puso en cuclillas y ella misma se empaló en el pene falso e inicio una frenética cabalgada con gritos y gemidos mientras me tocaba mis pechos aprisionando mis pezones con sus dedos.
Antonella estaba como poseída no cesaban sus movimientos arriba-abajo, se arrodillo y comenzó a mover sus caderas en forma casi violenta, me tenía casi al borde de mi propio orgasmo cuando la sentí que se estremecía en otro orgasmo y se dejaba caer de lado, yo que estaba al vértice para acabar, la puse boca abajo, le doble una pierna y seguí follándola desde atrás, le di duro hasta que fui bendecida con un fabuloso orgasmo que me hizo colapsar encima de ella, mi consolador salió de su panochita con algunas manchas de sangre, fin a la virginidad de Antonella.
Nos pasamos toda su estadía en mi cama, casi no salíamos a ninguna parte, después yo invité a la que es mí pareja y enseñamos a Antonella lo que es un trio, la poseímos por detrás y por delante, mi sobrina al final andaba desnuda todo el día porque sus esculturales formas eran un incentivo por poseerla en todo momento y ella lo disfrutaba con la fuerza de sus quince años.
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