Atracción y Desviación
Relato publicado originalmente en SexoSinTabues.com por Anonimo.
Atracción y Desviación 1: El comienzo.
Luego de más de un año y medio de la muerte de mi padre pudimos llevar sus cenizas donde nos pidió: A la cabaña de su infancia.
El viaje era largo, viajar en avión casi una hora de mi ciudad, atravesando el país y de ahí alquilar un coche y manejar una ruta de dos horas más por caminos inhóspitos y sin carretera, con sólo la guía del GPS.
La cabaña pertenecía a mi abuelo, pero hacía muchos años que estaba abandonada y mis tías quienes viven a casi dos horas a pie hacían limpieza de vez en cuando. Las paredes de piedra aún mantenían cierta solidez, el techo estaba destartalado y no tenía ningún amoblado.
Limpiamos un poco y luego recorrimos la zona, encontramos una laguna donde arrojar las cenizas. Al regresar empezó a llover a cántaros.
Le dije a mi mamá que se meta en el coche pero no pudimos irnos, el camino se había convertido en un lodazal y dificultaba nuestra salida. Le dije a mi madre que entre en la cabaña llevándose el maletín con ropa para mudarnos; mientras yo sacaba la carpa, bolsas de dormir. Sin embargo a pocos pasos resbaló y cayó en un charco regando ropa que traía en el maletín.
Fui corriendo donde ella, la levanté y la llevé en brazos dentro y la senté en un tronco. Mientras traía las cosas. La revisé y por suerte no tenía nada.
Mi madre tiene 48 años aunque de apariencia mucho menor, es médica de baja estatura, ojos rasgados marrones claros –por su ascendencia asiática-, cabello lacio negro y una carita angelical y su pequeño tamaño resalta sus curvas.
Armé la carpa, encendí la chimenea –tarea nada fácil para alguien que no está acostumbrado al campo- y cerca del fuego tendí la ropa para que secara. Hice sacar la ropa de mi madre para que no cogiera un catarro, la empecé a secar con el único polo que encontré seco. Se había mojado hasta la ropa interior.
Nos metimos en la carpa, ya que el techo era una coladera y el agua se filtraba.
Le quité toda la ropa, cuando le quité le brasier cruzó los brazos para cubrirse, se los bajé diciéndole “es por tu bien”. Me quité la ropa, ya que también estaba mojada y nos metimos cada uno a su bolsa de dormir.
Le ofrecí unos chocolates, galletas y agua mineral que había llevado y puse algo de música en el móvil, lo único que servía ya que no había señal, riéndonos y recordando sucesos.
La tranquilidad no duró mucho, el agua se estaba filtrando. Desarmé mi bolsa, la abrí y la coloqué en el suelo a manera de tapete.
Al ver que estaba con frío, mi madre se ofreció a compartir su bolsa diciendo “el calor corporal es lo mejor para combatir el frío”. Estábamos ambos sintiendo el cuerpo del otro, su olor, su piel. No pude evitar una erección que se sintió a través de mi calzoncillo, mi madre la sintió pero no dijo nada. Sin embargo, pude sentir como sus pezones se ponían duros.
No pude evitar empezar a besar a mi madre en el cuello. Ella dijo “Por favor no. Ivan, somos madre e hijo” Pero no me detuve y ella no intentó detenerme. “Lo siento mamá, no puedo detenerme. Deseo esto desde hace mucho.” Y le di un beso en la boca, recorriendo con mis manos su espalda y sus pechos.
Abrí el sleeping, cogí un trozo de chocolate el cual puse en mi boca y le di otro beso pasándoselo a ella. Mientras saboreaba el dulce mi mano recorría las finas hebras de sus bellos púbicos llegando hasta su clítoris el cual empecé a masajear en forma circular, luego metí dos dedos haciendo gozar a mi mamá. Se recostó y se abrió de piernas, apoyando sus pies en el suelo y las rodillas flexionadas. Posición perfecta para un conilingüis, mientras con mi mano me quité la truza. Mi madre suspiraba, bufaba, pidiendo más: “¡Más Ivan! ¡Qué rico! ¡cómeme!”. Mientras un hilo de saliva con chocolate se deslizaba por la comisura de sus labios.
Al ver mi erección con mi pene en la mano como un sable listo para empalar. Mi mamá dijo que no con su boca, mientras sus fluidos vaginales salían de su chocho. Entonces se la clavé. Mi mamá arqueó la espalda y cerró los ojos mientras me apretaba la espalda con sus manos.
Se lo metía enérgicamente, con una velocidad constante. Mi mamá estaba como loca, gritaba y gemía mientras me besaba el pecho y el cuello.
La volteé de espaldas y le hice la pose del misionero. Ella puso los dedos en su concha mojada y guió mi pene a su mojada cueva. Pude sentir como se corría: “¡Ha pasado tanto tiempo! ¡tu pene es más grande y lo haces mucho mejor que tu papá! Lo quiero todo adentro, destrózame la vagina!” y otras cosas por el estilo.
Luego su cuerpo cayó y trataba de recuperar la respiración. Sin darle tiempo para recuperarse del orgasmo, ya que yo aún no me había corrido, la recosté de costado y se clavé rápido. La respiración de ambos se tornó muy agitada. Luego ella me colocó con la espalda en el suelo, mi pinga parecía un mástil, se sentó en mi tranca y empezó a masajear su raja mientras su espalda estaba pegada a mi pecho. Fue hermoso, madre e hijo gozando de lo prohibido. Fue ahí donde me corrí. Litros de leche inundaban las entrañas.
Descansamos un momento, para luego colocarla boca abajo. Clavándosela en la posición del misionero, mientras le susurraba: “Te amo mamá, siempre lo he hecho. Te cuidaré y protegeré por siempre.” Embistiéndola hasta hacerle llegar al paraíso de otro orgasmo.
A la mañana siguiente, me levanté temprano para buscar agua para lavarnos. Mi madre me dio las gracias, pero dijo “fue un error. Que no vuelva a repetirse.” Yo me molesté y la encaré diciendo: “Dime si no te gustó” Ella sólo bajó los ojos y con la mirada en el suelo dijo “Somos madre e hijo, esto no debe ser. Hagamos como si no hubiera pasado, me ha gustado pero…”. No completó la frase.
Nos lavamos y cambiamos. Subimos al auto y nadie dijo nada en el trayecto de regreso.. Mi madre miraba el paisaje, taciturna. Aunque tenía una gran sonrisa en la cara ¿en qué estaría pensando? De seguro en nuestra noche: El goce ganaba a la culpa.
Sabía lo que tenía que hacer. Llegando a nuestra ciudad idearía la forma en que vuelva a ocurrir y esta vez será para siempre, sin culpas ni remordimientos.
Atracción y Desviación 2: Confesiones de una madre.
Desde hace mucho tiempo ya me había distanciado de mi esposo. La verdad es que ya no lo quería como antes el amor hacia otro hombre se había interpuesto. El problema es que eso hombre es mi hijo.
Mi hijo Iván desde niño siempre fue muy dulce y atento conmigo. Al crecer y entrar a la adolescencia siguió con mis atenciones hacia mí, pero ya me veía con otros ojos y yo no podía apartar la vista de los cambios agradables: se había puesto más alto, guapo y fuerte. Un día encontré unas pantaletas mías manchadas con semen y supe que se estaba masturbando, me excitaba el pensar que lo hacía por mí. Sólo me quedaba imaginar que mi esposo era él cuando follábamos para tener un orgasmo.
Es que las relaciones con mi esposo se habían vuelto rutinarias, sólo teníamos coito una vez por semana, un polvo y una sola pose. No me ayudaba con las labores, ni me acompañaba de compras o me esperaba a la salida del trabajo, como sí lo hacía mi hijo.
Lo más difícil fue cuando ingresó a la universidad y empezó a salir con chicas. No sólo se concentraba en su carrera, sino también en su apariencia, había comprado un equipo de pesas, una tabla de abdominales y otras cosas. Ver su cuerpo sudado y sin polo me excitaba.
Como teníamos cierta confianza, traía a su novia a casa para presentarla en familia. Trataba de poner mi mejor cara y no parecer celosa.
Recuerdo principalmente a Melisa, una chica delgada, de curvas gráciles, cabello negro ondeado y largo, que siempre venía en jean y polos sicodélicos. Y la razón por la que la recuerdo es que hace casi cinco años había llegado temprano a casa, luego de salir con unas amigas, mi esposo había ido a casa de sus padres y escuché ruidos raros en la habitación de mi hijo.
Ahí estaba Melisa e Ivan haciendo el amor. No era el coito aburrido y rutinario a la cual estaba sometida. Era algo salvaje: Mi hijo echado boca arriba, mientras Melisa totalmente desnuda con su cabello suelto lo montaba cual amazona. Luego cambiaron de posición, él la echó en la cama en la posición del helicóptero, pero le levantó una pierna la cual apoyó en su hombro y empezó a penetrarla en forma enérgica. No pude evitar colocar mi mano en mi concha y empezarla a sobar. Una luz llamó mi atención, se trataba de la luz de la filmadora. Estaban filmando sus acrobacias amatorias. No quería ser descubierta, así que me escondí en mi cuarto esperando a que terminen, tratando de oír detrás de las paredes cualquier dulce gemido de los labios de ambos.
A la hora sentí la puerta abrirse, se habían ido al baño a bañarse. Vi si estaba la filmadora, quité el disco e hice una copia en el ordenador. Todo esto sin hacer ruido.
Cuando se fueron, coloqué el disco –el cual aún conservo y veo- en el DVD y empecé a masturbarme pensando que era yo a quien follaba. Quería sentir su sudor, la pasión de sus besos y abrazos, sentir que me laman la cuca y sentir la leche en mi piel –mi esposo nunca lo había hecho-, inventar poses, montar encima del hombre a quien amo y siempre me ha cuidado y protegido.
Cuando regresó mi esposo estaba tan caliente que quise hacerle el amor de una manera salvaje, pero él no me correspondió. Me senté encima y quise cabalgarlo, pero él no hizo nada y cuando terminó ya no quiso otra más. Había eyaculado y no se preocupó si yo había alcanzado el orgasmo o no. En cambio mi hijo, se preocupó en que Melisa alcanzara por lo menos dos orgasmo, luego de acabar empezó a beber los labios vaginales de Melisa, jugar con su clítoris y hacerla perder en la lujuria total. Cada vez que veo unos condones recuerdo las acrobacias de Melisa e Ivan.
Ya no era mi niño, sino un hombre hecho y derecho con necesidades con ciertas galanterías hacia las chicas y conmigo.
Luego de terminar la carrera se fue a convivir con Melisa. Supongo que hacían el amor todos los días. Hasta que a ella le ofrecieron un trabajo en el extranjero, al principio no quiso aceptar pero Ivan le hizo entender que no quería truncar su futuro y estaba dispuesto a esperarla y nunca la olvidaría. Lo importante es que ella se sienta realizada.
Con cuántas lágrimas me contó eso. Dejarla ir fue la decisión más difícil y dura. Lo peor fue que a los meses ella le contó que había empezado a salir con alguien. Él les deseo toda la felicidad del mundo y entendía perfectamente que ella se sentía sola y tiene necesidades, pero no pudo evitarse sentir traicionado. Sólo le quedó abocarse a su trabajo, aún más duro. Pasaron unos meses más y empezó a salir con otras chicas: chico soltero, con departamento, auto y un sueldo aceptable para divertirse de forma adecuada. El resto me lo daba a mí para ayudarme con los gastos de la casa.
Cuando su padre se puso mal, regresó a vivir con nosotros. La razón es que se gastaba mucho en medicinas ya no le alcanzaba para el alquiler del departamento, además que necesitaba ayuda con las labores domésticas. Su cuarto estaba como siempre.
Aún se abocada a su físico, pero había perdido algunos puntos con las chicas. Por falta de tiempo, principalmente, ya que yo me apoyé en su hombro y necesitaba su fortaleza moral.
Ver su cuerpo sudoroso me estaba volviendo loca. En Año nuevo su padre iría a visitar a su familia y yo me iba quedar a solas con mi hijo.
Drogué su vino, la droga cambiaba su percepción y pensaría que se trataba de un sueño. Empecé a quitarle la camisa
-¿Quién eres? –dijo
-Melisa —respondí, ya que fue lo primero que se me ocurrió.
-Hueles como mi madre.
-¿Y qué si lo fuera? ¿Me harías el amor? —La droga no le permitía mentir.
-Sí, la deseo desde que era un adolescente, es mi princesa, mi reina.
-Soy tu madre, hazme el amor.
Sus movimientos eran torpes, así que tuve que ayudar a guiar sus movimientos. Por ejemplo quiso lamer mi concha, pero sus labios fueron hacia mi estómago. Así que guié su cabeza, me relajé y me sentí en la gloria.
Luego me hizo el amor, primero pausado y después más enérgico. Lo hicimos de costado, empiernados. Aunque sus movimientos eran torpes y su miembro no había alcanzado completamente la erección. Sus caricias y besos y sin olvidar que con la droga demoró más en correrse, hicieron que me sintiera en el paraíso. Luego se durmió pensando que era un sueño húmedo.
Me había quitado el ardor en mi cuerpo, pero sentí una culpa inmensa. Había violado a mi hijo y seguramente iría al infierno. Pero lo importante era que sabía que me deseaba.
Al morir su padre, Ivan me apoyó mucho. La verdad es que su muerte no me afectó tanto. Recordé los buenos momentos, pero sentía la libertad de vivir sola con el hombre que amo. Nos enfrascamos en nuestros trabajos, Ivan más de la cuenta haciendo trabajos extras para conseguir el dinero y el tiempo libre para nuestro viaje.
Un año después lo conseguimos. Los preparativos nos costaron otros meses. Pero fueron meses en los que estuvimos muy cerca. Siempre apoyándome.
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Ayer por fin hicimos el amor de manera consciente fue tierno, dulce y totalmente fiero salvaje. Me gustó muchísimo, pero por pudor con la sociedad y no quiero que piense que su madre es una puta. No volveré a hacerlo, aunque me parta el corazón.
Sin embargo, haciendo el recuento de los hechos, no puedo evitar una sonrisa y sentirme totalmente realizada en un sueño de amor. Porque no sólo fue coito, sino que hubo una conexión amorosa entre ambos.
Quizá si él me sedujera nuevamente no tendría las fuerzas para decirle que no. Pero mis malditos escrúpulos no me permiten dar el primer paso.
Atracción y Desviación 3: El lado lujurioso y divertido de mamá
Regresamos en al hotel y ayudé a mi mamá a llegar hasta el cuarto. Se trataba de una habitación doble. Mi madre aún estaba algo adolorida y por eso fui a la farmacia para comprarle un ungüento contra el dolor y unos profilácticos de sabor. En el camino me la pasé craneando cómo sacar la libido oculta dentro de ella. Ella me deseaba y yo a ella, no me cabía la menor duda.
Le di el ungüento a mi madre, quien no quiso que la tocase, pero también tenía unos moretones menores en la espalda. Así que le dije que se deje de tonterías que voy a frotarle el cuerpo para que la sangre pueda circular.
“Relájate, mamá. Como cuando te hago masajes en la casa” –le dije. Ella se acostó boca abajo y quedó sólo con el sostén. Empecé a masajear su espalda en la zona donde había moretones, pero como estaba tensa masajeé sus hombros. Logré que se relajara, pero no pude evitar tener una erección. Mi mamá la sintió rozándole la pierna y se puso alerta.
“¡Basta! Mejor relajémonos viendo un poco de televisión –dijo mi mamá. El aparato subió la tensión, el televisor del hotel tenía tres canales pornográficos y fue lo primero que vimos.
Echada como estaba empecé a sobarme en su cuerpo:
– ¡Basta, Iván! No me quites el calzón –dijo ella, al sentir mi mano en sus bragas.
Eso hice. Masajeé la concha por encima de sus pantaletas y le susurré al oído:
– “Nadie nos conoce aquí. ¡”Tomémoslo como nuestra luna de miel”!
– ¡Está bien! Mentiría si digo que no lo deseo y estoy ardiendo por dentro. Aquí no serás mi hijo, ni yo tu madre; sino serás mi macho y yo tu hembra –dijo, mientras tocaba sus pantaletas que ya se estaban empezando a humedecer— mientras con la otra mano se desabrochaba el pantalón.
Como me dijo que no le quite las bragas, jalé la parte central a un costado dejando ver su concha, a la metí dos dedos de manera suave, por el elástico de las bragas el hueco se había hecho más apretado. Sus gemidos se perdían con el de la actriz.
Empecé a seguir lo que hacía el actor. Le acaricié las nalgas, la puse boca arriba, le abrí las piernas tomándola por los tobillos y dejándola en el aire. Deslicé sus bragas hacia un lado y lo puse a la altura de su tobillo. Y empecé a clavársela de forma enérgica. La sombra de la prenda ondeando como una bandera a los ritmos de las arremetidas hacía más interesante el juego.
Un par de poses más y ya me había corrido, mientras que en la película la actriz gritaba como si la estuvieran matando, mientras el actor no hacía ruido, tan sólo la frase “Oh! Shit! Descansamos un rato y continuamos mientras en la pantalla ya pasaban otra escena.
Mi madre estaba desfalleciente, su cuerpo no podía más y tuve que agarrarla por las tetas para que no cayera. Mientras la colocaba boca arriba pude ver una sonrisa de oreja a oreja, una sonrisa lujurioso. Luego, ella se recostó en mi estómago a descansar.
Dormimos unas cuantas horas y luego salimos a comer. Encontramos un restaurante y conversamos abiertamente sobre muchos temas, contándonos chistes algo subidos de tono —los cuales no se cuentan entre familia— hablando sobre nosotros y conociéndonos más. Fue muy divertido y por primera vez le pude dar un beso en público.
Al salir paseamos por la ciudad y encontramos una tienda por departamentos. Mi mamá quiso entrar y me dijo que me quedara afuera, que iba a comprarme una sorpresa. Al rato salió con sus bolsas de compras sin decirme que era, me tomó de la mano y más tarde me abrazó mientras nuestros pies buscaban el camino para regresar al hotel.
Al llegar entró al baño y me pidió que me recostara en la cama y que en cinco minutos coloque en la canción de Roxette: Vestida para el éxito. Cuando empezó a sonar la canción mi mamá estaba con una sonrisa radiante.
Traía una bata y cantaba, había cambiado la letra de dress for the success (Vestida para el éxito) por dress for some sex (vestida para algo de sexo), mientras reía, se abrió la bata y bajo ella había un baby doll negro transparente, bajo el cual dejaba translucir unas prendas de encaje de color rojo pasión.
Siguió con su street-tease sobre a la altura de mi pecho y luego la conduje a mi cuerpo. Empezando con besos en su cuello y tocándola por encima de las prendas translúcidas. Mi mamá me dijo: No te preocupes por el condón, mi anticonceptivo es la menopausia. Ambos reímos.
Mientras se quitaba el brasier y lamía mi cuerpo lujuriosamente. Hicimos el amor de manera pausada, sin prisas, conociendo y descubriendo el cuerpo del otro, el punto de placer.
Supe que a mi madre tenía puntos sensibles a la altura de sus piernas y le excita que le escarbe con la punta de la lengua en su ombligo. Asimismo tiene un punto sensible detrás de las orejas.
Pasaron los días y jugamos como un par de enamorados: salimos al cine para besarnos más que disfrutar la película, al sauna, a recorrer la ciudad y sus alrededores, a la discotecas donde. Mientras en el lecho llegamos muchas veces al orgasmo juntos, haciéndolo de mil formas y disfrutándonos mutuamente. Fue la gloria. Mi mamá me dijo que Nunca se había sentido tan feliz y que mi padre nunca se tomó el trabajo de explorarla. Y por ello no sabía cuán divertido es el coito. Sin embargo, las vacaciones ya estaban terminando.
Buscando mil maneras de explorarnos: poniéndonos dulces encima del cuerpo, especialmente en las zonas sensibles, comprando prendas íntimas provocativas, y juguetes eróticos, viendo pornografía para probar nuevas poses.
Como la pose del helicóptero invertido: De pie encima de la cama cogí a mi mamá de las piernas mientras la arremetía y ella con cabeza en el aire y su cabello balanceándose sobre el piso. Ambos gemimos mucho, pero decidí no hacerlo de nuevo por temor a que mi madre se golpee la cabeza.
Mi mamá se había depilado el chocho, como había visto a las actrices de las películas porno, se recostó con las piernas abiertas y juntado los pies con su muslo, las rodillas arriba dejando ver toda la gloria de su sexo desnudo y dijo “de aquí saliste y ahora volverás a mí. Follarás con mi sucia concha”. Me acerqué y empecé a lamerla su cueva, chapoteando en la humedad que emana de su ser, tan suave y lisa. Ella se volteó y empezó a lamerme el falo mientras yo hacía lo mismo con su clítoris e himen revolcándonos de un lado a otro de la cama. Hasta que nos vinimos.
Luego la puse en posición de pollito tomando agua, la cogí de la cintura y la arremetí enérgicamente mientras sus tetas bamboleaban de arriba hacia abajo. Hasta que nos vinimos nuevamente y nos quedamos dormidos exhautos. Mi madre y yo éramos felices como nunca lo habíamos sido.
El último día ni siquiera salimos del hotel, nos amamos mutuamente. Y para comer hice un pedido de delivery. En la noche nos bañamos y vestimos
Conducí al aeropuerto mientras mi madre me cogía de la mano en cada cambio de velocidad, mientras me decía: “Estos días han sido maravillosos, nunca los olvidaré”. Nos registramos y subimos al avión, en el asiento se recostó sobre mi hombro mientras me decía: No olvides nuestra promesa.
Al descender el avión quise tomarla de la mano, la cual se sacudió y me dijo seria: “No olvides nuestra promesa, aquí somos madre e hijo solamente”. Mientras una lágrima se deslizaba por su mejilla y empezó a cambiar hacia la puerta de la nave.
Atracción y Desviación 4: Sacando el Líbido de mamá.
Ya en nuestra casa mi madre me evitaba, a la hora de comer la tensión subía. Pero con el pasar de los días las cosas se fueron normalizando.
No estaba dispuesto a abandonar la dicha materna, así que ideé un plan para hacer explotar la libido de mi madre.
Habían pasado dos semanas desde que volvimos, mi madre no quería hablar de lo que ocurrió durante el viaje.
Compré mariscos y los comimos juntos, luego le hablé de su poder afrodisiaco. Aunque no sea cierto, ya había sembrado una idea que la sugestione. Después la afronté sobre el coito que ocurrió en nuestro viaje y que deberíamos repetirlo. Ella negó con la cabeza.
Furioso como estaba la cogí de los brazos y le até éstos al sillón. Luego deslicé sus panties
Asustada me dijo:
-¡No me violes!
-No haré nada que tú no quieras, mami.
Luego bajé sus bragas y empecé a besar y comer su chocho. Su respiración se aceleró, hizo movimientos para tratar de soltarse y pronunció las palabras:
-M: ¡Basta! ¡Suéltame por favor!
Dejé de lamer, pero con mis dedos hacía surcos circulares alrededor de su vagina y clítoris.
-Y: ¿Dime si no te gusta? —sin darle tiempo a una respuesta le puse mis dedos empapados por sus jugos en su cara, dejé que los oliera y luego los pasé en forma circular alrededor de sus labios, mientras que con mi otra mano arremetía en su clítoris.
-Y: Mami, ahora te llevaré al placer dónde nunca imaginaste. Te haré mi esclava sexual.
Como si le hubiera pasado electricidad su cuerpo oscilaba, su respiración se puso más agitada, su pecho subía y bajaba, a la vez que éstos parecían querer escapar de la cárcel de su blusa y su sostén.
-M: ¡Soy tu esclava, hazme tuya!
Bajé mi pantalón dejando salir mi miembro erecto y me subí al sillón, colocando mi pene a la altura de su boca. Sus labios se abrieron automáticamente y empezó a chupar golosamente. De adentro hacia fuera y con su lengua hacía movimientos circulares.
Luego se lo saqué y le dije. Le quité las amarras y la eché en el suelo. El suelo es de madera caliente.
-Y: Vamos a disfrutar los dos.
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