Así inicié a mi hermanita de 5 como mi objeto sexual, pero luego a sus 9 ya no quiso.
Yo usé a mi hermana como mi objeto sexual desde sus 5 a sus 9 años. Yo tenía de 10 a 14 años, pero en teoría ya sabía algunas cosas referentes al sexo porque un vecino dos años mayor que yo, que quería cogerse a su mamá y a su hermana, anteriormente me había involucrado en el mundo del incesto..
Yo usé a mi hermana como mi objeto sexual desde sus cinco a sus nueve años. Yo tenía de diez a catorce años, pero en teoría ya sabía algunas cosas referentes al sexo porque un vecino dos años mayor que yo, que quería cogerse a su mamá y a su hermana, anteriormente me había involucrado en este mundo de perversión al tener encuentros entre él, su hermanito de cuatro y yo, donde tuvimos tocamientos. Pero eso es otra historia que tal vez después les cuente.
Pues bien, en este relato yo me llamaré Genaro y comienzo narrándoles cómo inicié con mi hermana, a la que llamaré Natalia:
A mi hermana Natalia la inicié pidiéndole que nos acariciáramos en las plantas de los pies para hacernos cosquillas, esto mientras una tarde ella y yo estábamos recostados en una cama mientras todos veíamos televisión, y ella aceptó. Como eso me había dejado con la piel erizada, relajado y un poco excitado por saber que mi hermanita de cinco se había prestado a darnos mutuamente placer, aunque sea acariciándonos las plantas de los pies, después, para que me diera más placer y lograr frotarme su mano en mi verga parada sobre el pantalón sin que se diera cuenta, distraje su mente al engañarla diciéndole que tenía algo en su hombro, pero agarrándole su mano y dirigiéndola hacia mi verga.
—Mira, Natalia, lo que tienes en tu hombro. —Le dije, pero inmediatamente dirigiendo su mano hacia mi verga parada sobre mi pantalón.
—Ay, ¿Qué es? Quítamelo, Genaro, por favor. —Respondió ella, pero ya con su mente distraída por la preocupación o el miedo de saber qué tenía, y la desesperación de que se lo quitara.
—Espera, no sé si es un insecto o es una mancha de algo.
—Ay, no, por favor, quítamelo.
—Ah, creo que es una mancha de grasa. —Le dije para que no se fuera a espantar más, haciendo que corriera a pedirle ayuda a nuestra madre y me perdiera del gozo que estaba sintiendo con su manita.
—Ay, ya me había espantado, pensé que era una araña. —Me respondió aliviada.
—A ver, deja te trato de limpiar para ver si se te quita. —Le dije e inicié a hacer como que le tallaba “la mancha” para intentar limpiarla, mientras seguía frotando su mano sobre mi verga cada vez más dura.
Así estuve como por dos minutos, pero como ya me había prolongado en esa acción que estaba disfrutando demasiado, a ella se le hizo raro que no terminara de limpiar nada en su hombro, como le había mencionado, hasta que salió de la distracción y se dio cuenta que la había engañado y de lo que estaba haciendo con su mano; sólo le dio risa por la forma en cómo había caído en mi “broma”.
A partir de ahí, que se dio cuenta que había logrado que tuviera contacto sexual con mi verga, otro día le pregunté si se acordaba de cómo la había engañado para hacer que me tocara la verga y ella me dijo que sí.
—Oye, Natalia, ¿Te acuerdas cuando te engañé que tenías algo en tu hombro y te hice que tocaras mi verga con tu mano sin que te dieras cuenta?
—Sí, fui bien mensa porque caí en tu broma.
Entonces, para ir despertando su curiosidad y sacar provecho de eso, empecé a hablarle de las partes que tienen los hombres y las mujeres, y lo rico que se siente cuando se tocan y cuando cogen; que también le expliqué lo que era, diciéndole que también se sentía muy rico.
—Oye, Natalia, ¿sabes por qué te engañé para que tocaras mi pito?
—No, ¿Por qué?
—Fue para sentir rico. Es que cuando a los hombres les tocan el pito cuando lo tienen duro, se siente rico y quería saber qué se siente.
—¿Y tú querías sentir rico conmigo, por eso me engañaste?
—Sí, pero no quería pedírtelo como cuando nos hicimos cosquillas en los pies, porque pensé que no ibas a querer.
—Pues no, porque mi mamá dice que no debemos dejar que nadie nos toque en nuestras partes, ni tampoco debemos tocar a nadie.
—Pues sí, tienes razón, pero yo quería saber qué sienten los grandes cuando se tocan. Por ejemplo, si a ti te tocan, también vas a sentir rico.
—Pues quién sabe, pero mi mamá dice que no.
—Pero eso dicen los grandes, porque no quieren que los niños sintamos lo que sienten ellos, porque creen que, si lo sentimos, nos va a gustar y ya no vamos a querer ir a la escuela.
—¿De verdad los grandes no quieren que sintamos lo que sienten ellos?
—Ajá. Pero, por ejemplo, yo que sentí rico cuando te engañé y me toqué con tu mano, sí quiero seguir yendo a la escuela. —Le engañé. —Además los grandes no nada más se tocan, sino también cogen y haciendo eso sienten mucho más rico. —Por fin le metí el tema de coger.
—¿Y qué es eso de coger? —Me preguntó con más curiosidad que dudas.
—Es cuando los hombres meten sus pitos en las cositas de las mujeres, y los dos sienten de verdad muy rico.
—Ay, Genaro. Yo no sabía todo eso.
—Así es. Pero te repito, no es que sea algo malo, sólo que los grandes dicen que es malo porque tienen miedo de que los niños conozcamos qué se siente, que nos guste y que ya no queramos ir a la escuela.
—¿Sabes? —Me respondió como queriendo decirme algo.
—¿Qué? —Le respondí.
—Ya me dio curiosidad todo lo que me has contado. —Por fin me confesó su curiosidad.
—Pero como te dije hace rato, yo sentí rico cuando me toqué con tu mano, pero sí quiero seguir yendo a la escuela.
Al percatarme que ya le había despertado su curiosidad por la cara de traviesa que ponía cuando le hablaba de esos temas, se me ocurrió atreverme a preguntarle si quería saber lo rico que se siente cuando las personas grandes se tocan y cogen.
—Oye, Natalia, ¿Y no quieres saber qué se siente? —Me atreví a preguntarle.
—Me da un poco de miedo, pero como ya me dio curiosidad, la verdad sí.
Y era tanta la curiosidad que tenía cuando le hablaba de estos temas, que no dudó en responderme que sí quería saber qué se siente. Pero para no llegar a un punto donde le diera miedo o le provocara mucho pudor de mostrarse desnuda y que se fuera a espantar y arrepentirse de todo lo que ya había logrado con ella, le dije que eso que le iba a enseñar, las personas grandes lo hacen sin ropa, pero para que ella sólo supiera lo rico que se siente tocarse y coger, yo le iba a enseñar sin quitarnos la ropa y ella aceptó más que encantada.
El día que ella empezó a sobarme la verga, yo a tocarle sus nalguitas, su puchita y la zona donde le crecerían sus tetitas, y a «cogérmela», todo esto con ropa de por medio, fue un día que le dije que en la noche cuando todos durmieran, yo la despertaría e iríamos al patio a hacerlo porque eso que íbamos a hacer era algo que a los grandes no les gusta que los niños lo hicieran, y que entonces no debían de saberlo y no teníamos que decirle nada a nadie; ella dijo que sí, que no le diría nada a nadie.
Como toda mi familia dormíamos en un mismo cuarto, esa noche no me dormí, sino esperé a que todos se durmieran y cuando así fue, cuando ya todos estaban dormidos, me levanté sigilosamente para no despertar a los demás miembros de mi familia que les tocaba dormir en la misma cama yo, y me dirigí a la cama donde dormía mi hermanita y la desperté diciéndole que no hiciera ruido, y que fuéramos al patio a enseñarle en lo que habíamos quedado: lo que hacen los grandes, para que supiera cómo se siente.
Como ella ya se había dormido, cuando la desperté tenía sueño y ganas de seguir durmiendo, y me dijo que mejor no, que mejor otro día. Yo, para no desperdiciar esa oportunidad, le dije los más bajito posible para no despertar a los demás, que si íbamos en ese momento, le iba a dar la mitad de mi dinero del que nos daban los fines de semana para comprar golosinas, para que ella se pudiera comprar más golosinas que yo y que mi otro hermano; y además, aprovechando la curiosidad que ya le había despertado, le dije que si no íbamos en esa oportunidad que teníamos, ya no le iba a enseñar. Entonces ella, con sueño y ganas de seguir durmiendo, me dijo:
—está bien, y sin hacer ruido salimos al patio.
Ya en el patio tendimos una tabla de madera y colocamos una manta encima, y le dije que se acostara boca arriba y que abriera sus piernas. Ella inmediatamente lo hizo y yo, sin dudarlo ni un segundo y con mi verga parada y dura, enseguida me coloqué en medio de sus piernas y empecé a frotarme sobre su puchita para que mi verga la fuera estimulando. Al principio estaba con su cara algo seria o como de miedo de conocer algo nuevo, y más, porque mi hermana, seguro sabía que lo que se había prestado a hacer conmigo era algo malo por el hecho de que le había dicho que era algo que hacían los grandes y que no querían que los niños lo hicieran. Pero como fueron pasando los minutos y el roce de mi verga sobre su puchita ya empezaba a provocarle los primeros síntomas de placer, su cara cambio de esa seriedad o especie de miedo por saber que estaba haciendo y sintiendo algo que los grandes no quieren que los niños hagamos, a una cara que involuntariamente empieza a reaccionar cuando el cuerpo está siendo estimulado; empezó a entreabrir sus labios, a poner sus ojos de placer, a ponerse un poco roja de la cara y dar leves y pausados gemiditos.
Mientras continuábamos con ese primer momento incestuoso, yo seguía haciendo mis movimientos como si realmente me la estuviera cogiendo duro y fuerte, y a su vez, con mi voz afectada por el aceleramiento de los latidos de mi corazón por estar tratando a mi hermana como a un objeto sexual a su pequeña edad, aunque fuera con ropa de por medio, y por saber que lo estábamos haciendo a escondidas de nuestra familia, con mucho morbo le decía:
—¡Qué rico, chiquita!, ¡Oh, sí, chiquita!, ¡Estás bien rica!, ¡Disfruta lo rico que se siente, verás que te va a encantar si lo hacemos siempre!
—¿Te gusta? —le pregunté.
—Sí… ah… ah… un poquito. —Me dijo con su voz temblorosa y sin dejar de soltar leves gemiditos.
Recordando que la había convencido de ir al patio a enseñarle lo que hace la gente grande para sentir rico, si yo le daba la mitad de mi dinero que nos daban para golosinas, en mi mente, con total morbo y excitación, me di cuenta que la estaba tratando como una prostituta. Por lo que se me ocurrió preguntarle si le gustaría ser prostituta.
—Oye, Natalia, ¿No quieres ser prostituta cuando seas grande?
—Ah… ¿Qué es eso? Ah… ah… —Me respondió un tanto sorprendida, como cuando alguien se queda con la duda.
—Son las mujeres que se dejan coger a cambio de que les den dinero. O sea, además de que sienten rico cuando cogen, también ganan dinero para que se puedan comprar muchas cosas. —Le respondí.
—Ah…, yo no sabía. —Me comentó, como quedándose pensando lo que le respondí.
—Entonces, Natalia, ¿Sí te gustaría ser prostituta cuando crezcas para que sientas rico al coger mucho y además ganes mucho dinero? —Le volví a insistir con la pregunta.
—Sí, ah… ah… La verdad sí me gustaría ganar mucho dinero… Ah… dejándome coger. Ah… Yo no sabían que existían mujeres que ganan dinero… Ah… ah… dejándose coger, y menos que se llamaban como dices. —Me respondió con su carita sonrojada, y mezclando su respuesta con leves gemiditos por estar haciéndola gozar al simular que me la cogía.
Como la charla me había calentado y provocado mucho morbo por estar incitando a mi hermana a que desee ser una puta, se me ocurrió decirle que a las prostitutas que les gusta coger mucho para ganar más dinero se les dicen “putas” porque es más fácil de pronunciar; esto para que de su boca saliera decir que quería ser una puta.
—Oye, Natalia, pero a las mujeres que más les gusta que se las cojan mucho para ganar más dinero, se les llama putas. Entonces sí quieres ser una puta, ¿Verdad?
—Sí… Ah… —Me respondió cada vez más cachondita por estar haciendo lo que estábamos haciendo, y cada vez más convencida.
—Sabes algo, Natalia…
—¿Qué cosa?
—Entonces, como te voy a pagar la mitad de mi dinero que nos dan nuestros padres, a cambio de hacer lo que hacen los grandes, aunque tengamos ropa, ya estás siendo como una puta. —Le comenté para que se fuera haciendo a la idea de que desde chiquita ya podía ser una puta, mi puta.
—Oye… Ah… sí es cierto, hermano… Ah… —Respondió.
—Así es, ya estás aprendiendo a ser una puta. Yo te estoy enseñando a ser puta. Para eso están los hermanos, para ayudar a sus hermanas pequeñas a ser putitas y luego putas profesionales. —Le comenté lleno de morbo.
—Ah… hermano… estoy… sintiendo muy rico… Ah… Gracias por enseñarme lo que es coger y a ser puta. —Me respondió ya totalmente caliente porque indudablemente también le excitó todo lo que le dije al mismo tiempo que la seguía haciendo gozar.
—Gracias a ti, putita, por dejarme gozar tu pequeño y delicioso cuerpo, y por querer ser una putita desde chiquita. —Le respondí perversamente.
—Oye, Natalia, ahorita como estás chiquita, eres una putita. Y como ahora yo soy el que te va a pagar la mitad de mi dinero que me den, estás siendo mi putita. ¿Entiendes? —Le comenté.
—Sí, Genaro… Ah… Ah… —Respondió.
—Recuerda que cada que un hombre te pague a cambio de dejarte coger, vas a ser la puta de ese hombre. Ahorita mismo tú estás siendo mi puta, ¿Eh? Pero como estás chiquita, estás siendo mi putita, ¿Entendido? —Le volví recordar.
—Sí, hermano, entiendo… Ah… Ah… Ahorita soy tu putita. —Me respondió.
—Natalia, di que eres mi puta y que quieres que te coja duro. —Prácticamente le ordené ya dominado por el morbo y mi perversión.
—Soy tu puta, hermano, soy tu putita… Ah… Ah… Cógeme… Ah… Cógeme duro… Ah… —Me obedeció y respondió.
Como ya llevábamos un buen rato simulando que cogíamos con ropa de por medio, decidimos parar por esa ocasión por temor a que mi papá de levantara al baño, hecho que hacía recurrentemente, y nos cachara.
A partir de ahí hubo otras ocasiones en las que mi hermana aceptaba ser mi puta a cambio de darle dinero o regalos, pero sólo si simulábamos que me la cogía con ropa de por medio.
En una ocasión en la madrugada hasta rompimos la tapa del inodoro, ya que nos encerramos en el baño y yo sentado en la tapa del inodoro y ella sentada frente a mi con sus piernas abiertas, simulamos que me la cogía, pero estaba tan caliente que la empujaba frenéticamente hacia a mí. Que fue cuando rompimos la tapa. Al otro día todos preguntaron que quién la había roto, y tuve que aceptar que fui yo, pero les inventé que fue porque me subí arriba de ella porque quería alcanzar a matar una araña que estaba en el techo. Y me creyeron.
En otra ocasión, como a sus 7 u 8 años, no recuerdo bien, que yo estaba súper caliente y con hartas ganas de hacer algo más que simular que cogíamos con ropa de por medio, la llamé a una especie de bodega que tenía mi padre donde guardaba madera y otras cosas, y me atreví a pedirle que se metiera mi verga a su boca y que yo también le chuparía su puchita para que sintiera más rico de lo que sentía cuando simulaba que me la cogía, pero por miedo y porque sabía que por mi verga y por su puchita orinábamos, le dio un poco de asco y se negó. Pero por mi calentura y por mi desesperación de que me chupara la verga, yo le insistí lo más que pude, pero en todo momento dijo que no. Fue tanta mi insistencia, que sólo aceptó meterse mi verga en su boca si lo hacía cubierta por mi calzón, o sea, con la tela de mi calzón de por medio, pero yo así no acepté porque yo quería que me chupara la verga al natural —algo de lo que ahora me arrepiento totalmente—. Entonces, para no irnos de ahí sin hacer nada, le dije que sólo me acariciara la verga y me masturbara, a lo que ella aunque no quisiera, aceptó con tal de que la dejara de molestar pidiéndole que hiciera cosas que no quería. Me hubiera encantado venirme en su mano, pero como escuchamos pasos que se acercaban, tuvimos que parar.
Los encuentros donde simulábamos que me la cogía cada vez fueron menos, hasta que mi putita cumplió 9 años y ya no quiso, pero de eso les contaré cómo fue, en una segunda parte.
q rico bro
Así es, bro. Aunque no haya conseguido cogermela o que me mamara la verga y yo su puchita, sí fue rico morbosearla, manosearla y tratarla como a una puta a esa edad, porque fue real.
Entiendo y sé muy bien que sentiste rico por experiencia propia. Me hiciste recordar lo que hace muchos años viví con mi hermana. Fueron los momentos más placenteros que hasta la fecha he tenido en mi vida.
Así es. Quien realmente ha vivido algo así, independientemente de que haya sido poco o mucho lo que consiguió en sus vivencias incestuosas, sabe muy bien lo rico que es. Te felicito porque también tuviste algo con tu hermana.
Que rico como comenzaste …si, están para eso…para ser usadas 🤤😈
Como debe ser.