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Incestos en Familia, Masturbacion Masculina, Voyeur / Exhibicionismo

Aprendiendo a ser perverso

Descubro algo que cambia mi forma de ver a mi familia y abre la puerta para que yo aprenda a disfrutar de mi familia..
Todo queda en familia

Después de andar culiando potrancas, chivas, borregas y todo animal que se pudiera para saciar mi apetito sexual, yo necesitaba una panocha de mujer, ya me había aburrido de las chaquetas y de las hembras de cuatro patas, así que mis ojos empezaron a buscar otras rajitas más apetitosas.

Yo tengo una prima que es mayor que yo por dos años, su nombre es Minerva, una morena que actualmente tiene un cuerpo pasadito de kilos, pero cuando tenía 14 años, era muy delgada; sin embargo tenía una colita bien apetecible y unas tetas que parecían conos para raspado, paraditas y chupables. Era costumbre que cada cierto tiempo nos encomendaran ir a ayudar a casa de los abuelos para hacer el quehacer, eso duraba por lo regular una semana o más, tiempo en el que las mujeres lavaban ropa, trastes, aseaban la casa y cocinaban, los hombres limpiamos de maleza el patio, reparábamos la cerca, molíamos café en un molino de mano, llevábamos la ropa al río para que las mujeres la lavaran, así como bañar los caballos y atenderlos. Por lo regular, iban unas cinco nietas y unos dos nietos por dos semanas o tres, tiempo en el cual nos quedábamos a dormir en casa de los abuelos, a veces compartiendo cama con los demás primos o en el tapanco, que es una especie de plataforma hecha con tablas a la altura del techo de palma que tenía la casa donde vivían mis abuelos.

Fue en una de esas ocasiones en la que coincidimos a ir a lavar al río, yo me llevé la ropa y cobijas en unos costales a lomo de caballo, Minerva y Luisa, otra prima de 11, se fueron a pie. Después de unos doscientos metros, vi que Luisa se iba quedando, por lo que le pedí que se subiera al caballo, me bajé y la ayudé a subir acercando el caballo a una roca, como traía una falda amplia tipo charra, se acomodó con las dos piernas hacia un lado, cuidando de no enseñarme los calzones. Llegamos al río y ahí encontramos a una famila vecina que tenía un auto y había ido de día de campo, era una pareja que tenía una hija de 20 años, Magali y dos varones gemelos, Andrés y Ramón de 17. Yo ayudé a mis primas a lavar las cobijas, que eran lo más pesado y acabamos rápido, mientras se secaban sobre las piedras, mis dos primas y yo, jugamos en el río con los hijos de la pareja que iba en auto. Yo veía a mis primas y veía como los hijos de los vecinos, se agasajaban con mis primas, más que nada con Minerva, que era la que mejores nalgas tenía. Jugábamos al tiburón, que es una especie de “atrapadas”, pero en el agua y no se vale salirse. Es un juego que cansa mucho, porque hay que nadar rápido. Ellos aprovechaban cualquier pretexto para tocarle los pechos, las nalgas y lo que podían. Al finalizar la tarde, la familia de los gemelos nos dijo que si queríamos, que ellos se llevarían a una de mis primas en el auto y los dos costales de ropa. Luisa se fue con ellos, los gemelos a los lados, Magali y mi prima enmedio. El camino de terracería daba un rodeo como de diez kilómetros para llegar al pueblo, por lo que tardaría aproximadamente dos horas para llegar, mientras que en el caballo ya sin más carga que nosotros, nos haríamos como media hora, pues el camino era directo. Así que nos quedamos jugando otro ratito en el agua, para esto, yo aproveché que ya estábamos solos, nos pusimos a jugar luchitas y mi prima con solamente un vestido azul cielo de tirantes y su brasier debajo, casi se le transparentaba todo, le toqué las tetas varias veces, las nalgas y una vez hasta la atrapé de una pierna, resbalando mi mano hasta su cuquita, ella sonrió nerviosa y fingió que no había notado eso y me pidió que me apurara a bañarme para irnos.

Yo me bañé y me lavé el pene dentro del agua, pues así se acostumbra allá, ella también se bañaba y para lavarse bien, se quitó el vestido, quedando solo en brasier negro, un medio fondo beige y una pantaleta también negra, de esas mata pasiones, pero yo no perdía detalle, vi cómo se metió las manos bajo el sostén para lavarse aquellos pechos bien hermosos y luego se metió al agua hasta la cintura y se lavó bien la almejita, cuando terminó, tomó una toalla se secó el cuerpo y el pelo, se la enrolló en la cintura, se sacó el brasier y se puso otro de color blanco rápidamente, luego se sacó el calzón y el medio fondo por debajo y se puso a lavar su ropa interior. Yo tenía la verga babeando, bien parada, estoy seguro que ella lo notó. Terminó de lavar, guardó su ropa mojada en una bolsita, sacó otra pantaleta roja y se la puso, en un momento que se acomodaba el calzón, se abrió la toalla y pude ver su panocha ya peludita, pues aún el calzón no se lo acomodaba bien. Yo sentí que vi abrirse el cielo. Se puso una falda gris y una playera de algodón en color amarillo y ya con la falda puesta, se quito la toalla. Yo me terminé de bañar y le dije que me prestara su toalla. Disimuladamente “sequé mi cara” en la parte de la toalla en la que había visto que se secó su rajita. Le dí una buena olfateada, me sequé y me cambié de ropa, con la diferencia que yo no me cuidé de que me viera, yo noté que me miraba de reojo mientras recogia un morral, iba a lavar mi short y mi truza, cuando ella me habló.

—A ver, dámelo, yo te lavo tu ropa.

—Gracias, prima —le respondí—.

Ella se levantó la falda a modo de no mojar la, pues el agua le llegaba arriba de las rodillas, empezó a lavar y cuando lavaba mi truza, notó la baba que había dejado mi verga en la prenda y se empezó a reír.

—¿De qué te ríes? —le pregunté, aunque yo sí sabía que había visto mis mocos en el calzon—.

—De nada, de algo que me acordé.

—A ver dime.

—No, de nada, de un animalito que le sale baba como si fuera un caracol. Ja ja ja.

—¿Qué animal es ese?

—Un animalito muy chistoso.

—¿Ah, sí? ¿Tú ya lo conoces? ¿Ya lo has agarrado?

—No, ja ja ja, porque es peligroso. Ja ja ja.

—¿Ya te ha picado? —le pregunté con una sonrisa pícara—, ¿o quieres que te pique?

—No sé, creo que este animalito todavía no pica. Ja ja ja.

Yo ya iba a proponerle que nos fuéramos al monte para poder cogérmela, pero me interrumpió.

—Toma tu ropa, para que la guardes.

Se salió del agua y yo me quedé con la palabra en la boca.

Ensillé el caballo y le dije que se subiera, la falda que traía era de tablones, por lo que le daba facilidad para montarse, acerqué el caballo a un tronco y ella se subió, yo volví a ver ese cielo de color rojo, pues al abrir las piernas, me dejó ver otra vez el calzón y ya me proponía a jalar el caballo como buen caballero, cuando ella me propuso algo.

—Súbete también, el caballo nos aguanta a los dos y en la silla cabemos bien.

No me hice del rogar, enseguida me trepé, iniciando el camino. Los dos íbamos callados, pero mi corazón iba a mil por hora, sentía cómo sus nalguitas me rozaban la verga con el movimiento del caballo. Yo la abracé de la cintura con el brazo izquierdo, supuestamente para que no se cayera, pero lo que más disfrutaba era el roce de sus piernas en las mías. La falda se le había subido a más de media pierna, por lo que las mías hacían contacto de piel a piel con las suyas, yo me sentía en la gloria, pero quería más, así que con mi mano derecha, sin que se diera cuenta, tomé la parte trasera de la falda con dos dedos y de forma imperceptible, le fui levantando la falda, hasta que mi short pegó directamente con su calzon, yo llevaba la verga durísima. Bajé mi brazo izquierdo y puse mi mano del lado derecho de su cadera, dedo por dedo fui recorriendo mi mano hasta que ya mi mano tocaba la piel de su pierna directamente, ella no decía nada, por el contrario, en un momento se acomodó, levantándose un poco sentándose ya en mis piernas. Yo aproveché el movimiento del equino para ir acariciando suavemente su pierna y mi mano fue avanzando poco a poco hacia su conchita, pero cuando ya mis dedos estaban por pasar a su vulva, volvió a interrumpirme.

—Ya falta poco para llegar al pueblo, ya me voy a bajar, no me vayan a ver arriba del caballo.

Me bajé y la ayudé a bajar a ella, haciéndola resbalar en mí, por lo que percibió mi pepino entre sus piernas, mientras mis manos recorrian sus nalgas, arrancándole un leve gemido.

Sonrió y me dió las gracias, sonriendo con picardía. Se fue caminando y yo la seguí en el caballo. Llegamos a casa, Luisa llegó poco después de nosotros, bajamos la ropa y cenamos, Minerva quizá había quedado muy caliente de tantos agarrones con los gemelos y de los tallones conmigo, porque se volvió a bañar en la noche, yo me quedé pensando mucho en mi prima, ella dormía en uno de los tres cuartos que había en la casa de mis abuelos, el otro lo ocupaba mi prima Margarita, una joven de 21 años, que dormía con otra prima pequeña, el cuarto de enmedio lo ocupaban mis abuelos, ninguno de esos cuartos tenía puerta, solo cortinas de tela delgada, los demás dormíamos en el suelo sobre petates, aplicábamos esa de que “al cerrar la puerta, todo el suelo es cama”. Mi calentura era tanta, que me tuve que masturbar y no se me bajaba la erección, así que tuve la idea de hacerle una visita a Minerva, quería por lo menos ir a tocarle algo mientras dormían todos, pero alguien ya se me había adelantado, pues al acercarme, oí unos murmullos y el clásico chasquido de cuando la verga entra en la panocha, me acerqué lo más despacio que pude y casi sin respirar, llegué a la orilla de la cama, era de tablones y solo cabía una persona, Luisa dormía en el suelo en un petate. A Minerva se la estaban cogiendo y yo me preguntaba quien podría ser, pues trataba de adivinar por medio de los susurros en la oscuridad, hasta que distinguí que era mi abuelo, le decía chiquita, mi niña, mi amor y Laura solo gemía diciendo sí, así abue.

Yo salí del cuarto como había entrado y me fui a dormir a mi petate, me volví a hacer una “chaqueta” y me quedé con el corazón a mil, pensando mil cosas. Yo pensaba que Minerva era virgen, que mi abuelo era honrado y un ejemplo a seguir; pero no, estaba equivocado y ahora pensaba también en Luisa, ¿ya se la habían cogido o ella aún era virgen? ¿Estaba tan dormida Luisa como para no escuchar o era cómplice? Esa noche casi ni dormí, pensé demasiado y me hice dos “chaquetas” más.

Al día siguiente, el desayuno era un hervidero de chamacos, todos sentados en donde podían, con una taza de café en la mano y un bolillo con requesón. Yo observaba a mi abuelo, a Laura, a Luisa y a mi abuela, yo estaba seguro que mi abuela era cómplice, era muy difícil que mi abuelo se levantara del camastro dónde dormían, sin que ella se diera cuenta. ¿La abuela sabía que mi abuelo se comía a las nietas y que quizá se había comido también a las hijas? Era una idea que pasaba por mi cabeza, mientras desayunaba mi bolillo con requesón y mi café. Sus caras no decían nada, mi abuela atareada como siempre, mi prima Minerva con su cara alegre y coqueta como siempre, Luisa con su carita de inocente, aunque el día anterior la había visto reír bien provocativa con los vecinos mientras le agarraban las tetas y tal vez hasta le habían metido mano a su coñito, mi abuelo con su carácter amargado, nadie mostraba algo diferente y eso me dió a entender que era una situación que ya llevaba tiempo ocurriendo.

Yo tenía que sacar provecho de esta circunstancia y comencé a fraguar algunos planes; pero como ya me extendí mucho y no quiero aburrirlos, se los contaré en el próximo capítulo.

Hasta pronto, espero sus comentarios y reacciones.

32 Lecturas/7 octubre, 2025/0 Comentarios/por Picazoo
Etiquetas: abuela, abuelo, cogiendo, hija, mayor, primas, primos, vecina
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